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Luis Freg, «Don Valor», el mexicano que cortò mas orejas en Madrid que su compatriota Gaona

Luis Freg Castro, matador de toros mexicano (Nonoalco, 21.06.1890), podía contar en su
cuerpo las cicatrices de medio centenar de heridas causadas por las astas. Se le conocía en
España por el sobrenombre de Don Valor, y en atención a la pureza de sus volapiés y su
mortífero estoque le llamaron también El Rey del Acero. En Madrid cortó más orejas que
Rodolfo Gaona, su ilustre coetáneo, y fue un favorito de la afición de Barcelona, la que
más corridas veía cada año. Es muy probable, sin embargo, que el lector de esta columna,
buen aficionado, haya oído hablar de Freg poco o nada. Son los misterios que encierra no
ya la historia del toreo sino la vida en general.
Desde luego, no era Freg un torero artista; tampoco un dominador neto en una época en
que la mayoría de los toros era eso lo que pedían: que el espada en turno les pudiera y les
hundiera el sable pronto y bien. Luis Freg fue sencillamente un torero, oficio cuyos
atributos morales pueden sintetizarse con el sustantivo pundonor, que implica estar en
posesión de un acendrado sentido del deber, como tendría que ser obligatorio para todo
matador. Y eso, matador sin tacha de toros auténticos es lo que fue Luis Freg, torero con
apellido de origen germano pero raigambre inequívocamente mexicana.
La Barcelona de Balañá. Catalán de pura cepa, Pedro Balañá Espinós rigió los destinos de
las dos plazas mayores de la Barcelona del siglo XX –la Monumental y Las
Arenas—durante casi cuarenta años, del último tercio de los años 20 a 1964, pocos meses
antes de su deceso. Era, antes que nada, un sagaz hombre de negocios, y no tardó en

situar a su ciudad como la primera urbe taurina del mundo por número de festejos y por
afluencia de público. Se le ha considerado con justicia el mejor empresario de toros de la
historia.
Uno de los secretos del éxito de Balañá fue su perfecta sintonía con el espíritu abierto de
los catalanes, alejado lo mismo del localismo cerril de los sevillanos que del supremacismo
pontifical de los madrileños. Y si alguna vez partió plaza en Madrid una terna
íntegramente mexicana (17.04.1932: Fermín Espinosa, Heriberto García y David Liceaga
con toros de Alipio Pérez Tabernero), en Barcelona no fueron uno sino varios los carteles
con solamente matadores aztecas, incluso antes de que la empresa de Balañá padre
anunciara, apoyara y valorara con la mayor naturalidad a diestros nacidos fuera de
España, matadores o novilleros. E incluso subalternos, como el mexicano Mariano Rivera,
que residió durante un cuarto de siglo en la ciudad condal y participó allí en más de mil
festejos antes de caer, vestido de torero, sobre la arena de la Plaza México, fulminado por
un infarto al miocardio cuando daba la vuelta al ruedo acompañando a su jefe de filas
Emilio Ortuño “Jumillano” (30.01.55). Mariano tendría una destacada participación en el
festejo aquí referido.
Freg se despide de España. El 23 de agosto de 1931 se celebra en Barcelona la primera
corrida con cuatro matadores mexicanos y ocho toros en una plaza española. Entendió
Balañá que el adiós de Luis Freg ameritaba darle carta blanca al homenajeado para que
formara un cartel a su gusto con vistas a procurarse buenos beneficios económicos, y Freg
invitó a sus paisanos Juan Espinosa “Armillita”, Pepe Ortiz y Alberto Balderas a compartir
cartel con él. No se llenó la Monumental, pero el público barcelonés, receptivo y cariñoso,
tuvo ocasión de reiterar su antigua admiración por el Rey del Acero. Éste, a su vez,
correspondería arrimándose como de costumbre, y estoqueando con absoluta pureza y
verdad a los dos ejemplares que le correspondieron, ambos con el hierro de Alipio Pérez
Tabernero, como el resto del encierro.
No estuvo bien Juan Armilla, a punto ya de abandonar muleta y espada para formar parte,
con Zenaido Espinosa, de una colosal dupla de peones y banderilleros a las órdenes del
hermano menor de ambos, Fermín Espinosa “Armillita”, pero Pepe Ortiz y Alberto
Balderas sí se lucieron, especialmente el tapatío, para dar sendas vueltas al ruedo. Luis
Freg, tratado por el público barcelonés con especial afecto, fue el amo de la tarde y salió
en hombros por última vez de una de las plazas donde más admiradores cosechó su
invariable entrega.


La crónica de “Trincherilla”. Por su valor testimonial y porque refleja el espíritu de la
catalanidad bien entendida dedicaré un espacio significativo a la reseña que de la citada
corrida hizo el crítico Trincherilla para el semanario catalán La Fiesta Brava. Esa tarde,
Freg puso punto final a veinte campañas europeas consecutivas en las que llegó a sumar,
amén de varias cornadas cuasi mortales, 294 paseíllos. Sólo dos matadores nacidos en

México llegaron a torear más corridas en España: Rodolfo Gaona (539) y Fermín Espinosa
“Armillita” (383).
Vamos, sin más, a una selección de las líneas que Trincherilla le dedicó al suceso:
“Yo no puedo creerlo. No es posible que esta sea la última vez que en Barcelona
aplaudamos a este torero, todo hombría, todo dignidad (…) cosido a cornadas en veinte
años de ostentar orgulloso el airón de su pundonor profesional (…) más que un torero que
se va pareció un novillero que llega, desbordante de afición y ambicioso de gloria. No
quiero creer que Luis Freg no vuelva a pisar más estos ruedos, escenarios de sus mayores
triunfos (…) El domingo nos demostró que aún puede codearse dignamente con los
gerifaltes de la torería, quienes tienen mucho que aprender de él. Y no me refiero a su
pundonor, virtud intransferible, sino a sus cualidades de TORERO, así, con mayúsculas. Ha
pasado Luis por los ruedos encasillado como estoqueador valeroso y no se le ha hecho
justicia, porque en él hay un artista que ha sabido siempre adaptarse al toreo evolutivo.
A oreja por toro. “Torerísimas fueron las verónicas que Freg ejecutó esta tarde porque
paró, templó y mandó como los grandes (…) Torerísimos sus quites — ¡ aquel majestuoso
galleo en el tercer toro!…—, torerísimas sus faenas de muleta. Erguido, arrogante inició el
trasteo en su primero (…) quieto como un poste, sin enmendar su terreno, jugando los
brazos acompasadamente y dejándose acariciar la pechera por el pitón del enemigo
(Fueron) cuatro muletazos inmensos y los acordes de la música se confundieron con el
trepidar de los aplausos. Continuó toreando por naturales y de pecho, altos y cambiándose
de mano la muleta, muy ajustado, de impecable ejecución. Una gran faena digna de un
gran torero (…) y cobró una gran estocada poniendo en el ataque su proverbial majeza.
Estalló la ovación clamorosa, emocionante, se le concedió la oreja y recorrió el ruedo
recibiendo las más francas demostraciones de entusiasmo.
Un «regalo» fue el quinto toro. Tardeaba, pero cuando se arrancaba lo hacía
descompuesto y con fuerza de ciclón. Brindó en los medios la muerte de este bicho y sin
arredrarle desafió de largo para un ayudado por alto, grandioso, emocionante. Repitió el
muletazo y en el tercer viaje sufrió un acosón serio. Intervino eficazmente Mariano Rivera
para quebrantar al morito, que seguía sin abrir la boca (…) Y aprovechó Luis una igualada
para entregarse en un estoconazo formidable, hasta las uñas ¿Quién acierta a reflejar la
emoción que produjo este momento? Volvió Luis a cortar la oreja. En tanto el público, en
pie, daba rienda suelta a su sentimiento aclamando al torero que se iba en pleno triunfo.
Freg, embargado por la emoción, lloraba (…) y no fueron pocos espectadores que tampoco
pudieron reprimir una lágrima rebelde…
¿Se va Luis Freg ? No puedo creerlo, no quiero creerlo. Debe ser doloroso renunciar a una
vida en la que se tiene puesta toda la ilusión. Aunque ésta esté sembrada de injusticias y
de ingratitudes.” (La Fiesta Brava, semanario. Barcelona, 28 de agosto de 1931)

Los tres mexicanos. Al mayor de los Armilla, falta de clase y de sitio, Trincherilla lo trata
con suma consideración, ya que ”cumplió su deber acudiendo al llamamiento de su
compañero y paisano. Su desinterés le pone a cubierto de toda censura (…) Ni
banderilleando, en lo que siempre rayó a gran altura, logró hacerse aplaudir. El público se
mostró respetuoso con él.” En cambio, se vuelca en elogios hacia Pepe Ortiz; se ha dicho
que El Orfebre Tapatío pasó inadvertido por España, donde toreó poco y sin especial
relieve. Juicio demasiado ligero que este cronista catalán de alguna manera desmonta,
añadiendo al hecho de la oreja que acababa de cortar en Madrid –plaza a la que jamás
volvió— la noticia de un trato parecidamente injusto en Barcelona. Leamos: “Reaparecía
Pepe Ortiz, a quien desde su alternativa en esta misma plaza el 20 de junio de 1926 no
habíamos vuelto a ver (…) más que reaparición fue debut, y había curiosidad por juzgar a
este torero de quien tantos y tan entusiastas elogios ha hecho recientemente la prensa
madrileña.


Pepe Ortiz justificó plenamente su fama de artista excelso (…) puso en esta corrida el tono
de señorío (…) Torero finísimo con el capote, lanceó suavemente a su primero, sujetándolo
cuando quiso irse. Y en su quite nos maravilló con unas «orticinas» deslumbrantes de
alegría y elegancia, bellísimo lance en el que el genio creador de este gran torero se
muestra con toda su imponderable grandeza y del que teníamos una idea remotísima a
través de la grotesca interpretación que le diera Manolito Bienvenida (…) Trepidó la
ovación y sonó la música. Si en la corrida no hubiera hecho otra cosa, ese quite le hubiera
bastado a Pope Ortiz para consagrarse ante este público como torero de recia
personalidad. Pero el tapatío venía decidido a triunfar rotundamente. Y lo consiguió.
Brindó la muerte del primer toro a Freg, se abrazaron ambos. Gazapeaba el toro. Muy
torero, con gran prestancia dio el ayudado alto, dobló superiormente en cuatro muletazos
por bajo, muy dominador (y siguió) valiente y artista, con sello de torero cumbre, entre
ovaciones, antes de liquidar al de Alipio de un buen pinchazo y una gran estocada. Se le
ovacionó y dio la vuelta al ruedo teniendo luego que salir a saludar a los medios.
Manso fue su segundo, suelto y huidizo en varas (…) Empezó el trasteo con dos pases por
alto de gran prestancia y sabor (…) Al iniciar uno de costadillo, el toro vencióse por el pitón
derecho y tropezó con el diestro (…) el hachazo al muslo derecho le rompió la taleguilla.
Dio la impresión de cornada. Sin inmutarse, siguió valeroso Ortiz, entre aplausos. Pinchó
superiormente, cobró finalmente media estocada colosal y volvieron a ovacionarle (…)
Realmente no se justifica que tan gran torero no se vea más solicitado por las empresas.
Balderas hacía su presentación como matador de toros (…) Toreó superiormente con el
capote, estuvo valiente y lucido con la muleta y decidido con la espada. Oyó música en la
faena de su segundo toro y dio la vuelta al ruedo en el primero.
Muy pareja de presentación la corrida de Alipio (…) Aunque mansurronearon algunos, en
conjunto se dejaron torear. Buen toro fue el primero. Se fogueó el último, manso sin

atenuantes (aunque) algunos espectadores protestaron esta decisión de la presidencia. (…)
Párrafo aparte merece el subalterno mejicano Mariano Rivera, torerísimo toda la tarde
bregando con acierto y eficacia y banderilleando de colosal manera (…) En el intermedio
del cuarto al quinto toro se procedió al sorteo de las monedas de oro que regalaba Freg.
Acabada la corrida, el público cogió en volandas a Luis Freg, lo paseó por el ruedo e intentó
llevarlo en triunfo hasta el hotel, a lo que se opuso resueltamente el diestro.” (íbid)
Y hubo más. Hasta aquí lo fundamental de la crónica de Trincherilla. Pero no sería la
última ocasión en que la empresa Balañá anunció un cartel con cuatro mexicanos en la
Monumental de Barcelona. El 14 de mayo de 1934, con marrajos de Pedrajas (6) y
Mariano Bautista (2) alternaron allí Pepe Ortiz, Alberto Balderas (ambos sin suerte),
Chucho Solórzano (perdió una oreja al pinchar) y Carnicerito de México (dos orejas y a
hombros). Y, además de numerosas ternas formadas por dos aztecas y un hispano,
Barcelona ofreció una combinación enteramente venezolana y además íntegramente
fraterna cuando César Girón les concedió la alternativa a sus hermanos Rafael y Curro
(27.09.56).
Como ejemplo de carteles trinacionales que provocaron gran expectación en Barcelona
tenemos el de la última corrida que Carlos Arruza toreó en España, tarde de “No hay
billetes” en que el Ciclón Mexicano doctoró a César Girón y se despidió de los ruedos el
madrileño Agustín Parra Dueñas “Parrita” con ganado de Antonio Urquijo (28.09.52).


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