Ha partido en su último viaje don Luis Galindo, el entrañable «Guerrita» de mis tertulias taurinas.

Ha partido en su último viaje don Luis Galindo, el entrañable «Guerrita» de mis tertulias taurinas.

A la derecha, con su infaltable sombrero » el gran Guerrita «, don Luis Galindo. A su lado el torero Leonidas Manrique

Luis Galindo, que ha partido esta mañana de sábado tras soportar con dignidad los males del cuerpo pues tuvo una alma generosa, amó el toreo e hizo honor a su condición de padre, abuelo.

Recuerde el alma dormida, / avive el seso y
despierte / contemplando, / cómo se pasa la
vida / como se viene la muerte / tan callando.
Coplas I, Jorge Manrique

Esta copla del poeta castellano Jorge Manrique es apenas un pequeño pero sentido homenaje a un amigo «de toda la vida».

Desde que nos saludamos la primera vez nació una amistad que se rompe ahora con su partida, que no por previsible dado el agravamiento de su condición de salud me deja una honda herida.

Pues en estos tiempos revueltos nos hará falta su consejo, su oportuna admonición, su alegría, su sentido del temple en la vida.

Porque aunque quienes no aman este ceremonial y no lo entiendan o no quieren entenderlo, el toreo que es temple nos da ese valor agregado en la vida cotidiana de la templanza para enfrentar los bruscos tiempos de tempestades de esta sociedad.

Su conocimiento de los entresijos de nuestra fiesta y su indeclinable esperanza de que más allá de las torpezas de los promotores de su fin, este ritual en sus variadas formas prevalecerá porque está íntimamente ligado al pueblo, a la cultura y esas raíces envejecerán pero no fenecerán.

Viajó Luis a España, estuvo con varios toreros acompañándolos como su consejero y en Colombia la figura de Nelsón Segura está unida a don Luis Galindo.

Este tipo de seres como «Guerrita» (él me llamaba muy temprano en las mañanas con ese apelativo y yo igual).

Comentábamos las noticias con las que amanecía este país maravilloso rodeado de tantos precipicios sociales y económicos, el devenir de la fiesta, sus quejumbres y esperanzas.

Nos alegraba saber de los triunfos de los nuestros y gozábamos con la aparición de un novillerete en el campo, o aquel torerillo «de finas maneras» que apuntaba cierto aire de figurita.

Los taurinos tenemos eso: siempre estamos del lado de lo bueno que vendrá, de las semillas que se plantan, de las flores que surjen de tiempo como el caso insólito de Rincón, el hijo de Gonzalo que una tarde de mayo de 1991 se encumbró a los altares del toreo.

Luis era un taurino forjado en lo clásico, vestía impecablemente, nunca le faltó su gorra, o su boina (tráigame una 58 pero de las que venden la plaza Mayor de Madrid, me advertía), y un día me pidió que le trajera un sombrero a estilo vienes pues Luis gustaba de portar prendas elegantes.

«El toreo me ha enseñado ese gusto porque me tocó ver a Antonio Ordoñez, a los Bienvenida, al maestro Luis Miguel, a nuestro referente del toreo en el siglo XX, Pepe Cáceres y ellos eran modelo del bien hacer en la calle o en el ruedo»,

me decía Don Luis.
Y le echaré de menos en los tentaderos, en Mondoñedo, en Vista Hermosa, en una Umbria donde gozábamos a mares viendo las embestidas de las vacas.

Nos tocó el placer de ver en un tentadero en casa de los Sanz de Santamaría a José Tomas y quedamos extasiados por la calidad de torero campero que es el de Galapagar.

Nuestros viajes a Lenguazaque a UNE, a Choachi, a Duitama, a Puente Piedra, Sogamoso para degustar el toreo en la provincia , madre de las grandes ferias y de la formación de los toreros colombianos.

Nació en Boyacá pero su vida transcurrió en Bogotá donde edificó un dulce hogar donde no faltaron el cariño y el afecto.

Por cierto, era un gran cocinero y se le daban muy bien las paellas y el salmón a la naranja.

La mesa del cafecito de chapinero donde tantas veces compartimos las cuitas estará vacía, un amigo se ha ido y parte de ese árbol de la amistad está sacudido en este otoño de la vida por sus hojas que vuelan como él a quien le llegó el momento de partir con la misma nobleza de su existencia.

A su esposa, a sus hijos, nietos, a sus amigos, mi voz condolida.

Y dejo estos verso de don Antonio Machado:

Cuando llegue el día del último vïaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

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