Autor: Guillermo Rodríguez

Demandas constitucionales, penales y laborales por el Acuerdo 013 del Concejo de Bogotá

Imagen de El Gino, cortesía de El Universal de Cartagena

Demandas constitucionales, penales y laborales por el Acuerdo 013 del Concejo de Bogotá, Se preparan los alegatos jurídicos para impedir este atropello.

Colombia, pese a sus avatares políticos, a sus disensos ideológicos, a la confrontación partidista ha logrado con sus mas y sus menos sostener ese trípode de las democracias.

Ya saben que en El Espíritu de las Leyes, Montesquieu dejó sentadas esas bases que tienen hoy toda su vigencia.

Poder ejecutivo

En ciencia política y derecho, el poder ejecutivo es una de las tres facultades y funciones primordiales del Estado.

Se distingue así del poder legislativo, que aprueba o deroga leyes, y del poder judicial, que las interpreta, hace respetar o invalida.

Dicho lo cual, el Concejo de Bogotá cruzó peligrosamente las líneas rojas que limitan su acción como órgano de control político del gobierno de Bogotá y hacedor de Acuerdos.

El presidente de la Unión de Toreros de Colombia, Hernán Ruiz anunció a este portal que sabedores del Acuerdo y que tarde o temprano la alcaldesa iba a firmarlo (y así lo hizo la semana pasada).

Se prepararon los alegatos jurídicos para impedir este atropello del gobierno de la capital y del Concejo, pues una cosa es legislar y otra invadir terrenos que no le corresponden al cabildo bogotano, que abusivamente (y por eso prevaricaron los concejales), ya que deben saber que el toreo que es legal en Colombia y que no está clasificado en el capítulo del maltrato animal.

Así que son tres demandas que están en curso:

Demostrar que el Concejo no puede imponer tributos discriminatorios al incrementar al 20 por ciento el llamado tributo a pobres, ni decidir el curso de la corrida que ya está reglado por la Ley 916.

Pues en uno de los artículos del malhadado Acuerdo se prohíbe el uso de la vara, las banderillas y el estoque, deformando el espíritu del ritual taurino.

Los concejales dicen que es para desincentivar las corridas en Bogotá pero es una prohibición en toda regla.

En lo laboral, el perjuicio para toreros, banderilleros, picadores, mozos de espada que derivan su sustento de sus profesiones.

Y en lo penal, pues el Concejo al extralimitarse con ese Acuerdo A SABIENDAS Y CON PLENA CONCIENCIA DE LOS VOTANTES, incurrieron en delito.

«Esto apenas empieza», dijo el presidente de la UNDETOC, Hernán Ruiz y vamos a demostrar con la ley en el mano que nos asiste la razón.

A la alcaldesa se le pidió que no firmara el Acuerdo pero ella hizo caso omiso y también responderá ante los tribunales.

Y con los dramas que tenemos con el coronavirus. Pero, claro, el problema somos los taurinos. Nada mas alejado de la realidad.

La de Joselito en Madrid, el 3 de julio de 1914. Alcalino – Tauromaquia.

La de Joselito en Madrid, el 3 de julio de 1914, fue un hecho insólito. Pues no ha vuelto a ocurrir que un mozo de 19 años se encierre con una corrida entera, con la plaza de Madrid llena hasta el tejado.

No lo movía el deseo de llamar la atención, o reclamar contratos, que ambas cosas las tenía ya de sobra, sino la mera constatación de una supremacía que ya pocos ponían en duda.

En apenas año y medio de matador, José Gómez Ortega «Gallito» había cumplido su promesa de retirar a Ricardo Torres «Bombita» –gran opositor de su hermano Rafael–, y protagonizado un meteórico ascenso hasta la cima del toreo.

Joselito

Así, de manera casi natural, se urdió la idea de la encerrona, mitad iniciativa de la empresa madrileña y mitad sugerencia directa de Gallito –en lo sucesivo Joselito -, decidido reescribir de su puño y letra –con capote, banderillas, muleta y estoque–

La historia de la Fiesta de toros, a la que desde niño dedicó por entero vida y afanes.

José fue el hijo menor de Fernando Gómez «El Gallo», un torero de la cuerda del arte que habría resonado más de no coincidir en el tiempo con Rafael Molina «Lagartijo», primero, y Rafael Guerra «Guerrita» más tarde, los dos colosos cordobeses que cerraron con gloria la tauromaquia del XIX. 

Fernando «El Gallo» 

Crió tres hijos toreros, de los que el segundo Fernando, perjudicado por su obesidad, se quedó en subalterno y principal receptor de las teorías paternas sobre el toreo de capa, que tuvo en el viejo Gallo.

Un brillante innovador–a él se debe la invención del cambio de rodillas–.

Casado con una bailaora de tronío –la Señá Gabriela Ortega–, alguno de sus vástagos tenía que heredar la vena gitana de la madre y ése fue Rafael.

El primogénito, prematuramente calvo, famoso lo mismo por sus espantadas que por su alado estilo, pletórico de sal andaluza y giros inesperados.

Rafael «El Gallo» 

Le daría la alternativa a su hermano chico en la Maestranza de Sevilla el 28 de septiembre de 1912, cuando Joselito contaba apenas 16 años, cuatro meses y 20 días, pues había nacido en Gelves el 8 de mayo de 1895.

Desbordante de toreo pero también de ambición, este prodigio adolescente no tardaría en convertirse en amo absoluto del tinglado.

Arrebatado por las empresas y mimado por los ganaderos punteros, que tras abrirle las puertas de sus fincas y cerrados, acabaron sometidos a su arbitrio.

Orientado a la obtención de un toro. Hecho más para la fijeza y el arte, que para la pelea sin cuartel, que había sido hasta entonces la corrida. 

Juan Belmonteel verdadero precursor de la nueva escuela, parco e irónico, prefirió acogerse a los buenos oficios y la capacidad negociadora de su amigo José, con el que iba a cubrir seis de las siete temporadas –entre 1914 y la primavera de 1920– que pasarían a la historia como la edad de oro de la Fiesta española.

La elección del ganado

Concertada la encerrona madrileña para el viernes 3 de julio de 1914, Joselito se dispuso a seleccionar personalmente un encierro a su entera satisfacción y gusto.

Pocos días antes de la fecha señalada condujo su Hispano-Suizo por la sierra de Madrid hasta la ganadería de Vicente Martínez, para escoger los más apropiados del hato que el acreditado criador de Colmenar Viejo le había apartado para la ocasión.

Los toros

De la tierra tenían fama de duros, pero Gallito no había dejado de advertir un interesante cambio en su estilo hacia una mayor suavidad y fijeza, inducidas por un nuevo semental, el célebre «Diano», de Ibarra. 

De modo que, priorizando las buenas hechuras y la nota de tienta, eligió José un encierro poco aparatoso pero tan fino que pasó sin problemas la temible aduana de los veterinarios madrileños.

Por orden de lidia irían apareciendo los llamados «Comedido», «Descarado», «Barrabás», «Coralino», «Nevadito», «Presumido» y «Mulato», cuatro zainos y dos berrendos en negro.

Formaban un lote precioso, muy parejo –promediaron unos 480 kilos en pie y que, sin ninguno especialmente destacado, le permitió desplegar a Gallito sus amplios talentos, recursos y capacidades.

La plaza estaba llena y el boletaje agotado cuando los clarines convocaron al orgulloso y juvenil espada sevillano, enfundado en un terno celeste y oro;

lo escoltó en el paseíllo el sobresaliente Remigio Frutos «Algeteño» –sobrino de Saturnino Frutos «Ojitos», el mentor de Rodolfo Gaona–, seguidos por los subalternos de a pie y de a caballo.

Cuadrillas

Independientemente de lo numeroso del séquito que partió plaza esa tarde.

Joselito prácticamente limitó como ayudas en la lidia a sus peones y picadores habituales; todo mundo conocía las cualidades para la brega y el tercio de banderillas de El Cuco y El Almendro.

Ambos de nombre Enrique Ortega y parientes de los Gómez Ortega, y sabía de la formidable técnica capotera de Enrique Belenguer «Blanquet»

En quien Gallito depositaba tanta confianza que, al sexto de la tarde, decidió lidiarlo con solamente este excelso peón valenciano en el ruedo:

una especie de homenaje al citado Blanquet a quien, tras prender él mismo dos colosales pares de banderillas, invitó a colocar el tercero.

Y no desmerecían Rafael Saco «Cantimplas» Francisco González «Chiquilín», cordobeses. Los hombres de a caballo estaban igual de compenetrados con su maestro.

La plantilla titular la constituían Manuel Aguilar «Carriles», Juan Pinto y Antonio Chaves «Camero», que militaba en las filas del mexicano Gaona cuando Joselito lo llamó un día para convencerlo, dicen, con éstas o parecidas palabras: 

«Antonio, deja al indio ése y vente conmigo, que no vas a tener mejor patrón que mi menda en toda tu vida».

Por cierto, un incidente afeó la participación del piquero de Camas –que tenía el brazo particularmente pesado–.

Cuando se le fue la garrocha muy abajo y casi mata al segundo toro del puyazo, provocando una bronca tan fuerte que Joselito, en castigo, le prohibió salir al ruedo en los turnos siguientes.

Pero cuando iba a lidiarse el sobrero, que Joselito solicitó en un alarde encaminado a redondear su apoteosis.

Volvió a llamarlo

En ese entonces los picadores esperaban en la arena la salida de los astados, y para darle oportunidad de reivindicarse ordenó que solamente él picara al correoso sobrero de Martínez

Camero se portó a la altura y al abandonar el ruedo tuvo que saludar las aclamaciones con el castoreño en alto.

Una tarde consagratoria

La encerrona gallista cumplió plenamente su función de jubileo del torero que el alambicado José de la Loma «Don Modesto» iba a coronar nuevo Papa –el anterior fue Ricardo Torres «Bombita» –en su crónica de El Imparcial.

¿Cómo era el toreo de Joselito? ¿Qué y cuántas maravillas lo constituían?

En una época en que el primer tercio era el más largo, y movido de la lidia.

Con sus caballos despanzurrados y la consiguiente abundancia de intervenciones de diestros y cuadrillas, la crítica le contó, a lo largo de la tarde.

159 lances de capa, repartidos entre los de recibo, la brega y 26 variados quites.

Casi cuatro por toro, nueve asombrosos pares de banderillas y solamente 83 muletazos, así como cinco pinchazos, seis estocadas y un golpe de descabello.

Esta enumeración no es ociosa.

Revela con exactitud lo que eran aquellas corridas del cambio de siglo, centradas en laboriosos primeros tercios que, en medio de su dureza, los toreros procuraban animar con exuberancia de quites y ampulosos remates, en lo que Gallito fue un as.

Torero completísimo, era también un rehiletero formidable, que solamente cedía ante la templada elegancia de Gaona, ya que José, infalible en medir terrenos y embestidas y colocar los rehiletes en lo alto, hacía todo esto con cierto apresuramiento.

También con la muleta, urgido en dominar a los toros con pocos pases, castigando mucho y yendo siempre hacia adelante,

para evidenciar cuanto antes su superioridad desplantándose, en la propia cara de las sometidas reses.

Ya tocándoles los pitones, o la oreja, e incluso la jeta,

que a los más aplomados solía enjugarle, con el pañuelo que extraían tranquilamente de la casaquilla.

Faenas, en suma, de neto dominio, cuya brevedad se consideraba prenda de poderío.

Con el tiempo, iría alargándolas y llegó a invadir los territorios del arte, producto de su frecuente contacto con Juan Belmonte –verdadero mensajero del futuro–.

Pero esa no fue aún la tónica, aquella tarde crucial del 3 de julio de 1914.

En la que de todos modos se justificó, como el prodigio de la época. Y les cortó una oreja a «Coralino» y «Presumido», cuarto y sexto de la memorable corrida.

A la muerte del complicado séptimo, el gentío invadió el ruedo, rodeo al héroe y llevándolo en peso.

Protagonizó con él un conato de salida en hombros, que tampoco se usaban tal como ahora las conocemos. Palmarés y vanguardia.

En la madrileña plaza de la carretera de Aragón José Gómez Ortega totalizó, en las siete temporadas que duró su magistratura –trágicamente rota por «Bailaor»-.

81 paseíllos, de los cuales éste del 3 de julio de 1914 era el número 24.

Y cortó 19 orejas, cifra entonces desusada.

Sin poseer la fuerza innovadora de Belmonte, marcó una diferencia clara con las figuras que le antecedieron, no solamente por su clarividencialidiadora y el poder demoledor de su muleta;

sino porque su porte novedosamente jovial, esbelto y ágil rompía con la robustez más bien adusta de la gente del XIX.

En el ruedo, los únicos antecedentes habían sido los juncales Antonio Fuentes y Rodolfo Gaona, y el sonriente Ricardo Torres «Bombita»–, y anunciaba la entrada a un mundo nuevo y distinto.

Y al auténtico siglo de oro de la tauromaquia.

Así en la tierra como en el cielo. Ha volado al más allá Ennio Morricone

Ennio Morricone, nos dejó memorables bandas sonoras y una misa guaraní «Así en la tierra como en el cielo» que encabeza esta nota transida de emoción y tristeza pues no estará en el «Canmpoamor» en el príncipe de Asturias este año.

Tenía 91 años y partió. «Il Maestro» llamaba a la música que componía para el séptimo arte «música aplicata». Es ya inmortal pues cada vez que escuchemos su música está entre nosotros.

Y en el toreo se recuerda momentos memorables del maestro Enrique Ponce en cuyas faenas se interpreta música creada por el insigne Morricone.

Autor de gran parte de la Banda Sonora de nuestra vida, también de la tauromaquia. Recuerdo dos, una en el Puerto de Santamaria y otro instante en una plaza francesa.

Es posible que «Morricone» sea lo primero que se viene a la cabeza de cualquier amante del cine que piense en bandas sonoras. Compositor prolífico, ha firmado la banda sonora de más de 500 largometrajes a lo largo de seis décadas de productividad.

Sus épicas caballerescas para Sergio Leone o sus agonizantes sinfonías para Argento y Mario Bava, entre otros, fueron claves para popularizar en todo el mundo dos cosas tan, a priori, locales como el Spaghetti Western o el giallo.

Ennio Morricone

Cuenta Ennio Morricone que cuando era un estudiante de música muchos de sus compañeros le despreciaban porque se había especializado en trompeta, un instrumento considerado vulgar.

Ninguno de aquellos estudiantes consiguió destacar con el tiempo. Morricone en cambio se ha convertido en uno de los músicos de cine más importantes de la historia.

Sus melodías y canciones han trascendido el campo cinematográfico hasta el punto de que se le puede considerar uno de los creadores musicales más grandes del siglo XX. Y lo que le queda del XXI, anota Antonio Martínez en la SER

Si Clint Eastwood y el director Sergio Leone fueron los grandes artífices de la época dorada del spaghetti-western, no menos importante fue el hombre que le dio su sonido característico.

El Western

Ennio Morricone revolucionó la música del western incluyendo nuevos instrumentos como la guitarra eléctrica o el órgano, además de la innovadora presencia de los coros, los efectos de sonido o los silbidos.

Aunque el músico ya había compuesto algunas bandas sonoras anteriormente, fue su asociación con su antiguo compañero de colegio Leone lo que le convirtió en un compositor estrella a nivel internacional gracias a los spaguetti-westerns.

Con él formó un tándem imbatible y compuso, entre otras, las piezas de la trilogía del dólar.

Por un puñado de dólares, La muerte tenía un precio y El bueno, el feo y el malo. 

El director decía de él que más que su compositor era su guionista. Muchas veces sustituía diálogos por la música ya que ésta expresaba mejor que las palabras lo que quería contar. Play/Pause

Pero el western no acabó encasillando a Morricone. El italiano ha puesto su estilo personal al servicio de prácticamente todos los géneros.

A lo largo de su carrera ha compuesto 36 bandas sonoras de películas del Oeste, más o menos un ocho por ciento del total de su obra ya que Morricone es el compositor más prolífico de la historia, autor de más de 500 bandas sonoras, trabajando durante algunas etapas de su carrera a una media de tres al mes. 

Sus composiciones constituyen la banda sonora de una era del cine, de Cinema Paradiso a Novecento o La misión. Después de estos éxitos, su caché aumentó y en el mercado americano se lo rifaban.

Morricone ha trabajado con casi todos los grandes del cine italiano, Bertolucci, Pasolini, Bellocchio, Pietri… También en el cine francés el compositor ha dejado su huella en numerosos títulos, como El profesional, de Jen Paul-Belmondo.

El cine de gángster es otra de sus especialidades

Los intocables de Eliot Ness, El clan de los sicilianos, Bugsy… y cuando su amigo Sergio Leone quiso rodar su gran película del género, Érase una vez en América, no dudó en acudir a su viejo amigo.

Por su aire nostálgico, a la par que dramático, muchos la consideran a gran obra maestra de Morricone.

El músico creo que la partitura antes de empezar a rodar y el director se valió de ella para motivar a los actores durante la filmación:

«No solo yo, actores como Robert de Niro les gusta que la música se toque en plató porque les facilita meterse en situación. Dicen que eso les hace sentirse dentro, que les ayuda de un modo especial, así que lo hacemos así y después se graba el diálogo», recordaba Leone.

El Covid19 se lleva al maestro Mario Coelho

El maestro Mario Coelho, a la izquierda acompañado de su esposa y el duque de Braganca
El torero portugués acompañado de Mario Moreno «Cantinflas». Imagen posible gracias a don Eugénio Eiroa Franco.

Ha partido el maestro Mario Coelho, uno de los grandes toreros portugueses, nacido en Vila Franca de Xira a unos kilómetros de Lisboa donde vio la luz otro grande, contemporáneo nuestro, el maestro Victor mendes.

El Covid19 se ha llevado a este exquisito torero. Contaba con 81 años.

«La Fiesta está de luto… Ha muerto el matador Mario Coelho víctima del maldito virus…», escribía Murteira Grave en el perfil de su twitter. Precisamente con esta ganadería fue su debut en Las Ventas en 1967.

«Lamento contarles que ha muerto un hermano mayor del toreo portugués», dijo en su cuenta de twiter Victor Mendes.

 Formó parte, entre otros, de las cuadrillas de Diamantino Vizeu, Manolo dos Santos, El Viti, Francisco Corpas y Andrés Vázquez, con quien brilló enormemente.

Tomó la alternativa en Badajoz, en 1967, con Julio Aparicio que lo apadrinó y en presencia del Pireo. El toro de la ceremonia se llamaba «Granjero», de Sánchez Rico. La confirmó el 14 de mayo de 1980, con toros de Cortijoliva y de manos de Frascuelo, en un cartel del que formaron parte los rejoneadores Ángel Peralta y Joao Moura. Tras banderillear, le obligaron a dar la vuelta al ruedo, como recuerda «Aplausos».

Su última aparición pública fue el pasado 29 de febrero en la presentación de un libro sobre su figura que se enmarcó dentro de los actos programados con motivo del Día de la Tauromaquia en Campo Pequeno.

¿Por qué muere el toro de lidia?

¿Por qué muere el toro de lidia?. Una de las cantinelas de los anti taurinos es que la corrida se puede dar pero sin muerte. Se niegan a ver la muerte, a encararla en toda su dimensión y que muera, sí, agregan pero en un corral, adentro, sin que casi nadie lo vea, «lejos de mi vista».

Sí, en la corrida el toro muere. O no, pues si se indulta será semental.

¿Saben cuántos animales mueren en el mundo? 700 millones. Muchos para consumo de los humanos. Esto significa que cada segundo mueren 26 animales. El toro muere, es verdad. No lo negamos. Pero por ese toro que muere, aunque no lo crean los animalistas, el toro bravo vive.

El problema no es que muera al toro sino que se vea, dice el colega Chapu Apaolaza.

El animalismo es una corriente ideológica que se opone al uso de los animales por el ser humano, vestimenta, investigación, nuestro alimento, o entretenimiento. Y equiparan los derechos entre animales que tienen la capacidad de sentir , es decir entre animales que son humanos y no humanos.

Hoy, los veganos, describen como ética a la carne artificial y denuncian que comer carne no es bueno porque es malo para la salud y dañino para el medio ambiente o porque en realidad está siendo cruel con unos animales sobre los que no tenemos ningún derecho los humanos.

Y California prohibe el Foie y en instagram censuraron un cocido de pulpo gallego por criminal. Tesla prohíbe la piel en los vehículos y piden reemplazarlo por plástico es más destructivo para el medio ambiente.

Y unos animalistas radicales piden separar gallos de gallinas para que no las violen.

Como es sabido, el sacrificio del animal constituye uno de los actos esenciales del culto en numerosas religiones y la corrida consistiría en la realización colectiva de un rito profano cuya.

Finalidad sería el sacrificio del toro.

Señala el filósofo francés Francis Wolff :

El Hombre es siempre el mismo, como el Animal, como el ritual. Pero en cada combate todo vuelve a empezar, todo es nuevo, diferente y singular siguiendo una temporalidad lineal, como la de toda vida singular, como el orden irreversible de toda gesta heroica.

Para que se pueda hablar de sacrificio es necesario por una parte que exista la práctica de un ritual y por otra, que su finalidad sea la inmolación pública de un animal.

Ahora bien, de todos los espectáculos modernos la corrida es, sin duda, el más obsesivamente ritualizado, constituyendo el paseíllo su arquetipo Toro-víctima o toro-luchador, tras estos dos conceptos hay dos maneras de ver el toro: el Otro absoluto del Hombre o el eterno Igual.

Corrida-sacrificio o corrida-combate son dos concepciones eternamente opuestas: de un lado, el gran ritual de la comunión pagana y de otro, el gran espectáculo de la fiesta brava.

O si se prefiere, la tragedia mística de un lado y la epopeya triunfadora del otro. Es decir, en el fondo: Belmonte o Joselito.

Enérgica respuesta del sector taurino al esperpéntico Acuerdo 013 firmado por la alcaldesa de Bogotá. ¡Basta ya!

«Nos cansamos del maltrato y vamos a responder contundentemente dentro de la Ley. Somos pacíficos pero no tontos», expresó de manera enérgica don Alberto Cediel, empresario de La Santamaría, plaza en la que con el Acuerdo 013 del Concejo de Bogotá hace prácticamente inviable realizar las corridas.

En entrevista con Tendido7, el abogado, torero, ganadero y piloto, Alberto Cediel, dijo que se está planteando con el sector agrario, el lechero y el cárnico, un paro nacional como respuesta del campo al infamante trato de la autoridades capitalinas que pretenden acabar de un tajo la tauromaquia.

Convocó a los amigos de la fiesta a un firmatón, y a comprometerse en la defensa de nuestra cultura, de las tradiciones y por el respeto a la diferencia.

Quienes gobiernan hoy en Bogotá son peligrosos pues buscan el pensamiento único y totalitario, y quienes no estamos de acuerdo con ellos, nos marginan y no excluyen.

El Acuerdo

El Acuerdo prohíbe la suerte de varas, de banderillas y el uso de la espada, limita el número de festejos, aumenta los impuestos e impone una serie de restricciones que hace imposible dar corridas en La Santamaría inaugurada en 1931.

A mas de que estamos trabajando jurídicamente para impugnar el Acuerdo, vamos a dejar atrás el silencio para hacernos oír, con respeto pero con firmeza.

Este país tiene que saber la importancia, el valor espiritual y moral del sector agrario en una sociedad de iguales que mira por encima del hombro a los hombres y mujeres del campo.

«Basta ya», proclamó el señor Cediel.

Se abre la batalla jurídica

Se abre la batalla jurídica. La alcaldesa de Bogotá nos ha retado de manera agresiva y temeraria. Se lo expreso con todos los respetos pero ella o sus asesores jurídicos le debieron advertir que si firmaba como lo hizo el rocambolesco Acuerdo 013 del Concejo de Bogotá, asumido en una delirante sesión virtual cuando el 9 de junio la pandemia asolaba de muerte y destrucción en Colombia y la ciudad que le encargó por 4 años de la alcaldía se movía entre muertos, y tristezas por el Covid19.

Pero, !ala!!, vamos a acabar con el toreo, ese es el problema (cómo no, señores concejales. Equivocados están), vamos a extinguir al toro bravo y decimos que defendemos al toro, (lo proclamaron en esa embriaguez de odio contra la fiesta en aquella tarde malhadada en el seno de un Concejo integrado por malquerientes ofensivos hacia una fiesta que desconocen en su rica historia, en lo que representa ese toro como guardián del ecosistema).

Un concejal espetó sin que se le moviera un pelo: maldita herencia!!!.

Desde hace varias semanas un grupo de juristas está estudiando el Acuerdo plagado de excesos y cruzando la línea roja que jamás debieron transitar los concejales al tocar las puertas de la Ley 916, de los pronunciamientos de la Corte Constitucional a mas de imponer tributos discriminatorios al toreo que no pueden gravar un espectáculo solo porque el toreo no es de su agrado a estos mal llamados representantes de la sociedad.

Nuestros abogados presentarán los recursos necesarios y oportunos.

El toreo nos ha enseñado el temple, la distancia, la elegancia, el valor, y con esos elementos y otro mas, claro, vamos a los tribunales a dirimir, con altura, con argumentos, no con consejas o supuestos.

Somos una minoría que merece respeto, ciudadanos a quienes se nos debe un trato digno de los gobernantes. Jamás se me ocurrirá denigrar o atropellar los derechos de la alcaldesa a amar a otra mujer. Ni de persona alguna. No sería noble de mi parte. Pero exijo, con la cabeza en alto, que respeten nuestra cultura.

Usted, señora Claudia López, se formó en el Externado, la universidad de Fernando Hinestrosa que nos enseñó a respetar no solo el derecho, sino al otro, justamente en su diferencia. Porque esa diferencia es lo que enriquece una sociedad. O Usted no iba a clase o jamás entendió la formación que se le dio o lo guardó en el armario.

De momento los animalistas se frotan las manos. Que gocen, La última palabra no se ha pronunciado. Tiempo al tiempo.

Y la alcaldesa firmó

Firmado el Acuerdo 013 del Concejo por la alcaldesa de Bogotá sobre la prohibición de las corridas; que los concejales llaman eufemísticamente desincentivar la tauromaquia. Los juristas expertos preparan las demandas contra la decisión del cabildo capitalino.

Era previsible (no sabíamos cuándo), que la alcaldesa Claudia López enredada en una de las etapas más críticas de la historia de la ciudad y rodeada de fantasmas.

Contratos poco transparentes, contradicciones en su quehacer de gobernante, actitudes desobligantes con funcionarios de su administración y una ciudad asolada por el desorden, la inseguridad manifiesta y agobiante, la ausencia de un norte en cuanto a las medidas por adoptar para enfrentar a este virus ofensivo.

Y una falta de atención a los problemas de la salud derivados del Covid19 para no mencionar sus querellas con el presidente de la nación.

El día que el Concejo aprobó el malhadado y esperpéntico «Acuerdo 013» que hace inviable dar corridas en La Santamaría la situación desatada por el coronavirus estaba arrasando con vidas humanas.

El colega Juan Guillermo Palacio apunta :

El 9 de junio, cuando Bogotá reportaba 13.709 contagiados y Colombia sumaba 1.372 fallecidos, los concejales de Bogotá votaba un acuerdo sobre
cómo debían ser las corridas de toros.

Lo hacían cuando la curva de contagio aceleraba, en una ciudad de más de
siete millones de habitantes que no tiene las suficientes salas de cuidados
intensivos para atender a más de mil enfermos graves de Coronavirus.

La UNDETOC se pronunció :

Para la afición taurina del país y especialmente a la capitalina, la señora Alcaldesa sancionó el acuerdo 013 de 2020 del concejo de Bogotá.

Queremos manifestarles que esto ya se preveía, pues al no objetar el acuerdo en el tiempo indicado por la ley, estaba claro que iba a sancionarlo, lo bueno es que es justo ahora y no días antes de que la temporada se adjudique.

Ya se tienen adelantadas las acciones tanto penales, administrativas y constitucionales para contrarrestar el efecto jurídico de este acuerdo, este es un llamado a la unidad y a la calma pues esto apenas está comenzando.

81 años de la alternativa de «Manolete» y la anécdota del toro «Comunista»

En el día de hoy, 2 de julio de 2020, se cumplen 81 años de la alternativa de Manuel Rodríguez «Manolete» en la plaza de toros de Sevilla el mismo día de 1939, con Manuel Jiménez «Chicuelo» de padrino y Rafael Vega de los Reyes «Gitanillo de Triana» como testigo y con toros de Clemente Tassara (con el toro «Comunista»/»Mirador»). 

La anécdota:

Este es el famoso toro de la alternativa de «Manolete», de nombre inicial de «Comunista» y que el presidente de la corrida impidió se anunciara reglamentariamente y de tal forma a pesar de la insistencia de su ganadero Clemente Tassara.

El usía, Comisario de policía, justificó su decisión diciendo: ¿En este año de la Victoria, 1939, voy a permitir que aparezca en la Maestranza  una tablilla con un «Comunista»?…. a lo que el ganadero irónico le contestó: No se preocupe que usted no le pasaría nada, al fin al cabo es para matarlo.- Pues ni por esas; al «Comunista» se le bautizó como «Mirador» y así saltó al albero de la plaza sevillana.

Anécdotas aparte, este 2 de julio para la tauromaquia es una fecha relevante.

Alvaro del Moral señala :

El último parte de guerra se había firmado el primero de abril de aquel mismo año mientras el país devastado se abría a una paz condicionada.

Pero estaba empezando un tiempo nuevo; también en el toreo… Y aquel día de verano hubo toros en la plaza de la Maestranza. Era la cuarta corrida que se organizaba en aquel ‘Año de la Victoria’ que había vuelto a pasar sin encender los farolillos.

Los periodistas sevillanos habían organizado uno de esos clásicos festejos para su beneficio que, sin saberlo, estaba destinado a pasar a la historia.

La antigua fotografía congela la efeméride: Manuel Jiménez ‘Chicuelo’ cede la espada y la muleta a un espigado mozo cordobés y a plaza llena. Los cañones sólo llevan tres meses mudos.

Ya había comenzado la larga posguerra pero en esa imagen sepia también se amarra un nudo fundamental en el hilo del toreo moderno: moría un tiempo y nacía otro sin dejar de seguir el mismo hilo.

El festejo se resolvió de manera apoteósica. Chicuelo -a la postre el máximo triunfador de toda la tarde-, Gitanillo de Triana y el propio Manolete -que vestía un precioso terno heliotropo y oro de la sastrería sevillana de Manfredi- se repartieron seis orejas y un rabo.

Se lidió un encierro de Clemente Tassara que había viajado desde los cerrados de Barbacena, en los campos de Aznalcóllar. El testimonio de Delavega, crítico taurino de El Correo de Andalucía, nos sirve para ubicar el momento: “Una alternativa lucida. Un toro de alternativa bien toreado con un toreo sobrio, seco, valiente”.

Era el doctorado de uno de los toreros más grandes de todos los tiempos, de un matador destinado a marcar época fuera y dentro de los ruedos.

Fleming, ¿asesino?

«Asesino» escribieron desconocidos en el conjunto escultórico que sostiene el busto de Fleming, eminente científico, premio Nobel en 1945.

En un comentario en este portal escribí la preocupación que me asalta por estas manifestaciones de recalcitrantes que reclaman derribar estatuas.

La de fray Junípero en los Estados Unidos, la de Sebastián de Belalcázar en Cali por un concejal animalista, las de Colón.

Otra es la preocupación que tiene la profesora Carolina Sanín, de que les dé a los fanáticos por proponer que se derriben las estatuas como homenaje a San Pedro Claver.

San Pedro Claver

Cuyo nombre de nacimiento fue Pere Claver Corberó. Fue un misionero y sacerdote jesuita catalán, que pasó a la posteridad por su entrega en aliviar el sufrimiento de los esclavos,del puerto negrero de Cartagena de Indias, donde vivió la mayor parte de su vida.

Ahora aparece un vocablo infame en un busto dedicado al inventor de la penicilina, Alexander Fleming que ha salvado millones de vidas (claro, de centenares de toreros también).

Así que como pueden observar y sin ser catastrofista, no vamos bien con estas manifestaciones de ultras. Recordé la quema de libros por grupos de fanáticos nazis una noche nefanda en Alemania.

Y es que de la prohibición de libros, credos, color de piel, comportamientos sexuales y modas terminan por pedir la quema de seres humanos.

La historia está plagada de relatos dramáticos sobre estos juicios sumarios que llevaron a la hoguera centenares de mujeres y hombres en Europa y América.

«Asesino»

Escribieron desconocidos (de la historia, de la ciencia, de lo que ha representado Fleming para salvar vidas humanas), en el conjunto escultórico que sostiene el busto de este eminente científico, premio Nobel en 1945.

Un torero brinda un toro a un imponente doctor Fleming de piedra. La estampa tiene algo de surrealista y de bizarro, pero tiene todo el sentido del mundo.

Erigido en 1964, años después de su muerte y de que visitara España, el conjunto escultórico situado en un lateral de la plaza de toros de Las Ventas es un homenaje al doctor Fleming (Darvel, Escocia, 1881-Londres, 1955) a España.

El científico que logró que muchas infecciones dejaran de ser mortales gracias a su trascendental descubrimiento de la penicilina.

Imagen de la escultura dedicada al doctor Fleming, el inventor de la penicilina, en Madrid
Imagen de la escultura dedicada al doctor Fleming, el inventor de la penicilina, en Madrid (Juan Sardá)

Alexander Fleming

Visitó España en 1948 durante dos semanas, durante las que visitó Barcelona, Madrid y Sevilla. Recibido como una eminencia, el ganador del premio Nobel en 1945 salió de España aún más cubierto de honores: fue nombrado doctor honoris causa en la Universidad Central de Madrid, académico de honor en la Academia de Medicina, además de recibir la Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio.

En su portada, La Vanguardia del 26 de mayo de 1948 destacaba un artículo del Dr, Luis trias de Bes en el que se anunciaba la visita del “brillante descubridor de la penicilina que tantas vidas humanas ha liberado y continuará liberando de una muerte cierta”.

Su paso por la capital dejó huella. En 1955 el Conde de Mayalde, alcalde de Madrid, propuso que se le erigiese una escultura.

El 26 de febrero de 1963 el Montepío de Toreros y la Asociación Benéfica de Toreros abrieron una suscripción popular.

La escultura se encargó a Emilio Laíz Campos, escultor nacido en Vicálvaro y autor de innumerables esculturas de toreros y personajes de la época.


  Utilizamos cookies para mejorar tu experiencia en nuestro sitio web. Al seguir navegando, aceptas el uso de cookies. Más información en nuestra política de privacidad.    Más información
Privacidad