El abogado colombiano llama a los aficionados a «crecerse ante el castigo», y se lamenta por los hombres y mujeres que trabajan en el campo bravo, a los que, de un plumazo les han destruido su vida, su trabajo y sus ilusiones
La hipocresía animalista de Colombia.
LA DECLARACION DEL JURISTA NEGRET
Por primera vez en mi vida, anoche me acosté sin esa hermosa sensación de ser y sentirme libre.
Todos los días de mi vida llevo en mi mente y en mi corazón a mis Padres. De ellos recibí unos
valores, unos principios, una disciplina y unas costumbres que me han orientado a lo largo de los
años. Llevo en mi mente y en mi corazón la lengua castellana, la religión católica y un patrimonio
cultural que se extiende allende los mares hasta nuestra cuna hispánica. Y, como no, dentro de esas
costumbres culturales se encuentra el amor y la admiración por el toro de lidia. Esas tardes, en mi
Popayán natal, cuando de la mano de mi padre me encaminaba hacia la plaza de toros hacen parte
de los hermosos recuerdos de mi niñez.
Triste pensar que mis hijos, cuando conformen su familia, no podrán hacer con mis nietos lo que mi
Padre hizo conmigo y que, siguiendo su ejemplo, yo pude disfrutar al llevar a mis dos hijos a la Plaza
de Toros de Santamaría. Allí crecieron, con libertad, descubriendo, entendiendo y amando la
tauromaquia. Hoy los taurinos colombianos somos víctimas de unas minorías, claramente despóticas,
que se han arrogado la autoridad de decidir que cultura es buena y que cultura es mala. Fascismo
puro y duro que pretende uniformar a nuestra sociedad, imponiendo sus gustos, sus ideas y su
particular forma de entender lo que debe ser una sociedad, donde prima el irrespeto hacia las
diferencias y la no aceptación del otro.
La prueba reina del despropósito de los mal llamados “animalistas” es que su hipócrita preocupación
por el toro conlleva la desaparición, del territorio colombiano, de una especie animal, el hermoso toro
bravo. Se trunca de un plumazo el trabajo de generaciones de ganaderos que con amor y dedicación
han protegido un valioso patrimonio genético que hoy votan a la basura. Ese esfuerzo por mantener
vivos los encastes Santacoloma, Tamarón, Conde de la Corte, Contreras, Murube y tantos otros se
destroza y no les importa. Como tampoco muestran preocupación por el daño ecológico al perderse
la protección y el equilibrio ambiental en las grandes extensiones en donde hoy pasta el toro de lidia.
No quiero imaginar el sentimiento de los hombres y mujeres que laboran en el campo bravo. De un
plumazo les han destruido su vida, su trabajo y sus ilusiones. Que dolor.
No solo se ha dejado de lado nuestra historia y nuestras raíces. También se ha desconocido el
precedente constitucional. En varias ocasiones la Corte Constitucional hizo un llamado al poder
legislativo para que armonizara dos valores constitucionales enfrentados: la protección animal y las
tradiciones culturales. Pero esa armonización no se podía dar por la vía de la prohibición sino por la
vía de la regulación. Así se les advirtió a lo largo del trámite de esta iniciativa. Además de señalar en
varias ocasiones, y que constan en las actas respectivas, que el proyecto se estaba tramitando en
una comisión que no tenía la competencia para hacerlo. Esa batalla constitucional, que nadie lo dude,
la dará el sector taurino.
Pero bueno, es el momento de crecerse ante el castigo. Mi Padre también me enseñó que el ser
humano no debe rendirse ante la adversidad. Los toreros lo entienden muy bien y son fiel ejemplo
de ello. Seguiremos en la batalla por la defensa de nuestra cultura, de nuestras tradiciones, de
nuestros orígenes, con la esperanza de que algún día “se abrirán de nuevo las grandes alamedas por
donde pase el hombre libre”.
FELIPE NEGRET MOSQUERA