El toreo está cruzado de hermosas anécdotas, de vivencias entrañables , de caminos que se encuentran en esas vidas cruzadas de las cuadrillas que comparten la furgoneta, los silencios, el bocadillo, las lágrimas, las alegrías y las confidencias, es un mundo de mucha humanidad porque este misterioso ritual está nutrido de valores.
Esta curiosidad que recoge El Mundo y que hace parte del libro ‘Otras 300 anécdotas taurinas’, editado por La Esfera de los Libros , me la contó el propio Emilio hace un par de años y que, como saben los taurinos, pasó una temporada toreando en la provincia colombiana en tiempos en que ni caso le hacían en España. Pero, bueno, vale la pena relatar esa amistad de quien tras el apoderado Alberto García es el hombre clave en la vida torera cotidiana de don Emilio, el torero vallecaucano Guerrita Chico que es su fiel escudero. Ese relató lo conté en Caracol radio en una de las transmisiones de la feria de Cali y la reseñé en estas páginas.
Emilio de Justo y Hernán Ocampo Guerrita Chico son dos toreros que compartieron sueños desde sus inicios. Y que consolidaron una gran amistad desde que el colombiano llegase a España y se instalara en Cáceres, donde entrenaba a diario con el extremeño. La suya es, por tanto, una relación familiar, «casi como hermanos» como relata De Justo.
En esos primeros años, Emilio de Justo también acompañaba a Guerrita Chico a Colombia. Una tarde, anunciado en Tuta, en el distrito de Boyacá, al colombiano se le planteó un problema: el mozo de espadas que solía ir con él también lo hacía a las órdenes de José Luis Angelino, que actuaba precisamente esa misma tarde en la misma corrida.
El mozo de espadas intentó entonces trabajar para los dos y así doblar sueldo pero a Guerrita, acompañado por un entonces tieso De Justo, se le ocurrió que podría ser él el que realizara esa función y así ganarse un dinero.
Y así sucedió: Emilio de Justo vistió a Guerrita y fue el encargado de entregar los trastos y estar pendiente de su amigo durante una corrida que contó con un final inesperado, y es que finalmente, el mozo de espadas veterano tiró de pillería y acabó llevándose los dos sueldos. «Fui su mozo de espadas y encima gratis. Guerrita, me debes una», bromea De Justo recordando la anécdota.