A la espera de su reapertura, La Santamaría cumple 93 años
La Santamaría se inauguró un 8 de febrero de 1931 con un cartel integrado por Manolo Martínez, Mariano Rodríguez , » El Exquisito» y Ángel Navas, «Gallito de Zafra » y toros de Mondoñedo.
Ese día asistió el presidente Enrique Olaya Herrera
En otro tiempos la plaza fu escenario de nuestras polémicas políticas y presidentes, expresidentes, ministros, gobernadores, alcaldes asistían al coso de la calle 26 como don Jorge Eliécer Gaitán
Pero este entrañable escenario también ha tenido momentos fulgurantes como la presencia de Manolete
Y NO PODÍA FALTAR ESTA FOTO , SIEMPRE ALECCIONADORA, SIEMPRE MAGNÍFICA DE NUESTRO GRAN MAESTRO MANUEL H
Y justamente en el libro de los 90 años de nuestra querida plaza, El Tiempo reseñó esta magnífica obra de investigación de tres respetados colegas
Victor Diusabá, con amplia trayectoria en periódicos y revistas. Historiador y autor de varios libros entre ellos, La afición, editado por Espasa Calpe de Madrid, hace dos décadas.
El segundo de la terna es Diego Caballero, publicista, fotógrafo y diseñador gráfico, cofundador del portal Puerta Grande y gerente del proyecto.
Y cierra este “cartel” Rodrigo Urrego, redactor político y, más que nada, comentarista nobel de toros y de fútbol, además de fotógrafo iluminado. Otro de los cofundadores de Puerta Grande.
Los tres escritores y aficionados a los toros de tiempo casi completo se dieron a la tarea, para ellos, una de las más hermosas, de reconstruir la biografía de uno de los edificios más bellos y representativos de la capital, y, claro, por qué no decirlo del país: la Plaza de Toros de Santamaría, y hacer un recorrido por sus 90 años de existencia, reseñando, en capítulos que recogen las nueve décadas, no solo algunas de sus mejores tardes de toros y a sus protagonistas sino otros aspectos que hacen parte de esa apasionante y apasionada fiesta.
En la investigación trabajó también William Cortés y las fotos provienen de archivos diversos y de la lente de Caballero, Urrego y Cortés y de otros fotógrafos, comenzando por el decano e inolvidable Manuel H. Rodríguez.
A la primera corrida asistió el presidente Enrique Olaya Herrera, quien llegó a la cita inaugural acompañado por su ministro de Gobierno, Carlos E. Restrepo, y por Ignacio Sanz de Santamaría
90 años de existencia de la Plaza que se funden con los de la ciudad, y cómo no, con los del país, sobre todo en las primeras décadas de su debut, durante las cuales los presidentes, políticos y principales de la ciudad se daban cita en tardes épicas y, otras, muchas más -tal vez- de broncas, con tirada de las almohadillas que dejaban el ruedo inundado y a los aficionados satisfechos con su acto de protesta pacífica pero radical.
Una crónica en masculino, aunque la presencia femenina tanto en la gradería como en el ruedo ha estado presente desde la primera corrida hasta la última. No en la misma proporción, hay que decirlo. En los últimos años, la presencia femenina casi logra la paridad.
Las mujeres taurinas en las décadas de los treinta, cuarenta, cincuenta y sesenta eran pocas y, un tanto, invisibles en ese mundo de hombres. Salvo, eso sí, ganaderas como Rufina de Rocha y Clara Sierra o comentaristas como Emilia Pardo Umaña, que firmaba sus crónicas taurinas como E-Milia, imitando a su hermano Camilo que lo hacía como K-Milo. Los dos hermanos ocuparon durante años sus asientos en la barrera de sol, ambos con sus cigarrillos. Ella con sus pielrojas y él con sus tabacos. Cronistas que se distinguieron por su sapiencia y por escribir sin pelos en la lengua. Pertenecieron, siempre en la primera línea, al grupo de los cronistas bautizados con un nombre tan poco taurino como el de ‘Los Revisteros‘.
Y cómo no recordar a dos grandes maestros colombianos, Pepe Cáceres y César Rincón
El nacimiento
Fue el 8 de febrero de 1931, cuando abrió sus puertas La Santamaría, aún en obra gris, a una afición que colmó los tendidos, con capacidad para 15.000 espectadores. El terreno lo donó Ignacio Sanz de Santamaría. Con esta plaza de ladrillo se le ponía el punto final a 41 años de endebles y peligrosos cosos de madera que vivieron algunas tardes de toros en distintos sitios de Bogotá, para consolidar una afición, nacida a finales del siglo XIX. A julio de 1890 se remonta, dicen los autores del libro, la primera corrida de toros a la usanza española, en la Plaza de Los Mártires, en Bogotá.
La historia de La Santamaría cuenta antecedentes de la fiesta y los de la construcción. Recrea los detalles del espectáculo de inauguración, así:
“A la primera corrida asistió el entonces presidente de la República, el liberal Enrique Olaya Herrera, quien llegó a la cita inaugural acompañado por su ministro de Gobierno, Carlos E. Restrepo, y por Ignacio Sanz de Santamaría, a quienes esperaba en la puerta principal de la plaza Luis Carlos Montejo, la persona designada por el Municipio para presidir ese primer festejo.
(…) En los improvisados corrales de la plaza esperaban -estos sí con fama entre el público bogotano- los seis toros de la ganadería de Mondoñedo, de los señores Ignacio y José Sanz de Santamaría, y uno de reserva para el caso que se inutilice uno en el ruedo, según rezó el cartel inaugural, el cual fue impreso en la tipografía Specta. Las entradas, que se apartaban en la oficina de la empresa, situada en la carrera 7.ª No. 818, y a través de una llamada al número telefónico 20-95, se agotaron desde la tarde anterior”.
(Además: Ortografía: ¿Cuándo es correcto usar ‘de que’?)
Este es el tono de un relato que seduce a su lector, ya que además de detallar con su pericia de cronistas taurinos las más importantes corridas, añaden datos históricos, sociales, económicos y políticos como buenos periodistas informados que no desperdician esos datos aprendidos de tantos años de leer sobre la fiesta brava nacional o hallados en su juiciosa investigación.
El prólogo
Para arrancar su libro lo hicieron con el pie derecho, como lo hacen los toreros que triunfan cuando inician el paseíllo al compás de un pasadoble, como, por ejemplo, El Gato Montés. Lograron que el ‘Maestro’ César Rincón les aceptara la invitación de escribir esa introducción y a fe que él redondeó con sus dos páginas la faena. Es un texto cargado de admiración y cariño hacia una de las plazas que, junto a Las Ventas de Madrid, le dieron algunos de los mejores momentos de su carrera. Actuaciones que fueron épicas, al punto que le abrieron la puerta grande para salir a hombros de aficionados, que lo convirtieron en un ídolo que nunca los defraudó. Cada vez que Rincón pisó el ruedo se empeñó en sacarle partido a su enemigo y en dejar el alma, de ser preciso, en esas actuaciones. Torero “honrado”, “corajudo”, “artista” y muchos calificativos.
Editorial Gente Nueva publica La Santamaría 90 Años de primera 1931-2021. Sus autores escarbaron a profundidad para redondear, con detalles que van más allá de la tauromaquia, los 90 años de la plaza.
Foto:
Archivo particular
César Rincón, en los últimos años, le ha añadido a su brillante trayectoria de matador de toros, la de comentarista radial, en transmisiones en las que brilla por sus conocimientos no solo como torero, sino como ganadero y aficionado. Labor valorada y agradecida. Transmite sus conocimientos de manera espontánea y siempre con muy buen tino además de acertado tono.
‘Nuestra Venerable Santamaría’, el título de su colaboración, recoge su sentimiento de pertenencia y de admiración sacra hacia el recinto que lo vio crecer y triunfar, pero además le da licencia de escribir su reclamo, expresado tantas veces de viva voz airada, sobre la prohibición de utilizar La Santamaría para lo que se creó.
“ (…) Y me cuesta verla ahora así, cerrada por orden de la intolerancia y la arbitrariedad. Quienes lo hacen, olvidan que juraron respetar los derechos de todos los ciudadanos, comenzando por ese universal que es el de la libertad de pensamiento y de conciencia. Más muchos otros, como el del derecho al trabajo y la elección de ese trabajo.
Son 90 años inolvidables en los que tantos maravillosos maestros han pisado esta arena para plantar cara a toros que también se han hecho célebres, ante una afición que siempre ha sabido juzgar.
Así como César Rincón, además de su escrito, es protagonista de muchas de las páginas de este libro, en sus vibrantes actuaciones, los compatriotas que lo antecedieron, en una profesión hoy un tanto extraña, también lo son, como los hermanos Joselillo de Colombia y Manuel Zúñiga, Pepe Cáceres, Vásquez II, Enrique Calvo o Ramsés, para citar tan solo unos pocos. Actuaciones estelares al lado de figuras como Antonio Ordoñez, los hermanos Dominguín, Manolete, Diego Puerta, El Cordobés, Palomo Linares, Paco Camino, Joselito y decenas de españoles que venían cada año a “hacer las Américas” en las distintas plazas del país, pero siempre y en primer lugar en La Santamaría.
Una de las crónicas más vibrantes es la que escriben de la presentación de la rejoneadora peruana Conchita Cintrón, en La Santamaría, en esos lejanísimos años cuarenta, con una estupenda foto de ella abriendo plaza.
Las fotos
Sin lugar a duda el material fotográfico que acompaña los precisos y preciosos textos es uno de los aciertos de esta publicación.
Unas fotos que muestran en todo su esplendor a los toreros y que a la vez dejan ver cómo la fiesta brava era en Bogotá una de las aficiones más destacadas, que concitaba a su alrededor un número de aficionados nada despreciable.
Las salidas a hombros de los triunfadores desde la Plaza, en la calle 26 hasta la Plaza de Bolívar por la carrera séptima devuelven a los capitalinos y a los foráneos a esa Bogotá de los años cincuenta de la que muy pocos se acuerdan.
Ha sido un esfuerzo editorial que en épocas ásperas y poco afectas a la tauromaquia merece un reconocimiento por una recopilación objetiva de décadas de tardes de toros en una edificación de ladrillo
La vista de unos aficionados, todos con su vestido de paño, de dos piezas, camisa con corbata y zapatos de cuero negro, muchos con gabardinas o abrigos y la mayoría con sombrero; y las señoras con su sastre y tacón alto con medias veladas, son las huellas de ese tiempo pasado.
Los distintos presidentes, los ministros, los políticos y los cronistas que ya para finalizar el siglo XX reunían, en un mismo burladero, en el callejón de La Santamaría, a tres de los más queridos y leídos: Antonio Caballero Holguín, Germán Castro Caycedo y Alfredo Molano Bravo. Trío que se lució y gozó de su amor hacia la fiesta brava, asistiendo a cuanto festejo se organizaba y escribiendo, cada cual con un estilo bien diferenciado. Agregar a Fernando González ‘Pacheco’, siempre en el callejón con el micrófono y su humor inagotable. Y, claro, quedan muchos y muy queridos por nombrar, pero que sí aparecen en esas páginas de papel blanco satinado y serán reconocidos.
Y también en los burladeros de la prensa o en la barrera del tendido de sombra se observan personajes, también desaparecidos, de la talla de Guillermo Cano y los hermanos Hernando y Enrique Santos Castillo, aficionados de años.
La Santamaría 90 Años ha sido un esfuerzo editorial que en estas épocas ásperas y poco afectas a la tauromaquia merece un reconocimiento por una recopilación objetiva de décadas de tardes de toros en una edificación de ladrillo, con grandes puertas rojas, ícono de la arquitectura bogotana y de años que bien valen conocerse y/o recordarse.
A sus autores Victor, Diego, Rodrigo y demás colaboradores un en hora buena por su faena maestra y a la Editorial Gente Nueva por la impecable edición.
1 Comment on "A la espera de su reapertura, La Santamaría cumple 93 años"
Gracias, b tardes, vemos los aficionados Bogotanos, con escepticismo que el nuevo Alcalde de la ciudad, autorice la reapertura de nuestra querida Santamaria y la celebración de festejos taurinos, pienso que es mas afecto a los intereses de izquierda que a los derechos que
consagran para los taurinos la Constitución y la Ley.