De los 100 años de Mondoñedo y de la corrida a la que asistimos el sábado 25 de marzo podría haber mucho que decir o poco. La crónica taurina ha relatado desde los diferentes puntos de vista lo que sucedió.
Los olès que se nos quedaron atragantados a unos, la incapacidad o no de un joven torero frente a lo que creo es lo más difícil a lo que se ha enfrentado. Posiblemente a la retina y conocimientos de los aficionados más veteranos esos fieros toros habrían podido ser mejor, lidiados, toreados, picados, etc etc, por otros y sobre esto no cabe discusión alguna.
Mi reflexión en este momento más allá de lo taurino es humano. Los jóvenes aficionados que asistieron fueron testigos de un sexteto muestras de Valor, resiliencia, resistencia y valor de la palabra; sin duda los matadores de toros están hechos de otra pasta en sus cuerpos y de una férrea voluntad en sus mentes y espíritus.
Ya echando la película para atrás Juan de Castilla dió una gran lección. 6 eternos retos, que querían arrancarle la vida a cada instante, una soledad enorme pues sólo su mozo de espadas estaba en el callejón dándole aliento, y una inexperiencia que lo llevo a acudir a su intuición. Apresar del miedo natural y humano, y una mente que por momentos flaqueaba, Juan cumplió. Lo de menos las orejas, los avisos y el toro devuelto. Lo de más es que a pesar de querer salir corriendo, no lo hizo. Se esforzó, y sobre todo se sobrepuso a la adversidad.
Ojalá estas generaciones de cristal, de las disculpas, de las que no tienen tolerancia a la frustración, a las que hay que darle todo sin esfuerzo alguno, hubiesen visto batallar a este joven torero con cada uno de los 6 problemas que superó. Hoy hago la analogía frente a mi vida y mis problemas que no cornean, que no matan me preguntó si Juan de Castilla pudo, yo porque no?
si hay algo de lo que se ha suprimido para estás generaciones es la transmisión de valores reales y humanos.
BEATRIZ EMILIA LEAL MELO
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