Jorge Oñate, y don Carlos López se nos han ido por Covid y muy recuperado el maestro Lucho Vergara
Dos personas de distinta profesión pero unidos por el toro se nos acaban de ir : Jorge Oñate, vallenato de pro, a quien le describìan como » el jilguero » ha muerto en Medellìn.
Y hace unos minutos supe de la partida de don Carlos Lòpez, ganadero y padre del rejoneador Fernando Lòpez y abuelo de una promesa del automovilismo que se nos fue muy pronto en un accidente.
Los dos murieron como consecuencia del Covid19.
LUCHO VERGARA
Bueno , quizás ante tanta desolaciòn nos queda una gran noticia y es que el maestro Lucho Vergara, canta autor hospitalizado por Covid saliò de la crisis y con ese humor tan vallecaucano, le dijo a don Bernardo Mejìa, director de Funmusica nos da la buena nueva : Eel maestro ya està conciente, lucido, saliò del coma y me contò que cuando llegò al cielo, San Pedro le dijo : no es tu hora, le dio una patadita y y lo mandò de vuelta a la tierra. Gran noticia que nos alegra sobremanera a los amantes de la mùsica colombiana.
OÑATE
El artista murió en Medellín luego de complicaciones tras la pérdida de sangre por varias intervenciones quirúrgicas.
‘El Jilguero de América’, uno de los más emblemáticos intérpretes del folclor vallenato, murió en la mañana de este 28 de febrero, luego de sufrir serias complicaciones de salud tras contagiarse y superar el COVID-19.
Oñate venía recibiendo atención médica desde el pasado 23 de febrero en el Hospital Pablo Tobón Uribe, de Medellín, tras ser trasladado desde Valledupar.
El artista vallenato estuvo inicialmente desde el 18 de enero en el Instituto Cardiovascular del Cesar, donde le practicaron exámenes generales, entre ellos, la prueba para descartar la enfermedad de Covid-19, que reportó negativa en ese entonces, aunque luego se contagió.
Posteriormente, los especialistas le aplicaron un tratamiento para la infección respiratoria que hasta esa fecha decían era de origen bacteriano.
Oñate tenía 71 años, era oriundo del corregimiento de Robles, jurisdicción de La Paz (Cesar), y desde muy joven sintió el llamado del canto en medio de las parrandas vallenatas y, con ello, la música de esta región encontró una de las mejores voces.
Su espíritu soñador lo despertó en el canto y el sonido de un acordeón, que su abuelo Juan Oñate no dejaba de visibilizar en su tierra natal. Esas narraciones empezaron a avivar y fortalecer, lo que el niño de doce años atesoró, sin que nadie se lo impusiera como tarea. Cada vez que escuchaba el sonido de un vallenato, se escaba para asistir a la parranda, para escuchar el relato de los mayores, que voz en cuello y con acordeón en pecho, narraban como lo hizo su abuelo, todo lo que vivió esa generación.
De adolescente su madre lo llevó a Bogotá. Allí estudió en el colegio de la Universidad Libre, donde cursó hasta la mitad de décimo, porque el llamado del acordeón fue más poderoso, que las ganas que tenía Delfina y sus hermanos, de verlo convertido en todo un profesional.
Posteriormente comenzó toda una carrera de éxitos gracias a su persistencia y melodiosa voz que enamoró a los colombianos y luego trascendió al exterior, pero en la madrugada de este domingo, en un hospital de Medellín, su voz se apagó para siempre.
Fueron cinco décadas que se vivieron intensamente, bajo lágrimas, derrotas, sufrimientos, pero también llantos de alegría y triunfos en medio de un camino en el que se consolidó como cantante, compositor y como Jorge Oñate, el artista que hoy está entre los grandes del vallenato, y que se despidió para estar en la eternidad.