Al Congreso de Colombia: Solicitamos ser escuchados
¡¡¡Solicitamos ser escuchados!!!. La plenaria de la Cámara asume la decisión sobre la prohibición de las corridas en Colombia que pasó en la comisión primera en una fantasmal sesión virtual por lo que no hubo ocasión de replicar, (como se hace en democracia y para fortuna nuestra el país no es una dictadura).
Apelar al Congreso (baluarte del equilibrio de poderes) y permitir que se expongan razones en defensa de la tauromaquia.
Pues las opiniones vertidas por los voceros del mascotismo y la industria animalista que, con todos los respetos, confunden al gatito con un toro que se ha criado para ser lidiado de acuerdo a unas reglas inviolables.
Reitero, el tono y modo de pensamiento no es único en tema de tanto calado para las libertades públicas y el derecho a disentir como es la pervivencia de las corridas.
Solicitamos ser escuchados, de momento.
Respetamos a quienes no consideran a la tauromaquia como cultura, que no les gusta, que la reprueban según sus conceptos religiosos, sentimentales, filosóficos.
No es mucho pedir a los congresistas. Ojalá sea así.
Lejos de que somos torturadores o maltratadores, valdría la pena que los honorables legisladores que deben votar por la propuesta prohibicionista visitaran una ganadería, conocieran cómo se levanta el toro, cómo convive con otras especies animales y vegetales, cómo se resguarda el ecosistema, cómo el toro es un guardián de la naturaleza.
Valga refrescar las oportunas reflexiones del filosofo francés Francis Wolff, cuya pasión por la tauromaquia es de larga data y cuyos libros de tema taurino son reflejo exacto de su lucidez y rigor intelectual:
Tal prohibición sería una pérdida ética para el humanismo. Yo entiendo que, para alguien ajeno a la cultura taurina, acabar con la tauromaquia pudiera parecer un «progreso» moral.
Esto es una mera apariencia.
El animalismo no es una extensión de los valores humanistas, sino su negación:
porque, al intentar elevar a los animales al nivel con el que debemos tratar a los hombres.
Inevitablemente estaríamos rebajando a los hombres al nivel con el que tratamos a los animales.
De hecho, los humanos no somos como los demás animales, porque podemos actuar obedeciendo normas y valores y no sólo impulsos; por eso, tenemos deberes absolutos y recíprocos hacia todos los seres humanos. Esta es la base del humanismo.