Roca Rey en Vanity Fair: “Como torero me gustaría conseguir lo más grande. Marcar una época”

Roca Rey en Vanity Fair: “Como torero me gustaría conseguir lo más grande. Marcar una época”

Tardes de soledad, el documental sobre la tauromaquia dirigido por Albert Serra, llega justo cuando la fiesta está más contestada. Roca Rey es su protagonista: quizá el mejor torero en activo, decidido a marcar una época, aporta a la película su misterio y sentido de la tragedia. Los dos conciben su trabajo como una forma de arriesgarse constantemente. Con cada película, con cada corrida.

Por Ianko López

20 de febrero de 2025

Roca Rey.

De Andrés Roca Rey (Lima, 1996) sorprende primero lo alto que es, cuando uno lo ha visto empequeñecido ante los toros de Tardes de soledad. Albert Serra admite que se buscaron los animales más grandes para lograr ese efecto. Durante la conversación, el entrevistador confronta al torero con sus opiniones antitaurinas o con las sugerencias homoeróticas de la película, asumiendo el riesgo de que el entrevistado se levantara dejando el trabajo a medias. Y, sin embargo, aquí llega la segunda sorpresa: el torero responde con serenidad a todas las cuestiones planteadas, incluidas las más incómodas. Entre medias, se muestra muy consciente de los peligros que le acechan, dentro y fuera del ruedo.

V. F.: ¿Cómo lo convencieron para hacer la película?

Roca Rey: Fue Albert quien se acercó a nosotros, y nos explicó cuál era su motivación y su ilusión con la película. Quería hacer algo que nunca se hubiera hecho antes. No lo pensé dos veces, porque me gusta dejar que cualquier artista se inspire en la tauromaquia o en mí como torero para crear su arte.

V. F.: Hubo un tiempo en que los mundos de la cultura y la tauromaquia estaban más cercanos. ¿Por qué cree que ya no es así?

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R. R.: En España y en mi país, Perú, el toreo ha estado muy ligado a filósofos, escritores, pintores, cantantes, y antiguamente muchos toreros se juntaban con este tipo de gente, o al revés. Y no creo que sea algo que haya dejado de ocurrir, al menos en mi caso. Por ejemplo, conozco a mi paisano Mario Vargas Llosa, al que respeto mucho por lo que ha logrado y por la huella que ha dejado. Creo que el toreo no debería nunca desvincularse de estos mundos. Por lo fuerte y lo bello que es, y lo duro al mismo tiempo, resume la vida misma, así que es difícil que se deje de crear a partir de él.

V. F.: También se asocia mucho a las tendencias políticas conservadoras. No parece que hoy en día la izquierda lo aprecie tanto.

R. R.: Hay gente muy importante de izquierdas que ha admirado el toreo, y muchos toreros de izquierdas también. El toreo es realmente del pueblo. Y en la plaza de toros hay espacio para todas las ideologías políticas. Así que no creo que sea cierta esa separación, honestamente.

V. F.: ¿Qué nos diría a los que estamos en contra de la tauromaquia por la crueldad que implica?

R. R.: Que ese mundo no es solo que llegue el toro, torearlo y matarlo. También hay que ver que el toro bravo desaparecería si no fuera por la tauromaquia, porque de otro modo no es económicamente rentable. Y el torero, el ganadero y el aficionado son quienes lo mantienen, y por eso pedimos respeto. Pero ¿cuál era la pregunta realmente?

V. F.: Muchos pensamos que la pervivencia de la especie o los valores artísticos del espectáculo no justifican la tortura del animal. ¿Cómo puede responder a eso?

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V. F.: ¿Qué sintió al verse en la película?

R. R.: Me impactó mucho revivir momentos tan duros como cuando un toro me coge, cuando me estrella contra las tablas y escucho mi propia voz al aplastarse mi cuerpo, porque en esos momentos estás en un estado que no sé cómo definir. Cuando me ponían el micro, pensé que me acordaría durante toda la tarde que lo llevaba puesto, pero resulta que por el miedo y la adrenalina ni me acordaba de él. Cuando ya se llevaban al toro tras la cogida, dije en voz alta: “Me has perdonado la vida”. Así sale en la película. Pero yo ni recordaba que eso hubiera pasado, y me impactó. Hay cosas que salen que incluso yo, siendo torero, digo: “Cómo te juegas la vida”, porque allí, en caliente, no lo piensas tanto. Cuando ves realmente lo que haces, te das cuenta de que esto es una filosofía de vida, más que una profesión. Gracias a esa filosofía de vida eres capaz de superarte y ponerte cada día delante de los toros. Y luego cada cual tiene su objetivo.

V. F.: Y el suyo ¿cuál es?

R. R.: He ido cambiando. La evolución en mi persona y en mi toreo es lo que nunca quiero perder. La persona es muy importante para que el torero sobreviva en épocas difíciles de su carrera. Y, aunque suene un poco arriesgado o creído decir esto, como torero me gustaría conseguir lo más grande. Marcar una época.

Roca Rey y Albert Serra

Este artículo está incluido en el número de marzo de Vanity Fair España, a la venta el miércoles 26 de febrero. Suscríbete a la edición impresa y no te pierdas nada.

V. F.: ¿Cree que hará más cine en el futuro?

R. R.: No sé, pero yo no soy actor, y en esta película en realidad no actúo. A veces me decían: podrías cambiar esta cara, esto o lo otro. Y yo respondía: “¿Cómo voy a hacer eso si estoy delante de una bestia de 500 kilos y no me acuerdo ni de que llevo un micro?”.

V. F.: ¿Cómo sobrelleva esa realidad, la de saber que se juega la vida cada vez que sale al ruedo? ¿Va al psicólogo, por ejemplo?

R. R.: Sí, por supuesto. Al principio no lo hacía, pero desde hace unos años sí. Me di cuenta de que era muy importante, no solo para el que se juega la vida, sino para todo aquel que está en tensión por una gran responsabilidad. Otros quizá no lo necesiten, pero yo sí, porque siento que, por la entrega y la pasión de esta profesión, eres en el ruedo tal y como fuera de él eres como persona. Y hay una cosa muy peligrosa, que es cuando el personaje empieza a consumir a la persona, al hombre. No me gustaría que a mí me pasara nunca eso. La persona es lo más importante. Si te dejas consumir por el artista, puedes terminar mal.

V. F.: La escena en la que aparece vistiéndose en el hotel tiene connotaciones homoeróticas bastante evidentes. ¿Le preocuparía que alguien sugiriera que usted es homosexual por eso, dado el machismo que se atribuye al mundo de toreo?

R. R.: No. Realmente tengo muy claros mis gustos, y también que soy una persona muy sensible. Y no creo que la sensibilidad tenga que ver con que te gusten los hombres o las mujeres. Eso es algo de uno y yo lo respeto muchísimo.

V. F.: Pero existe una imaginería homoerótica alrededor de lo taurino, que contrasta con esa masculinidad exacerbada que también muestra la película.

R. R.: Más bien creo que el mundo del toro te acerca a la sensibilidad por todo lo que sientes en él. A veces se vive mucho en soledad porque te apetece estar solo. Y te mueres de miedo preparando una corrida y te ablandas, porque al día siguiente vas a entregarte en la plaza y ¿qué vas a hacer? ¿Pelearte con tu hermano? Lo que quieres es estar en paz, estar tranquilo. Y eso se transforma en sensibilidad. Si alguien cree que eso es ser homosexual, problema de ellos. Yo la homosexualidad la respeto muchísimo, aunque no sea mi caso. He tenido conversaciones muy fuertes con amigos que sí lo son, y lo que nos puede unir es eso, la sensibilidad.

V. F.: ¿Alguna vez se ha planteado dejar el toreo?

R. R.: Torear es lo que he hecho toda mi vida. Una de las razones por las que empecé a ir al psicólogo es que no me imaginaba sin torear, y me preocupaba que llegara ese momento en que ya no pudiera hacerlo. Pensé que el día en que esto termine tendré que asumirlo y expresarme de otras formas. Los toreros lo vivimos tan intensamente que el día que se acaba y ya no puedes sacar eso que llevas dentro te sientes débil. Por eso es importante estar bien como persona. De niño era muy tímido y torear era la forma que tenía de expresarme. De hecho, el toreo salvó al niño en esos momentos. Lo salvó de sentirse un poco tímido, un poco menos que otros. El toreo hacía que el niño se sintiera bien. Después de superar esas cosas gracias al toreo, se hace difícil seguir superando cosas sin él.

V. F.: En la película, cuando usted tiene una cogida, su banderillero le grita: “¡Acuérdate de Cartagena!”. ¿Qué pasó en Cartagena?

R. R.: Era Cartagena de Indias, Colombia. Estábamos pasando un Año Nuevo allí, porque teníamos un tiempo entre corridas y decidimos tomarnos cuatro días de vacaciones, y lo disfruté al máximo. Al tercer día mi banderillero me dijo: “Creo que ya deberíamos empezar a entrenar”. Y yo le respondí: “Espérate, es el tercer día y dijimos que descansaríamos cuatro. Vamos a cumplir los cuatro días. Y cuando estemos en Las Ventas con un pedazo de toro, te vas a acordar de este día en Cartagena y verás que mereció la pena el descanso”. Así que cuando, al cabo de un tiempo, el toro me cogió tras una tarde salvaje e intensa, y al verme la cara tan blanca, el banderillero me dijo: “Acuérdate de Cartagena”. El toreo está lleno de momentos como ese.

Realización: Joana de la Fuente.
Maquillaje y peluquería: Carmen de Juan.
Visuals Editor Director: Reyes Domínguez.
Dirección de Arte: Ángel Perea.

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