14 años del encuentro de la resurrección de «El Pana» con «Rey Mago «

14 años del encuentro de la resurrección de «El Pana» con «Rey Mago «

Se cumplieron 14 años de la faena de Rodolfo Rodríguez a “Rey Mago”, de Garfias. La referencia despierta instantáneamente esa zona del cerebro que registra y procesa las emociones.

Pero también aquellas donde permanece archivada la memoria y se activa el análisis racional.

Y todo para que, extrañamente, El Pana y el noble garfieño se nos presenten.

No ya protagonistas de una obra taurina digna de recuerdo perdurable, sino más bien como surgidos de un relato épico y legendario.

Un Gilgamesh o una Ilíada táuricos, reseña La Jornada de Oriente.

O tal vez, más íntima, más modestamente, como uno de esos ensueños de infancia.

En que realidad e ilusión resultan ya indistinguibles cuando vuelven, a un llamado nuestro o por cuenta propia.

La memoria de aquel suceso sin duda está influida por acontecimientos posteriores.

Desde el estrépito que en esos días desató la recreación en medios nacionales, de tan singular faena.

La locuacidad prodigiosa del Brujo de Apizaco hasta la desaparición todavía reciente del mismo.

Influirá también, cómo no, la oleada antitaurina que durante el decenio transcurrido se ha intensificado tanto.

Sumándose a las penurias que atraviesa la Fiesta en todas partes, pero muy acusadamente en nuestro país.

Este país que un ayer no tan lejano se estremeció de emoción con la faena de El Pana a “Rey Mago” y sus secuelas más inmediatas.

Difuminadas irremediablemente al paso del tiempo.

Su lugar en la historia

Si uno tuviera que mencionar espontáneamente y sin pensarlo mucho las grandes faenas que han marcado las décadas que lleva viendo toros en México, los primeros nombres en acudir probablemente serían, de los años 60, Paco Camino y “Traguito”, el berrendo de Santo Domingo, de los 70 Manolo Martínez y “Jarocho” de San Mateo, de los 80 Mariano y “Timbalero” de Piedras Negras, de los 90 Guillermo Capetillo y “Gallero” de Cerro Viejo.

Y de la primera década del siglo XXI, El Pana y “Rey Mago” de Garfias.

Si la nota de las tres primeras fue la capacidad del torero para superar el cúmulo de dificultades y riesgos representado por auténticas fieras.

En el recuerdo de las dos últimas, no destaca ya la oposición del animal inmortalizado, sino la revelación de artistas con cuyos alcances casi nadie contaba.

No, al menos, en la colosal dimensión expuesta por Guillermo y Rodolfo en la cumbre de sus claroscuras trayectorias.

Primer milagro

El Pana partió plaza esa tarde pobremente ataviado de rosa y plata con cabos negros.

El puro en la boca, el capote sin ceñir, el paso sincopado y todo lo que usted quiera.

Con tal de marcar diferencias y centrar miradas desde el principio.

Pero la realidad es que Rodolfo Rodríguez, a sus 55 años, estaba prácticamente inactivo y su nombre completamente empolvado.

Esa corrida de “despedida” –así se anunció– le cayó como llovida del cielo.

Mas aunque la empresa, lo arrinconó en un cartel sin mayores atractivos, pues el mérito mayor de Rafael Rivera era ser hijo de Curro.

El debutante catalán Serafín Marín era un virtual desconocido, la entrada, sin ser gran cosa, rebasó con mucho los vacíos de la México.

En torno a los festejos del ciclo Guadalupe–Reyes, sistemáticamente saboteadas por la propia administración de la Monumental.

El Pana, hombre de paradojas, tenía en la capital su corte más numerosa de admiradores, conquistados desde aquel verano de 1978, año de su revelación novilleril.

Difícil fidelidad la suya, abocada a resistir largo rosario de frustraciones, entre escasos contratos y muchos toros vivos.

Más que nadie en la historia del coso, vetado El Pana por los mandones, ninguneado por la publicrónica y arrumbado por las empresas.

Y cuando parecía que el depuesto proyecto de ídolo podría resurgir, aupado por una faena izquierdista de gran e inesperado calado en cartel de seis espadas –a “Chocolatero” de El Saúz, 29.10.95.

Su premio no fue la repetición sino la cárcel, penalizado por haber paseado por el ruedo, en calidad de espontáneo.

Cierta pancarta en contra de unas pruebas atómicas del presidente francés Chirac en el Pacífico oriental.

La desesperante inactividad, agravada por sus propensiones etílicas, fue dibujando un cuadro dantesco del que nadie hubiera esperado ver resurgir a la incandescente Ave Fénix que Rodolfo llevaba dentro.

La misma que remontaría el vuelo hasta alturas insospechadas no sólo durante la tan recordada lidia y faena de “Rey Mago” –al que pinchó–, sino a lo largo de una tarde de éxtasis total, en que dio siete vueltas al ruedo y terminó por cortarle dos orejas de ley a “Conquistador”, otro cinqueño excelente de los herederos de Javier Garfias.

Segundo milagro

Tampoco la divisa de Garfias ondeaba ya con la fuerza de otros tiempos, cuando los ases se disputaban sus toros y éstos eran garantía de éxito seguro.

Lejos ya las tardes de “Gladiador”, “Tenorio”, “Horchatito”, “Corvas Dulces”, “Navideño”, “Boca Seca” y “Manchadito”, el punto de quiebre estuvo quizá en el encierro que don Javier había destinado a Sevilla.

Para las celebraciones del V Centenario del arribo a Cristóbal Colón a las presuntas Indias Occidentales.

Finalmente el plan se vino abajo y ese sexteto se lidió en la México.

Grandulón y pasado de edad, y les dio la gran lata a Curro Rivera, José Antonio Campuzano y César Pastor (05.01.93).

De suerte que el enorme prestigio que llegó a gozar la ganadería potosina, era asunto del pasado.

Cuando se la anunció para la corrida del 7 de enero de 2007.

El encierro, con cuajo y pitones, tuvo cuatro toros mansurrones y complicados, más o menos dentro de lo esperado.

Que los dos restantes –precisamente el lote de El Pana– resultaran extraordinarios fue otro milagro.

Sin el cual la faena de “Rey Mago” habría sido imposible de ver y saborear en su día, y de retornar de a poco en este incierto futuro con la fuerza de un sentimiento imborrable.

Milagrosa conjunción

De dos hechos tan improbables como venturosamente ciertos derivó el verdadero milagro: la conjunción astral que los hizo concurrir en un punto del cosmos llamado Plaza México el domingo 7 de enero de 2007.

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