El recuerdo es para Luis Bolivar el día en que hace 8 años en Castellón lidió con verguenza torera un Victorino al que le cortó una oreja. El vallecaucano dejó su impronta de torero valiente y de saber estar en el terreno justo y tomar las distancias que son y especialmente del conocimiento del comportamiento de esos toros «victorinos» porque el toreo tiene sí o sí que acoplarse a esas correosas embestidas. Aquella tarde lidió en su primero, un Miura, Que se dice pronto.
La reseña de mi colega y admirado Juan Miguel Nuñez de aquella gesta «bolivariana » :
Tres toros de Miura, los tres primeros, con kilos y pitones, bravos y de buen juego salvo el deslucido segundo; y tres de Victorino Martín, más desrazados y menos colaboradores.
José Luis Moreno: tres pinchazos y tres descabellos (gran ovación tras aviso); y tres pinchazos y estocada (silencio).
Luis Bolívar: estocada habilidosa y cuatro descabellos (silencio); y pinchazo y estocada (oreja).
Paco Ramos: bajonazo (ovación); y cinco pinchazos y descabello (silencio tras aviso).
En cuadrillas, Domingo Navarro hizo un quite providencial a Paco Ramos estando éste a merced del toro que le había derribado al lancearle de salida.
La plaza tuvo casi tres cuartos de entrada en tarde despejada y fresca.
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MORENO, GRAN TOREO, PERO SIN ESPADA
El venezolano Bolívar ha cortado una oreja que le va a significar mucho de cara a la temporada que empieza, sobre todo para las contrataciones en corridas de este tipo, de carácter «torista». Y Moreno ha vuelto a perder la enésima oportunidad para relanzar su carrera al no matar bien después de torear magistralmente.
Moreno ha vuelto a demostrar que tiene un concepto del arte de torear -y habría que recalcar lo de arte y torear- como pocos. Conoce la técnica, tiene valor y personalidad. Pero no mata, o mata muy mal, su gran hándicap de siempre.
Hoy ha tenido en la mano un triunfo que le hubiera abierto el abanico de ferias y plazas importantes, de haber tirado patas arriba de un gran estoconazo al primer «miura» de la tarde. Era la rúbrica que se merecía la gran faena que había cuajado. Él sabrá por qué no entró la espada.
Moreno toreó con una gran concentración en todos los órdenes de la lidia. Comprometido con el toro y, por supuesto, consigo mismo. Buen intérprete con el capote, sobresaliendo una media que fue un auténtico cartel de toros. El toro cumplió en varas. Y la faena de muleta fue poderosa y, más aún, tuvo muy buena expresión artística.
A los sones de «Manolete», el solemne y comprometedor pasodoble que acostumbran poner de fondo a las faenas de las figuras que difícilmente fallan, el rubio torero cordobés toreó muy seguido y limpio desde el primer muletazo. Cada vez más encajado, seguro y poderoso, con mucha exposición y claridad de ideas. En la tercera tanda a derechas la hondura fue total.
Muy relajado Moreno, acompañando con la cintura, las muñecas sueltas. Gran expresión artística sobre la base del temple y el ajuste, la estética por supuesto y la ligazón. Hasta en las postrimerías, cuando «el miura» perdió fuelle y ya no repetía tanto, también los muletazos sueltos y los pases de pecho resultaron enormes. Pero, qué pena, lo de la espada es para no contarlo.
Había sido noble el toro. Claro que su buena respuesta fue porque el hombre que tuvo delante lo entendió a la perfección. No hace falta advertir que un toro de Miura, el del hierro de la «A» con asas, pone a más de uno a cavilar por la historia que tiene detrás está ganadería.
El cuarto, de Victorino Martín, fue flojo y con poca casta. Le costaba seguir los engaños. Y también por la falta de fuerzas se defendió más de la cuenta, o no pasaba o se volvía. Moreno no pasó agobios con él hasta que llegó otra vez la hora de matar.
Bolívar no terminó de ponerse frente al primero de su lote, un «miura» que tampoco dio facilidades. Sin embargo, estuvo firme y muy resolutivo en el quinto, un «victorino» que salía de los pases desentendiéndose, pero que se encontró siempre al torero en el sitio justo para provocarle, haciéndole ir continuamente a la pelea.
El toro gazapeaba, defecto que desconcierta mucho a los toreros, ya que se venía andando antes de los cites, y eso obligó también a perderle pases. Fue por tanto faena de valor y oficio. Muy bien ganada la oreja que paseó Bolívar.
A quien le vino grande la tarde por las circunstancias de los toros fue al local Paco Ramos, que puso mucha voluntad pero sin resolver.-