Cristian Restrepo tiene 13 años, hijo de torero, recorre los pasos que su progenitor dio hace varios años y con todos los sueños intactos ya está en Madrid en la Escuela Taurina que dirige el maestro José Pedro Prados «El Fundi» con quien aparece en el ruedo de Las Ventas y a la izquierda Rafael de Julia, profesor.
El chico de orígenes vallecaucanos ya puede decir que es otro torero colombiano que ha pisado el ruedo venteño.
Como ocurre con soñadores como Felipe Miguel Negret, estudiante de derecho, con una vida sosegada y tranquila y quien puede acariciar un futuro sin tropiezos en su profesión.
Pero él quiere ser torero y su padre, el jurista Felipe Negret no tuvo mas remedio que aceptar la decisión del joven.
Algo, o mucho diría yo, tiene el toreo de mágico, de duende, de impulso espiritual superior para que esos dos jóvenes -Felipe Miguel y Cristian Restrepo- abracen ese espinoso pero maravilloso sendero de la tauromaquia donde se ofrenda la vida ( y no es retórica de lo que hablo).
El toreo no tiene explicaciones racionales y menos para estos chicos que anidan en su corazón el deseo de ejercer en la vida profesional lo que aman: ser toreros y como en Colombia hay libertad para elegir profesión u oficio, nada qué controvertir
El chico Cristian Restrepo ya está en Madrid para comenzar ese peregrinaje.
Mientras Felipe Miguel a partir del 15 de marzo compartirá con el hijo de Gitanillo, Santiago y Arturo Sierra en la CART, por Colombia.
Y con 57 jóvenes de varios países, el Centro de Alto Rendimiento Taurino promovido por Casa Toreros y directamente por don Pablo Moreno en Jalisco.
Al abrir el penúltimo curso, el director de Asuntos Taurinos, don Miguel Abellán que se formó allí, les decís a los anhelantes jovenes :
“En la Escuela Taurina de Madrid os van a enseñar a ser gente de provecho, en la faceta profesional y personal que la vida os depare”.
El director gerente del Centro de Asuntos Taurinos compartió con los jóvenes las cinco claves, que él considera imprescindibles para llegar a ser matadores de toros:
capacidad de sacrificio, constancia, disciplina, madurez e ilusión.
“No vais a tener una infancia al uso como vuestros compañeros del colegio o del barrio, pero mantened la ilusión suficiente, para superar todas las barreras que encontréis en vuestro camino”.
Miguel Abellán ingresó en la Escuela Taurina de Madrid con dieciséis años, en 1994.
“Por aquellos tiempos, El Juli era el alumno que estaba por encima de la media, pero había muy buena sintonía entre todos y una rivalidad sana.
Recuerdo esa época con especial cariño”.
Cuatro años después, en 1998, Abellán conseguía cortar tres orejas en Las Ventas a una novillada de El Torreón y salir por la Puerta Grande.
“Mi etapa de novillero fue fugaz y fulgurante. Tenéis la obligación de demostrar ante vuestros profesores que queréis ser toreros.
Nadie os puede ganar en eso. Yo, en la Escuela, entraba el primero y salía el último. Era una cuestión personal por superar al que más sabía”.
A continuación, con humildad, el torero madrileño rememoró su alternativa en Alicante de manos de José María Manzanares padre y Enrique Ponce.
“Fue un sueño, pero creo que aquella tarde me pudo el escenario y el cartel.
Ellos me engulleron. Si algún día llegáis a ser matadores de toros, os quedará lo más bonito y difícil del camino”.