Día: 31 de octubre de 2020

Otro genio del cine que se marcha: Sean Connery el mejor intérprete del Agente 007

El actor escocés Sean Connery, considerado por muchos el mejor James Bond, falleció a los 90 años, reportó la BBC.

En su cuenta de Twitter, la franquicia de las películas James Bond confirmó el fallecimiento y recordó que el actor fue el primero en interpretar al personaje en 1962.

Nacido como Thomas Sean Connery en Edimburgo, Escocia, el 25 de agosto de 1930, en el seno de una familia humilde, con padre católico y madre protestante, pensó en ser jugador de fútbol pero desistió cuando a los 18 años llegaba a la altura de un metro noventa y no sabía hasta cuándo iba a seguir creciendo.

Se alistó en la Marina Real Británica, de la que fue licenciado por problemas de salud, volvió a sus orígenes y desempeñó varias tareas de supervivencia.

Por su físico escultural fue modelo en una escuela de arte.

Participó como secundario en una puesta del musical “South Pacific”, primero en Edimburgo y luego en una gira por las islas británicas.

Hacia 1954 accedió al cine en pequeños papeles.

Hasta que tres años después el director Cy Enfield, que lo había visto en el escenario, se obsesionó con él y lo incluyó en su película “Hell Drivers”, en la que por primera vez tuvo un papel de cierta relevancia.

Antes de llegar a “El satánico Dr. No”, que es lo que interesa, hizo muchos trabajos para la TV británica y ya en Estados Unidos actuó en “La gran aventura de Tarzán” (1959), con Gordon Scott como el “hombre mono”.

Formó parte del multitudinario elenco de “El día más largo del siglo” (1962), con varios directores férreamente controlados por el productor Darryl F. Zanuck.

Curiosamente, “Dr. No” (1962), de Terence Young, en la que Connery se metió en la piel del agente James Bond por primera vez.

No tuvo de entrada el éxito esperado.

Se habló más de la música de Monty Norman y de la impactante Ursula Andress en bikini que de la película en sí.

Que sin embargo comenzó a ser valorada en sus reposiciones y por la explosión que se produjo al año siguiente con “De Rusia con amor”, también de Young.

La serie Bond prosiguió con “Goldfinger” (1964) -en la Argentina “Dedos de oro”-, de Guy Hamilton, “Operación Trueno” (1965), de Young, “Solo se vive dos veces” (1967), de Lewis Gilbert.

“Los diamantes son eternos” (1971), de Hamilton, y “Nunca digas nunca jamás” (1983), de Irvin Keshner, su despedida del personaje luego de 12 años.

Muchas de esas películas podrían contener situaciones comprometidas en los tiempos actuales, porque las compañeras de Bond -“Bond, James Bond”, se presentaba- eran mujeres de físicos monumentales que siempre caían en brazos del héroe, aun las más avispadas.

En el caso de Pussy Galore, el personaje de Honor Blackman en “Goldfinger”, de la que se deslizaba su identidad lésbica en un alarde desacostumbrado para la época.

Se supo que Connery llegó a hartarse del personaje de Bond.

Luego interpretado por George Lazenby, Roger Moore, Timothy Dalton, Pierce Brosnan y el actual Daniel Craig.

Por eso mechó otras interpretaciones entre los títulos del espía «con licencia para matar”.


Y logró que el público aceptara otros personajes con su rostro, a través de “La colina de la deshonra” (1965), “El gran golpe” (1971), “Hasta los dioses se equivocan” (1972) y “Crimen en el Expreso de Oriente” (1974), de Sidney Lumet.

“Marnie” (1964), de Alfred Hitchcock, “Sublime locura” (1966), de Kershner, “Shalako” (1968), de Edward Dmytryk, con Brigitte Bardot.

La lista de esas incursiones extra Bond es muy larga y abarca títulos memorables

Como “La tienda roja” (1969), del soviético Mikhail Kalatozov, “Odio en las entrañas” (1970), de Martin Ritt, “Zardoz” (1974), de John Boorman, “El hombre que sería rey” (1975), de John Huston.

“El viento y el león” (1975), de John Milius, “Robin y Marian” (1976), de Richard Lester, con la exquisita Audrey Hepburn, “Un puente demasiado lejos” (1976), de Richard Attenborough.

También, “Highlander, el último inmortal” (1986) y “Highlander II” (1991), de Russell Mulcahy.

“El nombre de la rosa” (1986), de Jean-Jacques, “Los intocables” (1987), de Brian De Palma, “Indiana Jones y la última cruzada” (1989), de Steven Spielberg.

Es que Connery es un intérprete mayor y como tal fue reconocido con un Oscar como actor secundario por “Los intocables”, un David di Donatello en 1977, un premio Cecil B. de Mille en los Bafta 1996, además de numerosas nominaciones y premios de otras entidades del cine.

Ha muerto el escritor Javier Reverte quien reflexionó lucidamente sobre la tauromaquia

Javier Martínez Reverte (1944 –  2020), escritor reconocido por sus libros de viajes realizados en todo el mundo, ha fallecido hoy en Madrid.

Reverte fue pregonero del Carnaval del Toro 2010, con un pregón en el que ensalzó el toro bravo desde la perspectiva vivida y la que pudo ver de primera mano en sus viajes, como en la literatura y escritores reconocidos.

“El toro de lidia, no sólo acompaña un buen puñado de fiestas en casi todos los rincones de  la geografía española, sino que es fiel camarada de un buen puñado de nuestros intelectuales y artistas. Goya y Picasso han pintado este juego de arte que transcurre entre la vida y la muerte. Y no pocos poetas han celebrado con rimas el misterio hondo del toro. Cito a algunos tan sólo, porque la lista entera se haría casi interminable: José Bergamín, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Jorge Guillén, Miguel Ángel Asturias, Pablo Neruda., Manuel Altolaguirre, Gustavo Adolfo Bécquer, Juan Ramón Jiménez, Fernando Villalón, Jorge Guillén. Alberti, Lorca… Y no puedo dejar de citar dos espléndidas novelas que tratan del mundo del toreo: “Juan Belmonte, matador de toros”, del periodista y novelista sevillano Manuel Chaves Nogales, y “Sangrefría”, del poeta y novelista Antonio Hernández.”

UN ESCRITOR VALORADO POR LA CRITICA

Javier Martínez Reverte, que firmaba sus obras como Javier Reverte, estudió filosofía y periodismo, profesión que ejerció durante casi 30 años, trabajando como corresponsal de prensa en Londres, París y Lisboa y como enviado especial en numerosos países.

También trabajó como articulista, cronista político, entrevistador, editorialista, redactor-jefe de mesa, reportero del programa ‘En Portada’ de TVE y subdirector del diario ‘Pueblo’.

Reverte cosechó un gran éxito de ventas con sus libros de viajes con especial mención para su ‘Trilogía de África’, formada por ‘El sueño de África’, ‘Vagabundo en África’ y ‘Los caminos perdidos de África’.

Esta trilogía permitió a Javier Reverte lograr su vieja aspiración de dedicarse por completo a la literatura, y reservó sus escritos periodísticos a colaboraciones puntuales con diversos medios de comunicación.

Reverte también ha publicado la ‘Trilogía de Centroamérica’, formado por tres novelas que transcurren en Nicaragua, Guatemala y Honduras. Ha escrito más de veinte libros basados en viajes, más de diez novelas, cuatro memorias y biografías y otros tantos poemas.

Javier Reverte

Obras como Un verano chinoCanta IrlandaNew York New YorkLa aventura de viajarLa canción de MbamaUn otoño romanoAsturias, Trilogía de Centroamérica, MadridEl médico de Ifni, Corazón de Ulises… Una extensa obra que ofrece una visión del mundo, sus gentes, sus particularidades, narradas de forma que el lector está presente en ese viaje.

REFLEXION SOBRE LA TAUROMAQUIA

No es que uno sea un loco aficionado a los toros -suelo ir dos o tres veces al año-, pero sí que estoy seguro de que el día en que desaparezcan lo lamentaré. Decir esto no resulta políticamente correcto en nuestros días y, para mí, no se trata de un problema de crueldad, que es el argumento en donde se sustenta el rechazo a la llamada Fiesta Nacional.

Sé de gente que está en contra de los toros en forma radical y que, sin embargo, aprueban la pena de muerte. El asunto, en mi opinión, es casi una cuestión cultural.

He visto plazas de toros en los lugares más insólitos que el lector pueda imaginar. Por ejemplo, en Maputo, capital de Mozambique, país que fue colonia portuguesa y en donde torearon, en los tiempos coloniales, no pocos diestros españoles. Es un espléndido coso que ahora sirve de mercadillo dominical y en cuyas dependencias hay talleres mecánicos e incluso, en los antiguos toriles, las oficinas de una secta religiosa. No sé qué es peor, si un toro salvaje o una sede evangelista.

Hay otra bonita plaza en Orán, ciudad argelina en donde hubo una importante colonia española durante siglos. Sólidamente alzada en piedra, el ruedo es utilizado hoy por los chiquillos para jugar al fútbol. Debe de ser el único campo de fútbol redondo del mundo.

Hace veinte años, recorriendo las calles viejas de Zanzíbar, di con una tienda en la que se vendían fotos antiguas de la ciudad, casi todas de los años 50 del siglo pasado. Y me quedé pasmado al ver que, en una de ellas, un zanzibarí capeaba toscamente, con una suerte de trapo, a un toro cebú, uno de esos enormes vacunos chepudos que da miedo mirar, en una plaza pública de la Ciudad de Piedra.

Tanto Zanzíbar como Pemba, una isla vecina, fueron colonias portuguesas entre 1505 y 1629. De ahí les venía la práctica del toreo, que había sobrevivido al paso del tiempo tres siglos y medio después de irse los lusos.

No sé si quedarán más plazas por África, en los lugares en donde hubo colonias portuguesas o españolas. Pero produce cierta lástima ver esos espacios en los que, como en los circos romanos, la piedra es ya silencio, en los que las voces de júbilo o pavor de los espectadores se han callado para siempre.

La Historia vuela y ese hecho ineludible produce cierto vértigo. Son como los viejos templos de religiones muertas, de los que los dioses han escapado en busca de su propia eternidad. Que les den.

Imaginen, dentro de doscientos años, qué entenderán los niños cuando alguien les diga, por ejemplo, «no hay que mirar los toros desde la barrera«. O expresiones como «pinchar en hueso» o «coger al toro por los cuernos«. ¿Y desaparecerán del diccionario esos bonitos nombres del pelaje taurino como jabonero o negro zaíno o cárdeno o negro bragado?

¿Y qué decir del arte? ¿Comprenderán las futuras generaciones las pinturas de Francisco de Goya, Pablo Picasso o Joan Miró? Y tantos versos escritos por tantos poetas para la fiesta taurina. Aquello de… «sobre un caballo alazano, cubierto de galas y oro, demanda licencia urbano, para alancear un toro, un caballero cristiano«. O aquello otro de… «como el toro, he nacido para el luto«.

¿Y qué harán en Cataluña con el gran poema de Salvador Espriú La pell del brau?, ¿cambiarle el título?, ¿prohibir su lectura?

Este otoño último asistí a una corrida en Madrid una tarde luminosa de sol. A plaza llena, los colores del albero y de los vestidos toreros alegraban el aire del otoño. Salieron unos toros asesinos y los matadores se jugaron la vida ante ellos. Los espectadores mantuvimos un nudo en la garganta durante las dos horas que duró el festejo.

Y entre la tragedia que se presentía y la belleza plástica de algunas suertes de capote, banderillas y muleta, yo sentí que se revolvía algo muy primitivo en mi interior, como si mis lejanos ancestros clamaran desde algún lugar remoto de mi alma.

He llevado a mis hijos a los toros y les dejan fríos. Mi mujer los detesta y le parecen un espectáculo que raya la barbarie. Lo intentaré con mis nietos en un descuido de sus padres. Y siento pena, la verdad, de que muera algo tan humanamente primitivo, tan bello y tan salvaje al mismo tiempo. ¡Cuán hermosa es la palabra salvaje!


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