En la foto que abre esta nota captada en la finca de la familia, aparecen varios ganaderos españoles (Juan Pedro Domecq, Victorino MARTIN, PADRE E HIJO) con los Cobo Sevilla (Marcelo y Carlos Manuel que acaba de partir y quien hoy lleva las riendas de la dehesa, José Luis Cobo).
Hace más de medio siglo, junto a su hermano Marcelo, Carlos Manuel Cobo, emprende en un proceso de rigurosa selección de animales.
Procedentes de Pedregal Tambo, Pinto Barreiro y Lorenzo Tous.
Con inagotable paciencia formaron la ganadería de Huagrahuasi, escogieron hierro y divisa y debutaron en Quito en 1969.
Marcelo murió hace 4 años.
Con 89 años de edad falleció el ganadero de reses bravas ecuatoriano Marcelo Cobo Sevilla.
Marcelo Cobo nació en Ambato en 1927. Aficionado a la fiesta de los toros prolonga en su hijo José Luis Cobo en «La Casa del Toro» la crianza del bravo y bello ejemplar.
Carlos Manuel, tío de José Luis Cobo que acaba de dar la feria de Latacunga, fue un enamorado del toro de Domecq.
Los hermanos Cobo Sevilla, con Ezequiel Bermeo, Alfredo y Paco Barona, Alejandro Villavicencio, Ramiro Campuzano, Renato Ponce, Saúl Montenegro, Mario Benalcázar, Leonidas Plaza, Rodrigo Patiño y Judith Escala fueron el grupo inicial de quijotes ganaderos ecuatorianos que le dieron lustre al campo bravo.
Ellos importaron al Ecuador vacas y sementales de sangre pura española.
Ciertamente, la base de las ganaderías que se empezaron a lidiar en las corridas de toros en los años 80.
Los hermanos Cobo Sevilla trajeron reses de la estirpe de Juan Pedro Domeq – Jandilla.
Base de la divisa Huagrahuasi, que con el paso del tiempo es la ganadería triunfadora que las figuras del toreo piden en las corridas estelares de las ferias ecuatorianas.
Huagrahuasi lidió dos corridas en Bogotá y dejó gratos recuerdos.
Así mismo Carlos Manuel Cobo fundó su hierro propio con éxito similar.
El ganadero fallecido ayer es padre del ganadero, matador y empresario José Luis Cobo Terán.
Pablo Martin Berrocal, con sombrero, acompañado en Iñaquito del ganadero fallecido hoy, Carlos Manuel Cobo
La primera foto es una cortesía con tendido7 de mi amigo Cafo Osa. La manía de acabar con símbolos, con la historia, con la memoria de una ciudad, de un país.
Ya no existe (salvo en fotogramas y antiguas películas) la bella iglesia de Santo Domingo contigua al palacio de comunicaciones «Manuel Murillo Toro» en la carrera entre calles 12 y 13.
Derribaron el hotel «Granada» donde se hospedó Gardel en 1935 en su visita a Colombia.
El teatro municipal en el que pronunció encendidos discursos el político Jorge Eliécer Gaitán. La hermosa mansión donde vivió el expresidente Eduardo Santos en la carrera 13 con 67 (chapinero bajo).
Acabaron el tranvía que fue medio de locomoción de los cachacos en los cuarentas del siglo pasado… La manía de ya no enseñar en las escuelas la urbanidad de Carreño.
Se llevaron el «tío vivo» de los caballitos que estaba empotrado en el parque del Centenario.
Y no sigo, para no llorar.
La primera foto de esta nota es expresiva de ese intento de un sector de la sociedad para que la memoria de la plaza de toros «Cañaveralejo» desaparezca para las nuevas generaciones.
Hoy es centro de eventos…
Me explica Oscar Torres que la plaza de toros de Cali arrendó de enero a noviembre a Colboletos las instalaciones y que ellos optaron por lo de Arena Cañaveralejo.
Es cierto, pero se va difuminando el objetivo, la razón histórica de para qué fue creada en los años cincuentas del siglo pasado la plaza, para toros, aunque no lo crean.
Y continuando con mi argumentación, la manía del «olvido que seremos» (título de la novela del gran escritor Héctor Abad Faciolince y que acaba de convertirse en película).
Entonces es la pena que da ver solo en imágenes lo que fue uno de los bellos hoteles de Cali de la primera mitad del siglo XX, el «Alferez Real».
Hoy es olvido…
Igual ocurre con D’groupe que tiene el 51 por ciento de las acciones de la plaza de toros La Macarena de Medellín…
No, ahora es un centro de eventos, mas light, mas posmoderno, La manía del «con los nuevos tiempos», el del veganismo, el de la fast food, el del desprecio por artes antiguas con el toreo que mal que les pese a sus malquerientes (que los hay los haiga, y lo escribo con todas las letras)
Han cantado de Lorca a Botero, cada uno en su campo, el primero el poeta granadino y el otro, uno de los artistas plásticos mas célebre, y es colombiano, don Fernando Botero que en la foto siguiente aparece al lado de don Gabriel García Márquez, que respetó y elogió a la tauromaquia.
A los practicantes de la religión judía y a los hebreos en diferentes épocas de la historia les prohibieron practicar sus ritos, les cercenaron su lengua natural… pero pese a ello, ahí esta como demostración de que prohibir solo consigue afianzar una creencia, un ceremonia, un rito..
EL NAZISMO
En enero de 1933 A. Hitler fue designado canciller del Reich. Con el ascenso al poder del partido nazi se dio impulso a todos los movimientos antisemitas en Europa.
En Alemania y en gran parte de los países de Europa oriental, a excepción de Checoslovaquia, se excluía a los judíos de la vida pública e intelectual y se declaraba un boicot contra los comercios y empresas judías.
En el congreso de Nuremberg de 1935 se decretaron las medidas raciales, que se hacían extensibles a los países anexados como Austria en 1938 o los Sudetes de Checoslovaquia en 1939.
La invasión alemana de Polonia en 1939 provoca el estallido de la segunda guerra mundial.
Durante los años 1940 y 1941 la mayor parte de Europa, desde el Océano Ártico hasta el Mediterráneo y desde los Pirineos hasta el Cáucaso, quedó sometida a Alemania.
En cada zona conquistada, la primera labor de los alemanes era la solución del problema judío, según la concepción nazi.
La manía de la prohibición… No sé, espero pacientemente que no, si las corridas terminarán prohibidas mediante una Ley.
Pero de lo que sí estoy seguro es que ese ceremonial se seguirá practicando en el campo. la luz de la luna como lo hizo Belmonte.
Los abuelos le transmitirán a los nietos el bello arte de la lidia de los toros.
Vendrá otra generación, y otras miradas comprensivas y cercanas a la libertad y a derechos fundamentales.
Pero el toreo seguirá vivo (prohibido, de pronto), pero crecerá entre hombres libres.
Y mientras haya un hombre o una mujer amando el toreo, este seguirá vivo en su corazón y en sus sueños.
Aquellos tiempos de Camino en México… Por HORACIO REIBA “ALCALINO”. Cuando Manolo Martínez tomó la resolución de alejarse de la Plaza México, intricadas razones mediaron.
Iba a convertir a la Santa María de Querétaro en el coso sucedáneo, capaz de convocar a lo más granado de la afición capitalina.
Tres años duró tal ausencia, y cuando por fin retornó al coso máximo (13.03.77) no por ello se apartó de un hábito vuelto ya costumbre.
A la distancia, es evidente que el momento estelar del lustro y medio en que los queretanos disfrutaron de ese privilegio. Llegaría con el fin de semana que nos ocupa, 17 y 18 de diciembre de 1977.
Durante la segunda temporada consecutiva de Paco Camino, el prodigioso artista sevillano.
Camino no había vuelto a nuestro país desde 1964 y sin duda lo hizo por iniciativa del propio Martínez, empeñado en hacer de la Santa María escenario de lujo del toreo.
Y de mantener en auge su propia carrera.
El cartel original del sábado 17 lo integraban, con Camino en México y Martínez, Eloy Cavazos y José Mari Manzanares.
Con ocho toros de San Martín.
Pero tuvo algún impedimento el alicantino y hubo que sustituirlo por El Niño de la Capea, lo que no implicaba pérdida alguna.
Al día siguiente, el de Sevilla y el de Monterrey sostendrían un mano a mano más.
Con una corrida de Javier Garfias armoniosa de hechuras, nada exagerada de peso y pitones, según correspondía a una plaza sin grandes exigencias en ese sentido.
Sí las tenía bien aquilatadas, en cambio, para medir y catalogar el toreo.
Al grado de abroncar con dureza algunos otorgamientos de apéndices recientes que le costaron el puesto al anterior juez de plaza.
Removido por la autoridad y reemplazado por Salvador Maciel, cuya sobresaliente participación en el fin de semana de referencia sólo tuvo el lunar de un cambio de tercio algo precipitado que desoyó el picador Juan Carlos Contreras, a las órdenes de Manolo Martínez, por lo que fue multado.
Vale señalar que ese puyazo al cuarto toro de Garfias redundaría en beneficio de la asombrosa faena de muleta de Martínez a “Aviador”, cuya huidiza cobardía sólo había permitido leves refilonazos.
Sábado 17 de diciembre
De los ocho toros de San Martín para esta Corrida de Covadonga, que se dio a plaza llena, hubo cuando menos un astado propicio para cada matador, mejores los cuatro últimos que los cuatro primeros.
El de Camino en México, que apenas y lo intentó con el flojo abreplaza, fue tal vez el toro de la corrida, un “Queretano” realmente precioso, que llegó alegre y pronto al tercio final.
Desde los doblones iniciales hasta el soberbio volapié, el de Camas ofreció una breve cátedra del mejor y más artístico toreo, demasiado breve quizá para lo que el zaino de Chafik aún tenía dentro.
De ahí que la petición fuera desoída por el palco, un acierto del juez Maciel, porque durante la ovacionada vuelta al ruedo no dejaron de escucharse algunos pitos, y voces de “toro… toro! en reproche al apresurado final de faena.
Eloy Cavazos, como sus alternantes, tuvo una buena tarde.
Buena a secas, pues poco lució con el anovillado tercero –protestado por chico–, y inusualmente seria y muy torera faena al excelente “Asturiano” la cerró con un pinchazo y estocada entera.
Como en el caso de Camino en México, la petición no se juzgó suficiente desde el palco y todo quedó en vuelta al ruedo.
Un trasteo de mérito enorme fue el primero del Capea, pues el burriciego “Hidalguense” probaba mucho y al embestir tendía a arrollar y quedarse corto.
Lo que lejos de amilanar al salmantino dio lugar a una emocionante demostración de valor y ciencia por parte de Pedro, que terminó ligándole al incómodo bicho tandas de acentuado temple por ambos pitones.
Tuvo que descabellar y sólo lo llamaron al tercio, mal comprendida por el pópulo tan notable lección de torerismo.
Con el magnífico sexto, en cambio, la larga faena del Capea, buena sin más, registró ciertos altibajos. De nuevo tardó en matar y aún así lo ovacionaron.
Cátedra martinista
La tarde fue de Manolo, puestísimo con el toro, celoso de su sitio y en plena posesión de su arte más personal.
Poco le importó la sosería de su primero, “Sevillano”, porque se centró enseguida con él y lo hizo repetir sobre una flámula movida con ritmo y temple pasmosos.
Tres veces tuvo que descabellar y se negó a saludar la fortísima ovación. Nada, en cambio, enturbiaría su apoteosis con “Andaluz”, más toro y más emotivo; le bordó un quitazo por chicuelinas y una faena de dominio absoluto, cadencioso temple y absoluta redondez.
El grito de “¡Torero!” resonaba a todo volumen cuando utilizó el acero y con media en lo alto hizo doblar al astado, cuyas oreja pasearía entre el júbilo general.
Al final no había la menor duda: el trofeo Covadonga era suyo.
CAMINO en México (doblón y natural) cuajó con QUERETANO una excelente faena, como fueron también las de ELOY (vitolina) y CAPEA (pase de pecho). Pero la tarde se la llevó MARTÍNEZ (dos orejas tras memorable cátedra)
Domingo 18: Camino en México, “Navideño” y el éxtasis
En su Caracterización del espectador taurino, Fernando Savater postula la existencia de un lastre inevitable en el bagaje emocional de todo buen aficionado a toros: lo llamó La Faena Eterna.
Aquella que iluminó a modo de revelación su historia personal, esa faena contra la cual compara, aun sin querer, todo el toreo posterior que a tal taurófilo le sea dado presenciar.
Una especie de sentencia anticipada, capaz de convertirse en muro infranqueable para toda faena futura.
La iluminación irrepetible que llevamos en lo profundo del sentimiento y la memoria.
No concuerdo del todo: el filósofo vascuence sitúa dicha faena eterna como el origen mismo de nuestra afición.
Cuando asistí, maravillado, a la poética conjunción que se produjo entre Francisco Camino Sánchez y el toro “Navideño” de Javier Garfias.
Plaza Santa María de Querétaro, domingo 18 de diciembre de 1977.
Quinto del mano a mano entre el sevillano y Manolo Martínez, que también estuvo genial esa tarde.
Ya llevaba andado buen trecho como adicto a las corridas y lector voraz de todo lo concerniente al tema.
En consecuencia, guardaba en mi archivo mental cierta cantidad de toros, toreros y faenas que podía considerar inolvidables.
Pero si la capacidad del toreo para suscitar dentro de mí sensaciones inefables no ha cesado.
Debo reconocer que ”Navideño” representa un más allá dentro de mis vivencias más entrañables.
La representación del sueño mayor al que puedan haber aspirado mi mente y sentir de aficionado, la razón última para seguir yendo a las plazas y escribiendo de toros aun a sabiendas de que se trata de un gusto poco compartido en estos tiempos procelosos.
Martínez, doma y estética magistrales
“Aviador” fue el cuarto toro de un candente mano a mano cuyos protagonistas ya habían paseado una oreja cada cual por cada toro estoqueado, perfectamente ajustados los otorgamientos al rigor impuesto por un juez de plaza comprometido con el rescate de la seriedad del coso queretano.
Abanto y huidizo de salida fue el cárdeno de Garfias, y tan manso que en el primer tercio provocó tal caos de refilonazos, acosos y persecuciones que nadie hubiera esperado lucimiento alguno en la faena de Manolo Martínez.
Craso error, porque el regiomontano, resuelto a prolongar su cátedra de la víspera, sujetó la huida del bicho con mano maestra, lo centró sabiamente en el trapo.
Aguantando parones y gañafonazos, terminó por convencerlo de quién mandaba en el ruedo, e imponiéndole un temple absoluto y un valor tapado por la estética, acabó endilgándole un auténtico faenón, templado y cadencioso en los pasajes culminantes, además de estoquearlo con idéntica decisión para cobrar dos orejas de ley.
Maravilla de maravillas
De verde botella y oro vestía Paco Camino en México, y de grana y oro su alternante: hasta el mínimo detalle es esencial.
Las dos primeras faenas del camero no tuvieron tacha y sí arte y finura para dar y regalar.
“Navideño”, el quinto, era un animal negro, terciado y de preciosas hechuras que así que salió al ruedo no haría otra cosa que embestir y embestir, con un ritmo que el artista de Camas fue graduando desde el momento en que abrió el capote para veroniquear suavemente, sin prisas ni apreturas, las manos un poco altas todavía.
Vuelven a mí, como un compendio de perfección desde su ajuste, cadencia y explosiva hermosura, las chicuelinas citando de largo –Camino en México, fue el verdadero creador de ese quite–, y luego su brindis a Lorenzo Garza, el torero favorito de su padre.
Lo demás es un poco borroso, como los sueños, por más que he repasado muchas veces las principales crónicas –incluida la mía– y hasta una desvaída película del suceso.
Podría hablar de la fluida concatenación de pases de trincheras y de la firma hasta dejar a “Navideño” en los medios, y del crescendo como de sonata de una faena compuesta por series hondas e intensas por ambos lados sin que el pitón tocara jamás la muleta, que prolongaba las nobles embestidas con lentitud y redondez que no parecían de este mundo.
O de lo distintos que resultaban en Camino un solitario molinete, el lentísimo kikirikí, la trincherilla acariciante o los rotundos de pecho para rematar cada tanda.
Ese día comprendí que el toreo es algo que rebasa nuestra consciencia y que, cuando se apodera de ella, la transporta a confines inexplicables.
Lo había sentido ya, mas ni antes ni después lo experimenté tan plenamente como la tarde en que coincidieron en el bello coso queretano el arte de Paco camino y la alegría y la clase de “Navideño”, de Garfias. Camino en México
Lo que se dijo después
Repaso crónicas y otros textos: “Camino: la faena de su vida… rigurosa de forma pero no fríamente académica, sino traspasada por una emoción visible, bellamente contenida… ” (José Alameda, El Heraldo de México).
“Ha sido una de las faenas más perfectas, más toreras y emotivas de cuantas se hayan logrado en plaza alguna” (Macharnudo, Esto).
“Cuarenta y cuatro pases: cada uno un lienzo clásico de toreo eterno” (Luis Soleares, libro Dos Colosos, de Rafael Loret de Mola).
“De la Santa María hemos salido conmovidos y saturados de arte divino… a la vez pensativos y meditando si el toreo no ha llegado ayer a su fin” (Tapabocas, Ovaciones).
“Manolo Chopera –su apoderado desde novillero—me confesó que “es la tarde más grande que ha tenido Camino”, hasta el extremo que al volver a La Mansión, el hotel donde se vestía en Querétaro, le oyó decirle a su esposa, que allí le esperaba: “Es el día que mejor he toreado en mi vida.
Hoy he inventado el toreo”. (Carlos Abella, biógrafo; volumen 11 de El Cossío).
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