Muere el propietario de la ganaderìa de Las Ramblas
El ganadero Daniel Martínez ha fallecido este martes 13 de julio a los 77 años de edad. El albaceteño, gran apasionado de los toros desde edad muy temprana pero ajeno a él profesionalmente, decidió abandonar el sector de la construcción para sumergirse de lleno en el mundo taurino, un paso que dio en 1988 con la compra de noventa vacas y tres sementales.
Natural de Albacete, no ha podido superar una durísima enfermedad que ha acabado con su vida en un breve periodo de tiempo desde que le fue diagnosticada, hace menos de un mes.
Su ganado, repartido entre las dos fincas que posee, Las Iniestas, ubicada en Albacete, y Las Ramblas, situada en el término de Elche de la Sierra, le ha otorgado momentos muy importantes y grandes éxitos a lo largo de su trayectoria.
En 1965 la ganadería de Auxilio Tabernero Rodríguez se vende a don Manuel Benítez Pérez, el cual adquirió en 1966 un lote de hembras de don Carlos Urquijo, eliminando la anterior procedencia y variando el hierro. A finales de 1986 fue adquirida por don José María Soberino e hijos, quienes variaron el hierro y divisa. En 1990 fue adquirida por su actual propietario que varió nuevamente el hierro y formó la ganadería con vacas de Salvador Domecq, “Toros de El Torero”.
ENCASTE
El fundador de esta estirpe de ganaderos, Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio, compró a principios de 1930 la ganadería del Duque de Veragua a Manuel Martín Alonso, quien se había hecho con el hierro ducal dos años antes. Juan Pedro hizo caso de las recomendaciones que le dio el también ganadero Ramón Mora Figueroa y entre 1930 y 1931 adquirió al Conde de la Corte cuatro sementales, Llorón, Carabello, Chucero y Bodeguero, así como dos puntas de vacas.
Tras el fallecimiento del fundador, en 1937, se encargó de la ganadería su hijo, Juan Pedro Domecq y Díez, quien añadió reses de Mora Figueroa, con sangre Conde de la Corte y García Pedrajas, ambas de origen Parladé. Todos los especialistas consideran que el señor Domecq Díez consiguió crear un encaste propio, depurando y mejorando el concepto de bravura.
Los toros de este encaste suelen ser bajos de agujas, finos de piel y de proporciones armoniosas. Las encornaduras tienen un desarrollo medio, pudiendo crecer en forma de gancho o gatillo (engatillados). El cuello es largo y descolgado, el morrillo bien desarrollado y no tanto la papada. Los pelos predominantes son negros, colorados, castaños y tostados. Pueden aparecer los jaboneros y ensabanados por la influencia de la casta vazqueña.
En cuanto al comportamiento, este encaste conserva la cualidad de ir a más. Se arranca pronto y lo hace galopando, con alegría y fijeza en los trastos de torear.