A dos años de la partida del maestro «Canito»
( FOTO: Cano. De izq. a der. el lic. JUAN MANUEL GONZÁLEZ CAMARENA (de la Porra Universitaria), el exempresario de la plaza «México» ALFONSO GAONA, el festejado PACO CANO, el dueño del legendario restaurante «El Tío Luis» (sitio de la reunión) don PEDRO YLLANA, el productor de tv RODOLFO ORTEGA y el autor de este texto PACO TERÁN )
Una tarde el controvertido ex empresario de la plaza «México» ALFONSO GAONA me pidió que lo acompañara a recoger a un amigo al aeropuerto. Se trataba del célebre fotógrafo taurino español FRANCISCO CANO que hacía su primer viaje a nuestro país. La madrugada del 27 de Julio de 2016 el corazón de CANITO se apagó para siempre tras 103 años de palpitar apasionadamente.
Aquella tarde decembrina de 1992 sólo estábamos GAONA y yo para recibirlo. Entonces, gran parte de las fotografías taurinas de España que yo conocía estaban firmadas por CANO y, las más antiguas, eran de cincuenta años atrás; así que no podía imaginar que aquél artista de la cámara viviera aún. Fue el único fotógrafo presente en Linares cuando un toro mató a «MANOLETE» en 1947. CANO captó las escenas de la tragedia y las del cadáver aún tibio en el hospital rodeado de amigos. Pensó que no era momento de publicar todas las fotografías pues, calculó, con el paso del tiempo se cotizarían más y más. Así que esperó, pero demasiado. Meses y años hasta que ya nadie le ofrecía una cantidad interesante por esas gráficas. Casi cuarenta años después se las vendió al periodista FILIBERTO MIRA para su magnífico libro “Manolete. Vida y Tragedia” que apareció hasta 1984 en Valencia. Un ejemplar, por cierto, me lo dedicó CANO muy afectuosamente agregándole una caricatura de sí mismo que elaboró con facilidad y ligereza.
“Mientras agonizaba MANOLO, los que estábamos en el silencioso cuarto escuchamos un pequeño ruido repetitivo, monótono. Descubrimos que venía de abajo de la cama. La sangre que manaba de la herida mal atendida había traspasado el colchón y goteaba al piso”, me contó. Como me relató muchísimas cosas y me regaló su sabiduría en invaluables consejos de vida. Es que después de acomodarlo en el hotel Palace de la Ciudad de México puse a su disposición mi coche y me ofrecí a ser su cicerone los días de su visita. Estaba yo en presencia de un pozo de conocimientos y anécdotas de las mejores épocas del toreo peninsular.
Pero PACO CANO también fue torero. Un día le preguntó «MANOLETE»: – ¿Y tú qué tipo de torero eras Paco?.
– Uno muy torpe, porque siempre me cogían los toros.
– No. Te cogían porque te quedabas quieto.
Desde los cuarentas vio, conoció y fotografió a todos los que han toreado en España, propios y extranjeros. Y también a las personalidades que han presenciado las corridas, llámense CHARLTON HESTON, AVA GARDNER, GARY COOPER, la LOREN, ORSON WELLES o HEMINGWAY, con los que además cultivó amistad.
En México le celebramos su cumpleaños 80 en «El Tío Luis» (Foto en la que aparecemos el reconocido aficionado Lic. GONZÁLEZ CAMARENA, quien fuera empresario taurino ALFONSO GAONA, PACO CANO, D. PEDRO YLLANA dueño del restaurante, el productor de tv RODOLFO ORTEGA y yo) y en 1998 volví a convivir con él cuando vino a un congreso en Aguascalientes acompañado de su entrañable amigo y biógrafo el querido JOSÉ MARÍA AMORÓS que ha sido casi su hijo y que conserva quién sabe cuántas libretas repletas de vivencias dictadas por CURRO CANO.
Le pregunté a CANITO, por supuesto, el secreto de su tan saludable longevidad y me confesó que, además de no beber ni fumar, hacía ejercicio todas las mañanas. Un hábito heredado de la juventud cuando fue boxeador, nadador y novillero. Pero creo yo que también cuenta que trabajaba todo el tiempo. Aplica aquí lo que me recomendaba el eminente maestro dramaturgo RAFAEL SOLANA «La vida es como andar en bicicleta: si dejas de pedalear, te caes».
Por razones de su actividad profesional PACO CANO se enteraba de todo pero era un modelo de discreción. «Se está mejor callado», le aconsejó «MANOLETE» que casi no hablaba; era cordobés. Pero cuando había que hacer recuerdos CANITO no cesaba de charlar con un sabor, lucidez y precisión que era un deleite.
Nunca tomaba partido por nada ni nadie, así que conocía a todo el mundo y toda España lo quería. Fue dueño de la humildad y sencillez propias de los grandes. Para todos siempre tenía una atención, un elogio sincero y la sonrisa era su compañera inseparable.
Con más de cien años cumplidos todavía se le veía infaltable disparando su cámara por los callejones de las plazas con su gorrilla blanca que le distinguía.
Pero pocos meses antes de morir CANO murió MARUJA su segunda esposa y CANITO se vino abajo. «Es que los hombres no saben estar solos», le escuché alguna vez sentenciar a mi madre.
Ha sido para mí un privilegio, de los mayores, haber sido fotografiado por CANO y con CANO, este ser único, insólito e irrepetible que conocía como pocos el verdadero Arte de Vivir.