70 años de la alternativa del maestro Antoñete
Nació el 24 de junio de 1934 muy cerca de la plaza de toros de Las Ventas en Madrid.
Hijo de un monosabio y cuñado de Paco Parejo, el mayoral de la plaza, quiso ser torero a la antigua usanza, siguiendo la estela del Manolete, al que conoció en su infancia.
Una vez terminada la Guerra, la familia adoptó una decisión que marcaría el futuro de Antonio. En 1940, teniendo éste sólo 8 años, deciden volver a Madrid. Allí se instalan en una vivienda muy cerca de la plaza de toros de Las Ventas, lo cual, unido a que su cuñado fue mayoral de la plaza de toros, le permitió desde muy joven estar en contacto con este mundo y presenciar corridas de todos en el coso madrileño.
ANTOÑETE, EL TORERO DE LA IZQUIERDA INMORTAL
Tras cumplir entre 1949 y 1952 su etapa de novillero, el 8 de marzo de este último año tomó la alternativa en Castellón de la Plana, la ciudad en la que había pasado parte de su infancia por culpa de la Guerrea Civil Española.
Desde el primer momento, Antoñete demostró un estilo ortodoxo y clásico, caracterizado por una enorme templanza y un gran valor, que le acompañaría durante toda su larga trayectoria profesional, que estuvo marcada por algunas cornadas de gravedad y también por varias retiradas y reapariciones en los ruedos.
PRIMERA ETAPA, ‘ATREVIDO’, EN LA VENTAS
De hecho se retiró, tras una primera época, en 1975. El punto culmen hasta ese momento fue la faena que realizó en Las Ventas, su plaza talismán, con ‘Atrevido’, un toro de Osborne, que pasó a la historia como el “toro blanco”, y al que Chenel dibujó varias decenas de muletazos que ni Julio Romero de Torres cuando pintó a la mujer morena. Esa faena le hizo ganarse para siempre el corazón de la afición venteña.
SEGUNDA ETAPA, ‘CANTINERO’, DE NUEVO EN LAS VENTAS.
Dos años más tarde, en 1977, Antoñete vuelve a los ruedos, aunque lo hace por América. No en vano, su reaparición en España no se produciría hasta el 22 de mayo de 1981 en Madrid. Aunque la espera mereció la pena, pues fue, sin duda, el período más brillante de su carrera como torero. Un lustro, el que va de 1981 a 1985, que sirvió al diestro madrileño para consagrarse definitivamente como figura del toreo. Una circunstancia realmente curiosa y que no se recuerda, pues el maestro contaba ya con más de cincuenta años.
En esta segunda época, hubo otro toro que marcó la misma. ‘Cantinero’ de Garzón, al que Antoñete realizó, el 7 de julio de 1985, y de nuevo en Las Ventas, una faena que es historia de la Tauromaquia, y uno de los ejemplos más perfectos y puros del toreo.
SU ÚLTIMOS AÑOS EN ACTIVO
Ese mismo año de 1985, el diestro anunció una nueva retirada de los ruedos. Y de nuevo, como en su primera retirada, otros dos años sin pisar los ruedos, hasta que en 1987 volvió a vestirse luces para mantenerse en activo hasta 1997 y, más esporádicamente, hasta el año 2000. Durante ese tiempo, el torero madrileño actuó siempre que su salud, frágil, se lo permitía. A pesar de ello, todavía consiguió algunos triunfos y reconocimientos.
Tras sufrir una crisis respiratoria cuando lidiaba una corrida de José Luis Marca en la plaza de toros de Burgos, Antoñete, que casi alcanzaba ya los 70 años, decidió retirarse definitivamente de los ruedos en 2001.
Eso sí, el veterano diestro no se alejó nunca del mundo del toro, ya que durante últimos años de su vida compartió sus enormes conocimientos taurinos ejerciendo como comentarista de corridas junto al periodista Manuel Molés.
En la noche del sábado 22 de octubre, ‘Antoñete’ fallecía en la clínica Puerta del Hierro a consecuencia de una bronconeumonía con la que peleaba desde hacía tiempo. Tenía 79 años. Su capilla ardiente se instaló en la plaza de Las Ventas, en la que creció, vivió y triunfó, y donde recibió la última ovación de despedida de toda la afición, convertido en mito del toreo.
Julio Aparicio le dio la alternativa el 8 de marzo de 1952 en Castellón, ante toros de Francisco Chica, siendo testigo Pedrés.
La confirmación fue el 13 de mayo de 1953. En la feria de San Isidro se presenta como doctor, con Rafael Ortega como padrino, quien le cede la muerte del toro Rabón, de Alipio Pérez-Tabernero Sanchón, en presencia de Julio Aparicio.
Durante los diez años siguientes se retiró y regresó a los ruedos varias veces. Con serios problemas personales y profesionales pensó incluso en meterse a banderillero cuando gracias a su cuñado, Paco Parejo, el empresario de Las Ventas, le ofreció una última oportunidad en 1965 y Antoñete, ante un toro de Félix Cameno triunfa de golpe.
En San Isidro del año siguiente, realiza la que está considerada como la mejor faena desde la Guerra Civil española realizada en Madrid». Fue al toro Atrevido, ensabanao, el llamado «toro blanco» de Osborne. Abandona de nuevo, en 1975. Regresa en 1981 con impresionantes lecciones y no pocos triunfos.
El 27 de agosto de 1988, tras varias retiradas con sus vueltas correspondientes, se despidió del toreo en Bilbao, alternando con Pascual Mezquita y Emilio Oliva como compañeros de terna, con reses de Dionisio Rodríguez García. De todos modos nunca dejó de torear en diferentes festivales. Caso aparte es la reaparición de este año, el 99, en la que volvió a los ruedos.
El 16 de febrero de 2001, el Consejo de Ministros reconoció su trayectoria con la medalla al Mérito de las Bellas Artes.
Antoñete falleció el 22 de octubre de 2011 a los 79 años en el hospital Puerta de Hierro de Majadahonda, donde estaba ingresado a consecuencia de una grave enfermedad respiratoria. Padeció durante años de un enfisema pulmonar. Murió acompañado de todos sus hijos y de su segunda esposa, Karina.
UNA ANÉCDOTA
El siguiente hecho ocurrió en la plaza de toros de Valencia durante los primeros festejos de su Feria de Fallas. Con la corrida recién finalizada y mientras el célebre periodista Manolo Molés despedía a Antonio Chenel ‘Antoñete’ y Manuel Caballero, un aficionado tropezaba detrás del torero madrileño dejando caer sobre él una copa de ginebra que portaba en la mano.
Fue un momento que ha quedado guardado en la retina de muchos aficionados, ya no solo por la situación, sino por la forma de afrontarlo de un ‘Antoñete’ que acabó «empapao» tras caer sobre su chaqueta dicho vaso. «Me has empapao, macho», comentaba riéndose. «El vaso entero, menudo susto», seguía comentando el torero madrileño, un espada que comenzó su andadura televisiva en Canal Plus en 1992 de la mano del periodista valenciano.
A continuación viendo la situación tanto Manolo Molés como su tocayo Caballero soltaron una perlita para quitarle hierro al asunto. «Le quieren mucho, Maestro» comentaba el torero de Albacete, mientras que Molés soltó un «que mal huele, Maestro», a lo que respondió Antoñete diciendo «huele una peste…». Una anécdota que con el paso de los años ha sido recordada en multitud de ocasiones y que ahora el periodista valenciano vuelve a rescatar.