La critica se rinde al coraje y valentía de Juan de Castilla que herido con dos cornadas, lució sus galones en Las Ventas. Ya está en casa

La critica se rinde al coraje y valentía de Juan de Castilla que herido con dos cornadas, lució sus galones en Las Ventas. Ya está en casa

Juan de Castilla , con un palizón, dos cornadas, y la conmoción, se puso un pantalón de monosabio, lidió al tercero y al sexto, un descastado de Dolores Aguirre y abandonó la plaza de Las Ventas ovacionado y con el respeto de la afición.

El Mundo titula La encarnizada guerra de un heroico Juan de Castilla con un toro de enfermería en Las Ventas y Vicente Zabala apunta :

El colombiano, herido, da la única vuelta al ruedo frente a la mansa y dura escalera de Dolores Aguirre, mal presentada y mala.

Patricia Navarro en La Razón

Veníamos del fogonazo de Juan de Castilla, que justo se había metido a la enfermería después de acabar con el toro y eso con el palizón que vieron nuestros ojos era mucho decir. El milagro tuvo hora, minuto y segundo. Pitaron de salida al tercero, primero del colombiano. Y fue justo ese el que nos puso el corazón en la boca porque en uno de los muletazos iniciales prendió a Juan de manera horrible. Si feo fue cómo lo derribó mucho más impactante la manera tan violenta de levantarlo de la arena. Lo dejó en pelotas, pero apañado con un pantalón el torero le plantó cara. Era mucho. Era todo. En cada muletazo se jugaba la cogida de nuevo. Un infierno cabía en cada arrancada de «Caracorta» y para rematar su entrega lo mató con una estocada arriba. Maravilla. Ahora no está escrito lo que le costó caer al animal. Se le pidió la oreja. No concedida. La vuelta al ruedo resultó unánime. Con las mismas, se fue a la enfermería. Esa es la gloria del torero. Una manera de ver la vida que se extingue fuera de este planeta de los toros.

Jorge Arturo Diaz en Burladero reseña

Así, como dice la tercera línea del himno nacional colombiano, pusieron los toros andaluces la espectacular tarde preveraniega. Y es que el día 16 de la feria parecía de Colombia. Antes de la corrida se había presentado, en la Sala Antonio Bienvenida de  Las Ventas, el libro “Setenta ferias de Manizales”, de Víctor Diusabá y colaboradores, con asistencia nutrida de paisanos, y a media corrida la banda del maestro Rafael Zahonero, entonó el pasodoble del mismo nombre en honor a Juan de Castilla quien se jugó la vida con el manso avisado tercero, al que mató con igual riesgo y entrega que durante toda la faena. Con una estocada en lo alto, pero sin la eficacia que la ejecución y la colocación prometían. Tanto que la plaza toda, incluido el siete, la ovacionó de pie tres veces. 

Las mismas que “Caracorta”, se echó y se levantó sin intervención humana, hasta que a la última cayó sin puntilla. La ruidosa más que pañuelosa petición de oreja no fue considerada por don José María Fernández Egea, cuestionado en ocasiones anteriores por su largura con las figuras. Quizá considerando que para él la vida no vale nada. 

Aplausos titula

La hombría de Juan de Castilla entre la dureza de Dolores Aguirre en Madrid

Mundotoro

Juan de Castilla llegó a Madrid con la intención de cambiar su futuro y resaltó en la crónica

Juan de Castilla llegó a Madrid con la firme intención de cambiar su futuro. Y solo cuando uno está dispuesto a perderlo todo, está en condiciones de ganarlo todo. El manso tercero había sido protestado por sus destartaladas hechuras y su justo remate. De buenas a primeras, y después de mostrar su mansedumbre, Juan de Castilla dio distancia para torear sobre la diestra. El toro vino directamente al pecho como un obús y al intentar librar el aprieto, el pitón le golpeó en el hombro, quedando el colombiano a merced en el suelo. Violento y angustiosos fueron los segundos posteriores, con el toro pegando cornadas y levantándole del suelo en varias ocasiones. Buscó Juan de Castilla un vaquero con el que tapar sus nobles partes -heridas-, aunque con una cornada en la espalda que pasó totalmente inadvertida. Ni un gesto, en una auténtica gesta.

Se fajó Juan de Castilla, de valor seco y verdad entregada, con las embestidas descompuestas del astado. Más a la defensiva, que a la verdadera entrega. Se mantuvo firme y anclado en la arena hasta que consiguió dominar a la furia en una faena de emoción. En la bocana de toriles miraba César Rincón a su paisano, que estaba ganándose el respeto, una vez más, de Madrid. Se tiró recto en la suerte suprema y la estocada puso al público en pie. En otros tiempos, esta faena hubiera sido premiada con una oreja. Ahora, apenas se la pidieron para llegar a la mayoría. Dio una vuelta al ruedo.

Salió a matar el sexto y con el cuerpo todavía marcado por la cogida anterior, se fue Juan de Castilla a la puerta de chiqueros para que saliera un toro que rondaba más los 700 kilos -por 30- que los propios 600. Se paró el de Dolores Aguirre antes de la primera raya del tercio, salvando con valor el trance el colombiano. Tuvo tanta carne como kilos de mansedumbre. No ayudó tampoco un mal tercio de varas. Llegó sin opciones a la muleta y quitó mayor eco a una proeza que también mereció un mayor reconocimiento. Y, a partir de ahora, un mejor trato.

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