Pretenden prohibir las corridas y legislan sobre marihuana, aborto y eutanasia. El problema, según los animalistas, es la corrida.

Pretenden prohibir las corridas y legislan sobre marihuana, aborto y eutanasia. El problema, según los animalistas, es la corrida.

Y qué hará el Congreso con el coleo, las corralejas, las peleas de gallos…

La comisión primera de la Cámara dio paso a la plenaria de la Corporación al proyecto que prohíbe las corridas de toros pero no queda claro qué va a pasar con el rejoneo, las peleas de gallos, las corralejas y el coleo.

Todo indica que a los congresistas animalistas les obsesiona la corrida como, según ellos, elemento nocivo ya que según su criterio se maltrata al animal (el toro de lidia).

No me acusen los animalistas de tener una visión antropocéntrica del mundo (que el ser humano es el único sobre el planeta y los demás seres vivos importan poco. Lejos de mi).

Justamente porque no la tengo defiendo el arte del toreo.

Lo que sí tengo claro es que si prohíben las corridas, el toro que pretenden salvar morirá en un matadero.

EL ABUSO DE LOS CONGRESISTAS ANIMALISTAS

Ya comentamos en otra nota que excediendo en sus derechos y prerrogativas como congresista, el liberal Losada colocó carteles en todos los pupitres de sus colegas en el Elíptico con la temeraria «Colombia sin toreo» dando a entender que todos los congresistas son animalistas. Pues, no.

Lejos en el tiempo queda la liberalidad de Eduardo Santos, Alfonso López Pumarejo , Jorge Eliécer Gaitán, Luis Carlos Galán, Cesar Gaviria que respetaron nuestro derecho a asistir y ellos lo hacían a la corrida para no dejar de mencionar a don Hernando Santos, Guillermo Cano, dos baluartes del periodismo colombiano, taurinos de pro.

LAS MARIHUANA Y OTRA YERBAS…

(Por cierto, los invito a leer un artículo muy interesante y revelador del colega Jorge Arturo Díaz Reyes en su blog)

Me parece bien que los parlamentarios legislen sobre el uso de la marihuana como instrumento medicinal para aliviar los males de los humanos , no comparto las tesis sobre el aborto pero están en su derecho de sugerirlo y un delicado tema, la eutanasia (esto mas allá de personales posiciones ideológicas que no están en el tablero de la discusión).

Pero ¿prohibir los toros?. Es y lo escribo con el mayor respeto, ¿la fiesta de los toros UN PROBLEMA?.

Uno se desalienta de ver a los honorables congresistas discutiendo sobre las corridas mientras el proceso de paz, la muerte de dirigentes sociales, el desplazamiento, la inclemente inseguridad en las ciudades, el desbordamiento de medidas económicas importando papa que perjudica a nuestros productores de Boyacá y Cundinamarca; las horrorosas consecuencias del coronavirus.

Estas cifras muestran que es un gravísimo problema:

En el último reporte, entregado el martes 8 de diciembre de 2020, en las horas de la tarde, se confirmaron 7.510 casos nuevos, mientras que 10.731 personas se recuperaron del virus.

Por otro lado, 163 personas fallecieron a causa del coronavirus.

Colombia suma 1.384.610 casos de COVID-19, que están distribuidos en los 32 departamentos.

En cuanto a pacientes recuperados, hay un total de 1.278.326. La cifra de fallecidos está en 38.158..

Pero hay que prohibir los toros… Ala, que no haya mas corridas mientras la muerte visita cada día mas hogares por la pandemia… Y miles de toros y vacas van al matadero sin posibilidad de defensa…

EL PENSAMIENTO SOBRE LOS TOROS DE UN FILOSOFO

Francoise Zumbiehl, profesor de la Universidad de París, explica contundentemente:

Sí, la tauromaquia es tremendamente humana porque es ante todo el espectáculo de la fragilidad.

Para que una tarde de toros cumpla con todas sus promesas es preciso que ese día no moleste el aire, que los toros estén en condiciones y tengan embestidas acordes con las posibilidades técnicas y estéticas del matador, y que éste quiera por de pronto alzarse más allá de las obligaciones de su profesión para sentir y expresar su misterio, como muy bien lo dijo Rafael El Gallo.

Por ello los aficionados se asemejan a unos devotos, manteniendo la esperanza incansable del milagro a costa de muchas decepciones.

Es innegable que la corrida tiene su parte de crueldad, en el sentido etimológico de la palabra, pero todo el espectáculo tiende a hacerla olvidar: olvidado el miedo, olvidadas la sangre y la violencia cuando la embestida de un toro bravo, subyugada por el engaño, se alarga y se funde con el torero en una armonía inverosímil, como si el hombre por la magia del temple tuviera la capacidad de hipnotizar al toro y de parar el tiempo.

Es un espejismo desde luego, pues aquí todo es efímero empezando por la obra dibujada en el ruedo, que muere en el mismo instante en que ha sido vislumbrada, y de manera definitiva con el toro que se ha prestado a ella.

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