La representante Ana Rogelia Monsalve reclamó el derecho de identidad de los pueblos con su carga cultural, de tradición y de arraigo popular y rechazó la postura de una senadora anta taurina que pide prohibirlas.
» Regular, sí; prohibir, no» , exclamó la parlamentaria Monsalve
Las corralejas son parte del ADN cultural del Caribe colombiano desde 1845. No se trata solo de tradición, sino de economía y arraigo popular: en Sincelejo, las Fiestas del 20 de Enero aumentan el comercio hasta un 150%. Regular es avanzar, prohibir es desconocer la identidad de los pueblos. Las decisiones sobre nuestras costumbres deben tomarse con las regiones, no desde pupitrazos alejados de la realidad. RegulaciónSíProhibiciónNo
LA HIPOCRESIA DE QUIENES DEFIENDEN LA PROHIBICIÓN DE CABALGATAS, CORRIDAS Y CORRALEJAS
A los prohibicionistas les molesta la muerte de un toro pero son amigos y amigas del aborto
El aborto es la terminación de un embarazo antes de que el feto pueda sobrevivir fuera del útero, ya sea de forma natural (aborto espontáneo) o inducida (aborto provocado).
Muere dignamente en la plaza un toro , se preserva en las dehesas a ese ser como especie pero jamás he oído que para , según su ideología, defender al toro. Qué hacen estos hipócritas? Nada.
LA MISERIA DE MILES DE COLOMBIANOS LES IMPORTA UN HIGO A ESTOS NUEVOS CRUZADOS
Los antitaurinos se pavonean con proyectos prohibicionistas mientras cada legislador se gana mas de 40 millones de pesos mensuales, pregunto : Qué hacen desde esa posición privilegiada de congresistas para quebrar esta indignidad mientras a pupitrazo prohíben expresiones de profundo arraigo popular :
De acuerdo con el informe, en Colombia, más de 16 millones de personas viven en pobreza. En departamentos como La Guajira y el Chocó, dos de cada tres personas se encuentran en situación de pobreza, en comparación con una de cada tres personas en Boyacá y una proporción aún menor en Cundinamarca
Inteligente, culto y cultivador de viejas estampas de La Lidia. Luis Francisco Esplá (Alicante, 1957) gastaba trajes antiguos, un concepto luminoso y alegre, la idea de un espectáculo global. Adquirió rango de maestro en el dominio de la escena, sabio de los terrenos, conocedor del toro y los públicos. Creó una tauromaquia mediterránea que entroncaba con los juegos cretenses, la infancia en la escuela taurina de su padre que de noche funcionaba como cine de verano. Transcendió la imagen al uso del torero, estudió Bellas Artes y leyó a todos los estetas, buscó canales con otras disciplinas artísticas y prefirió la consideración de «toreador». De la vida y los ruedos. Se dejó en ellos 35 años de profesión y alcanzó la categoría de «torero de Madrid» en 90 tardes. Ninguna placa lo recuerda en Las Ventas. «Ni la quiero, no es soberbia», dice. Igual habla con Miquel Barceló de las fuerzas centrípetas y centrífugas de los círculos del toreo que con el Rey de España de los secretos de la bravura en una barrera de la plaza de Valencia.
¿Qué relación ha sostenido con los animales?
Íntima. Mi acceso al toreo es por vía de la etología. Viví en Alicante en un mundo especial. Un sitio que por la mañana funcionaba como escuela taurina y por la noche como cine de verano. Las vacas invadían cualquier acontecimiento con su presencia. Y eso te va involucrando en una forma de vida. Una de mis pasiones era penetrar en ese mundo animal. Me ponía en los comederos y me cubría de paja. Las vacas me iban descubriendo según se la iban comiendo. Me daba un cague que me moría. Esas historias fomentaron mi relación con el toro.
Se da en usted el libro de Ortega, La Caza y los Toros.
Siempre mantuve una ética muy exigente con el animal. Cazar no era el simple hecho de abatir un animal. Era rececharlo, descubrirlo y pensar, descender a lo más básico del ser humano como animal. Somos en definitiva una criatura más. Y ese descender a lo más básico suponía descubrirte en ese aspecto totalmente primario.
En qué momento la sociedad le dio la espalda a la muerte?
Un periodista comentó a José María Pemán en una entrevista que en España se hablaba muchísimo de la muerte. Y Pemán respondió: «En España se habla de lo que se sabe». La relación con la muerte empieza a perderse cuando el hombre se hace totalmente urbanita, cuando pierde la relación con la naturaleza, con los ciclos, con la vida y con la muerte. A partir de ese momento, la muerte empieza a crearle al ser urbanita un conflicto grave.
Los muertos se dejan de velar en las casas. ¿Nacen los tanatorios para evitar cualquier contacto?
Es que la muerte en el campo era un hecho natural. Velar al muerto en la mesa del comedor no generaba ninguna aprensión. Después se volvía a comer allí. Ahora tú pones un muerto en la mesa del comedor y hay que quemar la mesa y el comedor. Si no sabes convivir con la presencia de la muerte, tienes un problema existencial.
¿Por qué se sucede el alejamiento de la izquierda del mundo rural y los toros?
Es que ha cambiado completamente la izquierda. La izquierda antes estaba más cerca del campo. Incluso nace en el campo. Todos los movimientos de izquierda se inician primero en el campo y después en la industria. Pero primero en el campo, que era donde más miseria había. La industria garantizaba cuanto menos un sueldo. Ahí empieza a fallar la izquierda, en su olvido del campo. Hay una vuelta a la ecología pero es una ecología fatalmente planteada. Es una ecología de laboratorio con un componente de piedad hipócrita.
¿Le ve futuro a la fiesta brava?
Sí porque contradice absolutamente todo lo que la ciencia, la sociología y la industria proponen. Es todo lo contrario. Nos reconocemos en los toros porque participamos en una ficción. Todas estas ficciones nos ayudan a sobrellevar nuestros problemas existenciales. El hombre ha vivido mintiéndose constantemente. La religión, el arte, todo eso son esas mentiras que lenifican la vida. Tendremos que vivir como los cristianos en Roma, los judíos en Alemania y los ucranianos a orillas de los rusos.
Como un arte subversivo.
Exacto. Y en tensión siempre. Además como el arte es inútil, no tiene ningún contenido práctico, sólo a nivel metafísico, nos proporciona sensaciones de beatitud. No tenemos argumentos para defender algo que no tiene una repercusión. Hay otra cuestión que me fascina. Y es que en el círculo mágico de una plaza de toros se pierde absolutamente la entidad política, de ideologías, de estatus social. O sea, el ser humano entra a la plaza de toros limpio y se convierte en un ente estético, única y exclusivamente.
¿Le costó mucho tiempo soltar el miedo acumulado durante 35 años de profesión?
La relación con el miedo me ha hecho tremendamente feliz. Ese miedo me ha hecho vivir la vida de otra forma. Le daba importancia a las cosas mínimas. El café que me tomaba vistiéndome de torero tenía un sabor especial. Vivo ahora en una etapa de sedación desde que se acabó.
Intuyo una nostalgia del miedo.
Es que el miedo era vivir. Uno es consciente de que está vivo precisamente cuando acorta la distancia con la muerte. Es cuando vive con toda intensidad.
Su tauromaquia constituía un tratado de filosofía.
No lo sé. Al principio, como le ocurre a todos los artistas, estaba influido por muchas corrientes, muy curioso pero disperso. En aquel momento era un torero anacrónico. Fui censurado muchas veces. Me llamaban histriónico. Y poco a poco me fui desprendiendo de complejos para encontrarme por el camino.
Gastaba trajes antiguos, revivía una tauromaquia en movimiento, un concepto de espectáculo total, gallista, y usaba palabras viejas como «destreza» y «habilidad» que entroncaban con el Mediterráneo y los juegos cretenses del toro.
Es lo que viví en la escuela taurina de mi padre con aquellos taurinos de la época. Algunos de ellos hablaban con el toro. Estoy impregnado de la idea de espectáculo global. En la plaza, como en escena, no puedes dejar espacios en blanco. Todo debía tener una línea conductora. La lidia es un guión perfectamente articulado que el toro trata de desarticular.
Entablaba también diálogos con el público.
Y lo encabronaba a veces. Al final lo que haces es llevar una proyección tuya a escena y tienes que captar la atención del público, incluso provocarlo. No con intención de maldad, pero sí de crear un conflicto en el espectador.El artista que no crea conflicto en el espectador no interesa. Es un artista plano. Yo quería ir siempre un poco más allá con todo, en el tercio de banderillas, en los quites…La transgresiones han de ser ordenadas para que se encajen en el público. Una transgresión demasiado acentuada se puede convertir en una especie de provocación agria.
¿El arte contemporáneo ha sabido captar toda la potencia de la tauromaquia?
Es más exacto hablar de artistas. Cada artista se conmueve ante una faceta del espectáculo. Francis Wolff dice que esto es un vacío donde hay religión, arte, ballet, valor… Los aficionados los percibimos de forma global, pero los artistas se mueven por determinados elementos de la lidia. Y esto es lo que a mí me ha hecho descubrir estancias del toreo que hubiesen permanecido toda mi vida veladas si no hubiese sido por la mirada del artista. Esto es lo fabuloso, que cada artista sea capaz de concebir un mundo original en el toreo. Miquel Barceló insiste en cómo el toreo puede transformar la materia.
¿Cuál es la influencia de sus estudios de Bellas Artes?
He vivido obsesionado por ver realmente qué acercaba el arte al toreo y qué acercaba el toreo al arte. Descubrir ese sincretismo entre una disciplina y otra. He leído todo, te garantizo que me quedan muy pocos estetas por leer, escarbando en los vasos comunicantes. A nivel escénico influyó en los colores elegidos y los trajes. Buscaba la identificación, la comodidad, sentirme reconfortado. Necesitaba esa estética (chaleco bajo, hombreras anchas, la casaquilla recta). Nunca me he catalogado como un torero de arte. La naturalidad era importante.
Había una influencia de los Bienvenida en esa naturalidad.
Disfrutaba cuando las cosas salían bien. No soy un torero valiente, pero tampoco he pasado miedo en la plaza. He visto toreros muertos en el patio de cuadrillas que luego se arrimaban como leones. No voy a dar nombres, pero muertos. Yo disfrutaba. Cogía un par de banderillas y era un deleite, sumergido en esa atmósfera. Hedonismo puro. Me enseñaron a hacer fácil lo difícil. Estoy imbuido de esa naturaleza sin aspavientos
¿Ser rara avis le llevó a manejarse mejor con los artistas de otras disciplinas que con compañeros y taurinos?
Hay una parte en la que congenio perfectamente, que es la parte de la tauromaquia. Pero en la mayoría de los casos no tengo nada que ver con esa gente. No porque sea un ser superior, sino porque mi conversación va en otra dirección. Cuando dejabas de hablar del campo, la vaca o la ganadería, se acababa todo. Me ha costado trabajo estar inmerso constantemente en el mundo del toro. Por eso apunto que he sido toreador.
Explíquelo.
El toreador se ciñe a la escena. Y el torero tiene que vivir «en torero» dentro y fuera de la plaza. Esto es un concepto bienvenidista, pero incompatible en estos momentos con la sociedad. En tu ámbito puedes seguir viviendo «en torero», pero si lo haces fuera de tu ámbito, eres un mentecato. No puedes ir de matador por la vida. Ya somos raros por haber elegido esta profesión en la sociedad actual, y no quiero trascender por esa anomalía.
¿Para seguir idolatrando a los mitos conviene no cruzarse con ellos de paisano?
Es mejor crear cierta distancia en el momento que admiras a alguien. El ser humano a veces defrauda su producción.
¿Qué torero de hoy es el que más te atrae?
Morante, sin lugar a dudas. Reconozco en él la tauromaquia casi global. Tiene el valor que no demuestra, la técnica que no exhibe. No se puede ser más auténtico. Sus excentricidades brotan de lo más profundo del alma. No hay sobreactuación. Me emociona del mismo modo que ciertos pintores y ciertas obras de arte. Morante es un torero para derramarse en lágrimas.
Respondió usted a la idea de torero de Madrid.
Sí, porque Madrid tiene un concepto que equilibra muchísimo el toro y el torero. Incluso con sus brotes psicóticos. Pero hay un equilibrio total entre lo que aporta el toro y lo que soluciona el torero. Fue como estar casado con una estrella del rock. Está lleno de idas y venidas, de momentos dulces y momentos muy tortuosos.
¿La faena de su vida se dio en su despedida madrileña, con Beato, en 2009?
El artista está movido por la insatisfacción y sobre todo en un toreo donde hay un elemento que nunca gobiernas: el toro. Si pongo en una cuartilla lo que deseaba esa tarde, me hubiese conformado con muchísimo menos. Fue una tarde complicada y, al final, se convirtió en un sueño. Despedirme así fue una lotería.
¿Tiene placa en Las Ventas?
Ni la quiero. No es soberbia. La gente a veces se interpreta mal cuando digo “no quiero premios, no quiero nada”. La Callas necesitaba salir a que la adulasen. Y es lo que he querido evitar en el toreo, siempre. Y si yo hubiese tenido siete vidas como los gatos, una se la hubiese dedicado completamente a los toros para mandar en esto. Descarté vivir obsesionado por mi profesión.
Ahora que las facultades merman, ¿le da miedo la vejez? La vivo como el agricultor. Me hago viejo mirando el árbol. Quiero decir con esto que lo que quiero es que el árbol fructifique, que el árbol crezca, y mientras me voy dando cuenta de que el que está cumpliendo años no es sólo el árbol… A partir de cierta edad no hay futuro.
¿Teme a la muerte?
No le tengo ningún escrúpulo desde mi agnosticismo, ni miedo siquiera. Sé que soy una nube en el tiempo. Nunca me ha preocupado trascender. He venido aquí a divertirme, mientras físicamente responda. Me da mucha pereza morirme porque vivo muy bien.
El abogado colombiano llama a los aficionados a «crecerse ante el castigo», y se lamenta por los hombres y mujeres que trabajan en el campo bravo, a los que, de un plumazo les han destruido su vida, su trabajo y sus ilusiones
Por primera vez en mi vida, anoche me acosté sin esa hermosa sensación de ser y sentirme libre. Todos los días de mi vida llevo en mi mente y en mi corazón a mis Padres. De ellos recibí unos valores, unos principios, una disciplina y unas costumbres que me han orientado a lo largo de los años. Llevo en mi mente y en mi corazón la lengua castellana, la religión católica y un patrimonio cultural que se extiende allende los mares hasta nuestra cuna hispánica. Y, como no, dentro de esas costumbres culturales se encuentra el amor y la admiración por el toro de lidia. Esas tardes, en mi Popayán natal, cuando de la mano de mi padre me encaminaba hacia la plaza de toros hacen parte de los hermosos recuerdos de mi niñez.
Triste pensar que mis hijos, cuando conformen su familia, no podrán hacer con mis nietos lo que mi Padre hizo conmigo y que, siguiendo su ejemplo, yo pude disfrutar al llevar a mis dos hijos a la Plaza de Toros de Santamaría. Allí crecieron, con libertad, descubriendo, entendiendo y amando la tauromaquia. Hoy los taurinos colombianos somos víctimas de unas minorías, claramente despóticas, que se han arrogado la autoridad de decidir que cultura es buena y que cultura es mala. Fascismo puro y duro que pretende uniformar a nuestra sociedad, imponiendo sus gustos, sus ideas y su particular forma de entender lo que debe ser una sociedad, donde prima el irrespeto hacia las diferencias y la no aceptación del otro. La prueba reina del despropósito de los mal llamados “animalistas” es que su hipócrita preocupación por el toro conlleva la desaparición, del territorio colombiano, de una especie animal, el hermoso toro bravo. Se trunca de un plumazo el trabajo de generaciones de ganaderos que con amor y dedicación han protegido un valioso patrimonio genético que hoy votan a la basura. Ese esfuerzo por mantener vivos los encastes Santacoloma, Tamarón, Conde de la Corte, Contreras, Murube y tantos otros se destroza y no les importa. Como tampoco muestran preocupación por el daño ecológico al perderse la protección y el equilibrio ambiental en las grandes extensiones en donde hoy pasta el toro de lidia. No quiero imaginar el sentimiento de los hombres y mujeres que laboran en el campo bravo. De un plumazo les han destruido su vida, su trabajo y sus ilusiones. Que dolor.
No solo se ha dejado de lado nuestra historia y nuestras raíces. También se ha desconocido el precedente constitucional. En varias ocasiones la Corte Constitucional hizo un llamado al poder legislativo para que armonizara dos valores constitucionales enfrentados: la protección animal y las tradiciones culturales. Pero esa armonización no se podía dar por la vía de la prohibición sino por la vía de la regulación. Así se les advirtió a lo largo del trámite de esta iniciativa. Además de señalar en varias ocasiones, y que constan en las actas respectivas, que el proyecto se estaba tramitando en una comisión que no tenía la competencia para hacerlo. Esa batalla constitucional, que nadie lo dude, la dará el sector taurino.
Pero bueno, es el momento de crecerse ante el castigo. Mi Padre también me enseñó que el ser humano no debe rendirse ante la adversidad. Los toreros lo entienden muy bien y son fiel ejemplo de ello. Seguiremos en la batalla por la defensa de nuestra cultura, de nuestras tradiciones, de nuestros orígenes, con la esperanza de que algún día “se abrirán de nuevo las grandes alamedas por donde pase el hombre libre”.
Más allá de la posición que los ciudadanos tienen sobre el curso que ha tomado el país, los desencantos, los taurinos expresan hoy con respeto pero con firmeza su grito por la libertad , por la pervivencia de las culturas y tradiciones.
Y es evidente que una expresión como la que se vivió en calles y plazas debe ser escuchada en el gobierno y el Congreso , medir el clamor, atender los reclamos y no sumergirse en una negación de lo ule es evidente. multitudes acudieron a la marcha de la democracia ver video
En el video podemos ver una gigantesca valla, con la foto de la plaza de toros la santamaría tomada el 22 de enero del año 2017 cuando se reabrió la plaza finalizada la administración de la alcaldía de Gustavo Petro. en la imagen se aprecia un lleno total los aficionados en ese momento están de pie cantando el himno nacional y gritando LIBERTAD LIBERTAD LIBERTAD. Cuatro años después,durante la alcaldía de Claudia López la Santamaría vuelve a ser cerrada, por imposición de la mandataria.
Podemos discrepar, podemos disentir y los taurinos estamos prestos a la regulación pero no aceptamos por improcedente la prohibición, que es negar la existencia de miles de colombianos que pensamos diferente.
Ojalá haya racionalidad en los altos poderes ejecutivo y legislativo para enmendar los yerros y escuchar ese clamó de las calles y plazas de este domingo.
En cada rincón del país en el que esa fiesta taurina se asentó como parte de su ADN hay una expresión en defensa del empleo , del ejercicio del derecho a escoger profesión y oficio y que rechazamos esa nefanda propuesta de reciclar . Quieren acabar con un patrimonio, el toro de lidia y dejar en la calle a centenares de personas que dependen de la tauromaquia.
El patronato de la Fundación Toro de Lidia ha acordado que a partir de este mismo año 2024 se fije un Día Internacional de la Tauromaquia “en el que todos los que amamos y vivimos este maravilloso espectáculo que es la Fiesta de los Toros en todo el planeta, podamos manifestarlo y celebrarlo, unidos y en comunidad”, afirma Victorino Martín.
Y en Colombia, el torero Gitanillo plantea el día nacional de las tradiciones culturales de la que hacen parte manifestaciones muy arraigadas como el coleo, las cabalgatas, el rejoneo, las corridas, novilladas, el combate de gallos.
El torero está preparando un proyecto para buscar la fecha y que un día en el año esas expresiones unidas al currulao, al bambuco, al vallenato, al pasillo, a las danzas , el porro, la cumbia, se expresen de manera contundente.
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