Roca Rey comienza su temporada española abriendo la puerta grande, al cortar tres orejas, y recibe el aplauso de su compatriota Mario Vargas Llosa, en una barrera.
Las expectativas no podían ser más altas y la realidad lo acabó demostrando. La plaza de toros de Illescas colgó el cartel de ‘No hay billetes’ para presenciar un cartel de auténtico lujo: Morante de la Puebla, Roca Rey y Pablo Aguado. Todo el papel vendido como prácticamente todos los años en esta fecha, para que la plaza reluciera resplandeciente con un lleno hasta la bandera. Entre los aficionados, una multitud de autoridades, personalidades y rostros conocidos que no quisieron perderse esta cita.
Esta tradicional corrida de primavera del Milagro cuenta todos los años con la presencia de multitud de famosos y, por ello, concita el interés no solo de los medios especializados y generalistas de mayor tirada, sino también de los medios del corazón y de sociedad. Antes del festejo en cuestión, las personalidades invitadas se dan cita en la comida previa que se lleva a cabo en la carpa anexa a la plaza de toros. El ambiente taurino no pudo ser mejor ni antes ni durante ni después de la corrida de toros.
En lo artístico, hay que destacar la puerta grande de Andrés Roca Rey, y es que el peruano salió a hombros después de cortar tres orejas a un lote interesante de José Vázquez y de deleitar con su valerosa tauromaquia. Aunque no tocaron pelo, Illescas tributó sendas ovaciones tanto a Morante de la Puebla como a Pablo Aguado, que dejaron buenas muestras de su magistral concepto. Ésta fue la ficha de la corrida:
Plaza de toros de Illescas. 1ª de la Feria del Milagro. ‘No hay billetes’ en tarde fría y nublada.
Se lidiaron seis toros de José Vázquez, bien presentados y de juego dispar. Destacaron el segundo y, especialmente, el muy buen quinto.
Morante de la Puebla: ovación con saludos en ambos.
Leo a columnistas, colegas y aficionados y solo » se oyen» ( metáfora ) truenos y centellas sobre el cartel de la feria de abril de Sevilla y la palabra mas comedida por la obra el danés de origen vietnamita, Dan Voh es » horror»
El columnista Juan Belmonte se pregunta en Aplausos : “Veremos cómo se colocan ahí los nombres de toros y toreros ¿unos en un cartel y otros en otro?”.
Hay quien es más fuerte y habla de » mamarracho».
Dan Voh escogió el poema de Lorca Llanto por Ignacio Sánchez Mejías y se inspiró en él
La selección del poema de García Lorca para esta obra va de la mano con el interés del artista por crear obras que contienen más significados que los visibles a primera vista: las obras sobre fondo rojo y rosa evocan la muleta y el capote. El Llanto por Ignacio Sánchez Mejías canta los detalles más representativos de la fiesta taurina y revela la íntima relación entre el torero herido de muerte y el poeta devastado por la pérdida. Una lectura de la primera parte del Llanto “La cogida y la muerte” para inaugurar la Feria de Sevilla es parte indispensable de la pieza de Danh Vo quien así completa su propuesta para el cartel. La declamación será igualmente un homenaje a la poesía, a la vida y al arte de torear.
Aqui está la referencia de un respetado y reputado sevillano, el maestro Antonio Burgos :
Igual que en las corridas se anuncian 6 toros, 6, este año la Real Maestranza ha conseguido lo que parecía imposible: que en vez de un mamarracho de cartel, según costumbre, obra de un artista renombradísimo pero que de la Fiesta no suele tener ni idea, tengamos 2 carteles, 2. Obra de un chino que no es chino, sino vietnamita de origen, danés de nacionalidad y berlinés de residencia. Pero se le quedará para siempre lo de chino. Sí, a los chinos parece que se han jugado ver quién encargaba el cartel más descabellado. Y ha ganado quien ha conseguido que Danh Vö, que así se llama el autor, haga dos carteles por el precio de uno. Yo no sé cuál de los dos carteles van a imprimir sobre las combinaciones de toros y toreros, si el que pone «Toros en Sevilla», o el del conocido verso de García Lorca: «Eran las cinco en punto de la tarde». Pues anda que como la gente se vaya a los toros a la hora que dice el cartel se van a encontrar la plaza cerrada. Este maravilloso y famosísimo por lo visto artista conceptual y escultor no se ha enterado que las cinco de la tarde son en García Lorca, que en Sevilla los toros son a las seis y media. A las cinco en punto de la tarde no han llegado a la plaza ni los regadores.
El cartel de la Real Maestranza de este año es sevillanísimo: un petardo. Por partida doble. No es un cartel, sino una hoja roja con una caligrafía ilegible que ha puesto este buen señor vietnamita como homenaje a García Lorca y al «Llanto por Ignacio Sánchez Mejías». Es como si el cartel tuviera dos caras, como los marcos que se encargan en el Venecia de la calle Lagar con cristales por ambos lados, para que se puedan ver los dos. En uno de ellos pone «Toros en Sevilla» y en el otro, los versos lorquianos. Y aunque dicen que el fuerte de este artista es la caligrafía artística, que aprendió de su padre, es dificilísimo leer lo que allí pone sobre un fondo rojo, dicen que encarnado color muleta uno y más rosáceo color capote otro. Si Eugenio d`Ors decía que un cartel es un grito pegado en la pared, este incomprensible doble cartel es un alarido de horror y desacierto.
Lo único que me interesa del cartel del vietnamita es la historia de su autor. Una novela, que la escribes y ganas el premio Ateneo. Según nos cuenta Jesús Bayort «la familia Vö tuvo que huir de Vietnam con la invasión comunista y se lanzaron al mar en una patera creyendo que iban a llegar a Estados Unidos. En mitad del mar los recogió un buque que los desembarcaría en Dinamarca. Y allí unos religiosos franceses enseñaron al padre, Fung Vö, a emplear este tipo de caligrafía». Cuya principal característica parece que es hacerla ilegible. El cartel doble del chino parece patrocinado por General Óptica, de lo difícil que es leer la que pone su presunta caligrafía artística. Podría servir a los oculistas para graduarnos la vista. Ah, y al final pero no lo último, cómo se presentó el mocito para dar a conocer su obra, en mangas de camisa, como si fuera al tendido 12 con la solanera. Con razón un ingenio del Arenal, al ver el cartel doble de la caligrafía ilegible dijo: «Más que Danh Vö es Chin Ver Güén». De circo, no de toros: más difícil todavía superar el mamarracho anual. Y lo han superado.
En El Correo web hay una historia que merece ser reiterada
Cuentan que el famoso apelativo del número del caballito lo acuñó el mordaz crítico César Jalón, el célebre Clarito. Eran otros tiempos. La presencia de un jinete en el prólogo de un festejo no era rara desde la década de los años 30 pero los espectáculos exclusivos de rejoneadores tendrían que esperar algunas décadas para ver la luz. En este trabajo, precisamente, nos vamos a ocupar exclusivamente de esos festejos de la especialidad y de algunas corridas mixtas, dejando aparte las corridas ordinarias a pie abiertas por un caballero.
La de 1969 pudo ser la primera, no solo de Sevilla, sino de todo el orbe taurino, ideada por Diodoro Canorea y el apogeo de los hermanos Peralta, pioneros de la definitiva profesionalización del toreo a caballo. El hilo ya se iba a interrumpir. En 1970 se reedita el espectáculo exclusivamente ecuestre –el 4 de octubre– presentando un cartel que iba a llenar muchas ferias y la propia memoria sentimental de la época: hablamos de los Peralta, unidos a Álvaro Domecq Romero y José Manuel Lupi para conformar el llamado cartel de los Jinetes de la Apoteosis. Puro 70. Son los mismos que repiten al año siguiente debutando en los farolillos abrileños en una tarde en la que Ángel Peralta –que acaba de cumplir sus Bodas de Diamante– cortó un rabo.
Los Jinetes de la Apoteosis vuelven en 1972. En 1973 debuta Manuel Vidrié desplazando a Lupi, que retoma su sitio en el 74. La corrida de rejones ya es un hecho consolidado y el genio de Diodoro Canorea se los lleva a la mañana del Domingo de Farolillos en la Feria de Abril de 1975. Ese mismo año se celebraría una segunda corrida ecuestre –el 29 de junio y organizada por la SER– que acarteló a Álvaro Domecq, Mestre Batista y Vidrié. De 1975 a 2015, esa matiné equina se convierte en uno de los pasajes inamovibles del ciclo abrileño, combinado con corridas mixtas como las que acartelan al propio Alvarito Domecq y Joao Moura con El Coriano, José Antonio Campuzano y Curro Camacho el 3 de octubre de 1976. A la lista habitual de rejoneadores se suma el de Antonio Ignacio Vargas, uno de los nombre más habituales en los siguientes lustros.
Cambiamos de década: con los 80 se mantiene inalterado el tirón de un cartel en el que se mantiene intacta la primacía de los Peralta, Domecq y Vargas. Aparece el niño Moura y, en 1981, se anuncia Luis Valdenebro, que ya había abierto cartel a los de a pie en algún festejo anterior. El festejo mantiene, año a año, una nómina en la que hay escasísimas variaciones, mantiendo la fórmula de seis toros, cuatro rejoneadores y dos colleras. Eso sí, en 1984 hay doble pase: A la corrida ferial hay que sumar la del día de la Virgen. Los Peralta y Vargas repiten en ambas y Moura sustituye a Valdenebro en el festejo veraniego. Hay que esperar hasta 1986 para encontrar un refrescamiento del cartel. Javier Buendía, que pronto se convertiría en un clásico además de triunfador reincidente, debuta el 20 de abril de ese año en la Feria. Era el estreno del cartel coral de seis rejoneadores que se mantuvo inalterado hasta la supresión del festejo matinal. En el 88 se incorporan Curro Bedoya y Fermín Bohórquez sin cambiar demasiado el argumento de un espectáculo que empieza a demandar aire nuevo con la llegada de los 90 aunque la nómina de rejoneadores sigue sin experimentar demasiadas variaciones más allá de la incorporación del jinete gitano Antonio Correas en 1990 o el explosivo debut del malogrado jinete levatino Ginés Cartagena en el 91.
El definitivo cambio de época llegaría en el 92. Rafael Peralta, Vargas y Buendía permanecen inasequibles al desaliento pero debutan los hermanos Luis y Antonio Domecq y su primo Fermín Bohórquez. Los Domecq, precisamente, actuaron en una mixta con Curro Romero y Espartaco en la corrida de la Cruz Roja de ese año. Bedoya, Moura y Cartagena se anuncian en terna y por la tarde en los farolillos del 93. No faltaría la corrida matinal y un tercer festejo, celebrado en octubre, que sirve de despedida a Ángel Peralta en una corrida de largo metraje que se televisó en directo.
En el 94 hay doble pase y nueva mixta: Luis y Antonio Domecq alternan esta vez con Cepeda y Pedrito de Portugal en la tarde del 12 de octubre y el 30 de abril de 1995, aparece por primera vez el nombre de un desconocido jinete navarro: Pablo Hermoso de Mendoza. La doble sesión –terna vespertina y coral matutina– se mantiene en los siguientes años. Se mezclan jóvenes y viejos y hasta la fulgurante aparición de Paco Ojeda en la faceta de rejoneador en 1997. A la doble sesión del 98 hay que unirle otra mixta el 12 de octubre que une los nombres de Javier Buendía y Leonardo Hernández a los de Domingo Valderrama, Vicente Bejarano y Luis Mariscal
Ojo, el auténtico acontecimiento llegaría en 1999. Hermoso de Mendoza marcó la diferencia cortando un rabo que abría un nuevo tiempo en el rejoneo. Al año siguiente –con tres corridas– ya aparece el nombre de Diego Ventura aunque tendría que esperar hasta 2003 para abrir la Puerta del Príncipe por primera vez. Repetiría la hazaña nueve veces más, la última de ellas en 2015. Pero en estos últimos años hay que consignar otros hitos, como la retirada de Antonio Domecq en 2011. El resto es historia muy reciente.
Como todos, he lamentado el reciente deceso de Joaquín Bernadó, excelente torero y excelente persona, cuyo discreto paso por los ruedos durante una dilatada trayectoria (1954-1990) no consiguió nublar sus condiciones taurinas y humanas, exaltadas en los numerosos textos escritos con motivo de su sentida desaparición terrenal.
Enfatizaban, sobre todo, su condición de catalán legítimo –sus apellidos eran Bernadó Bertomeu y nació en Santa Coloma de Gramanet el 16 de agosto de 1935—y lo reconocían en justicia como el mejor torero nacido en Cataluña. Este solo hecho lo hace notable, pero como no pasa de ser un accidente geográfico –nadie elige su lugar de nacimiento ni la familia de pertenencia–, se han exaltado en grado máximo sus atributos toreros. Alabanzas todas que hubieran hecho sonreír con ironía al bueno de Joaquín, que luchó durante tantos años contra la indiferencia de las empresas y el ninguneo mediático. Y que probablemente habría abandonado mucho antes la profesión de no contar con el constante apoyo de don Pedro Balañá Espinós, el legendario empresario que mientras estuvo vivo colocó a Barcelona a la cabeza de las estadísticas de festejos taurinos celebrados al año durante buena parte del siglo XX. Tan competente era Balañá como taurino y como empresario que, aunque de la pareja novilleril “Chamaco”-Bernadó, que tanto promovió en 1955, el que revolucionó Barcelona y le hizo ganar millones fue el primero, a la larga apostaría por Quim Bernadó, menos espectacular pero mucho más torero.
Pudimos enterarnos, gracias a esas numerosas biografías de emergencia, que fueron 243 los paseíllos que como matador sumó Bernadó entre la Monumental y Las Arenas, las dos plazas de la ciudad condal. Y, de paso, que ha sido de los pocos que se han atrevido a enfrentar en solitario una corrida entera de Miura, hazaña que acometió en la propia capital catalana sin perder el tono ni darse demasiada importancia. También que en Madrid cortó bastantes orejas –de una en una siempre—y en Sevilla apenas se vistió de luces en siete ocasiones (tres de novillero) sin que los cuatro apéndices obtenidos le sirvieran para entrar en ningún cartel estelar. Esa discriminación fue una constante sufrida por Joaquín de parte de los organizadores de las principales ferias de España y Sudamérica, que eran prácticamente los mismos.
Bernadó en México. En cambio, el diestro santacolomeño ha sido el matador hispano con mayor número de corridas toreadas en territorio mexicano, cerca de doscientas entre 1961 y 1988, de los cuales 14 se celebraron en la Plaza México –en la primera le confirmó la alternativa Antonio del Olivar en presencia de El Viti con el toro “Catrín” de Pastejé, 20.01.63–, y seis más en El Toreo de Cuatro Caminos, donde cortó apéndices por única vez ante el público capitalino, las dos orejas del toro “Manzanero” de Coaxamalucan en premio a una deliciosa faena (01.04.62). Pudieron ser más de no haber mediado sus deficiencias con la espada, perpetuo talón de Aquiles de Bernadó.
Hay que decir en su favor que participó gustoso en cuatro corridas por la Oreja o el Estoque de Oro a beneficio de sus colegas mexicanos, a la inversa de tantos espadas foráneos reacios a vestirse de luces sin cobrar emolumentos. También que, así como formó parte del cartel hidrocálido en que se lidió el último encierro de la prócer ganadería de La Punta (05.05.72), también lo hizo la última vez que el legendario hierro jalisciense se anunció en la Plaza México (28.02.71), y dio, a la muerte de “Trabajoso”, su primero, la postrera vuelta al ruedo en la capital de un matador enfrentado con astados del famoso hierro con simiente Parladé. Aun así hubo plazas de la república, notoriamente la de Guadalajara, donde contó con muy buen cartel y crecido número de partidarios. Y fue en El Progreso tapatío donde Bernadó redondeó una de sus mejores faenas con motivo de la llamada corrida del siglo (21.03.63), que consagró a Paco Camino para los restos pero también vio triunfar al catalán, que había sido llamado para cubrir la ausencia de Diego Puerta y toreó como los grandes a “Cubetero” de San Mateo para cortarle las orejas.
As del primer tercio. Siendo indiscutible esa aura de torero elegante y fino a la que se han referido los obituarios, me parece que, puestos a hacerle justicia a la realidad, habría que separar al Bernadó del primer tercio del Bernadó en ejercicio y uso de los trastos toricidas. Con estos fue siempre un torero correcto y pulcro pero a menudo faltó de la vibración interior que distingue a los artistas capaces de conmover a las multitudes. En cambio, su capote emanaba una exquisitez señorial porque lo manejaba sin ninguna prisa, sobrio y ceñido, con hondura, temple y armonía. Hasta me animaría a conjeturar que lo medido de sus triunfos pudo deberse al descenso emocional que suscitaba ese contraste entre sus formidables primeros tercios y sus discretos trasteos muleteriles, una caída de tensión que consciente o inconscientemente los públicos perciben y a la que se agregaban, para su mal, frecuentes yerros con la espada.
Remembranza. Aún recuerdo con meridiana claridad mi primer contacto de aficionado incipiente con el artista catalán. Toreaba su segunda corrida en México, siete días después de su debut en Monterrey, y era el 24 de diciembre de 1961, en el Toreo de Puebla. Vestía Bernadó un deslumbrante terno azul turquesa y oro, y a “Malagueño” de Peñuelas le cortó la primera oreja que conquistaba en nuestro país. Fue por una faena muy fina, ligada y variada que coronó de fulminante estocada (esa fría tarde, por excepción, a sus dos toros los mató bien). Como tuve el privilegio de crecer cerca de aficionados sensibles que me fueron enseñando a ver toros sin que la inevitable pasión del toreo les nublara el análisis, aún me parece estar escuchando la voz del tío José Luis con su punto de vista sobre el atildado catalán: “Con la muleta más o menos, porque la faena de la tarde fue la de Rafael (Rodríguez) al quinto, que era menos bueno que el tercero y al que toreó con un temple asombroso. Pero con el capote este Bernadó es tan bueno como el mejor”. Y eran los años grandes del Calesero, Procuna, Leal, Del Olivar, entre otros capoteros eminentes.
¿Qué suertes de capa dibujó Bernadó para merecer esa distinción, que vista a través del tiempo me parece hoy acertadísima? Un fajo de verónicas, sin probatura alguna, de trazo principesco y mando y estética ejemplares, rematadas con media deslizada y fina como ella sola, en escorzo ligeramente frontal. Y en el quite, varias chicuelinas citando de frente, manteniéndose erguido y girando pausadamente, como opulento y suave fue el recorte final. Por lo demás, todas sus intervenciones en los primeros tercios tuvieron el mismo toque de buen gusto, y me llamó la atención que atendiera la lidia de los toros propios y ajenos con atingencia y oportunidad. Muy a la española.
Lo dicho: un capote imperial. Era apenas el principio. En lo sucesivo, el arte de Bernadó con la capa continuaría creciendo a nuestros ojos al mismo tiempo que sus dificultades para mantener ese nivel muleta en mano. Incluso la variante de la manoletina bautizada como bernadina, esa creación suya tan prodigada últimamente por casi todos, era subrayada con medidas palmas, tal vez por tratarse de un torero invariablemente sobrio, incapaz de incurrir en gestos y aspavientos efectistas en reclamo del aplauso fácil.
Pero volvamos a su grácil toreo de capa. Si recurro otra vez a la memoria, cómo obviar las chicuelinas de aquel quite suyo a “Canelero” de José Julián Llaguno, al que luego cuajaría su quizá mejor faena en la Plaza México, malograda una vez más al matar mal (12.01.64). Quite verdaderamente antológico, del cual rescato esta vívida descripción a cargo de Juan de Marchena (Juan Pellicer Cámara): “Muy bien veroniqueó al tercero de la tarde, pero lo mejor de su actuación, y uno de los momentos cumbres de la corrida, fueron aquellas cinco chicuelinas de su quite. Hizo el toreo de brazos con precisión impecable, con gracia y estilo excepcionales. Al lado de las chicuelinas silveristas, de las de El Soldado, de las de Cagancho, de las del Calesero, quedan estas chicuelinas inolvidables de Joaquín Bernadó.” (Esto, 13 de enero de 1964). Unas chicuelinas equiparables, por su ritmo y su radiante belleza, a las posteriores de Paco Camino o Manolo Martínez, con la sola diferencia de que el cite inicial no lo hacía como ellos desde largo.
Años después, al concluir la temporada grande de 1969, el jurado designado para discernir el otorgamiento de los Trofeos Domecq a lo mejor del año premió unos bellos lances de recibo de Joaquín Bernadó a un toro de Mariano Ramírez. Y en 1983, el trofeo al mejor quite fue para sus chicuelinas a “Mequetrefe” de Begoña (24.07.83), al que hubiera desorejado si acierta al estoquear: fue su última vuelta al ruedo en la Monumental. En ambos casos tuvieron sus lances tuvieron el temple, la cadencia y el sello del excelso capotero Joaquín Bernadó Bertomeu.
Posdata. Con dedicatoria a antitaurinos de todos pelajes y procedencias: ni en los peores escándalos suscitados por El Gallo, Cagancho o Lorenzo Garza, una plaza de toros se convirtió, ni por aproximación, en teatro de tragedias como la del sábado anterior en el estadio Corregidora de Querétaro. Aunque ahora nos parezca de una brutalidad sin precedentes, lo allí ocurrido cuenta con antecedentes incluso más brutales, esparcidos en recintos deportivos de la caliente Sudamérica y la culta Europa, por no hablar del vandalismo incendiario en que han degenerado a lo largo del tiempo numerosas celebraciones de seguidores de equipos deportivos en calles de la Unión Americana.
El Muletazo ha contado la muerte de un torero emblemático, singular, irrepetible, cabeza de una saga de toreros irregular por su manera pura de concebir el toreo y que desde luego todas las tardes no le permitía expresarse como esperaban los aficionados ya sea por su temperamento o por la condición del toro, Manuel Amado.
Ya lo dijo el maestro Curro Romero: » Lo más difícil en el toreo es estar bonito todas las tardes «
El diestro jumillano, pero con corazón albaceteño, Manuel Amador Correas, ha fallecido este viernes, 4 de marzo, a los 83 años tras sufrir una caída accidental que le ha mantenido ingresado durante varios días en la UCI del Hospital de Albacete.
Manuel Amador nació en Jumilla (Murcia) el 15 de noviembre de 1938, pero fue bautizado y criado en Albacete.
En esa ciudad ciñó su primer vestido de luces el 15 de agosto de 1958 y tras tomar parte en una veintena de festejos económicos toreó en Cartagena su primera novillada con caballos durante la temporada de 1959.
El 28 de mayo de 1964, después de haber participado en 9 novilladas, toma la alternativa en la Maestranza sevillana de manos de Curro Romero, con Carlos Corbacho de testigo de la cesión. Se corrió ganado de Joaquín Buendía y obtuvo el premio de una vuelta al ruedo en el toro de la ceremonia.
Puede considerarse 1965 su mejor año, con 36 corridas en su haber a pesar de sufrir dos percances: el 1 de julio en Barcelona, donde un astado de Sánchez Fabrés le infirió una cornada en la región abdominal de pronóstico menos grave, en presencia de Antonio Borrero Chamaco y Manuel Benítez el Cordobés y el 23 de agosto en Dax (Francia), al ser corneado gravemente en un muslo por una res de Atanasio Fernández en función que hubo de suspenderse por haber sido cogidos también sus compañeros de cartel, Fermín Murillo y el ya citado Cordobés.
Anteriormente el 24 de mayo, había confirmado la alternativa en Madrid, al cederle Curro Romero –su padrino de Sevilla – la muerte del toro Flor de Jara, negro chorreado, número 147 de 483 Kg. de peso en vivo de la divisa de Carlos Núñez. Testificó la ceremonia el repetido Cordobés y el éxito acompañó la actuación del nuevo doctor, ya que le fue concedida la oreja de cada uno de sus toros.
El año 1966 fue funesto para Amador, pues cuando actuaba en Barcelona, ante Andrés Hernando y Andrés Jiménez Torres el Monaguillo, un toro de Francisco Escudero le fracturó el húmero izquierdo, lesión que le tuvo sin torear cerca de un año.
Ya no recuperaría el puesto perdido, como se deduce de sus posteriores actuaciones, que no pasaron de siete en 1969 y de la media docena en 1970.
El 25 de abril de 1971 resultó herido de gravedad en la ingle izquierda, por un novillo de Sánchez Cajo, cuando tomaba parte en un festival celebrado en la villa albacetense de Ontur.
Ocho corridas al año siguiente parecieron poner punto final a la carrera torera de este espada gitano que, sin duda, hubiera alcanzado más alta cotización sin la grave fractura del brazo ya relatada.
No volvió a vestirse de luces hasta el 5 de agosto de 1978, en cuya tarde hace el paseíllo en La Roda (Albacete) junto a Dámaso González y Pedro Gutiérrez Moya Niño de la Capea, cortando en su reaparición una oreja de su segundo toro, del hierro de Samuel Flores.
Muy cercano a la cuarentena, no le sería fácil a este veterano espada ocupar un puesto destacado entre los actuales matadores de toros. En la campaña de su reaparición únicamente actuó en dos ocasiones. En el transcurso de la temporada de 1979 tan solo tomó parte en una corrida, la celebrada en Albacete el 15 de septiembre. El 18 de mayo de la siguiente campaña hace el paseíllo en el coso madrileño de Las Ventas junto a José Ortega Cano y Manuel Ruiz Manili para despachar reses de Alonso Moreno de la Cova.
Su labor desacertada no es del agrado de la concurrencia y decide en el mismo momento retirarse definitivamente del toreo activo, propósito que cumpliría fielmente. Pocos años más tarde fue nombrado director de la Escuela Taurina de Albacete, actividad que desarrolló con entusiasmo y eficacia.
Amador era padre del también torero Manuel Amador, que en la actualidad es el empresario de la plaza de toros de Albacete junto a Simón Casas.
Desde elmuletazo.com mandamos nuestro más sincero pésame a familiares y amigos.
Aunque Valentin Hoyos fue el triunfador de la novillada, el colombiano Leandro Gutierrez dejó grato sabor entre los aficionados tras el festejo en Ciudad Rodrigo.
El vallecaucano lidió un novillo del Freixo de Julián López El Juli
Víctor Puerto estará en la corrida de este domingo y en el festival del 5 de marzo en Puente Piedra organizado por la empresa de don Alberto Cediel.
El torero afincado en Sevilla lleva un cuarto de siglo de alternativa y esa madurez y solera es la que desplegará las dos tardes con ejemplares de Ernesto Gutierrez y de «Alta Gracia » de don Ricardo Arandia.
Los carteles son variados y es una perfecta combinación de veteranía y juventud. En tendido7 Víctor Puerto nos habló de su presencia en Colombia, del toreo y de los encastes.
Tendido 7 en entrevista con el torero Víctor Puerto nos cuenta sus sensaciones al volver a Colombia.
El matador de toros Curro Vázquez y el periodista Rubén Amón han protagonizado en la noche de este martes una nueva edición de los Mano a Mano de la Fundación Cajasol, en concreto la número 62 de estos encuentros culturales que se celebran en Sevilla desde 2007.
Esta nueva cita estaba marcada por un denominador común: la antigua amistad que vincula a ambos protagonistas que se asomaron al escenario del auditorio de la Fundación Cajasol bajo la batuta de José Enrique Moreno, moderador habitual de estos clásicos ‘vis a vis’ que suman el testimonio de un torero al de una personalidad del panorama cultural.
La noche había abierto una ventana a la primavera en vísperas, precisamente, de la presentación de los carteles oficiales de una Feria de Abril que debe devolver la normalidad taurina a la ciudad. Esas ansias de recuperar todos esos resortes cotidianos era la que se respiraba en un acto que volvió a mostrar la fortaleza de su poder de convocatoria a pesar de sus quince años de vida, tal y como destacó el moderador definiendo a estos encuentros como “una experiencia maravillosa”.
Pero había que poner al toro en suerte. Moreno definió a Curro Vázquez como “torero de toreros” refiriendo su condición de torero de Madrid. Rubén Amón, una de las plumas más cotizadas del actual panorama periodístico, nunca ha escondido su filiación taurina. De hecho el columnista confesó su preferencia por la plaza de la Maestranza, lo que le jugó una mala pasada con los sectores más integristas de la plaza de Las Ventas.
“Sevilla no es uno de los sitios en los que he tenido más cartel pero aquí siempre se siente uno a gusto” dijo Curro Vázquez que habló de su relación con la prensa taurina. “En los periódicos falta mucho para igualar la atención taurina de otras épocas; hay una dejadez total de los medios y eso me da mucha tristeza porque he conocido otra atención, otra pasión por los toros”.
“Es que los toros están viviendo en la marginalidad y nos estamos convirtiendo en una especie de minoría perseguida”, añadió Amón pidiendo el derecho a vivir una afición sin ser objeto de “intimidación”. Puso el ejemplo de algunos compañeros del periodismo que, de hecho, ocultan su filiación. Frente a esa actitud defendió un “activismo taurino” para sacar al toreo de la actual catacumba en el que se encuentra. “Es que hay que buscar con una vara de zahorí para encontrar la información taurina en los medios generalistas”, señaló el columnista y escritor, reciente autor de un libro titulado ‘El fin de la fiesta’, que aborda precisamente esa problemática desde un novedoso punto de vista. “Cada vez que hablamos de Tauromaquia lo hacemos pidiendo excusas o pidiendo perdón; hay que dejar de hablar de puestos de trabajo o de cultura; tenemos que hablar de un arte extremo que pone la vida en juego”, sentenció Rubén Amón.
Curro Vázquez habló de sus inicios, de su vocación precoz en Linares… “Cuando empecé a torear viajaba mucho con la cuadrilla de Fuentes; allí estaba Joaquinito, Zurito… habían conocido a Pepín y Manolete y contaban cosas maravillosas de aquella época… me habría encantado haber alternado con Pepe Luis y Manolete”, evocó el veterano matador. Amón tomó ese hilo para evocar otras figuras como la de Paco Camino. “Le afeaba a Curro que le había faltado ambición y Curro le aducía que su ambición pasaba por torear muy bien; desde esa perspectiva hay que tener en consideración porque se le considera un torero de toreros”, explicó el periodista hablando de su “capacidad para transmitir todos sus conocimientos a otros toreros para formarlos como lidiadores y como personas”.
Pero había otras cuestiones que abordar, como el concepto taurino de Curro Vázquez que habló de sus espejos a la hora de manejar el capote. “Es una prenda preciosa y lo primero que hay que saber es cogerlo; el lance a la verónica que más me ha gustado ha sido el de Paula pero Ordóñez también ha sido grande con el capote”, explicó el veterano diestro de Linares alabando la torería del torero de Jerez. Pero Curro Vázquez también buceó en sus inicios, en los tiempos de la plaza de Vista Alegre. Amón, que ha sido biógrafo de Curro Vázquez, recordó la faena de la lluvia a un toro de Alcurrucén en la plaza de Madrid. Toreaba con Ojeda y Finito y el sanluqueño le dijo al de Linares que él no toreaba así “ni de salón”. Curro, recordó Amón, también recibió la llamada del viejo Manzanares contándole que le enseñaría esa faena a su hijo si un día, como así fue, decidía ser torero…
Pero había más aristas que descubrir, como el manoletismo de Curro Vázquez, grabado a fuego en el imaginario del pueblo de Linares. “En México coincidí con muchos toreros de su época y me hice amigo de Calesero, Garza, Armillita… habían llegado a alternar con él al otro lado del charco. “Esa época, con los toreros mayores de México me encantaba”, confesó el torero. La cosa pasó al terreno de la anécdota hablando de la calamitosa espada de Curro Vázquez. El viejo Gaona, leyenda del toreo azteca, llegó a decir de él que “entraba a pinchar” en vez de entrar a matar.
Rubén Amón habló de las diferencias entre Sevilla y Madrid, de un antiguo “regionalismo” que, en contraste, no tenía el mismo reflejo en Las Ventas. Era una manera de ubicar la propia trayectoria de Curro Vázquez, que siempre gozó de mayor predicamento en las plazas del norte en detrimento de los ruedos del sur, su verdadera patria chica. “En Sevilla nunca estuve bien; no terminé de entender a los toros o la gente no me entendió a mí aunque un día pude torear bien un toro en la feria de San Miguel”, recordó el maestro que, frente a cerca de 90 tardes en Madrid, no se anunció más de siete en la Maestranza. “Entonces me quitaba el sueño y sufría mucho porque Sevilla me encanta pero me acostumbré a vivir sin ese triunfo y me conformé con lo que me dio la vida”.
Pero hablar de Curro Vázquez es hablar de Madrid. En 1989 cuajó un toro de Victorino Martín en la plaza de Las Ventas después de un año gris que le devolvió a la primera línea. Amón habló de “pureza e integridad” para definir la tauromaquia de Curro Vázquez evocando otra figura paralela a la del maestro de Linares, la de Antoñete, alabando su dignidad en momentos de mayor ostracismo profesional. “La falta de contratos o la situación económica no me hacía torear mejor, lo que me motivaba era alternar con toreros como Manolo Vázquez o Antonio Ordóñez”, reflexionó Curro. Amón recordó una tarde aciaga en Bilbao, saliendo de la plaza de Bilbao, para hablar de las antiguas “broncas categóricas”. El maestro no tuvo empacho en hablar de los almohadillazos y hasta de esas caras de la gente que cambian radicalmente en las tardes de triunfo.
Pero la referencia a Antoñete dio para más. “Tengo mucha admiración por los toreros de los que he aprendido y desde niño me fijaba en ellos y quería hacer las cosas que me gustaban; con Antoñete tenía una gran amistad y me llevaba horas y horas hablando de toros”, contó Curro. “Ni Antoñete ni yo éramos muy de campo, pero un día fui a recogerlo y yo iba con mis capotes y él con tres cartones de tabaco; nuestro entrenamiento era hablar de toros, a veces guardando silencio…Hoy los toreros se preparan mejor que antes pero el hablar con otro torero, pensar tú sólo, ir andando toreando al aire… eso me gustaba”, evocó el veterano lidiador. ¿Hablamos hoy así de toros?
Aún hubo tiempo para hablar de su faceta de apoderado, iniciada a la vez que Cayetano se adentró en la profesión. “Nunca pensé que acabaría siendo apoderado y en realidad ni siquiera me gusta pero les hablo con dureza, les exijo que estén preparados… pero me parece desagradable decirle a un torero que tiene que arrimarse, lo que hago es hablar de toros con ellos; cada torero es diferente…”.
Leo en Mundotoro, Cultoro, Diario de Sevilla , el Correo de Andaluci, ABC, las combinaciones ( de momento no oficiales ) de la feria e Sevilla en abril y San Miguel por septiembre.
Varias anotaciones : Por fuera Diego Ventura(, entró Pablo Hermoso con su hijo Guillermo en rejones ), parece que incluyen una tarde a Paco Ureña. Parece pues puede estar acartelado Luque y dos tardes de Emilio de Justo como Tendido7 avanzó hace varios días.
Todas las figuras están. No hay novedades en este campo.
Y se confirma con los Miuras a Manuel Escribano en solitario
LOS CARTELES ( SIN SER OFICIALES )
FERIA DE ABRIL
Morante, Juan Ortega y Pablo Aguado (Juan Pedro) (Resurrección)
Joaquín Galdós, Álvaro Lorenzo y Alfonso Cadaval (Santi Domecq)
Morante, El Juli y Manuel Perera (alt.) (Torrestrella)
El Juli, Manzanares y Pablo Aguado (Garcigrande)
Morante, Juan Ortega y Roca Rey (Cuvillo)
Antonio Ferrera, Miguel Ángel Perera y Emilio de Justo (Victorino)
El Juli, Roca Rey y Tomás Rufo (Victoriano del Río)
Diego Urdiales, Emilio de Justo y Cayetano (García Jiménez)
Morante, Diego Urdiales y Manzanares (Jandilla)
El Fandi, Miguel Ángel Perera y Daniel Luque (Parralejo)
Antonio Ferrera, Ginés Marín y Paco Ureña o Daniel Luque (Parladé)
Manuel Escribano (Miura)
FERIA DE SAN MIGUEL
Morante, Juan Ortega y Tomás Rufo (García Jiménez)
Morante, Ginés Marín y Pablo Aguado (Juan Pedro Domecq)
Manzanares, Roca Rey y posible Calerito (alt.) (Victoriano del Río)
Por otra parte, según ha podido saber Mundotoro el festejo de rejones del domingo 1 de mayo, con toros de Capea, se anunciarían Hermoso de Mendoza, Lea Vicens y Guillermo Hermoso.
El colombiano Leandro Gutiérrez que ha dejado grata impresión tanto en Francia y en España pese a haber toreado poco el año pasado, no pierde la ilusión y está acartelado en la feria torista de Céret en Francia.
Va a lidiar en julio novillos de Alejandro Vásquez y Sánchez.
Nos cuenta Cultoro que Frente a los novillos de Alejandro Vázquez y Sánchez en la mañana del 17 de julio, se podrán ver a dos jóvenes novilleros, el portugués Diego Peseiro y el español José Rojo, «que han marcado el Alfarero de Oro de Villaseca de la Sagra en 2021, todo un referente para las novilladas en España». Estarán acompañados por el prometedor novillero colombiano Leandro Gutiérrez que cerrará este cartel internacional.
Carteles de la Feria taurina de Céret 2022
Sábado, 16 de julio. Toros de Dolores Aguirre para Alberto Lamelas, Román y Maxime Solera.
Domingo, 17 de julio. Novillada picada matinal. Novillos de Alejandro Vázquez y Sánchez para Diego Peseiro, José Rojo y Leandro Gutiérrez
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