En la foto la señora Ivette de Uhia ,la gerente de la revista debut de panamá la señora Nubia Llera D , Marinella Manrique , Leonor Hallax , Germinar Sarasqueta, Mario Boyd Galindo, Gitanillo De América , Julio Cesar Turbay , El General Eduardo Zapateiro y su señora esposa , El Maestro Cesar Rincón
COMANDANTE . Corría el último día de enero de 2007. La plaza De Santamaría » hasta las banderas». El cartel con El Fandi César Rincón y Talavante.
Salió «Comandante», serio, entipado , vinieron delantales y una ajustada media.
El toro en varas, bravo y empujando en la cabalgadura.
En la muleta esos cites de lejos, como en el Madrid del 91 y el toro embistiendo con clase. Tandas por ambos pitones, el maestro con las zapatillas atornilladas en la arena y la faena construida por ese genio del toreo tiene ribetes de grandeza. Se insinúa el indulto, el torero y ganadero de Las Ventas del Espíritu Santo sabe que el toro es para padrear pero el palco se resiste y no concede la gracia de que vuelva a la ganadería. Veo a César Rincón bañado su rostro en lágrimas, le pide la muleta y el estoque a su hermano Juan Carlos su fiel mozo de espadas. Lentamente va a la cara del toro y para mostrar su calidad se inventa otra faena. Pero no hay manera, el toro cae fulminado por una estocada en todo lo alto, las dos orejas y la vuelta al ruedo entre la tristeza y la congoja. Son, me dijo un día el maestro, sensaciones encontradas y fuertes.
Pidió las orejas pues para él eran un tesoro y al especialista le solicitó que le disecara la cabeza que estuvo en la galería de aquellas que esculpieron de manera brillante la ganadería de Las Ventas del Espíritu Santo.
DE COMANDANTE A COMANDANTE
Este fin de semana tras un tentadero se sentaron a manteles los invitados, entre ellos Julio César Turbay Quintero y quien fuera hasta hace unos meses el comandante de las Fuerzas Militares de Colombia, el general Eduardo Zapateiro que al llegar a la finca de Albán le trajo un hermoso presente : Un bastón de mando.
A los postres, el militar pregunta por qué están esas cabezas de toros ahí. El maestro le narra que cada una representó un momento inolvidable en su fulgurante carrera, que varios de esos toros » me hicieron» la ganadería y otros son toros que trajeron triunfos a la ganadería le contó que para distinguir al toro y su origen los bautiza por familias que en definitiva son el soporte fundamental en una dehesa. La de los músicos, los graciosos, y los militares,,.. como el toro que esta de frente de nombre comandante
Cuando sirvieron el café, el maestro se levantó y le pidió a Gitanillo de América y a Sebastián Vargas que bajaran la cabeza de » Comandante» , y dijo : Esta pieza única que para mi significó tristeza y alegría una tarde en Bogotá en la que no se supo aquilatar la casta, la bravura y nobleza del toro , la quiero poner en manos de un militar con muchos pergaminos y COMANDANTE de las fuerzas armadas de colombia que honra sus galones y me ha dado generosamente el don de la amistad.
Como niño con juguete nuevo, el curtido oficial miraba esa cabeza y no podía creer que la puede lucir en el mejor lugar de su residencia. Una ovación cerrada y en pie abrochó esta faena de confraternidad entre un figurón del toreo y un general de nuestro ejército que se acercó con pasión a la querencia de quienes amamos una fiesta tan llena de cultura, de tradición y de valores. Como si de un encuentro se tratara en el ruedo, el general y el torero estrecharon sus manos y «Comandante» de testigo.
Por cierto, la presidencia de aquella corrida la ejerció un amigo muy cercano al maestro, don Orlando García Herreros que fue notario y superintendente. Hubo ,claro, la desazón del maestro esa tarde pero la amistad no tuvo mella y mantienen hoy la misma relación. No sabremos ya si al padrear , Comandante habría sido otra fuente de grandeza en el campo bravo en la jurisdicción de Albán. Lo que es cierto es que la cabeza del toro comandante reposa en poder de un oficial con muchos galones…
¿Cómo era una gran faena en 1924? No es una pregunta retórica ni simple curiosidad arqueológica. En el centro de la interrogante está la cuestión de si el toreo es o no un arte, asunto crucial en las adversas circunstancias actuales. Sabemos que el arte es, con la ciencia, la expresión más alta del genio humano. También nos consta que la vida actual es arrastrada por un avance tecnológico cargado de instantáneas novedades capaces de disfrazar la realidad y crear falsas ilusiones. Así el cine, que depende en gran medida de los recursos tecnológicos disponibles, es capaz, gracias a éstos, de mejorar la sensación de verdad, lo que no significa que una superproducción de Hollywood sea por ello una obra de arte, condición que, en cambio, sí puede alcanzar un filme elaborado con los medios más austeros. Y lo mismo vale para el novelón, basado en tremendismos postmodernos, que no por convertirse en best seller será arte; o para el precoz pianista, obsesivamente entrenado desde su tierna infancia y presto a interpretar todas las sonatas de Beethoven en un frenético fin de semana, sin que semejante alarde guarde la menor relación con el arte del genio de Bonn o la creatividad innata de un Mozart o un Shostakovich. O, para el caso, de Gardel, María Greever, Louis Armstrong o John Lennon.
El quid de la cuestión. Una obra de arte auténtica forma parte de un proceso evolutivo que puede rastrearse y reconocerse como tal. Pone en relación activa a un emisor y un receptor: dos sensibilidades, dos historias, dos momentos y dos percepciones. La distingue su cualidad de cosa única, inédita, compartida así por ambos, quien la crea y quien la disfruta, gracias a su propio poder de comunicación y a una fuerza espiritual indefinible y única. Para ser genuinamente arte, la obra tiene que ser una experiencia abisal, súbitamente reveladora, irrepetible.
¿Nos proporciona la tauromaquia este tipo de experiencia? Creo que cualquier buen aficionado puede dar fe de ello, y la prueba es que al acercarnos a la taquilla lo hacemos siempre con la esperanza de volver a vivir esa rara conjunción de un toro y un torero tocados por la gracia. La gracia del arte, que tanto tiene de magia como de milagro. Gaona y “Revenido”. Ya puestos en situación, tomemos como ejemplo la faena de Rodolfo Gaona al cuarto toro de Piedras Negras del 17 de febrero de 1924, en El Toreo de
la Condesa. Corrida a beneficio del baturro Juan Anlló “Nacional II” con Gaona y José Roger “Valencia I” como alternantes, para dar cuenta del encierro tlaxcalteca de don Lubín González. Una tarde histórica. Lo de menos es que el beneficiado haya desorejado al primero que le soltaron, y Pepe Valencia levantara al público de sus asientos con un volapié modélico que le valió la oreja del segundo piedreño. Lo de más, que el Indio Grande, previo altercado con Nacional y su cuadrilla durante el tercio de varas del tercero, cuajase con “Revenido” una de sus faenas estelares. Acaso la mejor de todas.
Para nuestra decepción no será posible diseccionar el formato de la faena. Y la razón es que los revisteros de la época practicaban una crónica impresionista, ahorrándose la claridad descriptiva en aras de la alabanza o la diatriba. Pero sí es posible comprobar si esa sacudida emocional propia del arte alcanzó a manifestarse tanto en el espada leonés como en los 25 mil receptores directos que llenaban El Toreo.
Habla el autor.
En su biografía Mis veinte años de torero, dictada a Carlos Quirós “Monosabio”, Gaona expone su punto de vista: “La mayoría de los aficionados ha dicho que la faena a “Revenido” es la mejor que tengo hecha aquí. Creo lo mismo. Y por esto: Hubo dominio completo y cuanto arte puede echarse a un toro (…) Cuando de un toro se hace lo que se quiere y se le obliga a pasar, a ir de aquí para allá, y se le hace acometer o detenerse cuando uno quiere, entonces es el torero el que manda y el toro quien obedece. Y es el hombre el que lo ha dominado por su arte, por su inteligencia. Esto es lo más que puede pedirse a un torero.”
Otra mención específica de dicha faena está incluida en el escrito que Rodolfo le entregó a Rafael Solana “Verduguillo”, el periodista que creó el gran semanario El Universal Taurino. Hasta la redacción del mismo llevó el leonés unas cuartillas con sus impresiones sobre la temporada 1923-24. Con buena vena de relator y redactor, sin falsas modestias –que nunca las tuvo–, el Califa apunta: “No hubo una corrida en que por lo menos no hiciera una faena grande, hasta que llegó la tarde del 17 de febrero, beneficio de Nacional. Alternamos con Valencia (Pepe) lidiando reses de Piedras Negras. El cuarto se llamó “Revenido”. Yo, que estaba picado por lo que me habían hecho Nacional y su cuadrilla al rematar un quite, comprendí que había llegado el momento de dar la nota. Y vaya si la di. Al principio temí que “Revenido” no me durara todo lo que yo quería. Pero a medida que lo consentía se fue creciendo, hasta que se convirtió en un toro bravo (…) ¿Lo que le hice? Todos los aficionados deben recordarlo. Yo sólo digo que a “Revenido” lo toreé a mi gusto, gozando la faena que estaba ejecutando, aprovechando en todo momento las condiciones del toro para el adorno. Arte, gracia y no poco valor puse en todos los muletazos que le di a ese toro. Pero mi satisfacción fue aún mayor al ver que el público había comprendido la faena y me ovacionaba calurosamente.” (El Ruedo, Núm. Extraordinario dedicado al Califa de León. México. Primer trimestre de 1965).
Ahí está condensado, por el propio artista, su modo de procesar las sensaciones que lo invadían mientras toreaba a “Revenido”. Su relato rezuma naturalidad y podemos decir
que evidencia la primera condición del arte genuino: que el autor haya experimentado el vértigo de la creación, expresada ante el toro de un modo personalísimo. Sobre lo otro, las sensaciones del receptor, el mismo Gaona da una buena pista al mencionar una respuesta del público acorde con la magnitud de su faena. Pero veamos cómo juzgó la obra ese receptor especializado que es, idealmente, el cronista taurino. Tres de ellos: el neutral (Varetazo), el gaonista (Rascarrabias) y el antigaonista (Roque Solares Tacubaq). “Varetazo” (neutral). “El cuarto fue el más pequeño, cárdeno oscuro, con bragas, vuelto de cuerna, número 14 y responde al nombre de “Revenido” (…) Rodolfo sale con ganas de comerse al toro y le sopla un par de capotazos para fijar. Viene luego una verónica fea, una navarra que no es gran cosa y más capotazos con tendencia a verónicas (…) En banderillas, Gaona clava un par malo, medio par igual de malo y un tercero en que un palo queda en la paletilla.”.
Quien así escribe no puede ser sospechoso de parcialidad en favor del torero. De modo que su cambio de talante al referirse a la faena de muleta hay que leerlo bajo ese mismo prisma. Me ahorro la descripción completa –reiterativa pero vaga–, para fijar atención en las expresiones entusiásticas del cronista: “Gaona brinda la muerte de “Revenido” al general Arnulfo Gómez (…) El toro no es gran cosa, bravo y codicioso a veces pero con defectillos, uno de ellos que no toma con franqueza el engaño (…) Rodolfo ya está arrodillado y citándolo (…) Se arranca “Revenido” y se produce un ayudado por alto magistral (…) y valiente, pues el burel no entró con franqueza sino que gazapeó. Un alarido de entusiasmo lanzó la multitud. Ya de pie, con la derecha, un pase de pecho soberbio, los píes quietos, jugando sobriamente el brazo, sin ninguna afectación. Esto es canela. Y lo que vendrá es algo de ensueño, como de las Mil y una Noches (…) Gaona sigue desgranando su arte (…). Cada muletazo es más lento, más elegante (…) Puro mando de brazos, el toro obedece como un faldero (…) Más valentía, nadie. Más arte, nadie. Más dominio, nadie. Más gracia, nadie (…) Gaona está hoy desconocido ¿Pero éste es el señor que toreaba encorvado, patiabierto y con el pico de la muleta? (…) De pronto, “Revenido” da un arrancón tremendo, y Rodolfo, quieto, lo espera, lo empapa y lo despide con facilidad asombrosa. En otro tercio, toma un sombrero, y con él en la mano y la muleta en la otra sigue haciendo monerías. Y en cada pase coloca el sombrero en un pitón. Una y otra vez, hasta hartarse. La ovación es la más grande que he oído en mi vida (…) El toro comienza a ponerse incierto (…) Un tercer molinete, tan ceñido que salió tropezado por los puñales. Entonces hinca las rodillas para esperar así la fiera acometida (…) El “Patatero”, viendo en peligro a su jefe, se lleva a “Revenido”. Y vino escena chusca, porque el Indio, hecho un energúmeno, corrió tras el diminuto “Patatero” amagando con darle una tunda con el estoque (…) Rodolfo aprovecha el momento para, recostado indolentemente contra la barrera, tomar un vaso de agua mientras el toro se repone (…) con los terrenos cambiados, señala a volapié un pinchazo despampanante. El pinchazo del año. ovación grande, aunque no tanto como la merecía el pinchazo. Momentos después el volapié clásico, preciso (…) El toro no dobla, y sirviéndose de la toalla a guisa de muleta, intenta el
descabello y lo logra al tercer sopapo (…) Es el delirio. Las dos orejas y el rabo e incontables vueltas al ruedo.” (El Universal Taurino. 19 de febrero de 1924)
“Rascarrabias” (gaonista).
“Ahora sabréis el porqué de mi gaonismo, querido lector:
porque siendo Rodolfo Gaona el más grande de los toreros artistas que han conocido los tiempos, necesariamente tengo que ser uno de sus más decididos partidarios (…) La faena que realizó con el cuarto toro de Piedras Negras es inenarrable (…) Fue algo asombroso, inolvidable, único: el arte purísimo quitaesenciado por la maestría máxima de un lidiador (…) al cuarto muletazo el ruedo estaba alfombrado por sombreros y prendas de vestir (..) toda la larguísima faena fue objeto de una aclamación interminable (…) duró más de veinte minutos (…) ¿A qué otro torero, desde que el toreo existe, se le ha tributado un homenaje igual?” (Jueves de Excélsior, 21 de febrero de 1924) “Roque Solares Tacubaq” (antigaonista). “Toro de escaso respeto, aunque no precisamente una mona (…) Toro que no fue lucidamente banderilleado por el Señor Gaona (…) Último tercio, teniendo el toro todas las condiciones que requiere el Señor Gaona: bravura, parsimonia en el acometer, sencillez para tomar cumplidamente el engaño: el “toro ideal” (…) El Señor Gaona hizo trasteo profuso en pinturería, que no en arte clásico, el que podría proporcionar la mano izquierda, en corto terreno y teniendo quietud en los pies (…) Hubo pases de pitón a pitón. Hubo adorno empleando un sombrero (…) en toda la faena, el Señor Gaona y el toro recorrieron media circunferencia (…)
Llegaron jadeantes ante un burladero. El Señor Gaona recostóse indolentemente sobre las tablas y solicitó una toalla para enjugar el copioso sudor (…) y dar un trago de agua. ¿Verdad que no tan fatigoso debió ser aquello si el Señor Gaona lo efectúa toreando tal y como debe ser? (…) Pero estas son observaciones de vejete rancio. Yo, prescindiendo de mis ranciedades, digo que la faena del Señor Gaona a “Revenido” fue estupenda, colosal, piramidal y todos los adjetivos que deseen darle, que merece la placa que para conmemorarla se está solicitando (…) Pero sólo considerándola dentro del “modernismo”. Hago la distinción para que no vengan a decirnos que fue en el clasicismo que le enseñó “Ojitos”. Una gran faena del “Gaona de ahora”, no del Gaona que sabía torear con la mano izquierda y los pies quietos.” (El Universal Taurino, 19 de febrero de 1924).
Conclusiones.
Dejando de lado el hecho de que el moderno toreo en redondo no entraba en los hábitos del Indio Grande –por eso está ausente de las tres crónicas–, lo leído arroja luz sobre algunas revelaciones fundamentales: 1) La de “Revenido” fue una faena larga para los usos de entonces –Pepe Valencia cortó la oreja de su primero gracias a un gran volapié, luego de apenas siete u ocho muletazos (Varetazo), el tipo de faena que encomiaba como “clásica”, al estilo antiguo, Roque Solares Tacubaq; 2) Gaona, muleta en mano, prescindió de la ayuda y cercanía del peonaje, hasta el punto de reprimir al Patatero cuando quiso intervenir; 3) Hay en el tono de los tres cronistas diferencias muy marcadas, pero también unanimidad en lo esencial: que la de Gaona a “Revenido” fue una faena extraordinaria, y acorde con ella el entusiasmo del público; 4) Los talentos de Gaona
iban mucho más allá de su elegancia natural y gracia torera: él mismo señala como el summum del arte el dominio del lidiador sobre la bestia. Y sin embargo, esta sola virtud no habría provocado el cataclismo que sacudió al Toreo aquel 17 de febrero de 1924.
El arte, cualquiera que sea su género, ha de inscribirse en un continuum histórico claramente verificable –la historia y evolución del toreo—, y al mismo tiempo condensarse en cada obra singular, expresión de la sensibilidad y el poder creativo del autor. Y contar con una interiorización genuina en el espíritu del receptor, multitudinario en este caso.
El campanazo lo dio de novillero, ya matador de toros en La Copa Chenel y en el otoño en las Ventas. Se llama Francisco de Manuel, nació en Madrid , hijo de española y venezolano y abuelos colombianos, posee esos dones que lo llevarán a ser figura.
El domingo , cuando la tarde , en Mérida, Venezuela, se entregaba a la noche se fue en hombros con el honrado Fandi.
Lidió primorosamente al entipado, calidoso , noble y bravo castaño » Caramelo». Hondura, profundidad, series hilvanadas , trincherillas, forzados de pecho a la hombrera contraria. El temple , ese misterio del toreo como base fundamental del torero , el espigado Francisco de Manuel que atesora el toreo clásico, la forma como se coloca, como plantea la faena, ese medio pecho, la muleta » alante» , liga e inventa en la cara del toro y crea una hermosa coreografía que no solo es forma sino fondo puro y diamantino. Supo aprovechar las virtudes de ese sexto que cerró la corrida en olor de santidad taurina. La gente pidió sin una sola voz en contrario el indultó que el palco concedió. Las dos orejas simbólicas y el paseo en la arena con la ganadera Carmen Rosa, la hija del portugués que creó la divisa y quien partió víctima del Covid.
Contar con este torero con raíces americanas es un lujazo y de seguro con ese otro adalid del toreo, el limeño Roca Rey nos darán muchas alegrías.
Cortó las dos orejas de su primero con otra faena limpia y sin mácula con otro buen toro al que se le concedió el premio de la vuelta al ruedo.
La tarjeta de visita del torero no podía ser más auspiciosa y lo fue al final. 4 orejas, dos simbólicas, un toro de vuelta al ruedo y un indulto. Se dice pronto.
Me acuerdo de esa canción de otro venezolano, Oscar D»León
«Castellano, que bueno baila usted Castellano, que bueno baila usted Castellano, que bueno baila usted»
Uno diría : Francisco de Manuel, que bien y qué bonito torea Usted !!!!
LA GANADERA COMPARTE CON EL TRIUNFADOR
Este triunfo no es mío, es de mi padre, me dice la eufórica ganadera quien me cuenta que el toro indultado es hijo de «Carmelo» pero que ella decidió por la bondad desde que era añojo ponerle caramelo por lo dulce de su comportamiento.
El Fandi es entrega a toda prueba y en ese tercio de banderillas en el que es un rey, encandila. Como conoce los secretos de la lidia, puede con lo que salga por toriles así no tenga suerte de encontrar aquel toro para » hacer » el toreo como ese segundo en el que el granadino se inventó la faena y sacó de la chistera muletazos impensables. Su lote valió poco pero él es un todo terreno.
Una y una, merecidisimas.
Alexander Guillén torea poco y eso se notó en su noble segundo. Estuvo a punto de que se le fuera vivo. Le pudieron los nervios, Su primero , con peligro , genio y violento, nada que reprocharle. Pero cómo estuvo en ese segundo de Guillén el director de lidia, El Fandi . Honra al toreo.
EL BANDERILLERO DIEGO GUILLÉN SE SALVA DE UNA CORNADA
Banderilleaba al tercero Diego Guillén, vestido de primera comunión y plata, fue prendido por el toro, lo zarandeó, le pulso el pitón en el rostro, temimos lo peor y luego el puntazo. Está fuera de peligro pero el susto fue enorme.
Utilizamos cookies para mejorar tu experiencia en nuestro sitio web. Al seguir navegando, aceptas el uso de cookies. Más información en nuestra política de privacidad.
Más información