José Gómez, silencio y bronca. El segundo del rejoneador lo mató de certera estocada el sobresaliente , el novillero Anderson Sánchez
Luis Bolívar, 3 orejas con dos buenos ejemplares. ( dos y una ).
Rafael de Julia 1 oreja, El primero se rajó y el segundo le dio algunas facilidades al español. La oreja concedida fue cuestionada.
Toros de Herederos de Ernesto Gutierrez de juego diverso.
El primer toro de Bolívar que lo brindó al representante Cristian Garcés un adalid en defensa de la tauromaquia, le cortó las dos orejas . Además el alcalde lo invitó a presidir la corrida.
( En la imagen, el representante Cristian Garcés que presidió la corrida, don Carlos Barbero , su esposa, una hermana de la ganadera de Santa Bárbara, el dr. Miguel Gutierrez y su señora, el hijo del parlamentario en momentos previos a la corrida.)
Bolívar entendió perfectamente a los dos toros, les dio la distancia, el temple y logró sacarles a los dos el buen fondo que tenían.
Antes de la corrida, llovió pero la corrida se dio sin problemas.
( La foto es de Carmelo espectáculos taurinos del toro lidiado e indultado por Esaú Fernández cuando ingresaba de vuelta al toril )
Siempre que se produce un indulto hay voces que discrepan. Salta el riguroso . Que no fue al caballo que sí fue buino pero no para indulto y cargan las tintas contra el torero : Estuvo por debajo del toro.
Don Antonio Miura, el ganadero, sostuvo que el toro fue bravo desde que salió hasta que entró al toril nuevamente y agregó : “Esaú estuvo muy bien con él, lo toreó con temple y suavidad, el animal era bravo y había que hacerle las cosa muy bien, a mi me gustó mucho”.
“Guineo está regular, el problema es que los dos puyazos que tiene son muy profundos, se le ha curado con antibióticos y veremos si es capaz de tirar para adelante o no, el problema es la profundidad de los puyazos, a ver como va evolucionando”.
Las virtudes del toro se cantaron desde que salió por toriles, ”lo bravo que fue en el caballo y la fijeza que tuvo, pendiente nada más de la muleta, cuando metía la cara se entregaba de verdad, fue un toro muy completo”, acierta a destacar Miura sobre las cualidades que tuvo el animal.
“Que salga un toro así es difícil, concluye don Antonio. Y digo yo, así es ganadero, como ocurrió con «Cobradiezmos» de Victorino. Un milagro.
Quinta corrida Magallánica en la centenaria plaza de El Pino, casi a la orilla de la desembocadura del Guadalquivir. Quinta edición con una terna dispuesta a enfrentarse a los ‘miuras’, un clásico que parece ir perdiendo fuelle a tenor de la entrada en comparación con ediciones pasadas.
Reseña la Cope :
El suceso de la tarde tuvo lugar en el segundo de la suelta, un ‘miura’ que derribó en el segundo encuentro con el caballo, empujando con fijeza, haciendo pelea de bravo.
Esaú Fernández se encontró con un toro noble y obediente a los toques. Con la mano derecha le atacó con la mano muy baja mientras el ‘miura’ metía la cara con cierta calidad. Con la izquierda logró algunos naturales de muy buena factura. El toro tuvo clase en la embestida. El público sanluqueño, siempre bonancible, pidió el indulto y el presidente lo concedió sacando el pañuelo naranja. Podría decirse que fue un ‘miura’ a contraestilo por su calidad.
El quinto dio en la báscula 680 kilos. Era un tren de mercancías con locomotora incluida. Largo y con muchas carnes. Muy de largo fue al caballo en el segundo encuentro y Antonio Rafael García se agarró perfecto colocando la puya en la yema. Curro Robles se asomó a la balconada del ‘miura’ para clavar arriba. Se desmonteró.
Esaú se colocó muy bien pero el toro pasaba con la cara arriba, sacando genio y defendiéndose. Muy deslucido y rajado al final de la faena. Poco pudo hacer el torero de Camas.
El pintor Diego Ramos y el poeta Jaime Siles analizan la obra taurina del artista valenciano: «Con su visión suprasensible, Sorolla es capaz de emocionarse, captar y traducir toda la riqueza de la tauromaquia«.
( En la primera imagen, el poeta Jaime Siles y en la segunda, una obra del maestro vallecaucano Diego Ramos del cartel de la feria de Pontevedra ).
El cumplimiento de un siglo desde la muerte de Joaquín Sorollanos hace bucear en sus obras, revivirlas. Y eso que hay que evitar enérgicamente atribuir a los pintores un repertorio de historias definido o circunscrito a cualquier arquetipo. Porque por sus obras, ellos mismos ya hablan. Así que lo primero que cabría decir es que Sorollano fue un gran aficionado a los toros como otros pintores como, por ejemplo, Pablo Picasso, quien otorgó al toro un nuevo protagonismo como se lo otorgó Miguel Hernández en su poesía; o Ignacio Zuloaga, quien mantuvo una activa afición que le llevó incluso a torear una novillada en Sevillael 13 de abril de 1897 en la que se anunció como ‘El Pintor’. «Sorolla, más que un aficionado, es un pintor que comprendió las posibilidades que la amplia temática de la fiesta taurina ofrecía, y que, desde este punto de vista, se asomó a ella y la investigó», apunta el poeta y catedrático de Filología Clásica, Jaime Siles.
Pero el creador nacido en el número 8 de la calle de las Mantas (antes calle Nueva) del barrio de los Pescadores sí se acercó a la fiesta taurina por el campo magnético que genera en sí a su alrededor, un mundo dotado de su propia geometría. Por eso, sí que se intuye que vibró con esa intensidad particular, casi anómala, que supone ese milagro único llamado toreo, además del hecho puramente costumbrista que proyecta: «Con su visión suprasensible, Sorolla es capaz de emocionarse, captar y traducir toda la riqueza de la tauromaquia», asegura el también artista plástico Diego Ramos, uno de los exponentes más elevados de la pintura taurina actual gracias a sus retratos de Morante de la Puebla, Joselito El Galloo su famoso libro sobre el maestro Rafael de Paula.
«No hay que poner el énfasis en si Sorollaera aficionado a los toros o no, como ahora cantan con orgullo los no taurinos, si no en la obra y la personalidad del maestro, que está muy por encima de ese debate. Porque sus pinturas sobre tauromaquia demuestran que el tema le interesaba y los resultados así lo confirman», explica el pintor nacido en el Valle del Cauca (Colombia) que también hizo sus pinitos como novillero.
‘Antes de la corrida’ de Sorolla simboliza la plaza de toros de València LEVANTE-EMV
‘El Encierro’ de Miura
De hecho, Sorollaestuvo en varias ocasiones en la ganadería de Miura con el objetivo de tomar apuntes e imágenes para la realización del panel ‘El Encierro’ (1914), encargado por Archer Milton Huntington para la Hispanic Society de Nueva York. En la obra final del pintor valenciano se puede ver al fondo la casa del cortijo ‘El Cuarto’ -que era la finca en la que pastaban los toros en la ganadería de Miura antes de llevarlos a Zahariche-, así como las vías que se corresponden con la estación de ferrocarril de ‘Los Merinales’, que era la que utilizaban para transportar a los toros. En ese sentido, tal y como apunta Siles, el pintor francés Gustave Courbet también se inspiró en varias fotografías para el estudio de los músculos en movimiento del cuerpo femenino.Los cuadros de Sorolla más caros de la Historia
Begoña Jorques | València
Además, también se conservan diferentes cartas de Joaquín Sorolla en las que hace referencia a su estancia en la ganadería de Miura: «Me subyugó ese encierro de toros de la Hispanic Society, pintado entre Jerezy Sevilla, y algunos bocetos preparatorios de esa obra. Además, también me gusta un pequeño cartón de un tendido y balconcillo de la Real Maestranza de Sevillacon público. Aquí se nota verdaderamente que su pintura era de lo más natural; aquí nos enseña toda su maestría», expone el pintor colombiano.
PUBLICIDAD
Encierro en la ganadería de Miura, la foto de Emilio Beauchy en la que se inspiró Sorolla MUSEO SOROLLA
«El maestro fue un genio de la pintura de los de verdad, pues ahora el adjetivo de ‘genio’ está prostituido y manoseado. Sorollafue en su época y hasta día de hoy un fenómeno en todo el planeta, se codeó con Anders Zorn, con John Singer Sargent, con Monet… Eso son palabras mayores. Y no sucumbió a los ismos , ni a las modas, que suelen ser pasajeras», señala Diego Ramos.
El colorido del traje de luces
Sobre el diseño del toro en Picassoy en Sorolla, el poeta valenciano expone que «a Picassole interesaba más el toro como símbolo que la fiesta, aunque la represente, y a Sorolla le interesaba más la fiesta en todos sus matices que el toro en sí. De ahí su precisión del colorido de la indumentaria». Por su parte, Ramos concluye que «el toro es la gran barrera a superar por el pintor. Es decir, si se consigue que tenga vida propia, la obra se defiende sola, sea de quien sea. Si el toro no tiene vida, ni expresión o fuerza, la obra está muerta».
Precisamente, el llamado pintor de la luz fue uno de los mejores en reproducir la vestimenta propia de la fiesta, los toreros y sus cuadrillas con traje de luces, en cuadros como ‘Los toreros, Sevilla’ (1915) o ‘Antes de la corrida’ (1900): «Desde el punto de vista plástico ‘Los toreros, Sevilla’ parece más completo que ‘Antes de la corrida’. Pero éste último objetiva una más profunda e histórica visión», señala Jaime Siles.
Asimismo, también manifiesta que Sorollaes una «permanente lección de muchas cosas» y que «siempre me ha impresionado y sigue impresionando su concepción física y metafísica de la luz, comparable a algunas de las ideas de Fray Luis de Granada. Fernando G. Delgado escribió un poema con el que estoy por completo de acuerdo y que sintetiza mi visión», concluye el catedrádico.
Jaime Siles: «Sorolla pintó la angustia y la preocupación de los toreros»
El poeta valenciano Jaime Siles no deja de considerar dos cuadros de Joaquín Sorolla como ‘Antes de la corrida’ (1898) y ‘Los toreros, Sevilla’ (1915), con contextos históricos muy diferentes, pero determinados ambos por la pérdida del imperio español y la primera guerra mundial: «En el primer cuadro se focaliza un instante de impasse anterior a un acontecimiento que si para los toreros y sus cuadrillas puede ser y es de carácter individual, para el público de la plaza lo es, en cambio, de carácter colectivo. Sorolla pinta la angustia y preocupación de unos toreros que ignoran aún lo que va a suceder y que están como las figuras de Platón en una especie de caverna que deja ver de modo limitado la luz del exterior. Este significativo contraste capta una situación humana trágica que objetiva la conformación moral de una nación que el mismo día que perdía sus últimas colonias asistía a una corrida de toros, elevada aquí a claroscuro de inconsciente «fiesta nacional». Este cuadro de Sorolla podría ponerse en relación con la «España Negra» de los pintores del 98. La pintura de temática taurina de Sorolla es de naturaleza a la vez plástica e histórica», finaliza su exposición Siles.
Toros de Fermín Bohórquez para Pablo Hermoso de Mendoza, Lea Vicens y Guillermo Hermoso de Mendoza que en el sexto cortó las dos orejas y aseguró la puerta grande en esta edición de la Aste Nagusia en Bilbao.
RESULTADO DEL FEFSTEJO
• PABLO HERMOSO DE MENDOZA, ovación con saludos y oreja
• LEA VICENS, oreja y oreja con petición de la segunda y dos vueltas al ruedo
• GUILLERMO HERMOSO DE MENDOZA, ovación con saludos y dos orejas
SORTEO
ORDEN
NOMBRE
Nº
CAPA
KG
EDAD
TORERO
1º
OPOSITOR
56
NEGRO MULATO BRAGADO LISTÓN
537
01/17
PABLO HERMOSO
2º
BURGALÉS
17
NEGRO BRAGADO
583
10/17
LEA VICENS
3º
SALTADOR
20
NEGRO BRAGADO LISTÓN
02/17
542
GUILLERMO HERMOSO
4º
VARIADO
128
NEGRO
10/17
542
PABLO HERMOSO
5º
RUMBERO
101
NEGRO BRAGADO AXIBLANCO
10/17
544
LEA VICENS
6º
ZURCIDOR
144
NEGRO LISTÓN
10/17
558
GUILLERMO
1ºSOB.
TANGO
5
NEGRO BRAGADO
02/18
593
2ºSOB.
INDULTADO
93
NEGRO BRAGADO MEANO AXIBLANCO
02/18
562
TOREROS
PABLO HERMOSO DE MENDOZA
Nació enEstella (Navarra) 11/04/1966
Debut enPamplona 12/10/1985
AlternativaTafalla (Navarra) 18/08/1989
LEA VICENS
Nació enNîmes (Francia) 22/02/1985
Debut enOlmedo (Valladolid) 2/10/2010
AlternativaNîmes (Francia) 14/09/2013
GUILLERMO HERMOSO DE MENDOZA
Nació enEstella (Navarra) 13/08/1999
Debut enEstella (Navarra) 07/08/2016
AlternativaSevilla 05/05/2019
ERMÍN BOHÓRQUEZ
DeJerez de la Frontera (CADIZ)
DivisaVerde y Encarnada.
SeñalHoja de higuera en la izquierda y corte en la derecha.
Antigüedad1951
ProcedenciaMurube – Urquijo
La forma en 1940 don Luis Vallejo Alba con vacas y dos sementales de doña Carmen de Federico. En 1946 es adquirida por don Fermín Bohórquez Gómez, que varía el hierro en 1951 por el que se utiliza actualmente, manteniendo la procedencia. Tras el fallecimiento de don Fermín en 1974, la ganadería pasa a su hijo don Fermín Bohórquez Escribano.
El español Rafael de Julia compartirá cartel con Luis Bolívar y el rejoneador Gómez Cuellar en Arbeláez el domingo con los toros de herederos de Ernesto Gutierrez.
RAFAEL DE JULIA
Tras 10 años retirado, reapareció con éxito en Lenguazaque en enero.
Fecha nacimiento: el 7 de noviembre de 1979 en Madrid.
Debutó con picadores: el 21 de marzo de 1999 en Arnedo.
Alternativa: 15 de abril de 2001 en Las Ventas.
La mayor parte de las aficiones de Rafael de Julia vienen relacionadas con el mundo del toro. Una de sus mayores aficiones es el frontón que a la vez le sirve para prepararse físicamente. Lo práctica a menudo con otros matadores o novilleros de la zona.
Otra de sus aficiones es el toreo en el campo y debido a ello los inviernos los suele pasar fuera de su zona en tentaderos sobre todo en el campo charro donde pasa largas temporadas.
También es un apasionado del toreo de salón ya que lo realiza a diario y con ello se ejercita también de cara a los compromisos en el ruedo.
Por último a Rafael le gusta mucho estudiar al toro por ello pasa muchas horas en el campo.
Según la Fundación del Toros de Lidia, nos presenta la que está considerada la primera fotografía taurina de la historia en España. Fue tomada por Louis Charles Raoul Vernay en la plaza de toros de El Puerto de Santa María el 25 julio de 1859.
QUIEN ERA EL FOTÓGRAFO ?
Son escasas las obras de este fotógrafo que se encuentran en el mercado fotógrafico.
Citado en las principales historias de la fotografía en España son escasos sin embargo sus datos mas alla de su simple mención. Estuvo activo, tuvo su estudio, en la calle Preciados en 1868.
Pero el Diario de Cadiz nos amplía el conocimiento de este genial fotógrafo
El conde de Vernay realmente era el fotógrafo francés Louis Charles Raoul Vernay (1825 -…?), siendo lo de “conde” más que un título nobiliario un apelativo publicitario. Aunque por educación, trayectoria personal y amistades pudo situarse en los círculos aristocráticos parisinos.
En 1844 monsieur Vernay formó parte de la embajada francesa a China, participando posteriormente en otras misiones oficiales y viajes por medio mundo (Egipto, Oceanía, África, la isla de Santa Elena, el cabo de Buena esperanza y África) antes de regresar a Francia y hacerse experto fotógrafo. Según sus propias manifestaciones.
Sus inicios en la fotografía se hicieron con Olimpio Alejandro Aguado (1827-1894), más conocido como Conde Olympe, un aristócrata de origen español (hijo del marqués de las marismas del Guadalquivir) que, interesado y practicante de variadas actividades culturales y el coleccionismo artístico, se inició en la técnica fotográfica con el vizconde Vigier, siguió las enseñanzas del maestro Gustave Le Gray, fue uno de los fundadores de la Société Française de la Photographie y terminó abriendo en París un estudio de retratos, donde siguió experimentando y mejorando los procedimientos fotográficos.
La primera información del conde Vernay en España es de la primavera de 1859, en Sevilla, a la que viajó (seguramente desde Marsella, con trasbordo en Cádiz) atraído por el aura cultural, afrancesada y de mecenazgo que Antonio de Orleans, Duque de Montpensier (casado con la hermana de Isabel II), irradiaba desde su palacio de San Telmo.
FOTOGRAFIAS DE LA EPOCA
En Sevilla, donde ya tenían gabinetes fotográficos Enrique Godínez y Francisco de Leygonier (este último publicitándose como fotógrafo de los duques de Montpensier), se produjeron los contactos personales y las relaciones profesionales que justificaron el que Vernay se anunciara en la prensa hispalense, desde el 14 de mayo, como “fotógrafo de los duques de Montpensier y discípulo de Nadar”. Dando como referencia el cuarto 27 de la fonda de Europa, donde al parecer tenía montado su estudio provisional. Sus fotografías fueron expuestas como publicidad en comercios y centros cívicos de Sevilla, y elogiosos anuncios desde la prensa informaron de sus calidades y precios: entre 5 y 15 duros.
La siguiente información sobre Vernay es de Cádiz a donde se trasladó, después de que los duques de Montpensier lo hicieron a su palacio de Sanlúcar de Barrameda, para tomar salutíferos baños de mar. En Cádiz, el 10 de julio de 1859, la prensa informó que Vernay había llegado hacía unos días, que era un artista de reconocido mérito en Francia y que, aunque se había dado a conocer como “escritor público”, su reputación se debía más al alto grado a que había conseguido llevar el arte fotográfico, “para lo cual ha gastado una parte considerable de su fortuna, perseverando en su empresa con ese entusiasmo que inspira el genio y que revela siempre el alma del artista”. Como queriendo justificar la dedicación, más artística que profesional, del “conde” a la fotografía.
Sin embargo, en esta información de El Comercio no se decía que Vernay fuera a establecerse en Cádiz como fotógrafo retratista, sino que estaba viajando por España con el propósito de hacer una galería de retratos de personalidades prominentes en las artes, la ciencia y la política, estando en Cádiz de paso camino de Madrid, para luego trasladarse a París donde dar a conocer al público el resultado de sus trabajos. Añadiendo el gacetillero que había tenido ocasión de ver alguno de sus retratos y que realmente hacían justicia a la calificación de gran fotógrafo que se le aplicaba a su autor. Abriendo la puerta a algún encargo profesional.
Dos semanas después, concretamente los día 24 y 25 de julio de 1859, se celebraban en la plaza de El Puerto de Santa María dos corridas de toros, siendo la del día 25, festividad de Santiago, patrón de España, de singular importancia, con un cartel compuesto por los matadores “Cúchares” y los hermanos José y Manuel Carmona. Corrida a la que acudió el conde Vernay desde Cádiz con su cámara y su equipo fotográfico, según informó El Comercio seis día después:
“El distinguido fotógrafo ha tenido y ha realizado el feliz pensamiento de sacar seis vistas de la corrida de toros del día de Santiago en El Puerto: Una de pica, otra de banderillas, otra de la cogida de Carmona en el momento de sacar Cúchares al toro, otra de pase de muleta, otra de la salida del toro y otra que representa el conjunto de la plaza, todas con gran precisión y con la natural y consiguiente exactitud y propiedad. Parece que las ha remitido o piensa remitirlas a París para que se publiquen en La Ilustración francesa”. Aunque realmente las fotografías fueron dos más (una de los corrales con los toros y la otra una vista exterior de la plaza), se trata de las primeras fotografías de una corrida de toros, ya que, hasta que los fotógrafos no utilizaron los negativos de cristal con colodión, no habían sido capaces de captar con sus cámaras escenas de tanto movimiento como las corridas de toros.
Ya el 5 de agosto se anunciaba, con elogios, que las fotografías del conde Vernay estaban expuestas en diferentes establecimientos de Cádiz (posiblemente vistas de la ciudad y quizás también las excepcionales de la corrida): “es el mejor fotógrafo que hemos tenido aquí, y quizá el que mejor éxito haya tenido en España”. Pero además, esta corrida volvió a propiciar el encuentro con el duque de Montpensier, que pasó estos dos días en El Puerto de Santa María en casa de Francis Morgan (exportador y bodeguero galés, casado con la hija del también bodeguero británico Thomas Osborne) con quien fue a las corridas y en cuya residencia organizó una brillante fiesta de besamanos, celebrando la notica de haber entrado Isabel II en su quinto mes de embarazo.
No obstante, a esta información publicada el día 5 de agosto, se añadía que el duque Vernay era también un gran violinista, pero que el virtuosismo musical de su señora lo superaba, como se había demostrado en Sevilla, donde el 18 de mayo había dado un concierto benéfico en la Sociedad Filarmónica. Abriéndose la posibilidad de que ofreciera otro en Cádiz.
Pérez Gallardo, Helena (2013) Fotografía y arquitectura en España, 1839-1886. [Tesis Doctoral]
…..Louis Charles Raoul Vernay (1825-¿?), conocido como conde de Vernay. Su actividad en nuestro país comenzaría en 1852, trabajando para el duque de Montpensier en Sevilla y Cádiz, pero no será hasta 1862 cuando abra un estudio fotográfico en la capital, siendo nombrado un año más tarde, fotógrafo de cámara de la reina Isabel II, en sustitución de Charles Clifford y otorgándole la Orden de Carlos III ese mismo año de 1863. ……….Su estudio de la calle Montera, fue el lugar en el que Disderi se instalará durante los meses de noviembre y diciembre de 1864, estancia que tuvo una gran repercusión en la corte. …….realizó varias fotografías de obras públicas y arquitectura, tan sólo se conocen como ejemplo de ellas el álbum de Montserrat y cuatro imágenes de Barcelona, los Reales Alcázares y la catedral de Sevilla
………..Pedro Antonio de Alarcón reunió sus cartes de visite en álbumes que, sobre todo, son los álbumes de su memoria pues en ellos se hallan sus amigos y aquellas personas que tuvieron un significado especial en su trayectoria profesional y personal, y otras que se encontró en sus viajes artísticos y poéticos, con escaso equipaje, o en la guerra de África, donde fue testigo y sentó plaza de soldado.
……………Los autores españoles, o afincados en España, de la colección son los de máximo prestigio. Algunos de ellos, como Godínez, Cosmes de Cossío, el conde de Lipa o el conde de Vernay dejaron excelentes muestras de sus trabajos en varias ciudades.
Son tiempos oscuros en muchos aspectos de la tauromaquia y uno de ellos, pecaminoso, el olvido de los toreros que aun tienen fondo para exhibir, para emocionar. Se retiraron y volvieron Antonio Ordóñez, Antoñete, Camino…Y eso ha sido de » toda la vida del toreo».
El Cid anunció su retiro, lo despedimos en Sevilla y en Manizales pero un día sintió que esa toreria acumulada en su ser debía mostrarla. Pero ni caso!! Las empresas lo marginaron como a Fernando Adrián con dos puertas consecutivas en Madrid, a Curro Díaz, un ejemplo de fina orfebrería, a Alberto Lamelas a quien vimos en Puente Piedra ( vino de la mano del maestro Tomás Campuzano ), Manuel Escribano que toreó en El Espinar pero que las grandes plazas lo marginan, Rafaelillo, Jiménez Fortes que acaba de dar un golpe en la mesa en su natal Málaga. Como bien dijo Jairo Miguel a quien hemos visto en plazas colombianas a raíz de la polémica en Cenicientos: Por 7 años nadie me ha dado nada y ahora me lo quieren quitar. Pues toreó y triunfó allí. Y podríamos seguir….Para no referirnos a nuestros toreros. Apenas le darán sitio en Madrid a Juan de Castilla por septiembre. Y Bolívar, y Ritter ? Para citar dos que se encuentran en España? Bien, gracias…
Bueno , pues en El Espinar, un pueblecito de Segovia, donde se realizó la corrida con duelo de ganaderías que ganó Adolfo Martín, el resultado del festejo fue :
ElEspinar (Segovia), sábado 19 de agosto de 2023. Toros de AdolfoMartín (1º, ovacionado en el arrastre; 5º y 6º) y PedrazadeYeltes (2º, 3º y 4º).
AntonioFerrera, ovación con saludos tras petición y ovación con saludos;
ElCid, ovación con saludos y dos orejas;
ManuelEscribano, ovación con saludos en ambos. Entrada: Dos tercios.
Federico García Lorca, uno de los poetas más insignes de nuestra época, nació en Fuente Vaqueros, un pueblo andaluz de la vega granadina, el 5 de junio de 1898, el año en que España perdió sus colonias. Su madre, Vicenta Lorca Romero, había sido durante un tiempo maestra de escuela, y su padre, Federico García Rodríguez, poseía terrenos en la vega, donde se cultivaba remolacha y tabaco. En 1909, cuando Federico tenía once años, toda la familia -sus padres, su hermano Francisco, él mismo y sus hermanas Conchita e Isabel- se estableció en la ciudad de Granada, aunque seguiría pasando los veranos en el campo, en Asquerosa (hoy, Valderrubio), donde Federico escribió gran parte de su obra.
(FUENTE VAQUEROS )
Más tarde, aun después de haber viajado mucho y haber vivido durante largos períodos en Madrid, Federico recordaría cómo afectaba a su obra el ambiente rural de la vega: Amo a la tierra. Me siento ligado a ella en todas mis emociones. Mis más lejanos recuerdos de niño tienen sabor de tierra. Los bichos de la tierra, los animales, las gentes campesinas, tienen sugestiones que llegan a muy pocos. Yo las capto ahora con el mismo espíritu de mis años infantiles. De lo contrario, no hubiera podido escribir Bodas de sangre.
Una vida, en breve
Federico García Lorca, uno de los poetas más insignes de nuestra época, nació en Fuente Vaqueros, un pueblo andaluz de la vega granadina, el 5 de junio de 1898, el año en que España perdió sus colonias. Su madre, Vicenta Lorca Romero, había sido durante un tiempo maestra de escuela, y su padre, Federico García Rodríguez, poseía terrenos en la vega, donde se cultivaba remolacha y tabaco. En 1909, cuando Federico tenía once años, toda la familia -sus padres, su hermano Francisco, él mismo y sus hermanas Conchita e Isabel- se estableció en la ciudad de Granada, aunque seguiría pasando los veranos en el campo, en Asquerosa (hoy, Valderrubio), donde Federico escribió gran parte de su obra.
Más tarde, aun después de haber viajado mucho y haber vivido durante largos períodos en Madrid, Federico recordaría cómo afectaba a su obra el ambiente rural de la vega: Amo a la tierra. Me siento ligado a ella en todas mis emociones. Mis más lejanos recuerdos de niño tienen sabor de tierra. Los bichos de la tierra, los animales, las gentes campesinas, tienen sugestiones que llegan a muy pocos. Yo las capto ahora con el mismo espíritu de mis años infantiles. De lo contrario, no hubiera podido escribir Bodas de sangre.
En sus poemas y en sus dramas se revela como agudo observador del habla, de la música y de las costumbres de la sociedad rural española. Una de las peculiaridades de su obra es cómo ese ambiente, descrito con exactitud, llega a convertirse en un espacio imaginario donde se da expresión a todas las inquietudes más profundas del corazón humano: el deseo, el amor y la muerte, el misterio de la identidad y el milagro de la creación artística.
Primeros pasos: Fuente Vaqueros
El traslado de la familia del campo a la ciudad afectó profundamente a Federico. En 1916 o 1917, cuando empezaba a interesarse por la literatura, redactó un largo ensayo autobiográfico en el que evocaba Fuente Vaqueros, aquel pueblecito muy callado y oloroso de la vega de Granada. El pueblo está rodeado de chopos que se ríen, cantan y son palacios de pájaros y de sus sauces y zarzales que en el verano dan frutos dulces y peligrosos de coger. Al aproximarse hay gran olor de hinojos y apio silvestre que vive en las acequias besando al agua. En verano el olor es de paja que en las noches, con la luna, las estrellas, y los rosales en flor, forma una esencia divina que hace pensar en el espíritu que la formó.
En estas páginas autobiográficas intentó captar sus experiencias en la escuela, los juegos con los amigos, el ambiente de su casa y su asombro ante las desigualdades sociales; como recordó en una entrevista: Mi infancia es aprender letras y música con mi madre, ser un niño rico en el pueblo, un mandón. Como resultado de su nueva vida en Granada experimentó una sensación de ruptura con aquel pasado en el campo y, desde el umbral de la adolescencia, exclamó: Hoy de niño campesino me he convertido en señorito de ciudad […] Los niños de mi escuela son hoy trabajadores del campo y cuando me ven casi no se atreven a tocarme con sus manazas sucias y de piedra por el trabajo. ¿Por qué no corréis a estrechar mi mano con fuerza? ¿Creéis que la ciudad me ha cambiado? No… Vuestras manos son más sanas que las mías. Vuestros corazones son más puros que el mío. Vuestras almas de sufrimiento y de trabajo son más altas que mi alma. Yo soy el que debiera estar cohibido ante vuestra grandeza y humildad. Estrechad, estrechad mi mano pecadora para que se santifique entre las vuestras de trabajo y castidad.
Los viajes de estudios
Durante su adolescencia, Federico García Lorca sintió más afinidad por la música que por la literatura. De niño le fascinó el teatro, pero estudió también piano, tomando clases con Antonio Segura Mesa, ferviente admirador de Verdi. Su primer asombro artístico surgió no de sus lecturas sino del repertorio para piano de Beethoven, Chopin, Debussy y otros. Como músico, no como escritor novel, lo conocían sus compañeros de la Universidad de Granada, donde se matriculó, en el otoño de 1914, en un curso de acceso a las carreras de Filosofía y Letras y de Derecho.
El ambiente intelectual que rodeaba al joven estudiante era de una riqueza sorprendente para una ciudad provinciana. En la tertulia llamada «El Rinconcillo», del animado café Alameda, García Lorca se reunía con frecuencia con un grupo de jóvenes de talento que llegarían a ocupar puestos importantes en el mundo de las artes, la diplomacia, la educación y la cultura. En la Universidad, dos profesores le abrieron camino: Fernando de los Ríos, profesor de Derecho Político Comparado y futuro adalid del socialismo español, y Martín Domínguez Berrueta, titular de Teoría de la Literatura y de las Artes.
Con Domínguez Berrueta hicieron Federico y sus compañeros una serie de viajes de estudios a Baeza, Úbeda, Córdoba y Ronda (junio de 1916); a Castilla, León y Galicia (otoño del mismo año); otra vez a Baeza (primavera de 1917); y un último viaje a Burgos (verano y otoño de 1917). Estos viajes pusieron a Federico en contacto con otras regiones de España y ayudaron a despertar su vocación como escritor. Fruto de ello sería su primer libro de prosa, Impresiones y paisajes, publicado en 1918 en edición no venal costeada por el padre del poeta. No se trata de un simple diario de sus excursiones, sino de una pequeña antología de sus mejores páginas en prosa. El joven poeta discurre sobre temas políticos -la decadencia y el porvenir de España, sus inquietudes religiosas, la vida monacal- y sus intereses estéticos, como eran el canto gregoriano, la escultura renacentista y barroca, los jardines o la canción popular.
Con la publicación de Impresiones y paisajes y la muerte de su profesor de música al año siguiente, el aprendiz de músico entró, en palabras suyas, en el reino de la Poesía y acabé de ungirme de amor hacia todas las cosas. En el otoño de 1918 confesaría: Me siento lleno de poesía, poesía fuerte, llana, fantástica, religiosa, mala, honda, canalla, mística. ¡Todo, todo! ¡Quiero ser todas las cosas!.
Madrid
Primavera de 1919. Varios miembros de «El Rinconcillo» se habían trasladado ya a la capital y, en marzo de ese mismo año, José Mora Guarnido escribía a Federico desde Madrid: Debías venir aquí; dile a tu padre en mi nombre que te haría, mandándote aquí, más favor que con haberte traído al mundo».
Fue Fernando de los Ríos quien, al fin, tuvo que convencer a los padres del poeta para que le dejaran salir de Granada y seguir con sus estudios en la Residencia de Estudiantes de Madrid, dirigida por Alberto Jiménez Fraud. Así pasó Federico a formar parte de una institución que pretendía ser, en palabras de su director, un hogar espiritual donde se fragüe y depure, en corazones jóvenes, el sentimiento profundo de amor a la España que se está haciendo, a la que dentro de poco tendremos que hacer con nuestras manos.
Fundada a semejanza de los colleges de Oxford y Cambridge, la Residencia de Estudiantes representaba, en aquel entonces, un punto de contacto importantísimo entre las culturas española y extranjera. Aquel hervidero intelectual supuso un excelente caldo de cultivo para el desarrollo del poeta. Su vida en «la Colina de los Chopos» le dio una nueva visión de la responsabilidad del artista frente a la sociedad y reforzó su amor por la cultura, desde la clásica a la popular española. Así, entre 1919 y 1926, Federico conoció a muchos de los más importantes escritores e intelectuales del país. En la Residencia se hizo amigo de Luis Buñuel, de Rafael Alberti o de Salvador Dalí. Además, gracias a la muy activa política cultural de Jiménez Fraud, pasaron por allí numerosos conferenciantes, científicos, músicos y escritores extranjeros: Claudel, Valéry, Cendrars, Max Jacob, Marinetti, Madame Curie, H. G. Wells, Le Corbusier, Chesterton, Wanda Landowska, Ravel, Milhaud, Poulenc…
Los dos primeros años de Federico en la capital (1919-1921) constituyeron una época de intenso trabajo. Sus caminatas por la ciudad, sus visitas a Toledo con Pepín Bello, Buñuel y Dalí, sus encuentros con directores teatrales -como Eduardo Marquina o Gregorio Martínez Sierra– y con la vanguardia -los ultraístas, Ramón Gómez de la Serna o el creacionista Vicente Huidobro-, aún le dejaron tiempo para terminar y publicar su Libro de poemas, componer las primeras Suites, estrenar El maleficio de la mariposa -que fue un fenomenal fracaso- y elaborar otras piezas teatrales. No perdió tampoco la oportunidad de conocer a Juan Ramón Jiménez, a quien acudió con una carta de presentación de Fernando de los Ríos en 1919: Ahí va ese muchacho lleno de anhelos románticos: recíbalo usted con amor, que lo merece; es uno de los jóvenes en que hemos puesto más esperanzas -y a la que respondió Juan Ramón de esta manera: Su poeta vino y me hizo una excelentísima impresión. Me parece que tiene un gran temperamento y la virtud esencial, a mi juicio, en arte: entusiasmo.
Con aquella visita se inició una amistad duradera, y la correspondencia de Lorca deja claro que Juan Ramón -generoso mentor de todos los poetas jóvenes de aquel entonces- tuvo una influencia decisiva en su visión del quehacer poético. Durante los siguientes dos años ayudó a Federico a publicar algunos de sus versos en revistas de prestigio, como España, La Pluma o Índice, y le convenció para que editara su Libro de poemas en la imprenta de Gabriel García Maroto, en vez de hacerlo en una editora comercial más grande, para que Federico tuviera la oportunidad de cuidar, él mismo, de todos los aspectos de la edición.
Libro de poemas contiene versos seleccionados, con la ayuda de su hermano Francisco, de todo lo que había escrito desde 1918. Algunos de ellos giran alrededor de la fe religiosa, tema al que había dedicado cientos de páginas en prosa y en verso. Otros tratan del anhelo del poeta de unirse con la naturaleza o de recuperar una infancia perdida. En versos que recuerdan al primer Juan Ramón Jiménez, a Rubén Darío y a poetas menores del modernismo hispánico, el poeta lamenta que la razón y la retórica hayan reemplazado la fe poética que poseía como niño.
Cuando se publicó este libro, en mayo de 1921, Federico ya se había entregado a otros proyectos y volvió a Granada ilusionado con la composición de sus Suites. El entusiasmo señalado por Juan Ramón le llevaba hacia el estudio del folclore: títeres, cante jondo, la canción popular. Estaba a punto de conocer a Manuel de Falla.
Granada y Manuel de Falla
Falla se había trasladado a Granada a mediados de septiembre de 1920, y en el verano de 1921 se instaló en el Carmen de Santa Engracia, próximo a la Alhambra, donde Federico le visitó con frecuencia. El poeta se sintió pronto íntimamente ligado al compositor al compartir con él su amor por la música, los títeres, el cante jondo…
Entre los primeros en dar al compositor la bienvenida a Granada, en 1920, estuvo el grupo de jóvenes amigos que se reunía en el café Alameda de la plaza del Campillo, y que formaba la ya citada tertulia de «El Rinconcillo». José Mora Guarnido explicaba así el nombre dado a la tertulia: En el fondo del café Alameda, detrás del tabladillo en donde actuaba un permanente quinteto de piano e instrumentos de cuerda, había un amplio rincón donde cabían dos o tres mesas con confortables divanes contra la pared, y en aquel rincón […] plantaron su sede nocturna un grupo de intelectuales granadinos: los dos hermanos Lorca, los periodistas Melchor Fernández Almagro, José Mora Guarnido y Constantino Ruiz Carnero, los futuros poetas o críticos José Fernández Montesinos, Miguel Pizarro y José Navarro Pardo, y los pintores Manuel Ángeles Ortiz, Ismael González de la Serna o Hermenegildo Lanz, entre otros.
La vida granadina de Federico a partir de 1920 o 1921 giró, pues, alrededor de esos dos focos culturales: Falla y los integrantes de «El Rinconcillo». Estos últimos intentaban dar nuevo brío a la vida cultural de la ciudad, defendiendo aquella parte del patrimonio artístico que pudiera orientar a las nuevas generaciones en su rebelión contra el «costumbrismo» y el «color local», y asustando a la «Beocia burguesa», en palabras de Mora. Algunos de los proyectos apenas transcendieron el ámbito local, como, por ejemplo, la colocación de azulejos conmemorativos en honor a los «viajeros europeos ilustres» que habían contribuido al conocimiento de Granada en el extranjero. Otros, sin embargo, tuvieron repercusión en el resto de España y Europa, especialmente el Primer Concurso de Cante Jondo, celebrado en junio de 1922.
Promovido por Falla, Lorca e Ignacio Zuloaga, y apoyado por el Ayuntamiento de Granada, aquel concurso tenía varios objetivos: marcar la diferencia entre el cante jondo -de orígenes antiquísimos, según Lorca y Falla- y el cante flamenco -creación, según ellos, más reciente-; ganar respeto para el cante jondo como arte; preservarlo de la adulteración musical y de la amenaza de los cafés cantantes y la ópera flamenca; premiar a los cantaores no profesionales, y demostrar la influencia que habían tenido el cante, el baile y el toque jondos no sólo en la música española, sino también en la francesa y la rusa. El concurso fue un atrevido intento de conectar el arte musical de Andalucía con el arte «universal». La fórmula estética de Falla –de lo local a lo universal– iba a fijarse para siempre en el corazón de su joven discípulo.
Meses antes del concurso Federico pronunció, para educar al público granadino, una de las conferencias que más revelan sobre su propios principios estéticos «Importancia histórica y artística del primitivo canto andaluz llamado cante jondo»; texto que revisaría años después al leerla en Argentina, Uruguay y en varias ciudades españolas.
Otro fruto de su interés por el cante jondo fue su segundo libro de versos, Poema del cante jondo, escrito en 1921 y publicado una década más tarde. En este libro, como en sus Suites, Lorca explora las posibilidades de la secuencia de poemas cortos. Sin llegar al pastiche, se inspira en la brevedad, intensidad y concentración temática de las coplas del cante jondo, que habían sido para él toda una revelación artística: Causa extrañeza y maravilla cómo el anónimo poeta del pueblo extracta en tres o cuatro versos toda la rara complejidad de los más altos momentos sentimentales en la vida del hombre.
El poeta acariciaba la idea de crear con el compositor gaditano un teatro ambulante, Los Títeres de Cachiporra, que sería comparable, en su tratamiento estilizado del folclore, a los Ballets Russes de Diaghilev, con los que Falla había colaborado. En casa del poeta ofrecieron ambos, a sus familiares y amigos, un espectáculo inolvidable de títeres en la festividad de los Reyes Magos de 1923, en el que, con Falla al piano, estrenó Federico La niña que riega la albahaca y el príncipe preguntón y se interpretó -«por primera vez en España», según Federico- La historia del soldado de Igor Stravinski. Fiesta en que se reunían, pues, lo tradicional (La niña… se basaba en un viejo cuento andaluz) y las corrientes musicales más modernas.
La amistad de Falla seguiría orientando a Federico García Lorca a la hora de reconciliar las nuevas corrientes estéticas con las formas populares. En 1923, Falla y Lorca estaban colaborando en una opereta lírica, Lola, la comedianta, nunca terminada, y al año siguiente el compositor ayudó a Federico a dar la bienvenida al poeta Juan Ramón Jiménez, quien visitó a la familia García Lorca durante el mes de julio de 1924.
Cadaqués y Salvador Dalí
En abril de 1925, desde la Residencia de Estudiantes, Federico anunció a sus padres que había recibido una invitación para pasar la Semana Santa en Cadaqués con su amigo Salvador Dalí: Dalí me invita espléndidamente. He recibido una carta de su padre, notario de Figueras, y de su hermana (una muchacha de esas que ya es volverse loco de guapas) invitándome también, porque a mí me daba vergüenza de presentarme de huésped en su casa. Pero son una clase de familia distinta a lo general y acostumbrada a vida social, pues esto de invitar gente a su casa se hace en todo el mundo menos en España. Dalí tiene empeño en que trabaje esta Semana Santa en su casa de Cadaqués y lo conseguirá, pues me hace ilusión salir unos días a pleno mar y trabajar y ya sabéis vosotros cómo el campo y el silencio dan a mi cabeza todas las ideas que tengo.
Fue el primer viaje de Federico a Cataluña, y aquella visita y una segunda estancia más larga, entre mayo y julio de 1927, dejaron una huella profunda en la vida y obra de ambos.
Dalí había ingresado en 1922 en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y vivía en la Residencia, donde había trabado amistad con el poeta granadino. Durante cinco años, desde 1923 hasta 1928, los mundos artísticos de Dalí y de Federico se compenetraron hasta tal punto que Mario Hernández ha hablado, con razón, de un período daliniano en la obra del poeta, y Santos Torroella, de una época lorquiana en la del pintor. Fruto de esta amistad, que se convirtió en pasión amorosa, fue la «Oda a Salvador Dalí», que Federico publicó en abril de 1926 en la Revista de Occidente, poema «didáctico» -así lo llama- en que canta …un pensamiento / que nos une en las horas oscuras y doradas.
En sus discusiones en Madrid y Cadaqués, y en un riquísimo epistolario que se ha conservado sólo en parte, los dos amigos abordaban cuestiones estéticas de hondo interés para ambos. Juntos exploraron la pintura y la poesía contemporáneas y el arte del pasado. Cuando Federico preparaba su tragedia Mariana Pineda, en la que intentaba captar la historia de la heroína granadina en bellas «estampas» románticas, le pidió a Dalí que diseñara el decorado para su estreno en Barcelona (1927). Otros proyectos se quedaron en pura conversación, como el Libro de los putrefactos, una serie de dibujos satíricos de Dalí que iba a incluir un prólogo, jamás escrito, de Federico.
Dalí alentó al granadino en su esfuerzo por comprender la pintura moderna (véase su conferencia «Sketch de la nueva pintura») y lo animó como dibujante, reseñando su primera exposición, en el verano de 1927, en las Galeries Dalmau de Barcelona; Y fue Federico, sin duda, quien más animó a Dalí como escritor. En 1928, la granadina Gallo -revista literaria impulsada por Lorca y dirigida por su hermano Francisco- publicó las traducciones al español del «San Sebastián» de Dalí -un ensayo, en forma de narración, en que expone su estética de la «santa objetividad»- y del «Manifiesto antiartístico catalán», firmado por Dalí, Sebastià Gasch y Lluís Montanyà.
La estética de Dalí le sirvió a Federico como estímulo cuando empezaba a cultivar, a partir de 1927, una poesía de «evasión», en la que se daba menos importancia a la metáfora que a lo que Federico llamó -sirviéndose de la expresión de Dalí- el «hecho poético»: la imagen que pretende «evadirse» de cualquier explicación racional (véase su conferencia «Imaginación, inspiración, evasión»).
De la mano de Dalí pudo adquirir Federico un conocimiento más profundo del arte popular y culto de Cataluña, región por la que sentiría siempre gran afecto. Si el ingreso en la Residencia de Estudiantes le había permitido trascender las limitaciones del medio granadino, los viajes a Cataluña le revelaron las limitaciones del mundo cultural de Madrid.
Viaje a Luis de Góngora
Mientras Federico descubría el mundo cultural de Cataluña, los poetas españoles estaban a punto de rescatar y celebrar a un poeta barroco cuya estética -originalidad de la metáfora, esplendor sintáctico y léxico- les impresionaba hondamente. Luis de Góngora y Argote (1561-1627) dejó huella en la poesía de García Lorca -por ejemplo, en «La sirena y el carabinero» y en algunos de los romances gitanos-, y la celebración de su tricentenario sirvió para aunar a los poetas españoles en lo que algunos de ellos empezaron a llamar una «generación». Los amigos de Lorca -Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Emilio Prados, Gerardo Diego, Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre- se conocen hoy en día como integrantes de aquella Generación del 27.
El cri de guerre inicial lo lanzó Gerardo Diego en un ensayo titulado «Escorzo de Góngora». Desde Valladolid, en febrero de 1924, Jorge Guillén acusa recibo de ese ensayo y de este nuevo «contemporáneo»: Aunque esto de las generaciones es casi un mito, y casi una tontería, sin embargo, siento cada día más vivamente la convivencia con mis verdaderos contemporáneos. Sí, creo en la contemporaneidad de los espíritus. Leyendo, atisbando su Góngora, me siento tan aludido que ¿cómo no expresarlo, cómo no sacar esta alusión a evidencia amistosa? [Correspondencia. Pedro Salinas, Gerardo Diego, Jorge Guillén (1920-1983), edición de José Luis Bernal, pp. 47-48.]
Dos años más tarde, Lorca envió a Guillén las primicias de un hermoso ensayo suyo leído como conferencia en febrero de 1926: «La imagen poética de don Luis de Góngora», donde expresaba la imponderable grandeza del poeta cordobés. Según Lorca, Góngora armonizaba mundos diversos gracias a su uso de la mitología, dominó como nadie el mecanismo de la metáfora y de la inspiración, y su lenguaje cayó sobre la lengua española como un rocío vivificador. Otros poetas amigos, desde Rafael Alberti hasta Gerardo Diego, Guillén o Dámaso Alonso, pusieron en marcha una campaña de homenaje y divulgación en torno a la figura y obra de Góngora, campaña que, en efecto, marca un fenómeno «generacional» (se abstienen Machado, Unamuno, Juan Ramón Jiménez…) y que culmina con el viaje de sus promotores a Sevilla.
En diciembre de 1927, en el Ateneo de aquella ciudad, el grupo formado por el propio Lorca, Alberti, Cernuda, José Bergamín, Juan Chabás, Gerardo Diego, Dámaso Alonso y Mauricio Bacarisse, comunicó a un público entusiasta una nueva visión no sólo de Góngora sino de su propio arte frente al de las generaciones anteriores. En la más sustanciosa y sabia de esas intervenciones, Dámaso Alonso pidió una completa revisión de los valores de la literatura pretérita. Expuso un nuevo enfoque de la literatura española, arguyendo que al lado del realismo y del «vulgarismo» asociados habitualmente con las letras españolas había una corriente de aristocrático idealismo ejemplificado por la obra de don Luis y por la de los poetas modernos que se agrupaban en torno a él.
El viaje en tren de Madrid a Sevilla fue narrado graciosamente por Jorge Guillén en una serie de cartas a su mujer, Germaine Cahen (editadas por Biruté Ciplijauskaité): Es absurdo -escribe Guillén-. Ni antes, ni después de ahora volveré a contemplar todo un departamento de un vagón, lleno de estos animales llamados poetas.
Los actos oficiales -dos veladas literarias y un banquete en la venta de Antequera- fueron conmemorados en la prensa sevillana de aquel entonces. Años después, Dámaso Alonso, Luis Cernuda y Rafael Alberti recordarían con nostalgia otros pormenores de la celebración: una juerga en Pino Montano -el cortijo del torero Ignacio Sánchez Mejías, que había costeado la excursión-, la travesía nocturna del Guadalquivir, el primer encuentro de Cernuda y García Lorca…
Entre 1924 y 1927, pues, puede decirse que Federico García Lorca llegó a su madurez como poeta, atento al arte del pasado y formando parte de uno de los grupos poéticos, en palabras suyas, «más importantes de Europa, por no decir el más importante de todos».
Un poeta en Nueva York
El éxito crítico de Canciones (1927) y el éxito popular de Primer romancero gitano, publicado en julio de 1928, dejó descontento a Federico García Lorca, que, en cartas a sus amigos en el verano de 1928, confesaba estar atravesando una gran crisis sentimental, una de las crisis más hondas de mi vida. [Cartas a Sebastià Gasch y a José Antonio Rubio Sacristán, agosto de 1928]. Estoy convaleciente de una gran batalla y necesito poner en orden mi corazón. Ahora sólo siento una grandísima inquietud. Es una inquietud de vivir, que parece que mañana me van a quitar la vida [A Rafael Martínez Nadal, agosto de 1928].
Esta crisis debió de agravarse en septiembre, cuando el poeta recibió en Granada una durísima carta de Dalí sobre el Romancero gitano, en la que argüía el pintor catalán que gran parte de la obra estaba ligada en absoluto a las normas de la poesía antigua, incapaz de emocionarnos, y que el libro pecaba de «costumbrismo» y moviéndose dentro de la ilustración y de los lugares comunes más estereotipados y más conformistas.
La crisis de García Lorca había sido provocada por varias circunstancias vitales. Por una parte, con el éxito popular del Romancero surgió la imagen pública -que pervive todavía en algunas partes- de un Lorca costumbrista, cantor de los gitanos, ligado temáticamente al folclore andaluz. El mismo poeta se había quejado de esa imagen antes de que saliera el Romancero, e incluso antes de la publicación de Canciones, en una carta a Jorge Guillén de principios de enero de 1927: Me va molestando un poco mi mito de gitanería. Los gitanos son un tema. Y nada más. Yo podía ser lo mismo poeta de agujas de coser o de paisajes hidráulicos. Además, el gitanismo me da un tono de incultura, de falta de educación y de poeta salvaje que tú sabes bien no soy. No quiero que me encasillen. Siento que me va echando cadenas.
Por otra parte, mientras Dalí y Luis Buñuel criticaban duramente su obra, Lorca se separó de Emilio Aladrén, un joven escultor con el que había mantenido una fuerte relación afectiva.
A pesar de sus preocupaciones y de un horrible verano de sentimientos, el poeta no dejó de trabajar intensamente, y se entregó a proyectos nuevos muy distintos al Romancero. En Granada se rodeaba de un grupo de amigos jóvenes y editó los dos únicos números de la citada revista Gallo. Envió al crítico de arte Sebastià Gasch algunos de sus mejores dibujos y dos poemas en prosa -«Nadadora sumergida…» y «Suicidio en Alejandría»- que respondían a su nueva manera espiritualista: emoción pura descarnada, desligada del control lógico. Exploró en una de sus mejores conferencias el mundo de las nanas infantiles, y explicó su nueva teoría de la «evasión» poética. Durante el invierno de 1928 se propuso estrenar su «aleluya erótica» Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín, intento frustrado por los censores del régimen de Primo de Rivera.
Aun en medio de estos proyectos, debió de quedar claro para Lorca que necesitaba desvincularse durante cierto tiempo del ambiente andaluz y de su círculo madrileño de amigos. En la primavera de 1929, Fernando de los Ríos, antiguo maestro de Federico y amigo de su familia, propuso que el joven poeta le acompañara a Nueva York, donde tendría la oportunidad de aprender inglés, de vivir por primera vez en el extranjero y, quizás, de renovar su obra. Se embarcaron en el Olympic -buque hermano del Titanic– y arribaron el 26 de junio.
La estancia en Nueva York fue, en palabras del propio poeta, una de las experiencias más útiles de mi vida. Los nueve meses que pasó -entre junio de 1929 y marzo de 1930- en Nueva York y Vermont y luego en Cuba hasta junio de ese año, cambiaron su visión de sí mismo y de su arte.
Fue ésta su primera visita al extranjero; su primer encuentro con la diversidad religiosa y racial; su primer contacto con las grandes masas urbanas y con un mundo mecanizado. Casi podría decirse que su viaje a Nueva York representó su descubrimiento de la modernidad. Allí exploró el teatro en lengua inglesa, paseó por el barrio de Harlem con la novelista negra Nella Larsen, escuchó jazz y blues, conoció el cine sonoro, leyó a Walt Whitman y a T. S. Eliot, y se dedicó a escribir uno de sus libros más importantes, el que se publicó, cuatro años después de su muerte, con el título de Poeta en Nueva York.
Pocos críticos y biógrafos han escrito sobre la vida de Lorca en Nueva York sin insistir en que allí se sintió deprimido y aislado. Tal es, desde luego, el sentimiento que desprenden sus poemas. Pero existe también una serie de cartas encantadoras a su familia donde presentaba una imagen muy diferente. Estas cartas, con su visión más risueña de la ciudad más atrevida y más moderna del mundo, hacen imposible una lectura autobiográfica de Poeta en Nueva York y nos recuerdan que uno de los logros más admirables de esta obra consiste en la creación de un protagonista trágico, la «voz» de los poemas, que tiene propiedades, como dijo un crítico, de Prometeo, profeta y sacerdote. Sin duda, ese protagonista se relaciona con la «persona» creada por Walt Whitman, a quien dedicó Lorca una «Oda» en su libro.
Una tercera visión de la ciudad -aparte de la epistolar y la poética- la ofreció Lorca al volver a España, en una conferencia-recital titulada «Un poeta en Nueva York».
Del conjunto de estos tres textos -conferencia, cartas, y, sobre todo, el libro de poemas- surge una visión penetrante y memorable no sólo de la civilización norteamericana, sino de la soledad y la angustia del hombre moderno.
La Habana
En marzo de 1930, Lorca salió de Nueva York en tren con rumbo a Miami, donde se embarcó para Cuba. Antes de su llegada, su visión de la isla era, según él mismo reconoció, puramente pintoresca; al pensar en el paisaje cubano y en el tono poético de la isla, recordaba las deliciosas litografías de las cajas de habanos que había visto de niño.
En La Habana, Lorca experimentó una sensación de libertad y de alivio. Dejando atrás la ciudad de los rascacielos –Nueva York de cieno. / Nueva York de alambre y muerte– llegó a la América con raíces, la América de Dios, la América española, como la llamaría en una conferencia. Después del período neoyorquino, tuvo en La Habana su primer contacto con un país extranjero de habla española.
Entre el 7 de marzo y el 12 de junio de 1930 (fechas de su estancia en Cuba) vivió unos días intensos y alegres. Dio una serie de conferencias, con enorme éxito, en la Institución Hispano-Cubana de Cultura. Exploró la cultura y la música afrocubanas y compuso un son basado en los ritmos de los negros. Conversó sobre la música y el folclore con el matrimonio Antonio Quevedo y María Muñoz -amigos de Manuel de Falla, editores de la revista Musicalia, y fundadores del Conservatorio de Música Bach-. Trabajó en su drama homoerótico El público y gozó de amistades nuevas y antiguas. Coincidió en La Habana con los españoles Adolfo Salazar y Gabriel García Maroto, y se reunió de nuevo con otro amigo entrañable de sus primeros años madrileños: el escritor y diplomático José María Chacón y Calvo. Paseó por las calles de La Habana con el guatemalteco Luis Cardoza y Aragón y juntos visitaron el famoso Teatro Alhambra, donde se representaban espectáculos satíricos: escenario vivo, esperpento de la sensualidad habanera saturada de alegría y de humor, de indignación popular. Conoció también a los hermanos Loynaz –Dulce María, Flor, Enrique y Carlos Manuel- en su «casa encantada» del barrio del Vedado.
Período sensual, risueño, pues, en la vida de Federico, quien escribió a sus padres: Esta isla es un paraíso. Cuba. Si yo me pierdo, que me busquen en Andalucía o en Cuba.
Volvió a España en el Manuel Arnús, sintiéndose renovado, hablando de la reforma del teatro español y listo para participar en proyectos culturales como La Barraca.
Itinerario cultural de la República: La Barraca
Con la proclamación de la II República en abril de 1931, Federico García Lorca empezó a colaborar con entusiasmo en varios proyectos culturales que pretendían fomentar un mayor intercambio entre la cultura de las ciudades y la de los pueblos.
Bajo los auspicios de los comités de cooperación intelectual, fundados por Arturo de Soria y Espinosa, Federico García Lorca dio una serie de conferencias en distintas partes del país. En Sevilla, Salamanca o Santiago de Compostela habló del cante jondo y leyó los poemas que había escrito en Nueva York. Se trataba -escribe Ian Gibson- de fundar comités en todas las grandes ciudades; promover el intercambio de ideas; invitar a destacados conferenciantes; procurar unir a todos aquellos jóvenes intelectuales que compartiesen el amor a los principios de libertad y de progreso social; fomentar la solidaridad [Federico García Lorca, vol. II, p. 172]. Y para Lorca, la conferencia o la lectura de sus poemas era una manera de forjar lo que él llamaba una maravillosa cadena de solidaridad espiritual.
La aportación más importante de Federico García Lorca a la política cultural de la República fue, sin duda, la organización del teatro universitario La Barraca, grupo que dirigió junto con Eduardo Ugarte y que, a partir del verano de 1932, representó obras del teatro clásico español en diversos pueblos de España. Durante su estancia en Nueva York, mientras vivió en la Universidad de Columbia, Federico había tenido la oportunidad de observar una vigorosa tradición de teatro no profesional; de ahí, quizás, proviene la idea de dar un nuevo impulso al teatro universitario que había florecido en España siglos antes.
La historia comienza en noviembre de 1931, según su amigo, el diplomático Carlos Morla Lynch: Muy entrada la noche irrumpe Federico en la tertulia con impetuosidades de ventarrón… Se trata de una idea nueva que ha surgido, con la violencia de una erupción, en su espíritu en constante efervescencia. Concepción seductora de vastas proporciones: construir una barraca -con capacidad para 400 personas-, con el fin de «salvar al teatro español» y de ponerlo al alcance del pueblo. Se darán, en el galpón, obras de Calderón de la Barca, de Lope de Vega, comedias de Cervantes… Resurrección de la farándula ambulante de los tiempos pasados… Aquí Federico se encumbra a las nubes. -Llevaremos -dice- La Barraca a todas las regiones de España; iremos a París, a América…, al Japón… [En España con Federico García Lorca, pp. 12-128].
Dos aspectos de la experiencia de Federico García Lorca con La Barraca fueron decisivos para su carrera como dramaturgo: le permitió aprender el oficio de director de escena y le expuso a un público nuevo, ajeno a la burguesía frívola y materializada de Madrid. En sus viajes por el campo soñó con representar el teatro clásico ante el pueblo más pueblo, un público con camisa de esparto frente a Hamlet, frente a las obras de Esquilo, frente a todo lo grande. Estaba convencido de que lo burgués está acabando con lo dramático del teatro español… está echando abajo uno de los dos grandes bloques que hay en la literatura dramática de todos los pueblos: el teatro español. Esta nueva visión del público debió de afectar profundamente el alcance que intentó dar a su propio teatro durante los últimos años de su vida.
Buenos Aires y Montevideo
En el verano de 1933, mientras Federico hacía una gira con La Barraca, la compañía de Lola Membrives estrenó en Buenos Aires Bodas de sangre. Tal fue el éxito de la tragedia lorquiana que Membrives y su marido, el empresario Juan Reforzo, le invitaron a Buenos Aires, donde dirigió una nueva producción y leyó una serie de conferencias sobre el arte español en la sociedad Amigos del Arte.
Durante los seis meses que pasó en Buenos Aires y Montevideo (entre octubre de 1933 y marzo de 1934), Lorca dirigió no sólo Bodas de sangre, sino también Mariana Pineda, La zapatera prodigiosa, el Retablillo de don Cristóbal y, aprovechando su experiencia con La Barraca, una adaptación de La dama boba , de Lope de Vega. En cartas a su familia, expresó su asombro por el éxito de estas obras y por su creciente popularidad entre el público bonaerense: Buenos Aires tiene tres millones de habitantes pero tantas, tantas fotografías han salido en estos grandes diarios que soy popular y me conocen por las calles.
Un periodista de aquella época aludió a lo mismo: García Lorca en la terraza. García Lorca en el piano. García Lorca entre telones. García Lorca en una peña. García Lorca recitando. García Lorca poniéndose la corbata. García Lorca aprendiendo a cebar mate. García Lorca firmando una foto. Y a todo esto, en medio de todo esto, como consecuencia fisiológica de todo esto, García Lorca mirándose las manos, golpeándose la frente, escondiéndose por aquí, huyendo por allá, sin saber el pobre muchacho qué hacer ni dónde meterse para esquivar los golpes del asalto del periodista, del fotógrafo, del dibujante, del empresario, del admirador.
En enero de 1934, el mismo periodista bonaerense había seguido a Federico a Montevideo, con la esperanza de entrevistarle. Éste se sentía «secuestrado», primero por la sociedad porteña y luego por Lola Membrives, que le había encerrado en un cuarto de hotel de aquella ciudad para que a marchas forzadas terminara Yerma, la obra que le había prometido para la siguiente temporada. Al final, el periodista lo encontró, con paso «leve, fugaz», intentando esquivar a otras personas, en un túnel debajo del hotel donde se alojaba:
«¡Por favor…! No me pida usted que cante. No, señor. No me pida que recite. No, señor. No me pida que toque el piano. No, señor. No me pida que le lea los dos actos que creo que he terminado de mi nuevo drama Yerma. No, señor. Ni un trocito de mi camiseta de marinero. No, señor. Y sobre todo, ¡por lo que más quiera!, no me pida que le escriba un pensamiento…».
Su estancia triunfal en Buenos Aires y Montevideo constituyó una revelación: el joven dramaturgo se dio cuenta de que su obra podía interesar a un vasto público fuera de España; de que podía hacer carrera en el teatro, y de que, como dramaturgo, no se quedaría nunca a merced de los empresarios madrileños. Bodas de sangre alcanzó más de ciento cincuenta representaciones en Buenos Aires. Gracias a ello, Federico García Lorca logró, por fin, su independencia económica. Como el viaje a Cuba en 1930, el viaje a Argentina le deparó una serie de amistades nuevas, entre ellas: los poetas Pablo Neruda, Juana de Ibarbourou y Ricardo Molinari; el escritor mexicano Salvador Novo, y el crítico Pablo Suero.
Últimos años
Cuando Federico García Lorca volvió de Buenos Aires, en abril de 1934, contaba 36 años y le quedaban poco más de dos de vida. Vivió ese tiempo de manera intensísima: terminó nuevas obras (Yerma, Doña Rosita la Soltera, La casa de Bernarda Alba y Llanto por Ignacio Sánchez Mejías); revisó libros ya escritos (Poeta en Nueva York, Diván del Tamarit y Suites); hizo una larga visita a Barcelona para dirigir sus obras, leer sus poemas y dar alguna conferencia, y meditó con ilusión sobre proyectos futuros, que iban desde una versión musicalizada de sus Títeres de Cachiporra a dramas sobre temas sexuales, sociales y religiosos.
Entre 1934 y 1936 dirigió sus esfuerzos, en gran medida, a la renovación del teatro español, con su propia obra y a través de La Barraca y de la organización de clubes teatrales -como el Anfistora, fundado por Pura Maortua de Ucelay- y agrupaciones que debían estrenar obras, clásicas o modernas, que hubieran sido ignoradas por el teatro comercial. Con gran vehemencia reclamó una «vuelta a la tragedia» y al teatro de contenidos sociales candentes.
En sus entrevistas y declaraciones de 1934 a 1936, insistió Lorca, más que nunca, en la responsabilidad social del artista, especialmente en la del dramaturgo, pues éste podía poner en evidencia morales viejas o equivocadas. Se entregó, como siempre, a la creación poética, pero su poesía «se levanta de la página» y, desde el escenario, llega a un público más amplio. En una velada en el Teatro Español, en que Margarita Xirgu ofreció a los actores de Madrid una representación especial de Yerma, salió al escenario Federico para defender su visión del teatro de «acción social»: Yo no hablo esta noche como autor ni como poeta, ni como estudiante sencillo del rico panorama de la vida del hombre, sino como ardiente apasionado del teatro y de su acción social. El teatro es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la educación de un país y el barómetro que marca su grandeza o su descenso. Un teatro sensible y bien orientado en todas sus ramas, desde la tragedia al vodevil, puede cambiar en pocos años la sensibilidad de un pueblo; y un teatro destrozado, donde las pezuñas sustituyen a las alas, puede achabacanar a una nación entera. El teatro es una escuela de llanto y de risa y una tribuna libre donde los hombres pueden poner en evidencia morales viejas o equivocadas y explicar con ejemplos vivos normas eternas del corazón y el sentimiento del hombre.
Mientras pronunciaba Federico estas palabras, Yerma era atacada por la prensa de derechas como obra «inmoral» y «pornográfica». No se apocó Lorca. Insistió en la autoridad oral y estética que debían compartir el dramaturgo y los actores y esperaba luchar para seguir conservando la independencia que me salva… Para calumnias, horrores y sambenitos que empiecen a colgar sobre mi cuerpo, tengo una lluvia de risas de campesino para mi uso particular.
El ambiente de Madrid, en estos dos años, se había vuelto cada vez más intolerante y violento: España parecía irremediablemente abocada a una guerra civil.
La muerte
En mayo de 1936 un periódico madrileño publicaba una brevísima nota sobre los proyectos de Federico García Lorca. El poeta estaba a punto de cumplir 38 años. Casi había terminado su drama de la sexualidad andaluza, La casa de Bernarda Alba. Llevaba «muy adelantada» una comedia sobre temas políticos -la llamada Comedia sin título o El sueño de la vida– y estaba trabajando en una obra nueva titulada Los sueños de mi prima Aurelia, elegía de su niñez en la vega de Granada. Planeaba otro viaje a América, esta vez a México, donde esperaba reunirse con Margarita Xirgu. Estaba, pues, rebosante de proyectos, con la sensación de que en el teatro no era más que un «novel»: Yo no he alcanzado un plano de madurez aún… Me considero todavía un auténtico novel. Estoy aprendiendo a manejarme en mi oficio… Hay que ascender por peldaños… Lo contrario es pedir a mi naturaleza y a mi desarrollo espiritual y mental lo que ningún autor da hasta mucho más tarde… Mi obra apenas está comenzada.
La situación política en Madrid, y en toda España, se había vuelto insostenible. Se hablaba de la posibilidad de un golpe militar y en las calles de la capital se vivieron numerosos actos de violencia, desde la quema de iglesias hasta los asesinatos políticos.
Aunque Federico García Lorca detestaba la política partidaria y resistió la presión de sus amigos para que se hiciera miembro del Partido Comunista, era conocido como liberal y sufrió con frecuencia las arremetidas de los conservadores por su amistad con Margarita Xirgu o con el ministro socialista Fernando de los Ríos. La popularidad de Lorca y sus numerosas declaraciones a la prensa sobre la injusticia social, le convirtieron en un personaje antipático e incómodo para la derecha: El mundo está detenido ante el hambre que asola a los pueblos. Mientras haya desequilibrio económico, el mundo no piensa. Yo lo tengo visto. Van dos hombres por la orilla de un río. Uno es rico, otro es pobre. Uno lleva la barriga llena, y el otro pone sucio el aire con sus bostezos. Y el rico dice: «¡Oh, qué barca más linda se ve por el agua! Mire, mire usted el lirio que florece en la orilla». Y el pobre reza: «Tengo hambre, no veo nada. Tengo hambre, mucha hambre». Natural. El día que el hambre desaparezca, va a producirse en el mundo la explosión espiritual más grande que jamás conoció la humanidad. Nunca jamás se podrán figurar los hombres la alegría que estallará el día de la gran revolución. ¿Verdad que te estoy hablando en socialista puro? [Entrevista en La Voz, Madrid, 7 de abril de 1936].
Intuyendo que el país estaba al borde de la guerra, Lorca decidió marcharse a Granada para reunirse con su familia. El día 14 de julio llegó a la Huerta de San Vicente y cuatro días más tarde celebró con ellos la festividad de San Federico.
El 17 de julio estalló en Marruecos la sublevación militar contra la República, y desde Canarias, Francisco Franco proclamó el Alzamiento Nacional. Para el día 20, el centro de Granada estaba en manos de las fuerzas falangistas. Durante la revuelta, el cuñado de Federico, Manuel Fernández-Montesinos, marido de su hermana Concha y alcalde de la ciudad, fue arrestado en su despacho del Ayuntamiento; al cabo de un mes fue fusilado a mano de los rebeldes.
La tarde del 16 de agosto de 1936, Lorca fue detenido en casa de los Rosales por Ramón Ruiz Alonso, un ex diputado de la CEDA, derechista fanático, que sentía un profundo odio por Fernando de los Ríos y por el poeta mismo. Según Ian Gibson, biógrafo de Federico, se sabe que esta detención fue una operación de envergadura. Se rodeó de guardias y policías la manzana donde estaba ubicada la casa de los Rosales, y hasta se apostaron hombres armados en los tejados colindantes para impedir que por aquella vía tan inverosímil pudiera escaparse la víctima [Federico García Lorca, vol. II, p. 469].
Lorca fue trasladado al Gobierno Civil de Granada, donde quedó bajo la custodia del gobernador, el comandante José Valdés Guzmán. Entre los cargos contra el poeta -según una supuesta denuncia, hoy perdida y firmada por Ruiz Alonso- figuraban el ser espía de los rusos, estar en contacto con éstos por radio, haber sido secretario de Fernando de los Ríos y ser homosexual [Federico García Lorca, vol. II, p. 476]. Fueron infructuosos los varios intentos de salvar al poeta por parte de los Rosales y, más tarde, por Manuel de Falla. Según Gibson, hay indicios de que, antes de dar la orden de matar a Lorca, Valdés se puso en contacto con el general Queipo de Llano, jefe supremo de los sublevados de Andalucía.
Sea como fuere, el poeta fue llevado al pueblo de Víznar junto con otros detenidos. Después de pasar la noche en una cárcel improvisada, lo trasladaron en un camión hasta un lugar en la carretera entre Víznar y Alfacar, donde lo fusilaron antes del amanecer.
Aunque no se ha podido fijar con certeza la fecha de su muerte, Gibson supone que ocurrió en la madrugada del 18 de agosto de 1936. En documentos oficiales expedidos en Granada puede leerse que Federico García Lorca falleció en el mes de agosto de 1936 a consecuencia de heridas producidas por hecho de guerra.
Cruzó ese umbral maravilloso de los 100 años, educó una familia y es la madre de nuestro querido y respetado colega y maestro en periodismo Jorge Arturo Díaz Reyes que, además es médico. Doña Elba Julia Reyes de Díaz murió en su amada Cali con la misma serenidad con la que afrontó la vida pues los suyos la encontraron » dormidita» plácidamente.
A Jorge Arturo, a su estimada familia, a sus hijos y nietos mi solidaridad profunda y oro por el eterno descanso de esta dama.
A las 6 y 30 ( esta tarde ), el 22 y el 30 a la misma hora , las misas de honras por su eterno descanso.
Iglesia de Cristo resucitado. Av. 4 norte 47 a N-49
Recuerdo una oración :
Jesucristo, salvador y redentor nuestro, recibe en tu Reino el alma de Elba Julia para que goce de una eternidad bienaventurada.
Tú que moriste para redimir nuestros pecados por el gran amor que nos tienes, perdona sus faltas y libera su alma del sufrimiento del purgatorio.
El decano de la facultad de ciencias de la universidad de los Andes, Daniel Cadena, pide retirar el proyecto del representante Losada, el mismo que quiere abolir las corridas de toros, que prohibiría la utilización , por ejemplo, de ratones , en las investigaciones para derrotar enfermedades como el alzheimer.
Es un proyecto nocivo, dijo el científico en una entrevista con la w radio.
Y existe un tema complejo con lo que cree Lozada sobre el uso de animales silvestres que viven en ecosistemas distintos.
El problema del prohibicionismo que está en el ADN del señor de marras hace que eviten la consulta a fondo con los científicos, profesores, académicos y las evidencias sobre este tipo de proyectos son tales que deben retirarlos para » acondicionarlos».
La cosa es más de fondo. El proyecto habla no solo de experimentación sino de estudios , anota el decano.Entonces no podemos hacer estudios sobre serpientes en el territorio nacional y no podemos hacer estudios para la curiosidad científica.
El comité de uso de animales regula nuestro trabajo científico.
La utilización de animales vivos para experimentos , según el legislador, está prohibido en una ley anterior a la Constitución de 1991 y desconocer trae consecuencias.
La W agregó :
Después de las críticas de la comunidad científica, el representante Juan Carlos Losada, del Partido Liberal, decidió retirar el proyecto de ley de su autoría que pretendía prohibir la experimentación con animales silvestres, incluso en escenarios académicos
A través de un comunicado, el congresista aseguró que toma la decisión para “otorgar garantías a todos los interesados” y volver a presentar la propuesta, esta vez de forma concertada.
Losada anuncia que iniciará “las mesas técnicas, audiencias públicas y espacios de participación que sean necesarios, con el fin de escucharlos a todos los sectores, estudiar a profundidad este asunto y plantear un texto concertado, cuando llegue el momento”.
Finalmente, Losada admite que es necesario hacer correcciones al texto para “sacar adelante la mejor legislación posible”.
Utilizamos cookies para mejorar tu experiencia en nuestro sitio web. Al seguir navegando, aceptas el uso de cookies. Más información en nuestra política de privacidad.
Más información