Los toros de ida y vuelta. Los mexicanos lidian en España.
A través del tiempo, han cruzado el Atlántico tres hatos de toros mexicanos para ser lidiados en plazas españolas: cuatro de Piedras Negras fueron a San Sebastián (1929), seis de San Miguel de Mimiahuápam a Madrid (1971) y más de una veintena, procedentes de San Mateo y San Marcos –divisas hermanas–, los adquirió el ganadero-empresario José Luis Pereda en 1986.
Los seis primeros sanmateínos se corrieron en Huelva el sábado 11 de octubre de dicho año, corrida de la hispanidad cuyo cartel encabezaba José Ortega Cano (rosa y oro: vuelta y silencio), con el mexicano David Silveti como segundo espada (azul y oro: ovación tras aviso y una oreja) y cerrando terna el andaluz de Gerena Tomás Campuzano (grana y oro: oreja y dos orejas).
Campuzano le brindó a Silveti su segundo toro, el mejor del encierro.
Y, reveladoramente, la prensa fue unánime al reconocer la buena casta del ganado mexicano y la del tercer miembro en línea de sucesión de la dinastía Silveti, que impresionó por su finura de estilo pero, sobre todo, por su denuedo y valentía para sobreponerse al estilo picoso de sus toros, al grado de hacerse acreedor a dos de los tres trofeos en disputa: el reservado a la mejor faena de la tarde (Carabela «La Pinta») y el correspondiente a la mejor estocada (Carabela «La Niña»).
El de triunfador de la tarde (Carabela «La Santa María») se lo llevó Tomás Campuzano, favorecido por el mejor lote de una corrida que llamó la atención por su enrazada y correosa condición.
Conviene sopesar con cuidado lo que escribieron dos de los cronistas hispanos más connotados de la época para tener una idea aproximada del impacto causado tanto por los toros de
San Mateo como por David Silveti, seis años después de su última incursión por cosos hispanos.
Crónica de Rafael Moreno (ABC)
«Cuando el último toro mexicano lidiado ayer en la plaza de Huelva cayó a los pies de su matador Tomás Campuzano todos respiramos tranquilos…
Nadie, absolutamente nadie, se había aburrido en la plaza: los toros mexicanos nos habían mantenido a todos con la tensión a flor de piel.
Ni siquiera era posible hablar con el vecino. Lo que ocurría en el ruedo exigió toda nuestra atención.
Aquellos toros, mejor toritos, si los juzgamos por su tamaño, había obrado el milagro de mantenernos con el alma en vilo durante todo el festejo.
La fiesta recuperó de pronto todo su sentido emotivo. El miedo llegaba a los tendidos.
El peligro se veía desde lejos, y también el mérito de los toreros que fueron capaces de hacerle frente… aquellos toritos, que difícilmente habrían dado por buenos la mayoría de los veterinarios españoles, demostraron que el volumen es lo de menos, lo que necesita el toro es fiereza.
Los toros mexicanos no fueron bravos en el sentido que hoy dan al calificativo los taurinos españoles. O, por lo menos, no fueron nobles.
Pero sí tuvieron casta, genio y movilidad. ¿Y saben ustedes qué pasó? Pues que a todos les dieron en varas más que a una estera, a todos les llegó la sangre hasta la pezuña como para haberse muerto cuatro veces y, a pesar de ello, ninguno llegó a doblar las manos ni una sola vez.
¡Ni una! Y el caballo era el mismo de siempre, y el peto también. Todo era igual menos una cosa: el toro…
Mucho más chico de constitución pero eso sí –atención al detalle– mucho más alto de agujas. Hasta zancudo, si ustedes quieren. Sus patas y sus manos eran más que suficientes para mantener el resto de su anatomía.
No eran esos toros bonitos que aquí hemos llegado a criar, con las manos justitas para mantenerse en pie, pero a todas luces insuficientes para sostener las moles que llevan encima…
Otra cosa fue su comportamiento. A ninguno de esos toros se les pudo hacer ese toreo de cristal que parece que se quiere imponer aquí… en primer lugar porque eran toros que embestían con genio y sin entregarse… sin parar un momento.
Cuando decían ahí voy hacía falta un torero con los pulmones cargados de aire para no desfallecer. Y no iban detrás de la muleta como perritos ¡qué va!, la seguían intentando descubrir siempre al que la manejaba.
Por eso todos andábamos con tensión en los tendidos, temiendo y saboreando el peligro, entendiendo el riesgo de los toreros, valorando sus gestos y hasta perdonando sus dudas… imagínense ustedes la que pasarían los toreros… Casta… genio… emoción… riesgo… Todo menos aburrimiento.
David Silveti estuvo hecho un león.
Así de claro. Sin dejarse arrugar, con los dientes bien apretados y dispuesto a jugarse la vida para triunfar.
Nos sorprendió el mexicano, aunque bien mirado no tendría por qué haber sido así: un hombre que ha sido capaz de superar todas las adversidades que él ha superado para vestirse de torero no podía tirarlo todo por la borda, ahora que por fin se veía en España con dos toros de su tierra. Dos toros que no le dieron ninguna facilidad.
Su primero tuvo genio para dar y regalar. David le pudo porque le llevó siempre la muleta muy baja. El toro de pronto, se dio cuenta de que no asustaba al torero y se fue buscando las tablas.
El puntillero lo levantó varias veces… Con su segundo, David se jugó la vida. El de San Mateo se lo quería comer, pero él fue capaz de ganarle la partida… Creo que lo de león le viene de familia. Y también hecho un tío estuvo Tomás Campuzano.
Su primero le dio algunas facilidades, y con su segundo, puso la plaza del revés. El genio del toro lo utilizó Tomás para triunfar. Ni siquiera lo arrugó una tremenda voltereta… Ortega Cano pudo con su primero, que tenía genio por el lado derecho y ni un muletazo por el izquierdo.
Debió darle más importancia a lo que hizo. Su segundo fue un regalito imposible y no hubo manera de echarle mano… Hizo Ortega un esfuerzo grande para no darse por vencido…
¡Arriba San Mateo!
Ayer en Huelva vivimos una dimensión de la tauromaquia casi olvidada. Los saltillos que volvieron a su tierra de origen para morir nos trasladaron a otra época, no sabemos si definitivamente superada, pero desde luego altamente emotiva…
Tras una larga epopeya, estos toros descendientes de aquellas doce vacas y dos sementales que el legendario Antonio Llaguno, en combinación con su amigo Ricardo Torres «Bombita», le compró al marqués de Saltillo, y que en tiempos de la revolución mexicana tuvo que esconder en el sótano de su casa… nos han hecho ver la necesidad que tenemos de la fiereza y de la fuerza para que el animal tenga movilidad y no se caiga, que es la peor imagen que puede dar un toro de lidia». (ABC, Domingo 12-10-86).
Crónica de Filiberto Mira (Aplausos)
«Sr. D. Juan Silveti (exmatador de toros); Guanajuato, México/ Querido Juan: Antes que nada, quiero decirte que México ha obtenido hoy un gran triunfo en la plaza onubense de La Merced.
Un éxito también para José Luis Pereda, que si bien como empresario no ha visto lleno ni mucho menos el coso, tendrá la alegría de haber aportado algo a la hermosa tarea del hermanamiento hispanomexicano…
Aquí, al lado de donde partieron las tres carabelas en 1492… Extraordinario el triunfo de tu hijo David.
Triunfo también para las glorias ganaderas de San Mateo, por obra y gracia del interesantísimo juego de los toros sanmateínos de IgnacioGarcía Villaseñor. Ha sido esta de las corridas que dejan huella y recuerdo…
Inició
David su éxito con un excelente capotear al codicioso toro segundo, un burel con furia al que picó muy bien Curro Reyes, colocándole Luis Mariscal un muy ceñido par de banderillas.
Este toro tuvo la particularidad de embestir con genio en la primera fase de la faena pero se rajó pronto, aunque sin perder la elevada dosis de su ardiente casta.
Valerosa y con clase fue la faena de David.
Causó impresión como muletero y todos lamentamos que tras un metisaca tuviera que descabellar media docena de veces.
Clamores levantó David al torear de capa al veleto y salpicado quinto, un toro que fue a más en el primer tercio y llegó al último pidiendo guerra. Toro violento, de ésos que a los que sólo son capaces de conquistar la oreja los toreros de raza y temperamento.
Te diré que con la muleta, tu hijo estuvo tan valiente como me han contado que era su abuelo, «El Tigre de Guanajuato».
En una serie de derechazos muy emocionantes al hilo de las tablas me recordó tu hijo, aquellos muletazos de tanta clase que lograste en la Maestranza sevillana en el Corpus del año de 1954, cuando saliste en hombros por la Puerta del Príncipe.
Ha sido la de David una faena de doble vertiente, pues por valiente recordó a su abuelo, y por pases tan llenos de clase fue digno hijo tuyo.
Gallardía y emoción, en un trasteo culminado de estocada certera que le valió merecidísima oreja. Espero que los empresario españoles se enteren de que David Silveti es un torero con categoría para que su nombre figure en carteles de lujo.
Encantaron los toros de San Mateo. A todos los que los vieron (una lástima que no hubiera más aficionados en la bonita plaza de La Merced) les han encantado los toros mexicanos de San Mateo.
Te puedo decir que les gustaron mucho a Eduardo Miura, a Juan Guardiola, a José Luis Buendía y a Litri, por no citarte más ganaderos españoles que felicitaron a tu compatriota Ignacio Villaseñor.
El más contento de todos era Alonso Moreno, por ser el que tiene en España los mejores Saltillos.
Los sanmateos, más que por bravos (tampoco fueron mansos) han gustado por su fortaleza (ni uno dobló las manos), por su movilidad y por su temperamento de muy encastados… Vista con los ojos del alma, allá en el palco de la eternidad estaría gozoso don Antonio Llaguno, creador de los asaltillados toros de San Mateo, por el muy interesante y variado juego que dieron los seis que por primera vez se lidiaron en una plaza española.
También jubiloso tu padre en el cielo, por tener un nieto tan buen torero, que tan valiente como él era, triunfó rotundamente en un coso andaluz, junto con su enorme compañero de terna Tomás Campuzano, un torero poderoso de los de cuerda larga.
Al sexto, un toro que comunicó mucho, lo ha toreado Tomás con ese estilo hondo y profundo que a ti tanto te entusiasma…». (Aplausos, semanario taurino. 15 de octubre de 1986).
Colofón
Las palabras de Rafael Moreno y Filiberto Mira no dejan lugar a dudas y sólo hubo que lamentar que la corrida se haya celebrado muy al final de temporada, cuando ni la atención de medios y aficionados es ya la misma que en abril o mayo, ni los triunfos habidos reditúan contratos para diestros ni ganaderías.
No obstante, aún pudo participar David en una corrida celebrada en Ávila el día 15 y desorejar a un saltillo de Victorino Martín.
Al año siguiente, confirmaría alternativa en Madrid (24-05-87), en cartel flojo y corrida sin historia en la que se corrieron cuatro astados mexicanos (San Mateo y San Marcos, dos y dos), y dos portugueses (de Samuel Lupi).
Fue su padrino Nimeño II y alternó con ellos Tomás Campuzano.
En cuanto al resto de los toros de Ignacio García Villaseñor, se fueron lidiando a duras penas y solamente en plazas controladas por José Luis Pereda.
Precedidos por esa fama de duros que les dio la corrida de Huelva y, naturalmente, con flagrante ausencia de figuras en los carteles, que fueron los siguientes: Huelva, 26-03-88: cinco de San Mateo y uno de San Marcos:Ruiz Miguel (oreja y silencio), Tomás Campuzano (silencio en su lote) y Víctor Mendes (silencio en su lote).
Zalamea la Real, 10-04-88: cinco de San Marcos y uno de José Luis Pereda para José Luis Galloso (oreja y silencio), Manuel Ruiz «Manili» (oreja y dos orejas) y Tomás Campuzano (dos orejas y oreja).
Es decir, que entre 1986 y 1988 se lidiaron en España 21 toros con la sangre Llaguno (13 de San Mateo y 8 de San Marcos), y se les cortaron en total doce orejas.
Habrá que preguntarse dónde habrá quedado todo ese caudal de raza y fortaleza que admiraron los españoles en los toros de García Villaseñor, hoy que impera penosamente en nuestros ruedos el post toro de lidia mexicano.
HORACIO REIBA “ALCALINO”