Nos golpea el alma la partida de un fenómeno, Iván Parra. Dios guarde a usted y que la tierra le sea leve
Nos golpea el alma la partida de un fenómeno, Iván Parra. Dios guarde a usted y que la tierra le sea leve. Me cuesta escribir sobre un hermano mayor, amigazo, confidente, maestro en las lides del idioma y en los misterios del toro.
Un señor en toda regla y un periodista como la copa de un pino que los males del cuerpo apagaron su luminosa existencia.
Nos conocimos muy jóvenes, tuvimos empatía, trabajamos juntos en Caracol radio, compartimos muchos viajes, ferias, alegrías, saberes a través del conocimiento del toro.
Ese mundo que es tan noble y generoso y que nos arropa a miles de feligreses con sus reglas de oro de la verdad, el señorío, la verticalidad.
Y tantos valores que muchos desconocen y nos quieren prohibir a nosotros que participamos del rito de la tauromaquia.
El toro nos unió a Iván hasta su partida la mañana de este sábado.
Nació en las fértiles y suaves tierras del Quindío, la de su exquisito café, la de sus gentes laboriosas.
Se vino, jovencito e ilusionado con una maleta de sueños a Bogotá a estudiar en el Externado y abrevar en la fuentes el Derecho con el maestro Fernando Hinestrosa.
No se graduó porque el toro lo llevó por otros senderos de la vida, llegó a la radio pero previamente pasó por la lidia de novillos.
No era muy valeroso para estas lides como le ocurrió años atrás al maestro Botero que se iba a dibujar en el tendido «capando» la clase de toreo de Aranguito a la sazón el guarda de los tesoros de «La Macarena» de Medellín-…..
Pero Iván utilizó su hermoso instrumento, el castellano, para pulirlo, embellecerlo, llevarlo a los estadios de la elegancia más refinada y contar lo que acontecía en el mundo (era mas que un periodista taurino al uso) que en resumen es el ruedo de una plaza de toros que concita tantos valores.
Tuvo Iván (tuvimos, digo, sus fieles oyentes) el privilegio de que nos narrara de la manera mas prístina la grandeza de un joven del barrio Santander de Bogotá.
Que una soleada tarde en la catedral del toreo, Las Ventas de Madrid allá por 1991 salió por primera vez por la puerta grande un 21 de mayo y serían ese año 4 consecutivas:
César Rincón que está desolado en su finca de Extremadura con la penosa noticia del definitivo adiós de su compañero de transmisiones en RCN.
No he visto un periodista que mas amara esos «cacharros» viejos de radio como un ladrillo y unos audífonos enormes, pese al avance de la tecnología que la empresa le brindaba pero él rehusaba, prefería ese «monstruo» de cuero («traje») carmelita que un pequeño radiecito con su audífono normal.
Decía que «así oigo mejor el sonido de la plaza».
No tendré con quien hablar de toros tan íntimamente, no podré preguntarle a Iván por aquella faena de Camino, o la de Manzanares, o la del maestro Cáceres.
O viajar a nuestras ferias, como fue esa narración de la última tarde del 91 de su emblemática gira española y francesa.
En la plaza de Zaragoza que tuve el honor de compartir en el micrófono con el maestro Molés y mi hermano Iván.
Parte de lo que he acumulado en materia taurina se lo debo a él.
Sin duda. Lo que no sé y es mucho mucho es atribuible a mis debilidades y el único responsable.
Comprenderán que estas líneas están transitadas por la mas viva emoción, por la pena, por la tristeza. Escribir sobre Iván en estas circunstancias me cuesta un mundo.
Puedo entender los gestos condolidos de muchos taurinos que él convocó, a través de la magia de la radio ante ese adiós.
En la hora de la muerte, del cese de ese largo camino desde que nacemos.
Traslado mis lágrimas a su señora madre, a «la llave», su querida esposa, a su hija, a su nieta.
A «mi hermano» Julián, hermano de carne de Iván pero hermano de vida.
Señora muerte: no vencerá usted pues mientras recordemos a este querido amigo y hermano no morirá entre nosotros.
Sé, con la certeza del conocimiento, que Manolo Molés le quiso a mares y está mas que triste y compungido
Dejó que don Pablo Neruda nos recuerde eso que es irremediable: la muerte y su certeza.
Sabemos que llegará, ¿cuándo?
«A lo sonoro llega la muerte
como un zapato sin pie, como un traje sin hombre,
llega a golpear con un anillo sin piedra y sin dedo,
llega a gritar sin boca, sin lengua, sin garganta.
Sin embargo sus pasos suenan
y su vestido suena, callado como un árbol».