Para conocer sobre la rica historia de la feria de Manizales tan vinculada a lo que ha sido nuestra tauromaquia en Colombia , la tertulia en el hotel Carretero hoy a las 7 y media de la noche , los entusiastas del tendido joven convocaron al documentalista Rey Buitrago para en una especie de trivia conocer estos 70 años .
Y habrá » regalitos» que se sortearán entre los asistentes incluidos abonos para la feria 70 en enero de 2025.
Un año antes de tomar la alternativa, en sus tiempos de novillero de postín, llegó a Salamanca el colombiano Pepe Cáceres, torero grandioso y de culto para varias generaciones. A Pepe Cáceres, en la temporada de 1955 y rivalizando con un magnífico plantel, le valieron únicamente 10 novilladas para ponerse en figura y tomar una alternativa de lujo en Sevilla.
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En Salamanca se instaló en la pensión Barragués, de la Plaza de España, en la que también se hospeda el elegante y dinástico Victoriano Valencia, que alterna sus estudios de Derecho en nuestro viejo Estudio con la tradición de su familia materna por el toreo; también está Miguel Flores El Camborio, ya pensando en el retiro, además de otros torerillos que invernaban en Salamanca, junto a los de más nombre que se instaban en las fincas, ejemplo de Julio Aparicio, César y Curro Girón, Antonio Ordóñez, Antoñete…
Pepe Cáceres, alto y apuesto, con personalidad, desde el primer día a nadie dejó indiferente y aquel invierno previo a la alternativa se lo rifan las principales casas ganaderas, donde él y Dámaso Gómez eran las figuras de los tentaderos.
Aquel Dámaso tan grandioso torero como temperamental, en las antípodas de Pepe Cáceres, tan educado y correcto en los tentaderos, en otra cara del galán que por las noches triunfa en las alcobas.
Después, Pepe Cáceres, tras esa alternativa de lujo, tener un sitio en las ferias, a los pocos años regresó a su Colombia, donde era el número 1 y podía pedir cuanta plata quisiera, quedando España huérfana de aquel colombiano llamado a ser una primera figura.
Era el torero más grandioso que había dado el país cafetero y en su tierra una especie de Dios, con capacidad para hacer y deshacer, manteniendo su nombre en toda la América taurina.
Después, cuando las grandes figuras acudían a torear a Bogotá siempre pedían torear con Pepe Cáceres y admirar a quien imponía con su arrolladora personalidad y arte, cautivando a todos y viéndose de largo que Pepe Cáceres era distinto.
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Hurgando en el almacén de los recuerdos tengo muy viva una noche septembrina, ya en el ocaso del pasado siglo. Tras una celebración, después de la cena me quedé a la tertulia que improvisaron en el torerísimo restaurante Valencia, los diestros Paco Pallarés, Curro Vázquez, El Niño de la Capea y Julio Robles –nombrados por orden de antigüedad- dándonos las tantas hablando de toros –aunque yo escuchaba, que siempre es la mejor lección-.
En aquellas horas de tanto sabor, parte de la conversación estuvo centrada en sus recuerdos de la América taurina, hasta que en un momento dado alguien mencionó el nombre de Pepe Cáceres y, desde ese momento, los cuatro grandiosos toreros, hablaron y no pararon de él, a cual con más admiración.
Los cuatro rememoraban lo cautivados que quedaron la primera vez que hicieron el paseíllo con él, con su arrolladora forma de ser, con su impresionante figura y esa personalidad que debe tener un torero.
De aquel Pepe Cáceres, del que también me había hablado mucho Alfonso Navalón, por como lo trató en el tiempo que estuvo en Salamanca y, poco más de una década atrás, había triste noticia por las graves lesiones ocasionadas por el toro Monin, en la plaza de Sogomoso, que lo llevaron a la muerte, siempre me interesó su trayectoria.
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Y la enorme importancia que tuvo para dinamizar el toreo en Colombia durante los más de 30 años que estuvo en activo. Quien fue un coloso y en la Corrida de la Hispanidad de 1981, volvió a ceñirse el terno de luces en Madrid, quince años después de hacerlo por última vez en España, en una tarde que José Fuentes, otro torero de culto, salió a hombros por la puerta grande de Madrid.
Por eso, esta mañana de domingo con fresco primaveral, cuando los termómetros debían derretirse, vaya este recuerdo para un genio, ahora que el populismo bolivariano del odio a España ha prohibido los toros en aquel gran país.
Para quien ha sido un símbolo de la Colombia taurina, espejo de varias generaciones de profesionales y la segunda máxima figura tras el grandioso Cesar Rincón, quien rompió todos los moldes y hoy es humillado de la manera más traidora por quien rigen Colombia desde el odio.
No conozco la Colombia taurina. Nunca he pisado ese país, pero sí he puesto especial atención en estudiarlo al detalle, aprender su historia y actualidad. De Colombia me han hablado muchos toreros a los que he estado vinculado y todos coinciden en lo maravilloso de esa tierra.
También la leyenda de César Rincón, en varias ocasiones, me ha contado cosas de su país, casi siempre con un halo de tristeza reflejado en su mirada; en principio por aquella guerrilla que tanto daño hizo, después por los populismos que están denigrando y ahora agravado con la llegada de este terrorista rojo llamado Gustavo Petro, quien viene con el látigo del odio a España.
Ese Petro que, no hace tantos meses, fue recibido en La Moncloa con honores por el presidente del Gobierno Español en otra página de indignidad de Pedro Sánchez.
Ahora que los toros escriben su réquiem en Colombia vaya este recuerdo para Pepe Cáceres, una leyenda con el que querían torear las principales figuras en los ruedos de aquel país.
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Por quien que durante su paso por España se ganó todas las admiraciones y en el tiempo que residió en la capital marcó dejó su sello en las ganaderías del Campo Charro, donde era rifado junto al grandioso Dámaso Gómez.
Ojalá algún día vuelvan las aguas limpias a esos países hermanos y que este mundo loco vuelva a ser mundo.
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