Se nos fue don Antonio Gala, un esplendido escritor y taurino de pro. Su mayor orgullo, poseer un bastón que perteneció a Manolete

Se nos fue don Antonio Gala, un esplendido escritor y taurino de pro. Su mayor orgullo, poseer un bastón que perteneció a Manolete

Gala y su afecto por la tauromaquia

Y reflexionaba de esta manera sobre este arte antiguo ( me lo recuerda Jesús Triana )

El genial escritor hablaba así de la tauromaquia:

«Hay una gran contradicción en mí porque llevo el toreo en la masa de la sangre al mismo tiempo que hay 13 sociedades de amigos de los animales que llevan mi nombre. Yo aprendí a callar en los toros. A respetar y a callar. La emoción constituye una zona del hombre más profunda que la voluntad. Me irrita que se confunda la crueldad. La crueldad es otra cosa: la guerra, el maltrato a las mujeres, el maltrato a los hombres… Jugar a la vida o la muerte en igualdad de condiciones, pelear con un toro es la cara o la cruz, no es crueldad, forma
parte de nuestra cultura».

Y esta imagen no puede ser más evocadora para despedir al genial autor de novelas, guiones y poemas

“Hay tardes en que todo / huele a enebro quemado / y a tierra prometida”. Hoy es una de ellas.

Antonio Gala escribía estos versos en Enemigo íntimo (Ediciones La Palma, 1959)poemario con el que se llevó el accésit del Premio Adonáis de Poesía en 1960 y que se consagró como la primera publicación de una inmensa herencia de poesía, narrativa y teatro que el escritor cordobés deja hoy entre los surcos de la literatura española del nuevo siglo. Desde entonces ya era el escritor de la belleza, del erotismo, de la vejez, de la niñez, de la vieja Andalucía y de la muerte. En su poesía, la tierra prometida.

Falleció este domingo a los 92 años, el escritor y poeta español Antonio Gala, éxito de ventas a finales del siglo pasado en su país, anunció la editorial Planeta.

“Lamentamos comunicar que hoy ha fallecido nuestro querido autor y amigo Antonio Gala, uno de los escritores más destacados de la literatura española”, tuiteó la editorial, que publicaba sus libros.

“Siempre lo recordaremos por su legado literario y por su apoyo a los jóvenes creadores”, agregó Planeta. “Descanse en paz, su obra queda para siempre”, tuiteó de su lado el ministro español de Cultura, Miquel Iceta.

Ni el ministro ni la editorial detallaron las causas de la muerte, pero medios locales indicaron que el autor padecía aflicciones de salud.

Gala, quien creó una fundación para impulsar la labor de jóvenes escritores, se había retirado de la vida pública luego de anunciar en 2011 que padecía cáncer de colon.

Falleció Antonio Gala - Foto Twitter

Nacido en Ciudad Real (centro) en 1930, publicó desde finales de los cincuenta libros de poemas y obras de teatro, pero fue en 1990 cuando saltó a la fama con su primera novela, “El manuscrito carmesí”, que ganó el Premio Planeta.

Tres años más tarde publicó otra popular novela, “La pasión turca”, una historia que fue llevada al cine por el realizador Vicente Aranda, con la actriz Ana Belén como protagonista, y que fue un éxito de taquilla en España.

Además de novelas y libros de poesía, Gala también escribió guiones de televisión y ensayos, y fue columnista en varios medios, como el diario El País.

En una visita a Bogotá, el maestro me concedió con su proverbial gentileza una entrevista, hablamos , obviamente, de literatura y de toros y contó que tenía un bastón que perteneció a Manolete . Se lo regaló doña Angustias la madre de uno de los califas del toreo cordobés.

Unas veces decía que él no coleccionaba bastones, que el asunto es que coleccionaba amigos que regalaban bastones. Otras apuntaba que él no llevaba bastones por estética, sino por estática. El hecho real es que el bastón lo empezó a llevar por un pequeño esguince del tobillo, cuyas molestias sólo duraron un mes, pero descubrió que llevar bastón era maravilloso porque por fin sabía qué hacer con las manos cuando paseaba, cuando charlaba o le entrevistaban.

Desde principios de la década de 2000, promovió la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores, que anualmente beca a unos quince candidatos.

Los jóvenes que han pasado por la fundación “han cosechado más de doscientos galardones nacionales e internacionales en sus respectivas disciplinas, algunos de ellos realmente importantes, como el Premio Nacional de Narrativa”, según la página web de la fundación.

Gala vivió sus últimos años en la sede de la fundación, en Córdoba.

Unas veces decía que él no coleccionaba bastones, que el asunto es que coleccionaba amigos que regalaban bastones. Otras apuntaba que él no llevaba bastones por estética, sino por estática. El hecho real es que el bastón lo empezó a llevar por un pequeño esguince del tobillo, cuyas molestias sólo duraron un mes, pero descubrió que llevar bastón era maravilloso porque por fin sabía qué hacer con las manos cuando paseaba, cuando charlaba o le entrevistaban. Pero se daba la circunstancia de que el bastón también pertenecía al atuendo de un personaje que él mismo había creado para exhibir y del que siempre fue víctima y verdugo. Y lo exhibía a todas horas, salvo que los que le rodeaban no supieran quién era Antonio Gala, fallecido este domingo a los 92 años.

De ahí que cuando viajaba al extranjero, nada más bajar del avión se deshacía de su bastón, de sus andares de paso corto y delicado, de sus cadencias en la forma de hablar tan particular, entre melodiosa y cursi, entre poética y afeminada, y se convertía en un ser ágil, divertido, de largos silencios, al tiempo que desbordante parlanchín al que gustaba contar lo que tuviera que ver con la historia de allí donde estuviera, lo que ponía de manifiesto, sin engolamientos, su vasta cultura sobre los temas más diversos. Y su sentido del humor mordaz, cáustico, ingenioso, tronchante, que a veces le costó algún encontronazo con amigos y un abismo aún mayor con enemigos. Una cultura que adquirió no sólo por su permanente curiosidad por todo, sino también porque pasó un largo periodo en un convento donde leía compulsivamente, sobre todo libros de historia de las más diversas civilizaciones. Ello ocurrió no por vocación religiosa, sino porque haciendo la mili sus superiores le pillaron in fraganti con otro soldado y, como salida digna para eludir un consejo de guerra, le ofrecieron a su padre ingresarle en un convento de frailes.

Él fue el primero en darse cuenta de que su teatro fue perdiendo fuerza con los años y los seguidores de sus primeros textos dramáticos, unánimemente aplaudidos entre los entendidos, se alejaban de sus propuestas, a las que se achacaba que se iban quedando antiguas y con un nivel de calidad inferior a lo que se podía encontrar en el mercado. Las nuevas generaciones que emanaban del teatro independiente estaban muy lejos de su teatro, y las producciones de calidad adscritas a la cartelera tradicional en los años setenta también empezaron a darle la espalda. Eso influyó mucho a la hora de dar un paso decidido a la narrativa, que inició con El manuscrito carmesí, al que siguieron otros muchos títulos, algunos llevados al cine con desigual éxito, entre otras cosas porque el propio Gala no dudaba en cargarse públicamente una película basada en una novela suya, si algo no le había gustado, como ocurrió con La pasión turca.

De ahí el miedo del director Pedro Olea cuando invitó al primer pase privado del filme Más allá del jardín a Antonio Gala, al que había prohibido asistir al rodaje. “Menudo alivio cuando dijo: ‘No sé si es mi novela, pero es una gran película”, dice Olea nada más enterarse de la muerte del escritor, al que estos años ha ido a visitar a la Fundación Antonio Gala de Córdoba, donde ha pasado su último y triste periodo de vida. “Hicimos una gran amistad y nos reíamos mucho, sobre todo de cosas que no puedo contar”, concluye entre risas picaronas el director vasco.

Otro de sus grandes amigos durante varias décadas, al igual que el pintor José Agost, fue Ándrés Peláez, director durante décadas del Museo Nacional del Teatro, quien se ha mostrado especialmente triste por la noticia de la desaparición del escritor: “Después de tantos años y tantos amigos, ha muerto absolutamente sólo… y sobre todo rodeado de personas que no hicieron ningún bien por él”. Una de sus grandes penas fue no haber sido elegido nunca académico de la Real Academia Española.

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