Semblanza del Vito de Pablo Lozano en el día de la despedida del hombre que perfiló la organización taurina moderna

Semblanza del Vito de Pablo Lozano en el día de la despedida del hombre que perfiló la organización taurina moderna

Don Pablo rodeado de un grupo de toreros, es el primero de la primera fila por la izquierda de la imagen

Sí lo conocí a Pablo Lozano, como La muleta de Castilla, un taurino integral, lo conocí en la admiración que por él han sentido dos queridos amigos: Juan Silveti y Raúl Acha “Rovira”.

Su gran admirador fue Javier Garfias.

Juntos visitamos Los Cués, en una retienta extensa en la ganadería en su plaza de tientas de Querétaro, con presencia de los hermanos de Javier, Pepe y Marco Garfias y como tentadores Miguel Espinosa “Armillita” y David Silveti, “El Rey”.

Pablo estaba enterado de todo lo que correspondía al ganado bravo en el mundo, por eso estaba en Los Cués, como estuvo en todas las ganaderías bravas en el mundo.

Ha muerto Pablo Lozano, hermano de Manolo, Eduardo y José Luis. Lo conocimos un 30 de mayo, día de San Fernando, día del cumpleaños de su hijo el matador de toros Fernando Lozano a quien enviamos nuestro sentido pésame.

Un día que, por tradición, ha sido importante de toros en Aranjuez, y de la dinástía de los Lozano.

Importancia que resalta, por la vecindad de Aranjuez con Madrid y la temporada de la Feria de San Isidro en su plenitud.

Aranjuez a los toros los resalta, le da el frescor de los aires que mecen el toreo, y liviandad en la presencia del toro que le imprime gracia y frescura de campo, de fresco jardín a la corrida, sensación que supo plasmar en el pentagrama el maestro Joaquín Rodrigo.

Cuando visitamos por primera vez el Real Sitio era agosto de 1971.

Atendíamos una cortesía, de quien ha sido apreciado amigo y admirado taurino. Nos referimos a José Luis Lozano, hermano de Pablo Lozano.

En aquella oportunidad además de El Palomar, hermosa finca del joven maestro Sebastián Palomo, visitamos Aranjuez. José Luis y Eduardo Lozano tenían el pulso de la manija del toreo en sus manos.

Aquella fecha de la temporada del año 71, nos reunimos con taurinos de la época, como el polémico y muy admirado Gonzalo Carvajal y los colegas Curro Fetén, Benjamín Ventura Remacha y unos muchachos colombianos de vacaciones en España.

Entre estos muchachos uno de ellos, el hijo del presidente Pastrana Borrero, Andrés Pastrana, más tarde sería Presidente de Colombia y muchas veces protagonista importante de hechos trascendentales en la historia de la nación hermana.

Manolo Lozano -el «Loco»

Para los irreverentes del genio- torero de alternativa y taurino para la historia, nos contaba que la gente de Alameda de La Sagra era gente de Domingo Ortega.

Aquello no le agradaba a los Camará, Pepe y Manolo, que fueron nuestros amigos, y que nos introdujeron a su padre don José Flores en el Hotel Pintor en la Calle de Goya, en Madrid. José Flores, gran admirador de Gallito -lo que reventaba a Manolete, «belmontista» a morir -, departía en silenciosas reuniones con don César Jalón «Clarito».

Aquello me lo recordaba Manolo Lozano, y aún lo hace, de vez en cuando, cuando desempolvamos los cuadernos del recuerdo intercalando en sus páginas vivencias que ahora recordamos con la partida de Pablo Lozano, «el otro» Lozano, el de «la muleta de Castilla, el de los toros en el campo, el de la sonrisa eterna, el más entendido en ganaderías entre los más sabios del toreo.

A Pablo Lozano lo conocimos el 30 de mayo próximo la grandeza taurina de aquel Aranjuez que conocimos un día de San Fernando, cuando los jardones y don Livinio Stuyck preparaban un San Isidro que en el tiempo convertiría la Fiesta de los Toros en la grandeza que vive hoy la Feria de Madrid.

Nuestra primera visita al Real Sitio fue con Fernando Jardón, empresario de Las Ventas, y nuestro muy apreciado Manolo Cisneros, para la época apoderado de Curro Romero y creador de la famosa muleta de madriño que el de Camas no llegó a estrenar.

Nos reunimos en Casa Pablo, en Aranjuez, festejamos el onomástico del maestro vallisoletano Fernando Domínguez.

Aquel Día de San Fernando se agregó al grupo el maestro Manolo Escudero, el querido torero de Embajadores.

La tertulia subió su temperatura, al calentarse con el capote de que si era necesario «enterrarse o levitarse».

El de Valladolid decía que el toreo es como el baile, hay que «levitar las suertes», mientras que el rubio torero de Castilla insistía en «sembrar las zapatillas», como las raíces de un árbol que da frutos de arte, con templadas verónicas.

Era aquel el tema de Azorín, la horizontal que ordena la obediente vertical, geometría castellana del toreo.

Leyendo la noticia se aviva la memoria, y entre un recuerdo y otro salta nombres como los de Ordóñez,»Antoñete», El Cordobes, Camino, Puerta, El Viti, Palomo, El Capea, Robles, Manzanares.

Todo siempre ligado a la grandeza de la dinastía de Alameda de la Sagra, la de los señores hermanos Lozano.

Castilla como lo anuncian los heraldos taurinos se ha quedado sin su muleta.

Pablo Lozano ha muerto a los 90 años por la cornada del coronavirus. Fue en 1951 cuando tomó la alternativa de manos de Luis Miguel Dominguín en Barcelona, el 25 de septiembre, Feria de La Merced. Confirmó en Madrid el 18 de mayo de manos de Antonio Bienvenida.

Como único espada conquistó Madrid y su triunfo más importante ante seis toros de Barcial en 1957, en la corrida del Montepío.

Fue un gran amigo, apreciado como apreciamos a todos los de la dinastía de Alameda de la Sagra, los hermanos Lozano, que admiramos y repetamos por sus virtudes, su sentido ético de la vida y porque nos dio su amistad que más que amigo fue un maestro en las cosas de la vida.

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