El Cristo de los Toreros en la calle casi 70 años después con los alumnos de la Escuela Yiyo, entre ellos el colombiano Cristian Restrepo
Recostado en un capote de paseo morado y acompañado de jóvenes alumnos de la escuela taurina de Madrid vestidos de corto. Así salió el Viernes de Dolores por las calles del barrio de las Letras el Cristo de los Toreros, en un vía crucis que no se hacía desde 1957.
La archicofradía de Jesús de Medinaceli ha retomado este 2023 una tradición que nació en 1943 de la mano de la ya extinta Hermandad de los Toreros. Sus hermanos mayores, Domingo Ortega y Luis Miguel Dominguín, fueron los promotores de la salida de esta talla, obra de Rafael García Irurozqui y cuya casa es el convento de los hermanos capuchinos de Jesús de Medinaceli.
«Fue súper emocionante», señala Miguel Ángel Izquierdo, vicehermano mayor de la archicofradía, que destaca el respeto y el silencio que se vivió en las calles a pesar de ser una zona habitualmente bulliciosa. Además, subraya la belleza de la novena estación ante el convento de las trinitarias, que se asomaron a las ventanas enrejadas para rezar ante el Cristo.
En el vía crucis participaron además 30 damas de mantilla y seis alumnos de la Escuela José Cubero Yiyo, con su director José Pedro Prados El Fundi al frente. También estuvo presente Miguel Abellán, director del Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid, organismo del que depende la escuela.
Levantarse otra vez
Fernando Díaz, de 13 años, fue uno de los alumnos participantes. Se situó a los pies del Cristo, a su derecha, con traje campero de chaquetilla roja. A Fernando la afición le entró por las capeas que organizaban en su colegio. Cogió su primera muleta a los 4 años y a los 6 ya se puso delante de una becerrita. Ese mismo año entró en la escuela taurina, que entonces estaba en Las Ventas —ahora en la Casa de Campo—. «En su día fui el alumno más pequeño», revela.
Acude los lunes, miércoles, viernes y sábados, de 17:00 a 20:00 horas, aunque «los estudios son lo primero, ya me lo dicen mis padres». Mucha perseverancia y compromiso para este joven al que le gustan «todos los toreros» porque «todos transmiten algo: Morante, mucho arte; El Juli, mucho oficio y concentración; Roca Rey, mucho valor…».
Cuando su maestro les envió un mensaje para contarles que podían ir a acompañar al Cristo de los Toreros en el vía crucis, Fernando no se lo pensó mucho. «Soy bastante cristiano y me gusta mucho seguir al Señor», afirma con sencillez y rotundidad a la vez, así que se apuntó «porque me pareció una idea buenísima».
El recorrido por las calles de Madrid lo vivió con mucha intensidad, aunque hay una estación que a Fernando siempre le interpela de un modo especial: la novena, cuando Jesús cae por tercera vez. Precisamente la que se rezó ante las trinitarias. «Levantarse otra vez tiene mucho mérito», destaca el chaval, que lleva a su vida esta enseñanza de Jesús. «Imagínese que empiezo a estar muchas tardes mal, una detrás de otra, pues tener la fortaleza suficiente para decir “aquí estoy yo”, para superar los retos, tiene mucho mérito».
Teniendo en cuenta, además, todo lo que el propio Jesucristo hizo por la Humanidad, que a Fernando le llega con toda su crudeza en la undécima estación cuando, habiendo ya perdido «casi toda la sangre de su cuerpo», es clavado en la cruz.
Además de «cosas personales», el joven le pidió ese día al Cristo de los Toreros por toda la «gente pobre que hay en el mundo» y por la guerra de Ucrania, para «que se arregle un poco», nos dice.