Muere el director de la Filmoteca Taurina de España que preserva legado de José Gan
Ha fallecido a los 72 años de edad, Domingo Estringana Sanz, sub-director de la antigua Filmoteca Taurina José Gan, situada en la calle Espoz y Mina, 5. Domingo dirigió la Filmoteca desde la muerte de su “jefe” y amigo Pepe Gan el 14 de junio de 2002, me informa don Juan Lamarca.
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Hace unos años fue necesario clausurar la Filmoteca definitivamente al enfermar Domingo, de Alzheimer.
Afortunadamente, la Filmoteca Nacional Española hizo cargo de la conservación de todo su valioso contenido. Los restos mortales de Domingo Estringana se velaron en el Tanatorio de San Isidro, y se trasladaron a su pueblo natal, Castilmimbre (Guadalajara). D.E.P.
Desde este medio en Colombia y ‘Del toro al Infinito’ blogspot, lamentamos profundamente la pérdida de tan entrañable persona, tan querida y respetada en el mundo del toro consciente de su virtuosa personalidad y de la aportación de su valioso legado para la historia y la cultura taurómaca.
Elevamos una oración por el eterno descanso de su alma.
Domingo Estringana y Pepe Gan en la Filmoteca
veíamos en el canal de Chicuelinas alguna película de las muchas que componen la filmoteca Gan (Manzanares padre cortándole 4 orejas a su dos Cuadris en Valencia), hoy en El País Rosa Jiménez Cano publica este artículo sobre la persona que sucedió a José Gan en el cuidado de este gran legado taurino, Domingo Estringana Sanz. Al menos se que da uno tranquilo sabiendo que está en buenas manos, pero ¿que será del archivo taurino de Televisión Española?, si hace años decían que por falta de presupuesto había cosas que se estaban perdiendo, después de saber lo que piensan de los toros los que nos gobiernan, ¿qué podemos esperar hoy?.
«Domingo Estringana Sanz (Madrid, 1949) repite desde 1970 la misma operación. Sale de casa y toma el bus desde Vicálvaro hasta Sol. En la calle de Espoz y Mina, 5, tiene su peculiar lugar de trabajo, diferente al del resto: responsable de la única filmoteca taurina que queda. Fue el primer empleo de Estringana y seguramente el último. Su jefe era José Hernández Gan (más conocido como Pepe Gan), un director de cine apasionado de los toros, y esta filmoteca, el sueño de su vida. Contrató a Estringana como ayudante y le enseñó los rudimentos del oficio. Desde el orden de las bobinas hasta el cuidado del material.
Poco a poco pasó de ser un ayudante a estar a cargo de esta filmoteca situada justo al lado de las extinguidas taquillas de la calle de la Victoria y cerca del también desaparecido hotel Victoria y del restaurante Viña P, los lugares más taurinos de Madrid. Al igual que en los viejos oficios, el aprendizaje de Estringana vino de la mano de su maestro por transitividad. «Pepe fue varias veces al Festival de Cannes, con cine comercial, pero trataba de compaginarlo con su pasión o incluir algo de toros en el argumento», relata este personaje de hablar pausado y mirada bonachona, que en 2002 se quedó sin jefe cuando este falleció.
No tiene prisa. De alguna manera es un guardián del tiempo. Del suyo y de faenas que pararon los relojes y pusieron en pie a la afición. En el archivo, custodia desde la alternativa de Joselito, El Gallo, en 1912, pasando por la faena histórica de Rafael de Paula en Vistalegre, hasta la actuación de Antonio Bienvenida en San Sebastián de los Reyes. Ese día, el 5 de septiembre de 1964, el padre de Bienvenida, el Papa Negro, dijo que ya podía morir tranquilo. «Se habla mucho de todas estas faenas, pero pocas personas las han visto, no ya en la plaza, sino en vídeo», expone con nostalgia el responsable de la colección.
Con los años, Estringana aprendió a usar las cámaras de cine, a revelar, y ahora está digitalizando, poco a poco, los fondos. Le inquieta saber qué pasará el día que ya deje de ir a esta peculiar filmoteca propiedad de la familia de Pepe Gan, que delega en él con plena confianza. Y eso que es casi imposible vivir del negocio. Solo el coste de mantener el material a punto suele arrojar un balance deficitario. No se lamenta, pero sí muestra cierta resignación cuando piensa en el futuro: «Hablan mucho de la cultura y los toros, pero a la hora de la verdad se valora poco. Solo el Museo Taurino de Córdoba mostró interés por nuestro material, pero no llegamos a un acuerdo».
Cuando comienza la temporada taurina su rutina varía. Si hay corrida en los alrededores de Madrid o en Las Ventas suele asistir al festejo con una cámara digital de alta definición. Pero, cada vez son más escasas las ocasiones en que los toreros contratan sus servicios. Atrás quedaron los tiempos en que seguía a las figuras por América. O iba de plaza en plaza con El Cordobés o Palomo Linares. No le parece intrusismo, pero sí tiene la sensación de que los matadores prescinden de la calidad para corregir defectos. «Se conforman con lo que pueda grabar con una cámara doméstica un amigo, peón o mozo de espadas», explica.
Entre el material custodiado están las trayectorias de figuras históricas. La amistad de Pepe Gan con Manolete, ambos cordobeses, propició que documentase desde sus inicios hasta la fatídica tarde de Linares. Como tantos aficionados, Pepe y Domingo se ilusionaron con el malogrado Yiyo. Su efímera carrera está registrada. Tiene joyas como la alternativa de Curro Vázquez, los mejores momentos de El Viti. Con Paco Camino llegaron a hacer un documental.
«Nuestras puertas están abiertas para cualquiera que quiera ver cine taurino», dice como invitación mientras muestra una pequeña sala de proyección con 12 butacas, como las de las salas comerciales, pero sin palomitas ni taquilla. «Está pensado para que venga el matador con la cuadrilla, el apoderado o quien quiera el diestro». No cobra. Tampoco a los aficionados que quieran rememorar épocas pasadas. Pocos lo saben, pero basta con una llamada para que prepare una proyección monográfica y después una tertulia que termina, casi siempre, en la barra de un bar.
Uceda Leal, de los toreros más clásicos del escalafón, frecuenta el local. «Tiene obsesión con Manzanares padre. Uceda tiene una sensibilidad especial, y eso se nota hasta cuando da un respingo en la butaca con los trincherazos del maestro», confiesa. «De los de antes, el más cariñoso era Curro Romero, cada vez que toreaba en Las Ventas al día siguiente venía a verse y reflexionar».
A media tarde, recoge el despacho, saluda a los vecinos de piso (una pensión de viajeros, de las de toda la vida) y baja por la vieja escalera de madera para volver al bullicio de la Puerta del Sol y tomar el camino de vuelta a casa. Un día más cumple con un deber que nadie le ha impuesto».
Fuente: El País.