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Colombia nos duele. Editorial de Mundotoro sobre la crítica situación de la fiesta en nuestro país

( El editorial no puede ser más explicativo, mas generoso con mi país, mas entusiasta, mas lleno de cariño y afecto. Gracias Mundotoro )

Sólo la fecha de unas elecciones presidenciales del 29 de mayo puede detener el proceso de prohibición de todo tipo de festejos relacionados con los toros en Colombia, desde las populares corralejas o becerradas hasta las corridas de cualquier plaza, ciudad o feria. Al aficionado o al público español, incluso al profesional español de la actualidad, este suceso le produce un lamento leve. Hay una especie de hartura por las noticias negativas, de tal forma que, el suceso gravísimo e histórico, de que la Cámara de Representantes de Colombia haya votado a favor de la elaboración de una ley que prohíba los toros en todo el país, apenas ha transcendido en España, ni siquiera en su apartheid taurino.

Es como si, desde hace muchos años, cuando comenzó este proceso, ya se diera por perdido el toreo en este país. Colombia suena a lejanía a la mayor parte de los nuevos aficionados, todos los que no vivieron el boom del toreo en Bogotá, Cali, Manizales, Medellín, Popayán, Cartagena de Indias y muchas plazas, al rebufo de un torero igualmente desconocido para ellos, César Rincón. Los toreros actuales, excepto los de larga trayectoria, apenas conocen Colombia. Es un eco de una tauromaquia que les suena a siglo pasado, pero, en tiempo histórico, apenas hace diez minutos que era un país excelente en lo taurino.

Colombia suena a lejanía a la mayor parte de los nuevos aficionados, todos los que no vivieron el boom del toreo en Bogotá, Cali, Manizales, Medellín, Popayán, Cartagena de Indias y muchas plazas, al rebufo de un torero igualmente desconocido para ellos, César Rincón’

Si no existe memoria, no hay referencia. Por tanto, Colombia no nos duele. Como tampoco duele Quito o casi toda Venezuela. En realidad, el Ecuador de toros lleva hoy el apellido Cobo, de José Luis, fuera de sus argucias y revelaciones para dar toros, no hay un Ecuador de toros. Esto se ha perdido, y, además se pierde de una forma extraña pero lógica: hemos dejado un vacío grande que se deriva de pequeños y constantes vacíos y ausencias año tras año, desde que la moneda colombiana o la ecuatoriana o la venezolana, sobre todo, dejó de ser dinero fuerte. Pero, aún así, el toreo podría haber sobrevivido.

Hace años que España dejó de ser el nexo de unión de todos estos lugares. Una especie de Cosmópolis sobre la que gravitaba la potencia taurina de cada uno de estos países. Eran tiempos en donde la “familia” taurina tenía un número y una geografía muy amplia, unas relaciones humanas y culturales vastas. Fue entonces cuando la idea de una especie de Internacional del toreo debió haber sido creada, de tal forma que, más allá del negocio, hubiera una estructura común, organismos de alerta, análisis y lucha frente a una Internacional que sí se formó en ese tiempo. La prohibicionista. Fruto de esa internacional animalista, financiada por las grandes transnacionales de la alimentación y aupada al poder por las “nuevas” izquierdas, llegaron las épocas de las prohibiciones. En estrategias fragmentadas, pero a compás: Cataluña, Quito, Venezuela, Colombia, México… Todo forma parte de lo mismo.

‘Fruto de esa internacional animalista, financiada por las grandes transnacionales de la alimentación y aupada al poder por las “nuevas” izquierdas, llegaron las épocas de las prohibiciones. En estrategias fragmentadas, pero a compás: Cataluña, Quito, Venezuela, Colombia, México… Todo forma parte de lo mismo’

Esta ausencia de unidad global del toreo como actividad, como derecho y como cultura, está siendo escaso enemigo para la “contra”. Hay un sumando: el toreo no ha sabido calar socialmente en las neo ideologías (ausencia de ideología) de las nuevas generaciones, muy manipuladas por los mensajes vía tecnología, la ausencia de cultura y la ausencia de referencias. No olvidemos que España, el país de la cultura como referente mundial, ha eliminado a la filosofía de las aulas y la historia sólo cuenta desde 1812. No es un detalle liviano. Por otra parte, estas nuevas generaciones han asumido como propio el falso mensaje ecologista del animalismo. Un mensaje que nos pertenecía, pero que no hemos sabido lanzar nunca. De tal forma es así, que las tauromaquias son, en el imaginario generacional nuevo, los causantes del no ecologismo por mal y trato animal. Una barbaridad.

Colombia está lejos, sí. Lo está Venezuela, y lo está Ecuador. No está lejos, sin embargo, Cataluña, o Gijón, u Oviedo, o Galicia, por mencionar lugares más familiares y reconocibles. Y, sin embargo, hay para estos lugares ya sin toros el mismo leve gesto de lamento. No es una cuestión y distancia. ¿Qué es entonces? Una cuestión de debilidad, posiblemente. De anacronismo respecto a la incultura actual. Nada fuerte puede ser prohibido. Hay como un germen de pesimismo levitando en nuestro presente que nos hace no creer en nuestro futuro. Y, sinceramente, los que manejan los hilos del toreo ya parecen cansados, dedicándose a que la debilidad del negocio le permite durar algunos años más. Colombia no está lejos. Lo que está lejos es la grandeza histórica reciente del toreo. Ésta es la que está ya muy lejos. Pero seguiremos dando la batalla, incluso a pesar de la laxitud y/o incompetencia de nuestro cainismo, porque la obligación de quien tiene un principio es que éste no tenga final.


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