Día: 27 de septiembre de 2020

Hoy,100 años de la alternativa de Granero en la pluma de Alvaro R del Moral

Foto dedicada por GRANERO AL PADRE del colega Carlos Crivell ( Es la imagen que abre esta nota )

(Álvaro Rodríguez del Moral )

Joselito había muerto en Talavera el 20 de mayo de 1920. El rotundo luto por la desaparición del coloso de Gelves había caído como una losa sobre el mundillo taurino y toda la sociedad de aquella España de comienzos del siglo XX. Había muerto el rey de los toreros pero la vida y el toreo seguían. La función, una vez más, debía continuar y José más que crear escuela había dado un nuevo rumbo al oficio de torear en simbiosis con Juan Belmonte. El toreo había cambiado, sí, y los aficionados más encopetados ya habían señalado a un mocito valenciano –que también despuntaba como violinista- como digno sucesor de José. Se llamaba Manuel Granero y se había currado el oficio en los campos de Salamanca junto a una baraja de aspirantes –el sevillano Chicuelo, el jerezano Juan Luis de la Rosa o el madrileño Eladio Amorós- que también rondaban la gloria. Eso sí: el destino quiso que el definitivo heredero de los postulados gallistas fuera el menudo diestro de la Alameda de Hércules, que sobrevivió taurinamente a todos ellos y se convirtió en caja de cambios del toreo que estaba por llegar.

Granero: Entre ‘Bailaor’ y ‘Pocapena’

Chicuelo, Granero y Juan Luis de la Rosa cuando compartían andanzas novilleriles en los campos de Salamanca.

La carrera de Granero, nacido en Valencia el 4 de abril de 1902, fue tan breve como fulgurante. El 29 de junio de 1919, con diecisiete años cumplidos, ya se había presentado en la vieja plaza de Goya ante la cátedra madrileña confirmando sus cualidades para ocupar la primera fila del toreo. Para entonces, la fiebre taurina ya había ganado la mano a su formación musical. El capote se había impuesto al violín; el destino del jovencísimo lidiador había quedado escrito…

Al año siguiente llegó el debut como novillero en la plaza de la Maestranza. Fue el 5 de septiembre de aquel lejano 1920, anunciado para estoquear una novillada de Carmen de Federico –los actuales ‘murubes’- en unión del primer Andaluz –tío del matador del mismo apodo que hizo fama en los 40- y Joseíto de Málaga. Una semana después volvió a hacer el paseíllo en el coso el Baratillo en medio de Hipólito y Correa Montes. Los novillos pertenecían en esta ocasión al hierro de Santacoloma. Sólo quedaban poco más de dos semanas para su alternativa, preparada para la Feria de San Miguel.

Granero: Entre ‘Bailaor’ y ‘Pocapena’

El nuevo matador recibe los trastos de manos de Rafael El Gallo, de riguroso luto por la muerte de su hermano Joselito.

El doctorado

La Feria de San Miguel de aquel año había vuelto a desdoblarse entre las plazas de la Maestranza y la Monumental. Pero ambos cosos compartían ya la misma empresa gestora después de haber competido en el tiempo y en el espacio hasta el punto de solapar por completo las respectivas programaciones de la temporada de 1919. En esa tesitura se habían llegado a celebrar dos alternativas paralelas, las de los dos compañeros de las primeras andanzas de Granero en Salamanca. Juan Luis de la Rosa se hizo matador en la Monumental el 28 de septiembre de aquel año de manos de Joselito. Media hora más tarde, en la plaza de la Maestranza, fue el turno de Manuel Jiménez ‘Chicuelo’ que recibió los trastos de manos de Juan Belmonte.

Pero la memoria de Gallito volvía a planear sobre el doctorado de Granero. José y sólo José podía ser el padrino natural de esa alternativa que acabaría dando, vestido de riguroso luto, su hermano Rafael. El cartel lo completaba su compañero ‘Chicuelo’, que ese mismo día cumplía su primer aniversario de alternativa. Los toros escogidos para la ocasión pertenecían al hierro de Concha y Sierra. El ‘Divino Calvo’ cedió al toricantano un espectacular berrendo y capirote llamado ‘Doradito’ al que, según la reseña telegráfica publicada en ‘La Crónica Meridional’ toreó de capote mejor que manejó la espada. Parece que no fue la tarde del padrino y aunque el testigo sí salvó los muebles. “Rafael El Gallo realizó faenas miedosas y muy distanciado de los toros…dando origen a una bronca descomunal”, señala el mismo medio que resume la actuación de Chicuelo con un lacónico y conciso “deficiente” aunque hay que consignar que al sevillano le llegaron a pedir la oreja del primero.

Granero: Entre ‘Bailaor’ y ‘Pocapena’

Granero pasa de capote al toro ‘Doradito’ el ejemplar de Concha y Sierra con el que tomó la alternativa.

Sin solución de continuidad, Granero actuó al día siguiente en la efímera Monumental, el embudo pionero construido en hormigón armado que había soñado Joselito. Ese 29 de septiembre –ventoso y desapacible- Granero cerraba un cartel de cuatro espadas que completaban Rafael El Gallo, Manolo Belmonte y Chicuelo para despachar ocho ejemplares de Pérez de la Concha. Al día siguiente –día 30 de septiembre de 1920- se había anunciado una novillada más o menos intrascendente en el mismo coso. Maera, Facultades y Joseíto de Málaga hicieron el paseíllo en esa tarde otoñalpara tumbar seis ejemplares de Rincón. Entonces no podían saberlo pero ése iba ser el último festejo que se celebraría en ese recinto, que quedó clausurado para siempre unos meses después.

Granero: Entre ‘Bailaor’ y ‘Pocapena’

El infortunado diestro sevillano Varelito estuvo más de un mes agonizando.

Epílogo trágico

Granero ya era una joven figura en la temporada de 1922. El año anterior, fue un 22 de abril, había confirmado su alternativa de manos de un jovencísimo padrino. No era otro que Chicuelo, con el que alternó en numerosas tardes en esos primeros compases de la era pos gallista. Los sucesivos triunfos en la plaza de Madrid, además, iban a confirmar la ascensión del flamante matador valenciano que logró la absoluta unanimidad del público y la crítica en esa primera -y única- temporada completa como matador. ¿Era Granero el ‘hombre’?

La temporada de 1922 no podía comenzar con mejores augurios. Manolo Granero pasó por Valencia, Barcelona, Castellón… Estaba anunciado tres tardes en la Feria de Abril. En la tercera de ellas, el día 21, hizo el paseíllo en la plaza de la Maestranza junto a Varelito, Chicuelo y Marcial Lalanda para estoquear una corrida de Guadalest. El quinto, llamado ‘Bombito’, alcanzó y persiguió a Varelito, propinándole una tremenda cornada que penetró por el recto. Aquel desgraciado percance se produjo en medio del ambiente enrarecido de una Feria de Abril empobrecida por la ausencia de Belmonte y huérfana de Joselito, que permanecía aún muy presente. Cuando le llevaban a la enfermería exclamó: “¡ya me la pegao, estaréis contentos!”…Estaba herido de muerte pero al infortunado diestro sevillano aún le quedaba una larga agonía…

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Varelito, atormentado por un impresionante sufrimiento, aún vivía el 7 de mayo de 1922. Granero tenía ese día una cita con la plaza de toros de Madrid. El cartel anunciaba toros de dos hierros: tres del duque de Veragua y otros tres del marqués de Albaserrada que tenían que tumbar tres jovencísimos matadores: Juan Luis de la Rosa, Manolo Granero y Marcial Lalanda, que confirmaba su alternativa. El quinto, marcado con el hierro ducal, se llamaba ‘Pocapena’. Era un ejemplar cárdeno y bragado, seguramente burriciego, y de aire manso al que Granero –vestido con un estilizado terno negro y oro de delanteras bordadas- toreó a la verónica delante del tendido 2 del viejo coso de Goya.

Sin cambiar de terrenos se dispuso a entrarle a matar, muy cerca de las tablas. En ese terreno, lógicamente, le apretó el animal, hasta alcanzarle en una tremenda voltereta de la que salió maltrecho y con la ropa rota. Granero había quedado prácticamente sentado, dando la espalda a la barrera. ‘Pocapena’ volvió a cornearle, metiendo el pitón por su ojo derecho y destrozándole el cráneo contra las tablas. Su rostro era una masa sanguinolenta que logró fotografiar Pepito Fernández Aguayo aunque nunca desveló aquellas placas.

Mientras se lo llevaban a puñados a la enfermería –donde sólo se pudo certificar su muerte irremediable- Blanquet, horrorizado, se cubría la cara con las manos. Dos años antes, el gran banderillero valenciano había sido testigo directo de la muerte de Joselito en Talavera. Como entonces, había olido a cera. La misma cera que olería cuatro años después mientras toreaba en la plaza de la Maestranza a las órdenes de Ignacio Sánchez Mejías. No sabía que estaba venteando su propia muerte, que le sorprendió en el tren aquella misma noche, volviendo de sevilla. Dos semanas después de la cogida y muerte de Granero fallecía Varelito. El ocaso del diestro sevillano –como el del propio matador valenciano- formaba parte del impresionante tributo de sangre que pagó aquella maravillosa generación de toreros que protagonizó la fecunda, dura y luminosa Edad de Plata.

Alcalino nos recuerda la obra de Guillermo H Cantú

Alcalino nos recuerda la obra de Guillermo H Cantú. Es difícil celebrar algo cuando el personaje que lo motiva acaba de morir. No hablo, naturalmente, de panegíricos oportunistas sino a una celebración plena.

Y es que hoy, esta columna quiere exaltar la obra de Guillermo H. Cantú y su pasión analítica. La vida perenne de cuatro libros cruciales para entender la tauromaquia mexicana, en medio del vacío de literatura alusiva de que adolece nuestro país, con aisladas y esporádicas excepciones.

Un vacío tan sensible y palpable que hasta pudiera servir para explicar en parte la triste situación de la Fiesta en México. Porque sin lectores y escritores taurinos competentes, la decadencia de nuestras corridas de toros se robustece. Con o sin pandemia.

Guillermo Héctor Cantú Charles (Monterrey, 23.01.1933-CDMX, 19.09.2020)

Estudió administración en el Tecnológico de su ciudad natal y se dedicó a los negocios con éxito singular. Pero sus talentos empresariales no estorbaron nunca su fervor por la fiesta de toros ni la perspicacia connatural a su carácter.

Si aquél lo prendió para siempre al acontecer de los redondeles, ésta le permitiría escudriñar la realidad profunda del toreo a través de los artistas de su predilección, como Carmelo y Silverio Pérez, como Manolo Martínez. Hasta descubrir rasgos muy particulares en el toreo que se practica y degusta en México.

De donde resulta que el famoso axioma belmontiano –“se torea como se es”–, explica al individuo que torea, pero también la matriz cultural de la cual procede.

Estas son algunas de las principales tesis, sin duda atrevidas, con frecuencia originales y afortunadamente controversiales, que Cantú formula a través de su obra:

Toreo lúdico frente a toreo lúgubre

El autor regiomontano señala una diferencia fundamental entre el toreo mexicano y el español, lúdico el nuestro y lúgubre el hispano. Tal aserto puede discutirse pero no ignorarse, pues se trata de un hallazgo sobre el que vale la pena reflexionar.

Y es precisamente la reflexión –la propia y la que suscita con la mayoría de sus afirmaciones—lo que Cantú busca provocar en sus lectores.

Observa en nuestros toreros “una necesidad de jugar –en el sentido de funcionar, aun a costa de arriesgar–, más imperiosa que la necesidad de creer. Ahí residirá la primera gran diferencia del mexicano con relación al mundo europeo… Enfrascado en una búsqueda de placer, más que de poder, el hombre de México entenderá el espectáculo taurino simplemente como una fiesta más –quemar “judas”, “morirse en la raya”, “jugársela”. Una raza que nace de la muerte no tiene por qué temerle… (contra) la tradición de la España adalid de la cristiandad…”

(Muerte de azúcar. Edit. Diana. México. 1984. pp 53-54)

La mexicana, una cultura de tempo lento

Guillermo H. Cantú distingue una diferencia entre la lentitud con que tiende a mover los engaños el torero mexicano, en oposición a la rapidez privativa de los españoles, inclusive aquellos que, para triunfar en México, tuvieron que adoptar al torear aquí unos modos más templados.

De paso, se anticipa a quienes podrían atribuir esta pauta espaciotemporal a la embestida considerablemente más suave del toro mexicano en comparación con el español, recordando que dicha suavidad fue lograda mediante un complejo, peculiar y talentoso manejo zootécnico en las primeras tres décadas del siglo XX, con el deliberado propósito de acoplar el estilo del toro a los peculiares gustos de un público procedente de una cultura de tiempo lento, en contraste con otra de tiempo rápido.

Y todo esto sin menoscabo de la casta, pecado en el que incurrirían los torpes sucedáneos de aquellos próceres de la cría del toro bravo mexicano.

Frente a los toros –apunta Cantú—no se puede jugar, a menos que se posea un temperamento juguetón o se pertenezca a una “raza inmadura”, lúdica, traviesa, que carga, además, con las cualidades y defectos de sus antecesoras.

De otra manera no es posible entender cómo el mexicano, dependiente también en lo taurino, a partir de la segunda mitad de este siglo (escrito en el s. XX) exprese un toreo propio, un sentimiento en el ruedo completamente diferente al de los toreros españoles».

(Op. Cit. p 57)

Hablando de Silverio

A lo largo de su obra, el autor regiomontano explora una y otra vez  las personalidades de los texcocanos Carmelo (Armando) y Silverio Pérez Gutiérrez.

Notorias diferencias de temperamento y carácter entre ambos no le impiden hermanarlos en lo esencial:

Un desdeñoso estar frente al peligro como misión vital, sin preocuparse por acumular fechas, triunfos y medallas, que son símbolos del pensamiento utilitario de occidente, no del hombre empeñado en ofrecer un poco de su ser, de su sentir y de su alma al expresarse.”

(Visiones y fantasmas del toreo, Edit. Ediciones 2000. México. 2000).

El mandón de mandones

Además de Silverio, el torero de Cantú es Manolo Martínez. Y le interesa resaltar, por encima de su maestría y arte, virtudes estrictamente taurinas, la obsesión de controlarlo todo que caracterizó al torero de Monterrey.

Y que lo elevaría no sólo a la cumbre del toreo de su tiempo, sino a mandar sobre los destinos de la Fiesta en México como acaso ningún otro matador en la historia.

De hecho, el libro que Cantú le dedicó a Manolo es una larga entrevista con el diestro, que va desgranando sus convicciones con marcado desdén hacia sus muchos impugnadores y cobradores de agravios.

Me detengo en la explicación del temple que hace el reinero:

“El uso del pico… persigue el objetivo de tocar al toro dándole en el primer pase pequeños calambres al pitón, o más bien, al ojo contrario… En el segundo pase ya no es necesario ese toque… la inclinación de la muleta marcará el ajuste necesario para obligarlo a repetir la embestida sin que el torero tenga que recolocarse…

El esfuerzo se realiza a base de tensión dinámica, sin moverse, aguantando las acometidas del toro mientras músculos, tendones y ligamentos se estiran y tuercen sin que tus piernas se desplacen, sino únicamente giren.

Lo mismo pasa con la franela cuando le permites al toro acariciarla con el testuz o los pitones… El temple se pierde si el toro testerea o engancha la muleta. Si sólo dejas que la toque sin que pueda moverla se vuelve un estímulo, el toro se encela…”

(Manolo Martínez, un demonio de pasión. Edit. Diana. México. 1990, pp 179-180)

Sobre los tiempos felices de la Plaza México

La lúcida definición que formula nuestro autor de la Plaza México, alma y núcleo de la afición mexicana, hace tiempo dejó de operar. Al progresivo menoscabo de su sensibilidad y saber taurinos contribuyeron numerosos factores y actores, pero sobre todo la autorregulación empresarial, en complicidad con la autoridad competente.

Lo cual no altera la validez que en su tiempo tuvieron los conceptos así expresados por Guillermo H. Cantú:

Recinto de mixturizadas culturas, decantadas trabajosamente en el tiempo con fuerzas disgregantes y a la vez extrañamente unidas… Solamente la esperanza de que acontezca el milagro en el ruedo conjura la dispersión amenazante, integrando la fuerza multitudinaria alrededor de un núcleo inconfundible; el arte… Pero cruel, como cualquier monstruo colectivo y efímero, tan pronto acomoda su humanidad en la grada se apresta a sacrificar la vida de sus víctimas propiciatorias y el ímpetu de sus héroes.

Un espacio donde es más fácil blandir el pañuelo del indulto que perdonar la impreparación de los oficiantes: la ausencia de clase, los brillos opacos del oficio, la valentía por sí sola, la vulgaridad en sus variados tonos, o los contoneos aparentemente feminoides en banderillas.

El valor y el oficio como medio, nunca como fin. Pero tiene su clave, y cuando se da con ella es capaz de entregarse fuera del matrimonio. Una fémina veleidosa e incomprensible, atractiva y vibrante, disponible y deseosa, pero sólo con unos cuantos, los que puedan animar los ritmos de su secreto.”

(Visiones y fantasmas del toreo. Edit. Ediciones 2000. México. 2000, p. 89)

Evidentemente, tan complicada definición no corresponde ya al público actual de la plaza mayor del mundo. Que es, a menudo, la más desolada y villamelona.

Sobre lo que hace único al arte de torear

En cambio, Guillermo H. Cantú acierta plenamente al explicar qué es lo que hace a la tauromaquia un caso especialísimo entre las artes de representación –teatro, música, ópera, danza…–:

Ciertas características únicas e irrepetibles con respecto al resto de los espectáculos y actividades relacionadas con la creación: el resultado final es desconocido por el público y, sobre todo, por los actores; se alcanzan niveles de improvisación aún mayores a los obtenidos en la danza o en el jazz, sólo que el piano y los demás instrumentos ceden su sitio a un par de pitones; se plantean soluciones cuyo acierto o torpeza al aplicarlas tiene inmediatas consecuencias; y son remotas las posibilidades de adecuación entre los protagonistas –toro, torero y público–, no así las de un percance.”

(Muerte de azúcar. Edit. Diana. México. 1984, p. 98)

Epígrafes

Hombre culto, además de agudo analista, Guillermo H. Cantú encabeza sus disquisiciones con algunos elegantes y oportunos epígrafes que la inteligencia con mayúsculas ha ido obsequiando a la humanidad a través del tiempo. He aquí algunos de ellos:

“El enemigo más peligroso de la alegría es la prisa” (H. Hesse).

“Lo serio trata de excluir el juego, mientras que el juego puede muy bien incluir en sí lo serio” (J. Huitzinga).

“Sobre el placer del poder, el poder del placer” (H. Von Saltza).

“El hombre es la sombra de un dios en el cuerpo de un animal” (W. Goethe).

“Me gusta que todo sea real y que todo esté cierto; y me gusta porque así sería, incluso aunque no me gustase” (F. Pessoa).

“En los escudos estuvo nuestro resguardo, pero los escudos no detienen la desolación” (Poesía náhuatl).

”El arte no es una respuesta, es una pregunta” (O. Paz).

«Desperdicios», un torero adelantado a su tiempo

Manuel Dominguez «Desperdicios» es toda una personalidad, ocultada por Lagartijo, Pedro Romero, «Cuchares» pero que es una verdadera caja de sorpresas.

Nace hacia 1816, muere en 1886 y deja una estela de acontecimientos en una rocambolesca vida que lo trae a América.

Concretamente a Montevideo, a la Argentina del dictador Rosas y al Brasil.

Son años en los que no ejerce de torero. Y sale de España porque tuvo un litigio con otro espada, Juan León.

Antes es bueno subrayar sus aportes a la tauromaquia del siglo XX como es el toreo en redondo, varias suertes de capa y el quedarse en el lugar adecuado sin enmendar terreno.

Las reglas del toreo según «Desperdicios»

1- El cobarde no es hombre y para el toreo se necesitan hombres.

2- Más cogidas da el miedo que los toros.

3- La honra del matador se encuentra en no huir ni correr jamás delante de los toros teniendo muleta y espada en las manos.

4- El espada no debe nunca saltar la barrera después de presentarse el toro, porque esto es ya caso vergonzoso.

5- Arrimarse bien y esperar tranquilamente la cabezada, que el toro ciega al embestir y con un nada se evita el derrote.

6- El torero no debe contar con sus pies, sino con sus manos, y en la cara de los toros debe matar o morir antes que volver la espalda o achicarse.

7- Parar los pies y dejarse coger: éste es el modo en que los toros se asientan y se descubren para matarlos.

8- Más se hace en la plaza con una arroba de valor y una libra de inteligencia que al revés.

ESA VIDA PARA CONTARLA EN UNA NOVELA

Aquí, en América, ejerce de mozo de esclavos, de industrial de poca monta, contrabandista.

Y este tema de «Desperdicios», fue propuesto y llevado a cabo en el programa «Palco de Callejón» que dirige María Carolina Andrade.

Por cierto, la primera mujer que logra entrar al callejón de La Santamaría en calidad de periodista.

Marco Hierro uno de los panelistas realizó una hermosa pintura del retratado y su relato fue fascinante con imágenes muy tentadoras de lo que fue ese torero, un desconocido para muchos aficionados. Nicolás Sampedro y David Jaramillo hicieron valiosos aportes en ese programa taurino. Y lo complementaron magníficamente Emilio Méndez desde México y Sofía Vaca en Ecuador

Una vida de leyenda

El período de su vida en Sudamérica  fue el más dramático y colmado de aventuras de toda su la existencia de Domínguez, que nos resume Velázquez y Sánchez, que por su amistad con el diestro, es informador más que autorizado:

«Avezado a fiar en su propias fuerzas, y haciendo frente a todo género de obstáculos, Manuel aprendió a montar, echar el lazo y acosar reses como los guajiros, y forzado por la necesidad en pueblo semisalvaje, sostuvo peleas con los perdonavidas de aquellas tierras, hasta merecer la denominación de señor Manuel el Bravo, que si constituía para unos título  de respeto, era para otros un motivo de jactanciosa provocación…

Sirvió de mayoral de negrada en vastos ingenios, teniendo que regir cuadrillas de siervos africanos, no tan sumisos que dejen de conspirar contra el hombre que los manda y que los castiga; entraba de capataz en los saladeros de la Francesa, Seis valientes y Cambaceri, habiendo de regir con su imperiosa voluntad a centenares de insurgentes y desalmados subalternos, que no reconocían más fueron que el de la fuerza moral y física.

Aceptaba el mando de una partida rural contra los indios, persiguiéndolos hasta en sus guaridas de Chapaleofú y en las asperezas de Sierra Ventana, y ya con algunos fondos y harto de correrías y temeridades que parecían retos a la muerte, se estableció en Bueno Aires, interesándose en el acarreo del muelle con sus carros, y en tráfico y especulaciones, que habrían producido un caudal en otro país menos afligido por la guerras intestinas y cuantas plagas esterilizan el trabajo en las sociedades condenadas al castigo de un anárquico desorden».

Este singular espada lo que pone en evidencia es que el toreo no es un invento DE sino la sucesión de normas, reglas, aportes, conceptos que se van transmitiendo de generación en generación

Solitaria oreja a Luque en la sin par Dax con Pedraza de Yeltes «sin chispa». Nobles pero sin emoción

Resultado de la corrida en Dax

 DANIEL LUQUE, oreja tras aviso y ovación y aviso

• LÓPEZ SIMÓN, silencio tras aviso. Y silencio.

• ÁLVARO LORENZO, silencio Dos avisos y silencio

Francia es un faro para la tauromaquia y plazas como la de Dax da gusto por el respeto del público con el primer tercio, le dan categoría a la colocación del toro, a cómo se pone la vara, a las distancias y esos silencios en el transcurso del festejo que es un placer añadido. No hay concesiones a lo superfluo, a lo anodino y protestan con una categoría que ya quisieran muchos cosos a uno y otro lado del Atlántico.

A la corrida le sobró nobleza y le faltó esa emoción, ese picantito que hace que el espectador se conmueve….Momentos, detalles sin que la corrida haya sido ( y permítanme la simpleza, mala) pero el encierro está por debajo de las expectativas.

Festejo largo, casi tres horas…..

Daniel Luque está en un momento dulce de su carrera, con naturalidad, dándole las ventajas al toro, colocándose geométricamente, y una cosa importante : las alturas. Esa muleta donde debe estar. Ha entendido perfectamente el gusto francés y es grato verle.

Cortó la única oreja de la corrida….

El segundo de Luque se empleó magníficamente, y de lejos, en varas.

López Simón ilusionó hace unos 4 años, a Colombia vino pero es que » no dice nada » ( taurinamente halando ); perdió el tren, no ilusiona y se oyeron esas educadas protestas. El toro tampoco terminó de emplearse y el torero tampoco estuvo …

«Al toro le faltó celo y voy a ver la repetición a ver pues el toro se metía y el muletazo no puede ser como uno quisiera «. (SIC ) [ al micrófono de David Casas tras la lidia de ese quinto.

Álvaro Lorenzo nos dejó hace dos años una pintura con aquel novillo de Gutiérrez en el Festival sustiuyendo a Ponce y por eso volvió pero son toreros en formación a los que es preciso esperar y ser conscientes que un espada se va macerando como el vino.

Cerró Lorenzo con otro castaño , deslucido, sin entrega. Las tandas resultan inconexas por la condición del toro. Pero con base en la paciencia lo ha sujetado y evita que se vaya a tablas. El astado es » bueno «, a secas, va y viene pero sin emoción. Pero el toro elige sus terrenos y terminó en os adentros. El toledano concluye con cambios de mano ( derecha izquierda y viceversa ) pero eso no llega al atendido….Aviso….

Lo de Pedraza de Yeltes que se lidió en en ese rincón francés es necesario revalorizarlo. Se remonta a 1902, cuando uno de los lotes en que se dividió la ganadería de don José Antonio Adalid procedente de Vistahermosa y Barbero de Utrera pasa a don Francisco Taviel de Andrade y sucesivamente a don Gregorio Campos en 1908, don Narciso Darnaude en 1921, don Romualdo Arias de Reina en 1930, Hidalgo Hermanos en 1932 y posteriormente, en 1950, a don Arturo Pérez Fernández.

Los toros de este encaste suelen ser bajos de agujas, finos de piel y de proporciones armoniosas. Las encornaduras tienen un desarrollo medio, pudiendo crecer en forma de gancho o gatillo (engatillados). El cuello es largo y descolgado, el morrillo bien desarrollado y no tanto la papada. Los pelos predominantes son negros, colorados, castaños y tostados. Pueden aparecer los jaboneros y ensabanados por la influencia de la casta vazqueña.  En  cuanto  al  comportamiento,  este  encaste  conserva  la  cualidad  de  ir  a  más.  Se arranca pronto y lo hace galopando, con alegría y fijeza en los trastos de torear. 

Salió hoy en Dax un quinto toro para López Simón, colorao, bien armado, hecho, con trapio. Pero la faena nos la quedan debiendo…

Foto captada por el pintor colombiano Diego Ramos

Reelegido Hernán Ruiz en la presidencia de UNDETOC en una Asamblea salpicada por las controversias

La Asamblea extraordinaria de UNDETOC ha reelegido a Hernán Ruiz «El Gino» en la presidencia en un marco de controversias, el retiro de la sala de un grupo de socios descontentos, elevación de voces mas de lo debido y uno que otro vocablo descompuesto.

Varios de los que abandonaron la reunión anunciaron que impugnarán las decisiones porque hay socios que votaron y no estaban a paz y salvo.

Supuestamente, el grupo que permaneció es inferior al que optó por marginarse de la Asamblea y no hacían quórum para deliberar.

La Asamblea se constituye con el requisito de 28 profesionales presentes y a paz y salvo.

Convocada ante las nuevas circunstancias por la creación de una nueva organización de toreros y el calamitoso estado de la tauromaquia agravado por la pandemia y los ataques desde distintos sectores a la fiesta, la Asamblea se prolongó hasta la noche del sábado y ha Reelegido Hernán Ruiz en la presidencia de UNDETOC.

LA NUEVA JUNTA

Presidente: Hernán Ruiz ( reelegido )

Vicepresidente: David Martinez

Fiscal: Ramses

Secretario General: Andrés Vargas

Tesorero: Manuel Libardo

Secretario de conflictos: Carlos Parra

Secretario de cultura: Daniel Parce

Vocal: Moreno Muñoz

Secretario de prensa: El Choni

Secretario de Actas: Juanito Ortiz

De Andy a Roca Rey, de Bambamarca a España

Andrés Roca Rey pese a su juventud, a que apenas lleva 5 años de alternativa tomada en Nimes, es un toreo de largo recorrido pues muy niño ya lidiaba becerritos en el campo y en esa época no era Andrés sino El Andy.

Como es público y notorio no va más con quien fue en los últimos 8 años su apoderado, amigo, jefe, consejero, José Antonio Campuzano.

La colega Magaly Zapata nos revela detalles de lo que alguna vez conté en este portal y fue el encuentro en Bambamarca del sevillano con el limeño, Andrés Roca Rey, pero la cronista peruana abunda en detalles interesantes:

Llegó aquel 2008 y nos fuimos a Bambamarca a su feria entre sus atractivos estaba el niño torero, Andrés Roca Rey. Nos juntamos en Chiclayo con el ganadero Roberto Puga que venía con el apoderado Campuzano y su torero Ureña.

Recuerdo que la cena fue de amena charla taurina, conociendo mucho la persona y su historia.

Con doña Ena Moyano, a la sazón Presidenta de la Asociación de Peñas de Lima, contándole de nuestro niño torero que estábamos seguras estaba llamado a ser figura del toreo.

Fue así que lo vió torear por primera vez. Muchos años pasaron hasta que lo buscó en el 2011.

El Andi en ese año, toreaba y mucho cada temporada por los pueblos del Perú y el reto, los taurinos lo sabíamos, era migrar y cuajarse allende la Patria, en la meca.

El ganadero Roberto Puga quien a través de su amigo el taurino extremeño don Miguel Moreno Zapata, lo acogió como a un hijo.

Consiguieron el permiso de sus padres para que viajara por primera vez sólo a torear en España durante sus vacaciones del colegio.

Y así fue que lo inscribieron en la escuela taurina de Badajoz en la que dejó gran ambiente.

Tiempos en los que, orientado el maestro Campuzano, lo convenció y lo sacó para irse de campo, y conocer de encastes, incluso lo inscribió en un certamen lisboeta del que terminó con un percance óseo.

El compromiso de Moreno era devolverlo a sus clases y a regañadientes tuvo que devolverse pero ya tenía claro que para ser figura tenía que cuajarse en España.

Es así que su familia programó su vuelta y conversado y pactado en condiciones fue el contrato que firmaron finales del 2012 con el maestro Campuzano, con cláusula de rescisión pedida por él y con un alto costo en varios miles de dólares en cinco cifras anuales por tres años hasta la alternativa por todo concepto.

Monto que fue asumido en gran medida por quien considero ‘su mecenas’, don Guzmán Aguirre Altamirano, que con el correr de los años, apadrinó al nieto del maestro sevillano. Formando todos una gran familia.

Precisamente aquella exposición audiovisual del Perú taurino en Madrid, la abrochamos con El Andi en Huamachuco toreando para miles de niños ‘marcelinos’, niños trabajadores de la calle a quien Guzmán apoya.

Recuerdo que la primera vez que fue, llegamos en la misma avioneta.

Toreó de salón en la noche para ellos en el patio de su colegio. Y al día siguiente se convirtió en idolo en el ruedo.

La cara de alegría que puso al recibir su primer sobre con el estipendio a su entrega en el ruedo como obsequio del señor Aguirre fue de cartel.

Figura del toreo, siendo el numero 1 mundial, volvió el año 2017 porque así se había comprometido, dejando de lado corridas europeas en el mes más nutrido como es agosto.

Vino al Perú para torearles a ‘los marcelinos’ y devolver con un gesto que lo honra.

La generosidad de su mecenas, que lo quería como peruano triunfador fuera de la Patria, porque siempre lo dijo y lo dice ‘Andrés es grande’.

Hizo un viaje de ida y vuelta que implican horas de vuelo y otras tantas de pista entre las montañas andinas.

Toreó para los marcelinos en el único mano a mano con su hermano ya como matador de toros.

Los 50 mil dólares que cobró por su actuación los donó, íntegros para la educación de esos niños que deben trabajar para ayudar a sus familias.

Ya lo dije el otro día. Si contar es pecado, peco. Si opinar es pecado, peco. Porque no hay nada que me rebele más que un decir intencionado. Y aquí acabo.

El diestro conversó su decisión con los apoderados, con tiempo, con respeto, agradecimiento y cariño. Esta decisión, en la que le asiste el derecho legalmente de no renovar un contrato, y que respetó y cumplió hasta el final pactado.

En letra y con sangre, jugándosela cada novillo, cada toro, en todas las plazas.

Ganó y ganaron dinero. Ganó y ganamos los aficionados que con orgullo enarbolamos nuestra bandera en otros ruedos.

RELATO QUE REVELA ESE PROFUNDO SER TAURINO DE ROCA REY:

«Nada, el becerro me levantó por los aires y me agarró al caer. (Me puse en el lugar de una Madre y le dije), ¿te das cuenta que un toro te puede matar?. Con convicción y desparpajo, como quien habla comiendo un helado, contestó: Quiero ser figura del toreo y eso no me importa. Me heló la sangre. Ese era El Andi.


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