Sin público, lo de Bastonito, impensable: César Rincón
Fue hace 26 años en la plaza de Las Ventas. El fiero toro se llamó «Bastonito» con 573 kilos , y el torero, César Rincón que me apunta con el paso del tiempo y en esta hora de plazas cerradas y pandemia: sin público hubiera sido otra cosa la tarde del Baltasar Ibán y jamás se hubiera producido aquellas sensaciones que se vivieron en Las Ventas, el coso catedralicio que en 1991 lo aupó como gran figura del toreo. .
Compartieron cartel con el colombiano, Emilio Muñoz y Juan Mora.
«No me guardé nada entonces. Me entregué apasionadamente porque sabía que estaba ante un toro distinto, de casta ,que tocaba la categoría de fiero».
Madrid es Madrid y a veces es injusta pero a la final recompensan esas ovaciones, ese olé rotundo, apunta el maestro bogotano.
«Serio, bravo y listo», señaló el maestro Antoñete segundos antes de que ‘Bastonito’, tras un pinchazo y con la espada ya en todo lo alto, se quisiera comer literalmente a Rincón indefenso entre su hocico y sus manos. Ese traje blanco, oro y ensangrentado
Faena de alto riesgo. Un toma y daca. A veces, el toro le podia y las más el colombiano que jamás dudó ; toreo de mano baja, ligazón, colocación y valor supremo justificando su categoría. Aguantó las oleadas del toro que eera un vendaval. Fue protestado por » chico» por los recalcitrantes del «7».
El toro se revolvía constantemente, la firmeza como divisa, la exposición sin desmayo, la cornada se mascaba ; muletazos largos y limpios por ambas manos. Hubo momentos en que el público no justipreció la calidad de la faena. Sonó un aviso cuando toreaba con la mano izquierda que abrochó con el de pecho. Estalla la ovación. Pincha en la suerte contraria y en la segunda sale rebotada en un momento de angustia. Estoconazo. Da un volantin en el piso, acuden sus banderilleros, Rincón se levanta y con gesto adusto pide sin palabras » retirarse todos «. Una oreja y la vuelta al ruedo al toro.
El desaparecido cronista de El País, Joaquin Vidal, señala : Salió un toro de casta brava a eso de las siete y media de la tarde, y eran las tantas de la madrugada cuando aún discutía la afición si mereció la vuelta al ruedo que le dieron las mulillas con todos los honores, bajo una cerrada ovación del público puesto en pie. A ese toro, César Rincón le había cortado una oreja, cuyos merecimientos asimismo se discutían de madrugada, aunque el toro le pegó previamente un volteretón al torero en justa correspondencia, dejándolo herido, maltrecho y sin posibilidad de continuar la lidia.Un toro de casta brava: ¡menudo acontecimiento!
Un toro de casta brava como el que saltó al ruedo venteño a eso de las siete y media de la tarde, es la sensación, el acabose, un valor del que apenas quedaba memoria, un tesoro recuperado de lo recóndito, un vendaval de sensaciones llegado de la noche de los tiempos.
Embestir el toro de casta brava tan pronto plantó su pezuña en el redondel, y ya vibraba la plaza entera, reviviendo aquel estremecimiento singular y aquella emoción intensa que conformaban el ambiente habitual de las corridas de toros en todas las épocas, creando una afición numerosa, fiel y apasionada por esta fiesta exclusiva llamada del arte y del valor.
Han transcurrido 26 años y Bastonito y Rincón siguen como ese rumor lejano de tardes memorables . Hoy se le concede a Rincón el mérito que entonces muchos le negaron aquella tarde de torero hondo, esfuerzo, de palizas, de entrega, de !!!!Ay, que lo coge !!!!.
Rincón deja una huella para los tiempos con seis salidas en hombros por la puerta grande ese santuario del toreo que es Las Ventas y aunque aquella tarde no salió aupado por » los capitalistas «, sí refrendo la grandeza de un torero de época. Loor, señor César Rincón