Alcalino. Debate entre un taurino y un legislador tras la deformaciòn de la corrida en Ciudad de Mèxico
Alcalino ha compuesto una formidable pieza literaria , y taurina y ha puesto en la escena a un taurino que polemiza con un legislador tras la decisiòn del Concejo de la Ciudad de Mèxico de deformar la corrida eliminando los tres tercios lo que harà inviable cualquier festejo en la capital federal.
Este debate es muy esclarecedor sobre nuestros argumentos y desmonta el infundio, la mentira y nunca mejor expresado la deformaciòn de este ritual, la tauromaquia.
EL DEBATE :
Taurino: Con la improcedente alcaldada del día 18 se están liquidando cinco siglos de uno
de los acontecimientos más singulares de la historia y la cultura popular de la ciudad de
México.
Legislador: En absoluto. México votó por la paz y lo que hemos hecho es eliminar desde
un gobierno y una legislatura sensibles el último vestigio de la barbarie en su forma más
anacrónica y sangrienta: las corridas de toros.
Taurino: La fiesta de toros podrá ser cruda pero no cruel, dicho esto, entre muchos
otros y de muchas maneras, por filósofos como José Ortega y Gasset y Fernando Savater, y
por autores como Camilo José Cela, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, tres
premios Nobel de literatura, como lo fue Ernest Hemingway, también taurófilo declarado.
Legislador: Hablas de otros tiempos y de mentalidades ya superadas, propias de
generaciones menos conscientes y compasivas que las actuales.
Taurino: Eso que dices es algo muy difícil de sostener a la vista de lo que está ocurriendo
en Gaza, Ucrania, Estados Unidos o… Teuchitlán.
Legislador: Mencionar eso ahora es jugar sucio. Es apostar a la politización con fines
perversos de una medida de salud pública que va a contribuir a mejorar la calidad de vida
en nuestro país, empezando por su capital.
Taurino: Habría que demostrarlo.
Legislador: Todo mundo sabe que mantener como estaba un espectáculo donde se
tortura y se da muerte de seres sintientes sólo puede contribuir a envenenar el ambiente
social, sembrando semillas de violencia y corrompiendo la compasión entre los
aficionados a ese espectáculo salvaje y absurdo.
Taurino: Tus palabras son duras pero sobre todo gratuitas. Insultas no sólo a la fiesta
brava sino a quienes viven de ella y a cuantos disfrutamos de la cultura del toro. Incurrir
en semejante falta de respeto exige una explicación. Y para que ésta sea válida, pedimos
que, si así se nos maltrata, cuando menos sea sobre las bases de un mínimo conocimiento
de lo que ustedes han juzgado, condenado y suprimido.
Legislador: ¡Pero si es así, no hay aquí exageración ni insultos! Como la jefa de gobierno
declaró ante los medios, nos respalda un 85 por ciento de la ciudadanía consultada,
contraria a las corridas de toros.
Taurino: Sabemos de tu ciega confianza en las encuestas, que no compartimos; pero a ver:
¿se preocuparon ustedes y sus encuestadores en hacer pública su metodología, el campo
de aplicación, el rango de confiabilidad? ¿Serían capaces de dar a conocer las preguntas
del cuestionario para que podamos conocer si estaban redactadas equilibradamente o
inducían a las respuestas esperadas? ¿Y hubo modo de averiguar si los encuestados sabían
de qué se hablaba o respondían de oídas, en consonancia con la corrección política en
boga? Porque la demoscopía se supone que es una ciencia. Inexacta, pero que aun así
requiere manejarse con rigor y cuidado.
Legislador: Una mayoría tan aplastante no necesita de más explicaciones. Y la votación en
el Congreso de la ciudad tampoco: 61 votos a favor de la tauromaquia sin sangre, un solo
voto en contra. Por única vez, la oposición votó con Morena en apoyo a la propuesta de la
jefa de gobierno.
Taurino: Para nosotros, lo único que eso demuestra es hasta qué punto se ha
venido trabajando durante décadas para invisibilizar la cultura taurina, que alguna
vez fue pasión nacional. Y también, si me permites agregarlo, la irresponsabilidad
con que se legisla en México.
Legislador: Lo primero sería, en todo caso, responsabilidad de ustedes, dicho sea
sin conceder eso de pasión nacional, tal vez válido para la España franquista
solamente.
Taurino: Es verdad que la fiesta brava se descuidó en México durante décadas y
lo pagó con un notable descenso en su fuerza de penetración popular. Pero lo que
dices a continuación solamente revela tu ignorancia absoluta sobre el tema y la
historia.
Legislador: Más ignorante es quien no sea capaz de respetar la vida y el
bienestar de seres sintientes, como la ciencia ha demostrado que son los toros y
otros mamíferos. Y si las corridas ya estaban en decadencia en México como lo
acabas de reconocer, entonces nuestra propuesta de una tauromaquia sin
derramamiento de sangre deberían verla los taurinos no como un agravio sino
como su última oportunidad de supervivencia. A salvo la tradición que dicen amar,
pero ahora sin violencia.
Taurino: El concepto de sintiencia significó en un principio percepción del
sufrimiento, y para sufrir se requiere conciencia racional del dolor y certeza
anticipada de la muerte; la sintiencia es, por lo tanto, un complejo temblor
existencial exclusivo de la psique humana, no dolor a secas. En todo caso, más
sintientes que los bóvidos pueden ser las hormigas, las abejas, ciertas aves, los
castores… y se sabe que las moscas comparten más del ADN humano que los
toros. Pero ninguna de estas especies ha merecido la conmiseración y activismo
de los antitaurinos. Esas contradicciones los reducen a ustedes en la categoría de
politiqueros oportunistas.
Legislador: De politiqueros es no reconocer el gran paso hacia la cultura de la
paz que ha dado la ciudad de México, no sólo su Congreso sino la inmensa
mayoría de sus ciudadanos. Y además estamos siendo generosos: en vez de
suprimir la tauromaquia le damos la oportunidad de subsistir en una versión digna
del siglo XXI, sin sangre ni violencia.
Taurino: Además de repetitivo tu discurso suena, con perdón, muy demagógico.
Legislador: Lo que pasa es que la derecha sólo sabe defender sus privilegios y
eso incluye los trasnochados gustos de tantos conservadores deseosos de
seguirse exhibiendo con puro, mujer y alcohol en las plazas de toros. La
tauromaquia es machista y misógina por naturaleza. Y este es un tiempo de
mujeres.
Taurino: Más demagogia barata, mi amigo. Para tu conocimiento, en su época de
oro el toreo en México fue confluencia masiva en las plazas de toros de todos los
estratos sociales, un gozoso ejercicio familiar de democracia en libertad. Pero no
eludamos la pregunta, ¿se fueron ustedes por la libre con su disparate taurómaco
convertido en ley o fue resultado de un consenso entre todas las partes
involucradas, como por obligación debe corresponder a cualquier decisión
legítimamente democrática?.
Legislador: Somos un Congreso respetuoso de las leyes, y la ley sobre bienestar
animal y en contra del maltrato está consagrada en la Constitución General de los
Estados Unidos Mexicanos.
Taurino: Eso suena a sermón rancio; además no estás contestando lo que te
pregunté.
Legislador: Claro que hubo una amplia consulta previa. La propuesta de la jefa de
gobierno nace de la voluntad de compaginar la preservación de las tradiciones con
la modernización de las costumbres y el respeto absoluto a los seres sintientes.
Taurino: ¿Hablas de derechos humanos para los animales? ¿En eso consiste
poner al día la tradición y las costumbres, que son cosas distintas por si ustedes
no lo saben? ¿Y el camino para lograrlo es la censura, un recurso tradicional de
los poderes dogmáticos y los gobiernos autoritarios?.
Legislador: Nunca como hoy hubo tanta democracia en México.
Taurino: Pero déjeme terminar la idea: dices que el engendro llamado
tauromaquia sin violencia fue consensuado –¿por qué Comisión? ¿quiénes la
integraron?–, que tuvieron participación representantes de quienes viven
económicamente del toreo –nombres, nombres–. Yo –nosotros— denunciamos la
absoluta falsedad de esa afirmación. Porque ninguna persona medianamente
informada en materia taurina aceptaría disparates como una lidia de diez minutos
sin el castigo en varas, ni el desahogo que el tercio de banderillas se le permite al
toro antes de la faena de muleta, y mucho menos el retorno de ese hipotético
bicorne con sus astas forradas para hacerlo incapaz de herir a su paraíso
campirano, que lo es verdaderamente, y más si comparamos su crianza como
amo y señor de la dehesa con el hacinamientos en que se mantiene a otras
especies comestibles antes de convertirlas en picadillo mediante métodos, esos sí,
atroces en la práctica y para nada atentos a si se trata o no de seres sintientes.
Legislador: Bueno, pero su muerte no es pública ni se hace por diversión.
Taurino: Lo cual si algo denota es la hipocresía, de la sociedad en general y de
ustedes — políticos y legisladores– en este asunto particular. Pero además está el
daño económico que se inflige al comprometer el futuro de quienes se ganan la
vida a través de profesiones y oficios ligados a la tauromaquia y cuanto la rodea.
Por cierto, son menos los toreros, ganaderos, apoderados, empresarios y
periodistas a los que automáticamente se les está suprimiendo su derecho al
trabajo que los miles de familias ligadas en alguna forma a la economía de la
corrida, desde vaqueros, caporales, veterinarios y agricultores hasta
transportistas, comerciantes, hoteleros, restauranteros, artesanos, impresores,
cartelistas, carniceros, empleados de las plazas y quien sabe cuántos afectados
más. Por lo visto, todas esas personas y quienes de ellas dependen no deben ser
tan sintientes ni dignos de atención como lo es el toro de lidia. Una variedad
animal a la que de paso están condenando a desaparecer sin que les importe que
forma parte de la fauna endémica de nuestro país. Esto, la defensa de la
biodiversidad nacional, también está consagrada en la Constitución, cosa que
ustedes callan. Ya sea por ignorancia —una más—o porque vende menos imagen
que la supresión de las corridas, tan aplaudida por las mayorías con mayor fuerza
y entusiasmo conforme menos sepan y conozcan de historia y cultura taurinas.
Legislador: Si ya terminaste yo me marcho. Mis altas responsabilidades me
llaman a atender otros asuntos igual de importantes o más que este de los toros.
Con permiso.
Y nuestro legislador se levantó y se fue, como la firmeza de quien parte plaza pero
acusando ya cierta tendencia a rajarse y barbear las tablas, como ser sintiente al
fin y al cabo.
Mientras tanto, el desolado taurino mexicano se quedó pensando que, a pesar de
los pesares, existen argumentos más que suficientes para revertir los efectos del
ramalazo legaloide, pero sólo a condición de que quienes dicen amar la Fiesta
sepan unir inteligencias y recursos, y demostrar ese amor presentando buenas
razones ante los tribunales en vez de seguirse lamentando.