Prohibir la tauromaquia es como incendiar el museo del Prado: Calamaro
El cantautor argentino Andrés Calamaro que desde que se acercó al mundo de los toros cada vez que tiene ocasión explica la fiesta, la coloca en el sitio que merece y tiene apuntes certeros para controvertir a quienes la atacan.
En Liberad Digital ha vuelto a cincelar un puñado de expresiones para darle sentido a la tauromaquia:
P: Andrés Calamaro, ¿Sobrevivirá la tauromaquia a lo que muchos llaman «Nuevo Orden Mundial»?
R: La tauromaquia es la clave, la actual diferencia entre el bien y el mal. Es en la tauromaquia en donde se dirime el destino del mundo, la libertad y la cultura. Ahora mismo es más importante que la música y tiene la importancia del Museo del Prado.
Renunciar a la tauromaquia es como permitir que incendien el Museo del Prado con todos los cuadros dentro, las falsificaciones y los originales.
P: En la era del «Falso LV», ¿los hombres –y las mujeres– libres lo tienen más difícil?
R: El pensamiento completamente libre nunca es fácil. Mas las dificultades son apariencias y somos muchos hombres y mujeres de pensamiento libre.
Andrés Calamaro (Buenos Aires, 1961) desconoce si el destino sostiene el timón de su vida, aunque tiene bien aprendido que «un hombre es un campo de batalla» y continúa empeñado en seguir la misma dirección, «la difícil, la que usa el salmón», porque sabe de sobra que sólo los peces muertos siguen la corriente del mar.
El firmante de maravillas como «Flaca», «Carnaval de Brasil» o «Cuarteles de invierno», aquel que, en «Frío y barro (segunda parte)», proclamaba que «el opio no es el opio del pueblo: / no es opio ni es del pueblo», planta cara a los censores, a la cofradía del «Falso LV«, cargando la suerte y conjugando, en primera persona del singular, el presente de indicativo de los verbos «cantar», «componer» y «escribir».
Con sus, grosso modo, cuatro fructíferas décadas de carrera musical, sus más de treinta álbumes –sólo en solitario, entre trabajos de estudio, directos, recopilatorios y una banda sonora, suma 33 hasta la fecha; luego están los que publicó durante sus etapas con Los Abuelos de la Nada y, cómo no, con Los Rodríguez–, algunos de ellos, verdaderos ochomiles del rock en español, y un cancionero tan numeroso como la descendencia de Abrahán, el compositor argentino comulga con y practica aquello que cantaba José Larralde en «Cimbreando»:
«Como soy el patrón de mi propia voluntad, / quiero estar donde hay que estar / vomitando mi opinión».
Bohemio en edad de merecer, creador fecundo y compulsivo, ateo que, citando el Martín Fierro, da gracias a la Virgen y al Señor por no perder su amor al canto ni su voz como cantor, taurino devoto, libertario libre, ciudadano rebelde, conversador culto y torrencial, amigo noble y generoso, Calamaro habla con LD sobre, entre otras cosas, su nuevo disco de duetos, que verá la luz en primavera, sus proyectos extramusicales, los artistas activistas, Julio Iglesias o el futuro de la tauromaquia. Comenzamos:
P: Andrés Calamaro, ¿tú con qué levitas?
R: Con Remedios Amaya.
P: Permíteme un inciso: yo he levitado con la versión que has grabado de «Mil horas» con La Sonora Dinamita. Es una pasada y no se ha hablado mucho de ella en España.
R: Para la música regional y popular de México, «Mil horas» es anónima, se escucha todo el tiempo en cumpleaños y casamientos, ni me pertenece. Gracias.
P: Y, Andrés Calamaro, ¿qué te avinagra?
R: El malestar físico.
P: «Siempre seguí la misma dirección, / la difícil, la que usa el salmón». ¿Lo mantienes?
R: La dirección difícil siempre es la misma, lo sostengo.
P: Cuando a un político, a un periodista o a un derivado se le llena la boca con palabras como «tolerancia», «empatía» o «diversidad», ¿conviene sospechar?
R: Hablar con la boca llena conviene, sospechar procede. Las grandes palabras habría que pronunciarlas con prudencia, lo dice alguien sospechado de escribir canciones al amor y la muerte.
P: Edu Galán me dijo una vez que un periodista no puede ser activista. ¿Y un músico?
R: Los músicos activistas reciben alguna clase de beneficio por serlo. El periodismo se consagra cobrando un salario, tampoco es una plataforma idónea para la militancia. Los músicos no apercibimos salario ni jubilaciones, eso tampoco nos convierte en genios.
P: En su último disco, nuestro querido Enrique Bunbury arremete contra los «Malditos charlatanes», esos que muestran «una incapacidad total / para crear algo de belleza» y que sólo desarrollan «destreza para destrozar». ¿Tú los has sufrido?
R: Lo he advertido, sí… casi todos los días. Para colmo de males, soy un pobre charlatán, incapaz de callarme la boca. Hasta el salmón por la boca muere, como todos los peces.
P: ¿Soportas mejor a un malvado o a un imbécil?
R: Quitándome a mí, que soy las dos cosas y juntas al mismo tiempo, a un malvado.
P: Si fueras presidente, lo primero que harías sería…
R: Abrir el Casa Patas.
P: ¿Y si fueras Dios?
R: Sería mujer.
P: ¿Y si fueras mujer?
R: No me hubieran sido tan perjudiciales los divorcios.
P: Cambiando de tercio: menudo bombazo el dueto de «Bohemio» con Julio Iglesias. Cuéntame Andrés Calamaro cómo surgió la cosa.
R: Algo así sólo es posible habiendo amistad y respeto; amor, en otras palabras. O un milagro.
Todo llama la atención de Julio Iglesias porque es más que muy grande.
En España brilla en su ausencia e incomoda un poco porque es una leyenda entre los hombres, o esa es la sensación que tengo.
En Argentina es un héroe de la canción melódica, como se conoce al genero pop de baladas. Julio conoce muy bien Argentina.
Mejor que yo, probablemente.
Es mucho decir, pero somos compañeros y amigos en el oficio de cantantes. Quizás a la sombra del brillo de sí mismo, su discografía no es completamente reconocida como muy buena, pero a mí me ha llamado la atención el disco escrito por Manuel Alejandro, Un Hombre Solo.
Creo que es un disco clave para comprender la importancia de este artista grande.
Luego, entiendo que la leyenda sea incluso más grande que la importancia musical de un músico si hablamos de Julio Iglesias.
Quiero creer que estoy en el radar de Julio porque soy una persona y artista decente, y Julio Iglesias tiene la inteligencia de un genio.
Hace unos años me invitó a cantar «Juan Charrasqueado» para un disco íntegramente dedicado el repertorio centenario mexicano.
Grabé mis partes en Madrid y fueron aceptables porque quedó en el disco oficial.
Nos hablamos por teléfono para saludar y agradecer, incluso le pedí consejo sentimental mientras grabamos lo que, a toro pasado, es el próximo disco de duetos. Luego nos encontramos a cenar en Buenos Aires y me convidó con un vino sudafricano exquisito.
No tomo vino y no lo sé apreciar, pero este caldo era un elixir consagrado a las mil lenguas. Grabar un disco de duetos no es nada sencillo, hay que elegir veinte canciones y grabarlas, luego pensar en tres cantantes posibles para cada canción y en tres canciones posibles para cada cantante posible, luego llamarlos y que puedan o quieran grabar sin pedir nada cambio.
Después hay que enhebrar los tiempos, los estudios y los permisos legales. No es nada normal que Julio Iglesias cante en un disco de otro artista, menos si es un disco compartido con otros quince cantantes que no conoce, menos si lo mezclamos nosotros y elegimos el sonido de la voz de él.
Es demasiada confianza. Creo que estamos juntos porque nos queremos y nos admiramos, pero también porque somos los siempre vivos y ya despedimos a muchos amigos que quisimos los dos.
P: ¿Cuándo verá la luz ese disco de duetos?
R: Un disco puede ver la luz en la oscuridad y el silencio. Me ha gustado la pregunta.
P: ¿Qué me puedes contar Andrés Calamaro, por ahora, sobre este trabajo?
R: Grabamos con un trío arreglado por Germán Wiedemer, con Antonio Miguel en contrabajo y Martin B en percusiones. Produce Carlos Narea y fue grabado en diferentes estudios en distintos países con base en Madrid, donde grabó y mezcló Ángel Martos.
Hay otros instrumentos, el compás de Piraña, guitarras de José y Vicente, trompeta y grandes artistas que cantan este repertorio, entro los que llaman la atención leyendas como Milton Nascimento y Fernando Cabrera.
P: ¿Tienes otros proyectos entre manos?
R: Tengo arena entre las manos y no es el mundo.
P: ¿Qué hay de ese libro de fotos taurinas?
R: El libro de fotografías: fueron cinco años aprendiendo a ver toros con la excusa de sacar fotos buenas. Acompañé a los maestros y toreros por varios países, nunca les pedí hacer fotos en los hoteles ni en la furgoneta, fui invisible pero me arrimé mucho.
En el callejón, la mayoría de fotógrafos hace fotoperiodismo taurino, con la excepción de Anya. Durante cinco años estuve aprendiendo del toro y de Anya, que es excelente. Lo que me cuesta es terminar una versión definitiva. Trabajamos mucho con Jeosm en la curación, los encuadres y los retoques, y mostré las fotos a Gerardo Ortega, Antonio Corbacho y Jaime Urrutia.
El libro es casi perfecto, pero todavía quiero mejorar un par de cosas. Asimismo es exposición de arte, buenas impresiones para exponer en galerías… esperando los ataques de los tolerantes animalistas.
P: ¿Y qué piensas hacer con los versos que escribes a diario?
R: El 31 de diciembre terminé de escribir un diario con versos. Conversos. Ahora estoy corrigiendo, pero todos me resultan iguales porque son todas redondillas, décimas ingeniosas y vulgares.
Espero que sea el Martín Fierro de la pandemia, los antidepresivos, el amor y la muerte. Sigo escribiendo a diario; luego, tengo proyectos que se asemejan a lo imposible. El silencio de la hoja en blanco me impulsa a escribir. Escribo para hablar menos.
P: Luis Alberto de Cuenca dice en un verso: «Sin tu musa, no eres nadie, poeta». ¿Se puede escribir versos con horario, como hacía Cela con la novela, o hay que estar sometido a los caprichos de la inspiración?
R: Intenté decapitar la teoría de las musas y las musas me decapitaron a mí.
P: Para terminar Andrés Calamaro, ¿crees que 2021 será un año mejor que 2020?
R: Los años terminados en cero siempre son complicados.