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Armillita y Alberto Balderas. Por Alcalino

Armillita en un adorno. Oleo de Ruano Llopis. La primera imagen, la segunda , la de su rival en el ruedo, Alberto Balderas.

Alberto Balderas

Se ha dicho que El Toreo fue la plaza de los manos a mano. También que el más apasionante de todos, tanto que llenó una época y se repitió más veces que ningún otro, lo protagonizaron Fermín Espinosa “Armillita” y Lorenzo Garza, a tono con Alberto Balderasel permanente debate entablado por sus incontables y enconados partidarios. Pero si ambos tuvieron un tercer alternante especialmente combativo e incómodo, ése fue Alberto Balderas. Sin importar que las más de las veces Fermín y Lorenzo resultaran vencedores, Balderas siempre volvía a retarlos, empujado por su Porra, tan numerosa y brava como capaz de recurrir a todo –despliegue publicitario, octavillas agresivas que repartían en el tendido, cronistas condicionados a favor– con tal de mantener a su torero en el candelero.

¿Cómo correspondía Alberto al activismo incesante de aquel aparato tan bien aceitado? Arrimándose al toro sin tregua ni reposo. Había sido un novillero fino, orientado hacia el clasicismo por su mentor Samuel Solís, contemporáneo de Rodolfo Gaona. Hasta se atrevieron a considerarlo posible sucesor del Califa de León, cuyo suntuoso toreo de capa y elegantes segundos tercios hacía recordar. Pero sus primeros pasos como matador no fueron auspiciosos en México y menos aún en España, donde su nombre apenas contó luego de que tomara allá la alternativa (Morón de la Frontera, 10.09.30, de manos de Manolo Bienvenida). Hasta que un despertar inesperado,  en el invierno capitalino de 1932-33, lo colocó definitivamente en figura. Afanoso por conquistar un sitio entre los ases, había cambiado de estilo hasta transformar sus faenas en un combate abierto, algo descuidado de las formas pero de gran impacto popular. Incluso le favoreció que la empresa Dominguín-Margeli lo excluyera de dos temporadas grandes consecutivas, pues sus partidarios reaccionaron volcándose en contra de Domingo Ortega, poderdante de su tocayo Dominguín y el verdadero poder tras la sillón empresarial. En realidad, lo único que de momento consiguieron fue, en corrida ajena a la empresa constituida, un mano a mano con Garza que encumbraría definitivamente al de Monterrey, porque a Alberto lo hirió de gravedad el primer toro dejándole a Lorenzo los seis de San Mateo con los que iba a escribir una de las páginas más brillantes de su ejecutoria (03.02.35). Pero hasta de esa adversidad supieron sacar raja los balderistas, que no tardarían en nombrar Torero de México a su ídolo pese a que dicho título, puesto en juego en otro par de trepidantes encuentros directos con Lorenzo (23.02 y 15.03.36), lo había ganado en buena lid el de Monterrey, al que no pareció preocuparle que su rival se apoderara del sobrenombre.

Balderas mano a mano con Armillita. Ocho veces, a lo largo de la década del treinta, se  repitió ese cartel en el coso de la Condesa. Y aunque en el recuento sale mejor parado el Maestro de Saltillo (cortó 11 orejas y 4 rabos por 9 y 3 de su oponente), hubo una tarde en la que Alberto lo arrolló sin consideración ni reparos, alcanzando uno de los triunfos más sonoros que registran los anales de El Toreo. A esa corrida, celebrada el domingo 22 de enero de 1939, se referirá la presente Historia de un cartel. Ya no era Balderas el consentido de don Antonio Llaguno, el amo de San Mateo, que tanto lo había impulsado y que ahora reservaba sus ejemplares de mejor nota para Lorenzo Garza y Luis Castro “El Soldado”. La temporada de 1938-39 se venía dando sin especial lucimiento cuando Garza protagonizó una de sus apoteósicas encerronas con ganado sanmateíno (15.01.39); así las cosas, se anunció para el domingo siguiente la presentación de Alberto Balderas, con toros de Piedras Negras y Fermín Espinosa como alternante. Armillita llevaba ese invierno una campaña bastante floja y los balderistas recibieron a su torero con tal entusiasmo que tuvo Alberto que dar una vuelta al ruedo en agradecimiento por la calurosa acogida.

La prensa, tanto la de información general como la especializada en toros, sabía tender oportunos puentes entre pasado y presente, y para calentar el ambiente no dejó de remitirse a aquel otro mano a mano, también con astados de la divisa rojo y negro del campo tlaxcalteca, cuando Balderas arrojó la oreja todavía caliente de “Carrocero” a la cara de Carlos Quirós “Monosabio”, factótum de la crónica taurina desde su tribuna de La Afición, donde le negaba todo mérito y acostumbraba zaherir con saña a sus seguidores. Llevaba Alberto la ropa destrozada y una herida de cierta consideración que lo recluyó en la enfermería dejándole el resto del encierro a Fermín Armilla, que no tardaría en cortar el rabo del cierraplaza “Algarrobo” (22.01.33). De hecho, antes de ésta de enero del 39, que sería la sexta confrontación directa entre ambos en el coso de la Condesa, el “Chato” Balderas las había perdido todas con Fermín. Pero el tipo tenía tanta casta que ese dato adverso seguramente obró como un revulsivo para su sed de venganza.

Mucha romana. En una época en que las pugnas más duras no sólo involucraban a las figuras sino también a los ganaderos de tronío, don Wiliulfo González eligió para la ocasión una señora corrida de toros, pendiente de establecer claro contraste con el apañado encierro que don Antonio Llaguno acababa de servirle a Lorenzo Garza para que redondeara un triunfo de escándalo. Nada que impresionara mayormente a un Armilla forjado con los tremendos encierros españoles de antes de la guerra, pero tampoco a un Balderas con ánimo de saltar la raya allí donde se la pintaran a pura decisión y coraje.

Naturalmente, el lleno fue de los que agotan el boletaje.

Fermín, borroso. El saltillense, que se había estrenado cortándole el rabo al sanmateíno que abrió la temporada –“Pandereto” de nombre—, tuvo luego un terceto de actuaciones más bien grises, la primera de ellas como padrino de confirmación de Silverio Pérez (11.12.38). No era lo habitual en Fermín y sus partidarios esperaban la revancha. Pero lo que llegó fue una nueva decepción; es decir, tres lidias simplemente correctas, con una segunda faena de estructura sin duda más templada y fluidamente moderna que las de Balderas, malograda al demorar la muerte de “Tendero”.Y eso enfrió a la gente, como fría en general fue la actuación del menor de los Armilla.

Alberto bate todas las marcas. Tuvo la tarde más feliz de su vida, sin resquicios para el desaliento, haciendo de las tres lidias a su cargo un continuum triunfal que mantuvo a la plaza en tensión y a su numeroso y entusiasta partido en un grito aclamatorio que parecía no terminar nunca. Le correspondieron, en ese orden, “Gallareto”, “Lucerito” y “Marinero”, noble el primero, duro y encastado el segundo y con mucho que torear el bravo cierraplaza. A los tres les hizo horrores. Se prodigó en quites: variado, corajudo, emotivo siempre; rayó a la altura de su fama de gran banderillero, y muleta en mano los toreó de pie y de rodillas, por alto y por bajo, sentado en el estribo o golpeándoles la jeta con la rodilla para provocar la remisa arrancada en la fase final de sus faenas. Y con la espada –su punto débil de otras veces— se mostró resuelto, seguro y eficaz. Las orejas y el rabo, galardón máximo que el reglamento permite, se reprodujeron en las tres ocasiones. Algo que no había conseguido nadie en El Toreo, ni volvió a darse después.

Crónica de “El Duque de Veragua”. Armando de Maria y Campos, que lo mismo firmaba crónica taurina que teatral, daría profesión de fe balderista, con sugestivos toques de antiarmillismo, en el relato celebratorio de la apoteosis del Chato Balderas, según demuestra este breve extracto: “El Torero de México por excelencia, no sólo de nombre, sino porque el sabor de su arte se ajusta al buen gusto de la mayoría del público de México, tuvo una tarde triunfal (…) mató tres toros y cortó seis orejas y tres rabos ¿Hay alguien que pueda decir con menos palabras lo que significó para todos el triunfo del gran torero mexicano? (…) Sus tres toros de Piedras Negras salieron a pelear, y Balderas, cuando de pelear se trata, es siempre el primero (…)  Extraordinariamente valiente, su valor empaña a veces su buen estilo (…) Podía, si así lo deseara, torear más tranquilo y asentado, y brillaría más su gran estilo de artista que siente y hace sentir el toreo. Aun así, qué sabor, qué color y que olor tienen los lances con el capote de este gran estilista (…) Inició su apoteósica actuación con un gran quite a la mariposa al primer toro. Y se quedó solo oyendo palmas durante toda la tarde porque asustó a su alternante, al que le dio un baño morrocotudo. (…) Toreó con la derecha ligando y mandando, con la izquierda cuajó magníficos naturales, se adornó temerario (…) Y aquí viene otra revelación: Balderas se encuentra convertido en un gran matador de toros (…) Tarde triunfal, de torero que además de tener arte sale siempre con el deseo de hacerse aplaudir, no podía tener como colofón otra cosa que la inevitable salida en hombros y el paseo triunfal por las calles de la ciudad.” (”El Eco Taurino”, semanario. 26 de enero de 1939)

A Alberto Balderas Reyes (México DF, 7 de abril de 1910-29 de diciembre de 1940), le quedaban exactamente un año, once meses y siete días de vida. La perdería un día aciago sobre la misma arena que aquel 22 de enero alfombró su paso con sombreros, puros y prendas, arrancadas del graderío de la Condesa por el poder de su entrega y su carisma.

Se ha dicho que El Toreo fue la plaza de los manos a mano. También que el más apasionante de todos, tanto que llenó una época y se repitió más veces que ningún otro, lo protagonizaron Fermín Espinosa “Armillita” y Lorenzo Garza, a tono con el permanente debate entablado por sus incontables y enconados partidarios. Pero si ambos tuvieron un tercer alternante especialmente combativo e incómodo, ése fue Alberto Balderas. Sin importar que las más de las veces Fermín y Lorenzo resultaran vencedores, Balderas siempre volvía a retarlos, empujado por su Porra, tan numerosa y brava como capaz de recurrir a todo –despliegue publicitario, octavillas agresivas que repartían en el tendido, cronistas condicionados a favor– con tal de mantener a su torero en el candelero.

¿Cómo correspondía Alberto al activismo incesante de aquel aparato tan bien aceitado? Arrimándose al toro sin tregua ni reposo. Había sido un novillero fino, orientado hacia el clasicismo por su mentor Samuel Solís, contemporáneo de Rodolfo Gaona. Hasta se atrevieron a considerarlo posible sucesor del Califa de León, cuyo suntuoso toreo de capa y elegantes segundos tercios hacía recordar. Pero sus primeros pasos como matador no fueron auspiciosos en México y menos aún en España, donde su nombre apenas contó luego de que tomara allá la alternativa (Morón de la Frontera, 10.09.30, de manos de Manolo Bienvenida). Hasta que un despertar inesperado,  en el invierno capitalino de 1932-33, lo colocó definitivamente en figura. Afanoso por conquistar un sitio entre los ases, había cambiado de estilo hasta transformar sus faenas en un combate abierto, algo descuidado de las formas pero de gran impacto popular. Incluso le favoreció que la empresa Dominguín-Margeli lo excluyera de dos temporadas grandes consecutivas, pues sus partidarios reaccionaron volcándose en contra de Domingo Ortega, poderdante de su tocayo Dominguín y el verdadero poder tras la sillón empresarial. En realidad, lo único que de momento consiguieron fue, en corrida ajena a la empresa constituida, un mano a mano con Garza que encumbraría definitivamente al de Monterrey, porque a Alberto lo hirió de gravedad el primer toro dejándole a Lorenzo los seis de San Mateo con los que iba a escribir una de las páginas más brillantes de su ejecutoria (03.02.35). Pero hasta de esa adversidad supieron sacar raja los balderistas, que no tardarían en nombrar Torero de México a su ídolo pese a que dicho título, puesto en juego en otro par de trepidantes encuentros directos con Lorenzo (23.02 y 15.03.36), lo había ganado en buena lid el de Monterrey, al que no pareció preocuparle que su rival se apoderara del sobrenombre.

Balderas mano a mano con Armillita. Ocho veces, a lo largo de la década del treinta, se  repitió ese cartel en el coso de la Condesa. Y aunque en el recuento sale mejor parado el Maestro de Saltillo (cortó 11 orejas y 4 rabos por 9 y 3 de su oponente), hubo una tarde en la que Alberto lo arrolló sin consideración ni reparos, alcanzando uno de los triunfos más sonoros que registran los anales de El Toreo. A esa corrida, celebrada el domingo 22 de enero de 1939, se referirá la presente Historia de un cartel. Ya no era Balderas el consentido de don Antonio Llaguno, el amo de San Mateo, que tanto lo había impulsado y que ahora reservaba sus ejemplares de mejor nota para Lorenzo Garza y Luis Castro “El Soldado”. La temporada de 1938-39 se venía dando sin especial lucimiento cuando Garza protagonizó una de sus apoteósicas encerronas con ganado sanmateíno (15.01.39); así las cosas, se anunció para el domingo siguiente la presentación de Alberto Balderas, con toros de Piedras Negras y Fermín Espinosa como alternante. Armillita llevaba ese invierno una campaña bastante floja y los balderistas recibieron a su torero con tal entusiasmo que tuvo Alberto que dar una vuelta al ruedo en agradecimiento por la calurosa acogida.

La prensa, tanto la de información general como la especializada en toros, sabía tender oportunos puentes entre pasado y presente, y para calentar el ambiente no dejó de remitirse a aquel otro mano a mano, también con astados de la divisa rojo y negro del campo tlaxcalteca, cuando Balderas arrojó la oreja todavía caliente de “Carrocero” a la cara de Carlos Quirós “Monosabio”, factótum de la crónica taurina desde su tribuna de La Afición, donde le negaba todo mérito y acostumbraba zaherir con saña a sus seguidores. Llevaba Alberto la ropa destrozada y una herida de cierta consideración que lo recluyó en la enfermería dejándole el resto del encierro a Fermín Armilla, que no tardaría en cortar el rabo del cierraplaza “Algarrobo” (22.01.33). De hecho, antes de ésta de enero del 39, que sería la sexta confrontación directa entre ambos en el coso de la Condesa, el “Chato” Balderas las había perdido todas con Fermín. Pero el tipo tenía tanta casta que ese dato adverso seguramente obró como un revulsivo para su sed de venganza.

Mucha romana. En una época en que las pugnas más duras no sólo involucraban a las figuras sino también a los ganaderos de tronío, don Wiliulfo González eligió para la ocasión una señora corrida de toros, pendiente de establecer claro contraste con el apañado encierro que don Antonio Llaguno acababa de servirle a Lorenzo Garza para que redondeara un triunfo de escándalo. Nada que impresionara mayormente a un Armilla forjado con los tremendos encierros españoles de antes de la guerra, pero tampoco a un Balderas con ánimo de saltar la raya allí donde se la pintaran a pura decisión y coraje.

Naturalmente, el lleno fue de los que agotan el boletaje.

Fermín, borroso. El saltillense, que se había estrenado cortándole el rabo al sanmateíno que abrió la temporada –“Pandereto” de nombre—, tuvo luego un terceto de actuaciones más bien grises, la primera de ellas como padrino de confirmación de Silverio Pérez (11.12.38). No era lo habitual en Fermín y sus partidarios esperaban la revancha. Pero lo que llegó fue una nueva decepción; es decir, tres lidias simplemente correctas, con una segunda faena de estructura sin duda más templada y fluidamente moderna que las de Balderas, malograda al demorar la muerte de “Tendero”.Y eso enfrió a la gente, como fría en general fue la actuación del menor de los Armilla.

Alberto bate todas las marcas. Tuvo la tarde más feliz de su vida, sin resquicios para el desaliento, haciendo de las tres lidias a su cargo un continuum triunfal que mantuvo a la plaza en tensión y a su numeroso y entusiasta partido en un grito aclamatorio que parecía no terminar nunca. Le correspondieron, en ese orden, “Gallareto”, “Lucerito” y “Marinero”, noble el primero, duro y encastado el segundo y con mucho que torear el bravo cierraplaza. A los tres les hizo horrores. Se prodigó en quites: variado, corajudo, emotivo siempre; rayó a la altura de su fama de gran banderillero, y muleta en mano los toreó de pie y de rodillas, por alto y por bajo, sentado en el estribo o golpeándoles la jeta con la rodilla para provocar la remisa arrancada en la fase final de sus faenas. Y con la espada –su punto débil de otras veces— se mostró resuelto, seguro y eficaz. Las orejas y el rabo, galardón máximo que el reglamento permite, se reprodujeron en las tres ocasiones. Algo que no había conseguido nadie en El Toreo, ni volvió a darse después.

Crónica de “El Duque de Veragua”. Armando de Maria y Campos, que lo mismo firmaba crónica taurina que teatral, daría profesión de fe balderista, con sugestivos toques de antiarmillismo, en el relato celebratorio de la apoteosis del Chato Balderas, según demuestra este breve extracto: “El Torero de México por excelencia, no sólo de nombre, sino porque el sabor de su arte se ajusta al buen gusto de la mayoría del público de México, tuvo una tarde triunfal (…) mató tres toros y cortó seis orejas y tres rabos ¿Hay alguien que pueda decir con menos palabras lo que significó para todos el triunfo del gran torero mexicano? (…) Sus tres toros de Piedras Negras salieron a pelear, y Balderas, cuando de pelear se trata, es siempre el primero (…)  Extraordinariamente valiente, su valor empaña a veces su buen estilo (…) Podía, si así lo deseara, torear más tranquilo y asentado, y brillaría más su gran estilo de artista que siente y hace sentir el toreo. Aun así, qué sabor, qué color y que olor tienen los lances con el capote de este gran estilista (…) Inició su apoteósica actuación con un gran quite a la mariposa al primer toro. Y se quedó solo oyendo palmas durante toda la tarde porque asustó a su alternante, al que le dio un baño morrocotudo. (…) Toreó con la derecha ligando y mandando, con la izquierda cuajó magníficos naturales, se adornó temerario (…) Y aquí viene otra revelación: Balderas se encuentra convertido en un gran matador de toros (…) Tarde triunfal, de torero que además de tener arte sale siempre con el deseo de hacerse aplaudir, no podía tener como colofón otra cosa que la inevitable salida en hombros y el paseo triunfal por las calles de la ciudad.” (”El Eco Taurino”, semanario. 26 de enero de 1939)

A Alberto Balderas Reyes (México DF, 7 de abril de 1910-29 de diciembre de 1940), le quedaban exactamente un año, once meses y siete días de vida. La perdería un día aciago sobre la misma arena que aquel 22 de enero alfombró su paso con sombreros, puros y prendas, arrancadas del graderío de la Condesa por el poder de su entrega y su carisma.

TAUROMAQUIA. Alcalino.- “Mondeño”: buen torero y personaje singular

La noche de Reyes falleció en Sanlúcar la Mayor Juan García Jiménez (Puerto Real, Cádiz; 06.01.34), anunciado en los carteles como “Mondeño”, apodo heredado de un abuelo suyo nacido en Monda. Su iniciación en el toreo fue algo tardía, pues cuando tomó la alternativa en Sevilla de manos de Antonio Ordóñez (23.03.59, toros de Carlos Núñez) contaba ya 25 años y empezaba a encanecer (prematuramente).

Fue precisamente la Real Maestranza la que más pronto se dejó tocar por el estilo vertical y solemne del torero de Puerto Real, y la plaza donde Mondeño alcanzó más alta nombradía; en cambio, en Madrid nunca tuvo suerte, aparte la contra que siempre ha perseguido en la capital a diestros cocinados al arrullo del Guadalquivir. Lo cierto es que Ordóñez se preciaba de no ungir nunca matador a quien no le satisficiera como torero, y se arrogaba asimismo la potestad de apadrinar su confirmación madrileña. La de Mondeño ocurrió el 17 de mayo de 1960 con el toro “Bilbainito” de Atanasio Fernández y de testigo Manolo Vázquez. Exactamente el mismo cartel de su alternativa.

Juan García “Mondeño” tuvo por coetáneos a las grandes figuras emergentes de los años 60, los Camino, Puerta, El Viti, Curro Romero… y Manuel Benítez “El Cordobés”. Con todos ellos alternó en pie de igualdad hasta que, mediada la temporada de 1963, anunció su ida de los ruedos para tomar el hábito de los padres dominicos. Su investidura como novicio de dicha orden causó en toda España enorme revuelo social pero fue de corta duración. Antes de dos años, el diestro de Puerto Real reaparecía en Marbella  acartelado con Paco Camino y El Cordobés (03.04.66). Como antes, sus mayores triunfos los presenció Sevilla. Y también su más grave cornada, una tarde en que les cortó tres orejas a sus dos toros de Herraiz (16.04.67). Sus corridas, que habían llegado a superar los 50 contratos en las temporadas de 1960, 62 y 66, descendieron a 18 en 1969, año de su definitivo adiós a la profesión una vez cumplidos sus compromisos de ese otoño en plazas mexicanas, donde siempre se le vio con agrado.

Atinado administrador de los ingresos obtenidos cuando figura –Paco Camino lo reputa como el más valiente de los toreros con quienes alternó, hecha la salvedad de su indómito compadre Diego Puerta–, Mondeño se apartó radicalmente de todo lo que oliera a toreo, estableciéndose en el extranjero, preferentemente en países sin tradición taurina; aunque vivió algunos años en México terminó recalando en París, dedicado a satisfacer sus gustos personales, como coleccionar automóviles clásicos o perfeccionar las sutilezas del arte culinario como espléndido gourmet. En los últimos años, trascurridos con la mayor discreción, pues ni concedía entrevistas no volvió a dejarse ver en las plazas de toros y los corrillos taurinos, alternaba su lugar residencia entre París y Sanlúcar la Mayor.

Sus nexos con México. Aún recuerdo el revuelo que causó Mondeño al presentarse en El Toreo de Cuatro Caminos durante la temporada de 1961-62, primera en contar con la participación de españoles tras la ruptura de relaciones del año 57. Alternaba con Alfredo Leal –que acababa de alcanzar allí mismo un triunfo grande al cortarle el rabo a “Tejón”, precioso cárdeno de Mariano Ramírez (21.01.62)—y Jaime Rangel. En cuanto el de Puerto Real se abrió de capa para saludar con una serie de hieráticos lances a “Gitano” de Las Huertas, y luego al quitar por fregolinas, la plaza entera entró en ebullición. Que no cesó hasta que el debutante se vio obligado a saludar primero desde el tercio, para en seguida verse materialmente empujado a recorrer entre aclamaciones el anillo, ya que, pese a que tardó en liquidar a su noble adversario, había cuajado una faena de tal calidad e impacto que la gente se pasó la semana preguntándose cómo es que semejante artista –con mucho el más personal y fino de cuantos se habían presentado hasta entonces… y cuidado que ya lo había hecho Paco Camino—no gozaba de suficiente nombradía, ni era anunciado con mayor prosopopeya. Alfonso de Icaza “Ojo” lo explicó de la siguiente manera: “Lo primero que nos vino a la mente, tras haberlo visto torear, fue la consideración de por qué en España no le daban un sitio aparte, siendo que posee más personalidad que todos los demás toreros juntos. Después de su segundo toro, sin embargo, nos explicamos en parte la cuestión: tal parece que no es Mondeño un torero lo suficientemente esforzado para hacerles faena a la mayoría de los toros.” (El Redondel, 11 de febrero de 1962)

Mondeño toreó esa tarde con un reposo, una verticalidad, un aguante y un temple que desquiciaron a la afición capitalina. Por desgracia, el embrujo de aquella presentación suya no volvió a reproducirse ni en el propio Toreo, cuando por dos veces lo repitieron, ni en la Plaza México, donde confirmó su alternativa de manos de Jesús Córdoba, José Huerta de testigo y con “Rociero” de Mimiahuápam (23.12.62). Las plazas del país donde mayor cartel tuvo fueron sin duda las de Guadalajara, Monterrey y Mérida.

Su segunda época. Mondeño, después de su paso por el monasterio de la orden de Santo Domingo y la subsecuente reaparición en traje de luces, volvería a la Monumental México para armar otro buen alboroto con el primer bicho que le soltaron, “Currito” de Torrecilla, al que habría desorejado si llega a matar bien. Esa vuelta al ruedo fue la última suya en la capital, pues a pesar del buen sabor que había dejado dicha tarde y también, incluso sin triunfar, el 13 de febrero siguiente, no volvimos a verlo anunciado en esa ni en ninguna temporada grande más. Aquella tarde del segundo mes de 1967 le cupo en suerte –o en desgracia— apadrinar la confirmación de alternativa de Manolo Martínez, que no tardaría en convertirse en la sensación de la temporada, opacando a figuras del renombre de Alfredo Leal, Diego Puerta, Manuel Capetillo, el propio Mondeño o Raúl Contreras “Finito” –de fama fugaz pero vigorosa–. Con todo, debe señalarse que tal año, y también a finales de 1969, cuando toreó en los estados mexicanos las últimas corridas de su vida, Juan García, sin perder la solemnidad y el reposo, exhibió un estilo bastante más expresivo y cálido que el de su primera época, que de tan impasible solía comunicar sensaciones de abulia, desinterés, apatía. “Ha renunciado a todo, hasta a triunfar”, escribió Juan de Marchena (Pellicer Cámara) al censurar su desgana en una de sus actuaciones postreras previas a su retiro en busca de la paz conventual (Esto, 16 de diciembre de 1963).

Tauromaquia y estilo. Aunque al principio impresionó a los mexicanos la suavidad de su capote, es indudable que el fuerte de Mondeño fue la muleta. Tenía cierta tendencia al codilleo –traducido en pérdida de mando y por consiguiente de ligazón y emotividad–, pero cuando se acomodaba con un toro el efecto podía ser deslumbrante. Fue muletero preferentemente derechista, muy impactante al adornarse por alto a grado tal que su peculiar versión de la manoletina –radicalmente perfilera, muy ceñida y de girar lento y acompasado—llegó a ser denominada mondeñina por algunos cronistas y muchos aficionados. Poco seguro con la espada, la originalidad de su estilo, tanto más expuesto por la economía de movimientos y la cercanía a los pitones que lo caracterizó, fue causa de numerosas cogidas, algunas de ellas graves.

Carácter muy especial. Original en todos los órdenes, por completo indiferente a la marcha de la Fiesta una vez retirado, el año de su reaparición sería el primer matador de la historia apoderado por una dama, Lola Casado de nombre. Tuvo un hermano novillero, José García “Mondeño II”, al que se dice donó sus cuentas bancarias y bienes adquiridos antes de su ingreso al convento con la encomienda de que viera por la familia; y resulta que cuando abandonó los hábitos y quiso recuperar aunque fuese una parte de los recursos donados se encontró con la negativa del beneficiario. Lo cual, en todo caso, habla de la buena administración personal que, una vez ido de los toros, le permitió continuar su vida rico y feliz, tal como declaró en la única entrevista conocida después de su retirada (2008). Juan García Jiménez murió el pasado jueves 5, un día antes de cumplir 89 años.

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MONDEÑO nunca tuvo suerte en Madrid (vemos a ANTONIO ORDÓÑEZ confirmándole la alternativa), pero se labró un gran cartel en Sevilla (ceñida manoletina y triunfo de dos orejas en la Maestranza)

¿Qué nos queda a los taurófilos? Mantenernos en pie de lucha, armados de todas las razones que nos asisten. Hermosa columna del maestro Alcalino

Apura el paso 2022, año de juicio sumario y sentencia condenatoria contra las corridas de
toros en la ciudad de México. Aunque los aficionados de este país quisiéramos borrarlo de
la memoria se trata de un empeño imposible, pues no hay fecha de caducidad para la
impotencia ante un golpeteo que no concede tregua. Ni deja de causar asombro que
quienes podrían enfrentarlo desde posiciones de poder prefieran mirar hacia otro lado al
estilo de los avestruces, en lugar de hacer valer sus influencias en defensa de la fiesta.
Suponiendo tal vez que el problema se resolverá solo. Sólo tal vez, porque vox populi
insiste en imaginar cálculos especulativos acerca del rendimiento inmobiliario que
pudieran arrojar los terrenos de lo que nació bajo la denominación de Ciudad de los
deportes. Cuando al antiguo Distrito Federal no le cabían aún tres millones de habitantes,
y cincuenta mil asaltaban la flamante Plaza México los domingos por la tarde.


No es cosa de insistir ahora en los pormenores de la deplorable situación actual, tema
central de tantas columnas propias y ajenas en los últimos tiempos. Sí llama la atención
comprobar que mientras en otros países la defensa de la fiesta es prioridad para sus
taurinos, en el nuestro campa la indiferencia, solamente rota por unos cuantos festejos en
regiones bien identificadas donde se mantiene precariamente viva lo que va quedando de
un pasado taurómaco espléndido. a tauromaquia. Más que nunca, conviene identificar el
proceso que nos condujo a la presente decadencia. Pues es así, decadencia, como hay que
nombrarla.


El decálogo perverso. Mal orientados estaríamos si vertiésemos todas las culpas de lo que
sucede sobre al año que va de salida, o las achacáramos sin más a la fantasmal ONG
Justicia Justa y de paso al juez que dictó la sentencia fatal, el errátil e inepto –o acaso bien
aleccionado y obsecuente—Jonathan Bass Herrera, prestamente secundado por sus
colegas de cierto tribunal de apelaciones. Porque lo vivido en 2022 es solo la culminación
de un proceso engendrado tiempo atrás y trufado de avisos numerosos y continuas
advertencias torpemente desoídas.


1) La primera señal nefasta viene de cuando José Chafick pasó a apoderar a Manolo
Martínez e inició campaña para reducir la casta brava mexicana a una única sangre
–Saltillo-Llaguno–, que casualmente él cultivaba con esmero en su propia ganadería –San
Martín–, venero de sementales que generosamente se dedicó a venderles a sus colegas
como condición para permitirles figurar en los carteles del mexicano de oro, mandón
absoluto de su época.


2) La dictadura que Manolo-Chafick extendieron por todo el país incluyó el acaparamiento
por las figuras de moda –Martínez, Cavazos, Rivera– de plazas y ferias menores, antes
reservadas al cultivo de la novillería emergente. No por eso dejó México de ser un vivero
inacabable de aspirantes a la gloria taurina, pero su campo de acción quedó
drásticamente reducido.

3) Los pocos chavales que alcanzaban la alternativa y no terminaban en ella su andadura,
se encontraron con animales de procedencia y estilo monocordes –docilidad sin bravura,
repetitividad sin malicia, codicia sin poder, antesala perfecta del post toro de lidia
mexicano. Era esa, para el torero joven, la escuela menos a propósito para ejercitarse en
el conocimiento y lidia de los diversos encastes eliminados en beneficio de uno solo, cada
vez más alejado por cierto de los productos cimeros de la sangre Saltillo-Llaguno, ya muy
rebajada a esas alturas en beneficio del “arte” sin el estorbo de la bravura. Solitaria perla,
demostrativa por contraste de tal situación: la faena de Mariano Ramos a “Timbalero” de
Piedras Negras (21.03.82).


4) Cuando, con la retirada de Martínez, sonó la hora del cambio de régimen, ya buena
parte del gran público de toros se estaba alejando del espectáculo monótono y previsible
que se le ofrecía. La Plaza México, eje de la fiesta en el país, redujo como nunca sus
actividades, con apenas 105 corridas de toros entre 1980 y 1990, récord a la baja
solamente superado en estos años de pandemia y prohibición ominosamente asociadas.


5) Los capitalinos dieron una última demostración de su ilusionado y ancestral apego a la
tauromaquia en cuanto la Monumental reabrió sus puertas tras el receso de 1988-89 al
llenarla de nuevo hasta el reloj; este ilusionado despertar se prolongaría más allá de la
mitad de la década siguiente. ¿Que cómo correspondieron a tal desborde de afición los
dueños del tinglado? Pues aprovechando ese envión para llenarse los bolsillos a cambio
de continuar envileciendo la esencia de la fiesta.


6) El rescate de la Monumental había corrido por cuenta del gobierno del Distrito Federal,
Patronato y Comisión Taurina de por medio. Y a su ofrecimiento de pasar la estafeta a los
privados respondió presta Televisa, con toda su fama de volver basura cuanto toca, como
efectivamente ocurrió. No consiguió, sin embargo, que el negocio resultase tan productivo
como tantos otros que tenía entre manos –ejemplo paradigmático, el futbol; ejemplo
barato y vulgar, las telenovelas y los reality shows–, por lo que más pronto que tarde
urdió su traspaso a los Miguel Alemán, aventajados cachorros del régimen revolucionario.


7) Los Alemán, políticos avezados pero no empresarios taurinos, se acercaron en busca de
consejo a Manolo Martínez, hacía tiempo retirado. Y Manolo, más atento a sus labores de
ganadero destacado y buscador de nuevos talentos, les recomendó entrar en tratos con
un inquieto elemento dedicado a su protección personal en sus tiempos de figura.
Hablamos del inefable veterinario Rafael Herrerías Olea.


8) Herrerías toma el mando operativo de la Plaza México en la primavera de 1993 y durará
en el puesto casi un cuarto de siglo. En realidad le bastaron menos de dos lustros para
expulsar al grueso de la afición capitalina del coso que habitualmente llenaba, convertida
la autoridad de la Benito Juárez en cómplice suyo a espaldas del reglamento; evidencias
de esto brotaban por doquier, desde la supresión de los exámenes post mortem de los
supuestos cuatreños lidiados en su feudo al cese fulminante de jueces de plaza renuentes

a plegarse a sus designios, incluida la peregrina presunción de que poniendo las orejas en
barata se avivaría el interés del público por un espectáculo en precipitada cuesta abajo.


9) La lista de atentados de lesa tauromaquia cometidas por la empresa de la Plaza México
durante el cuarto de siglo de referencia fue rigurosamente sistémica y demasiado larga
para entrar ahora en detalles. Pero no puede dejarse de mencionar, entre sus logros más
abyectos, el retroceso de cerca de 100 años que supuso el entronizar como base de sus
temporadas a unas cuantas figuras hispanas mientras relegaba sistemáticamente al
elemento nacional, ya bastante golpeado por la simultánea reducción de los festejos
novilleriles a su mínima expresión. Congruente con su neocolonialismo de emergencia, la
empresa capitalina, obsequiosa como nunca con las figuras de fuera, iba a facilitar el
imperio de los ganaderos que llevaron a su culminación el predominio del post toro de
lidia mexicano (bofo, soso y mocho) en sus diversas modalidades, desde el impresentable
utrero hasta el apacible gordinflón, que convertirían la suerte de varas –prueba antaño
clásica para medir la casta y poderío de las reses— en ocioso e insustancial simulacro. Y el
arte de parar, templar, mandar y ligar en impenitentes sesiones de encimismo.


10) Bajo tales parámetros, lo extraño habría sido que una afición tan sensible y capaz
como la capitalina continuara apoyando la gestión empresarial de marras. A medida que
los despropósitos se sucedían y normalizaban, la Plaza México se fue vaciando. El
incesante aumento de los precios de las localidades sin duda contribuyó al alejamiento de
la gente, pero la causa de fondo fue el abandono por la autoridad de sus obligaciones para
con el reglamento y el público, dejando manos libres a la aplicación por la empresa de la
autorregulación por la que clamaba, acorde con los valores del capitalismo salvaje.


¿Qué nos queda a los taurófilos? Mantenernos en pie de lucha, armados de todas las
razones que nos asisten como participantes apasionados de una tradición que no se
sustenta en el cálculo económico ni en la sumisión a lo políticamente correcto, sino en el
amor a un patrimonio histórico y artístico con cinco siglos de vigencia en México.


Posdata. Acabo de recibir una felicitación navideña de lo más simpática, procedente de
EU. Nada que ver con la Nochebuena ni el Nacimiento, se trata de dibujos animados y la
protagoniza una familia de perritos que acoge generosamente a un congénere esmirriado
y solo que, en pago, arriesgará su vida por salvar a uno de los pequeños de la amorosa
prole canina. Nada que objetar, excepto que no hay seres humanos en la historieta. Es
simplemente una tierna muestra del animalismo emocional que los anglosajones le han
impuesto al mundo globalizado.


Valor civil. Reciente aún el deceso del gobernador de Puebla Miguel Barbosa Huerta,
recordaba su enjundiosa confesión pública de gusto por la tauromaquia, en respuesta al
intento de suprimir las corridas de 2021 emprendido por la alcaldesa de la capital de su
estado. A eso le llamaban antes valor civil, frase ya en desuso, suplantada a raíz de la
globalización y sus autorregulados por la mojigatería de lo políticamente correcto.

Mensaje. Lo cual no me impide desear a cada amable y paciente lector de esta columna la
gozosa liberación de la alegría fraterna propia de estas fechas, y su prolongación y
acrecentamiento a lo largo del año venidero. Con un mensaje optimista por la atinada
defensa, entre todos, de nuestra bienamada fiesta de toros.

Tauromaquia.Alcalino.- Francia señala el camino y Colombia se debate entre la vida y la muerte

¿Qué tiene la tauromaquia francesa que consiguió librar con relativa facilidad el furor abolicionista, tan presenta allá como en todos los países taurinos del mundo?

De entrada, una tradición sólida. Que vale lo mismo para el toreo que para la democracia, para el orden que para la fiesta. La espantada del grupo encabezado por el diputado izquierdista Aymeric Caron en la sesión de la Asamblea Nacional del pasado jueves 24 lo confirma. Por eso, la arremetida inicial del representante del partido de izquierda La Francia Insumisa (LFI) quedó en nada, bastó que sus colegas se miraron unos a otros, que se aclarara que las enmiendas a la Constitución  de la Quinta República requeridas para dar alguna viabilidad a la propuesta abolicicionista podrían ser del orden de 800, para que el asunto dejara de tomarse en serio y monsieur Caron se viera precisado a retirar su moción, no sin amenazar con retomarla en ocasión más propicia.

La narrativa de una tauromaquia debatiéndose entre la vida y la muerte lo mismo en México que en Colombia, reducida a casi nada en Venezuela y Ecuador, y combatida en España y en todos lados desde las trincheras del progresismo (real o ficticio), es una pesadilla de la que podríamos no despertar, aunque sólo a condición de hacernos adictos a la droga suministrada por los antis, cuyos principios activos son por lo menos cuatro:

1) La visión del toro de lidia como una especie de mascota artificialmente embravecida; 2) La corrida como un caso de tortura aplicada a seres con derechos; 3) El disfrute de la violencia como un virus que aviva el sadismo al quedar irreversiblemente inoculado en la mente de taurinos y taurófilos; 4) La incompatibilidad de semejante esperpento (la corrida de toros) con una civilización en armonía con la naturaleza y con cada una de las especies e individuos vivos y sentientes que pueblan la Tierra.

Como se trata de alimentar una serie de calumnias lindantes con la “infamia”, recurro al diccionario de la Real Academia (RAE) para recordar cómo define este vocablo: “Descrédito, deshonra”, con acepción extendida de “Maldad o vileza en cualquier línea”. No son demasiado explícitos los señores académicos pero, en cualquier caso, la palabra “infamia” remite a situaciones en que el recurso a la mentira redunda en perjuicio y deshonra de alguien o de algo. Y ante esa calumniosa vileza, estamos.

El primer supuesto mentiroso de la rampante taurofobia consiste en atribuir al toro de lidia una condición ajena a su naturaleza. La falsedad en que incurren es tan sencilla de desmontar como invitar a cualquiera de nuestros gratuitos detractores a que salga al paso de cualquier ejemplar de la subespecie toro de lidia e intente darle el mismo trato que a su mascota doméstica. Allá él si se atreve a hacerlo.

El segundo cargo que se nos hace –al torero por acción y al aficionado por delegación—tampoco toma en cuenta los requisitos implicados en el verbo “torturar”, que consiste en infligir un sufrimiento intencional, ya sea para obtener alguna información oculta –en el caso de la tortura policíaca–, ya por complacencia sádica desde posiciones de un claro control físico o psicológico sobre la víctima. De más está decir que en ambos casos el o los victimarios son individuos psicóticas, ya sea por patología  personal, ya por estados de conciencia artificial o socialmente alterados.  En cuanto a los derechos adquiridos por los animales por extensión, quien lo postula pasa por alto que todo derecho conlleva una obligación, categoría imposible de aplicar a seres irracionales. Con lo que la segunda infamia taurofóbica queda al desnudo.

El tercer supuesto, eso de que quien asiste asiduamente a la corrida está atentando contra su capacidad de compasión y convirtiéndose por este solo hecho en un sujeto insensible al dolor ajeno y proclive a la violencia, es una hipótesis vacía que refleja una visión acientífica y ahistórica de la realidad. Una idea sin asideros, cuyo interés por indagar en profundidad la naturaleza del fenómeno taurino es nulo, quizás para evitar ser confrontados, refutados y desarmados por un estudio riguroso y válido. Seguramente habrá, entre la masa de quienes asisten a las plazas de toros, algunas mentes enfermas y proclives a la deshumanización, pero no serán más, en proporción, que entre los presentes en espectáculos deportivos o artísticos, o inclusive en ceremonias religiosas.

La cuarta premisa de la salmodia antitaurina no es menos endeble que las tres anteriores. Parecieran impulsarla sentimientos nobles –el respeto irrestricto a la vida, la armonía con la madre naturaleza–, y podría esgrimir el recurso a la utopía, es decir, a un orden razonablemente deseable que tienda a superar el caos social que nos abruma. Pero pasa por alto que lo utópico, para ser útil, tiene que ser viable, si no en este momento dentro de un horizonte razonable. Y es el caso que el ataque a la tauromaquia desde esta perspectiva simplemente ignora –intencionalmente o por un planteamiento defectuoso—que la armonía natural demanda un balance de pérdidas y ganancias que ellos no toman en cuenta. Que el mundo natural, para mantener los equilibrios ecológicos, está sujeto a depredación y desgaste continuos, y que el matador es el depredador necesario para mantener la subespecie toro de lidia sobre la faz de la Tierra. Donde, por cierto, disfruta de una libertad y unos cuidados inaccesibles a cualquier otro tipo de animal, empezando por las mascotas tan “amadas” por los antis.

¿Bastaría con dar suficiente claridad y eco a estas razones para desmontar la mentirosa ofuscación taurofóbica? Sí y no.  Las encuestas reflejan un rechazo de la tauromaquia por parte del 74 por ciento de los franceses, no muy diferente al de cualquier otro país taurino. Es el precio a pagar por la copiosa propaganda en contra, el consabido boicot mediático y la débil presencia de la cultura taurina en la escena pública.

La clave está precisamente ahí. Para desmontar la equivocada narrativa de los antis –animalistas sinceros o embusteros profesionales—hará falta tomarnos muy en serio la preocupante normalización de los cargos calumniosamente aplicados a la tauromaquia, porque está ahí la piedra angular de la creciente animosidad general en nuestra contra. No basta con tener razón, hay que saber demostrarlo. Y en eso hemos fallado todos: toreros, taurinos y taurófilos. No basta con querer, primero hay que saber. Y encontrar los espacios idóneos para exponerlo.

Saber, sí, lo mucho que vale la cultura taurina. Para poder exponerlo con absoluta convicción y con la mayor precisión y claridad posibles allí donde surja un ataque apoyado en las cuatro espurias hipótesis contrarias. Sin esta base difícilmente podremos superar el desafío más importante que ha enfrentado la corrida de toros en cerca de tres siglos de historia.

Que hay salidas lo demuestra esa lucha por sobrevivir que la Francia taurina encaró exitosamente utilizando una pedagogía sin fisuras, haciendo piña las autoridades de todas las ciudades taurinas del país galo (la famosa Unión de Ciudades Taurinas de Francia: UVTF), potenciadas por un Observatorio Nacional de Culturas Taurinas (ONCT) que, ojo, entre otras cosas tiene la misión de cerciorarse de que el reglamento se cumpla en todas sus partes en cuanto festejo taurino tenga lugar en territorio francés.

El producto fue una documentadísima defensa de la fiesta (texto titulado “Veinte razones para no prohibir las corridas de toros”), y su introducción en la Asamblea Nacional, donde la representación política del sur taurino y rural de Francia hizo su parte exponiendo los centenares de enmiendas y correcciones a la Constitución que serían necesarias para que la pretensión de prohibir las corridas cobrara realidad.

¿Estaríamos dispuestos nosotros a hacer lo mismo? ¿Tendríamos, al menos, el coraje que ha mostrado la Colombia taurina para defender lo suyo? Parece una simple pregunta, pero es un caso de lesa supervivencia para la tauromaquia mexicana, con todo lo que supone como patrimonio cultural, sociológico, ético y estético. Que es como debiera empezar por contemplarse.

Del ejemplo francès a la resistencia colombiana, es el contenido de la columna de Alcalino

Con la tauromaquia bajo asedio, especialmente en América Latina (la taurofobia
internacional sabe localizar y golpear en la zona blanda), se habla mucho de la excelente
salud de que disfruta en territorio francés, donde la normatividad vigente pone por
delante el respeto a las tradiciones regionales, y las corridas de toros se caracterizan por la
seriedad de cuantos factores intervienen en ellas: toros, toreros, autoridades y público.
Pues bien, resulta que en esa Francia aparentemente idílica, un diputado de provincia
acaba de acogerse a una licencia constitucional, recientemente otorgada a los
representantes de la oposición, que consiste en permitirles, un día de cada mes, que
presenten propuestas de ley para someterse a votación en la Asamblea Nacional. Y he
aquí que monsieur Aymeric Caron, del partido de izquierda La Francia Insumisa (LFI), coló,
para que se vote en la sesión de este 24 de noviembre, la posibilidad de abolir las corridas
de toros en todo el país, de acuerdo con una oportuna nota firmada por Francois
Zumbiehl, que como escritor y aficionado muy destacado no necesita presentación.
Refiere Zumbiehl que la propuesta abolicionista figura en el orden de ese día en un lugar
secundario, pero advierte también que por más que la respuesta del gobierno central vaya
a estar a cargo del ministro de Justicia Dupont-Moretti, tan aficionado a los toros que
acaba de pronunciar el pregón de la Feria de Nimes, los representantes de su partido
podrán votar libremente; aunque las propuestas de la oposición, de acuerdo con la
estadística, están abocadas al fracaso, se prevé la posibilidad de una lucha encarnizada
entre los representantes del norte, pro abolicionistas en su mayoría, y los del sur taurino
del país, dispuestos a defender el status de excepción cultural que desde 1951 ampara a la
corrida.
Envalentonado, el diputado Caron, vegano y animalista radical –antiespecista–, insiste en
que ninguna ley ampara actualmente la continuidad de la tauromaquia en Francia, puesto
que en 2011 quedó oficialmente inscrita sólo como patrimonio cultural inmaterial,
decisión debidamente refrendada al año siguiente por el Consejo Constitucional. Este
detalle, que no es menor, ha sido convenientemente aireado por los medios y opinantes
contrarios a la tauromaquia, que por supuesto no se ahorran una sola de las falsedades e
inexactitudes que forman parte habitual del discurso antitaurino.
Fulminante reacción. Aclarado que en Francia no hay tal blindaje constitucional sino
apenas la aceptación de la corrida a título de excepción cultural, el propio Francois
Zumbiehl llama la atención sobre el inmediato despliegue, perfectamente articulado y
argumentado, de una estrategia de resistencia por parte de la Francia taurina. Sin demora,
la Unión de Ciudades Taurinas de Francia (UVTF) se apresuró a emitir un documento en
defensa de la fiesta signado por cada uno de los alcaldes de las 56 ciudades taurinas del
país galo –los hay de derecha, izquierda y centro–, y también por los miembros del

Observatorio Nacional de las Culturas Taurinas (ONCT), con el añadido de un vehemente
manifiesto firmado por intelectuales y artistas reconocidos. El título del documento
presentado es “Veinte razones para no prohibir las corridas”.
Copio textualmente la estupenda síntesis –clara, concisa y completa– que hace Zumbiehl
del documento de referencia: “Denuncia, en primer lugar, la sarta de falsedades
difundidas por el diputado Caron y sus colegas, sea por ignorancia o mala fe: un toro bravo
no puede ser tratado como una mascota y su lidia está basada sobre el respeto y la
admiración que le tenemos; como raza excepcional –aniquilada en el momento en que se
suprimiera la tauromaquia–, y por las condiciones de su cría, está en el centro de
un ecosistema ecológico tan excepcional como el mismo toro. Los daños económicos a las
ciudades y pueblos taurinos, y al entorno rural de su cría, serían irreparables si se
concretara tal prohibición. Por otra parte, se trata de un patrimonio cultural de una
enorme riqueza, legado por el trasfondo de la civilización mediterránea, un ritual que
enfrenta a los hombres con su fragilidad, en la frontera de la vida y de la muerte,
realidades sublimadas por el arte y el valor; un ritual que une a las generaciones y
mantiene la comunicación del mundo rural con el mundo urbano.
En el campo jurídico y político, los defensores de la afición apelan a la Constitución
francesa y a la decisión del Consejo Constitucional de tomar en cuenta las especificidades
culturales de las regiones; a las convenciones de la Unesco para proteger la libertad y la
diversidad de las culturas, y a los tratados europeos que promueven la legítima
preocupación por el bienestar animal, siempre respetando las tradiciones religiosas y los
patrimonios regionales. Por último, se ha advertido que esta propuesta de ley
prohibicionista está inspirada por una ideología, animalista, que quiere sacudir las bases
de nuestras sociedades marcadas por los valores del humanismo.”
La síntesis es tan clara en sus conceptos como integral en su argumentación. Y el espíritu
de cuerpo de los políticos franceses, poniendo el interés del ciudadano y el respeto a la
tradición por encima de sus diferencias ideológicas, debiera servir de guía y ejemplo para
cualquier país enfrascado en esta difícil lucha contra el activismo taurofóbico imperante.
Colombia, los toros en capilla. Mientras esto sucede en Francia, en la nación
sudamericana la situación entró en un impasse como resultado de la votación del 2 de
noviembre en el Congreso Nacional, donde fue derrotada por estrecho margen (78-75)
una propuesta a prohibir lisa y llana de la tauromaquia y las peleas de gallos (¿El coronel
no tiene quien le escriba?). Llegados a este punto, lo que de cuardo con la ley procede es
una consulta nacional organizada por una Comisión especial formada por senadores de la
república, entre los cuales hay lo mismo animalistas irreductibles –clamando, como
siempre, en nombre del progreso civilizatorio—que defensores de las tradiciones de toros
y gallos. Por cierto, mucho peso tuvo, para el resultado de la votación del día 2, un
emotivo discurso del gran César Rincón ante el pleno del Congreso.
Es de sobra sabido que semejantes consultas no son muy de fiar, sobre todo si se enfocan
a compulsar la opinión de masas desinformadas cuya emotividad ha sido largamente
trabajada por las consignas antitaurinas con su usual carga de bulos y falsedades. Pero
existe un resquicio para la esperanza, pues es evidente que el medio taurino colombiano,

aún sin los recursos institucionales de que los franceses han sabido armarse a través de los
años –la Unión de Ciudades Taurinas, el Observatorio Nacional de Culturas Taurinas—,
está dando la pelea de manera organizada, a pesar del ambiente hostil ligado a la
popularidad del presidente Gustavo Petro, reconocido antitaurino desde sus años de
alcalde de Bogotá.
Es de desear que también allá se imponga el amor a las tradiciones y a la razón sobre las
turbias maniobras del animalismo militante y su indudable alineación, no necesariamente
consciente, con el programa globalizador anglosajón y sus propósitos de disolver la
diversidad cultural en favor del pensamiento único y el utilitarismo más cerril, tan
discutible, reduccionista y retrógrado.
¿Y México? Aunque resulte doloroso reconocerlo, en nuestro país no se vislumbra hasta el
momento un frente unido y actuante en defensa de la fiesta, comparable ya no digamos
con el primermundista aparato taurino francés, sino dotado al menos del fervor
combativo que les permitió a los colombianos postergar –y está por verse si derrotar—la
prohibición en ciernes. Por las razones que sea, hemos sido incapaces de llamar al orden
–con argumentos válidos, que los hay de sobra– a los ignorantes, perezosos e ineptos
jueces que dictaron y luego confirmaron la sentencia de cierre contra la Plaza México.
Hasta parece que nos diera igual si el patrimonio taurino de nuestro país vive o muere.
Lamento escribirlo, pero esa tibieza para aplicarnos en bloque, con vigor y decisión, a la
defensa de lo nuestro, pareciera reflejo de la misma blandengue tolerancia de tantos años
ante la progresiva degradación de la fiesta a todos niveles, empezando, como se
comentaba aquí mismo el lunes anterior, por la reducción a mínimos históricos de la casta
y la bravura –el post toro de lidia mexicano por deplorable emblema– que ha alejado la
emoción, la pasión y el interés de nuestros cosos. Y con ellos a esa afición, alguna vez
multitudinaria, plena de pasión y con personalidad propia, que en la actualidad es casi
invisible.

François Zumbiehl dice que està abierta la batalla en favor de la tauromaquia en Francia

François Zumbiehl analiza la situación real de la tauromaquia francesa: el próximo día 24 está previsto que se debata una propuesta antitaurina de un diputado de la extrema izquierda

La Francia taurina cierra filas con ‘Veinte razones para no prohibir las corridas’. Articulado publicado en ABC

Paseíllo en Arlés

Paseíllo en Arlés AFP

FRANÇOIS ZUMB

Aprovechando el nuevo reglamento de la Asamblea nacional que otorga un día, cada mes, a la oposición parlamentaria en esta Cámara para presentar una propuesta de ley, se le ocurrió a un diputado de LFI (La Francia Insumisa – extrema izquierda), Aymeric Caron, proponer la prohibición definitiva en todo el territorio francés de la corrida (él habla de abolición, pero es un término torcido, como todos los términos que emplea para referirse a los toros). Tal propuesta debe ser debatida y sometida a voto en la Asamblea el próximo 24 de noviembre. El Sr. Caron es vegano militante, animalista y adepto declarado de la ideología antiespecista, que promulga la absoluta igualdad, de hecho y de derecho, entre todas las especies animales y los humanos, reducidos todos a la categoría global de animales sensibles, y considera por lo tanto como usurpación y explotación escandalosas cualquier iniciativa que los hombres tomen en relación con sus ‘semejantes’ no humanos.

Es obvio que el diputado de LFI ha considerado la corrida como el primer blanco cómodo y espectacular para sus iniciativas prohibicionistas, capaz además de colmar sus ansias de protagonismo. Una vez logrado –si es que esto adviene– seguirán en la fila todas las prácticas con animales: cazas, pescas, circos, equitación y hasta convivencia con mascotas. Él opina que el terreno es favorable ya que ninguna ley en Francia protege actualmente la corrida. Si bien ha sido inscrita en 2011 en el inventario del patrimonio cultural inmaterial de Francia, en el campo legislativo sólo se beneficia de una excepción cultural, ésta sí refrendada por una decisión del Consejo Constitucional en 2012. Esta excepción cultural fue conseguida en 1951 para calmar los ánimos de los aficionados enfebrecidos por las prohibiciones gubernamentales de la Tercera República. Se estipuló que el delito de maltrato animal, denunciado en el Código Penal, no se aplica a las corridas en las regiones que se pueden prevalecer de una tradición taurina ininterrumpida. Es esa disposición con la que quiere acabar el diputado Caron.

Imagen - La controversia habitual en Francia sobre el tema de los toros debería convertirse en una batalla política encarnizada, pero confusa y de resultado incierto, algo esperanzador para la afición

La controversia habitual en Francia sobre el tema de los toros debería convertirse en una batalla política encarnizada, pero confusa y de resultado incierto, algo esperanzador para la afición

Por lo tanto, la controversia habitual en Francia sobre el tema de los toros debería convertirse, en la Asamblea nacional, este 24 de noviembre, en una batalla política encarnizada, pero confusa y de resultado incierto, algo esperanzador para la afición. Confusa porque si bien la posición del gobierno será de oponerse a esta propuesta de un miembro de la oposición, la polémica taurina está presente en el seno del conjunto de los partidos, incluida la mayoría gubernamental cuya presidenta en la Cámara ha decidido dejar la libertad de voto a sus diputados. Claro está que hay más partidarios de la tauromaquia en las regiones del Midi, con todas las etiquetas políticas, y más adversarios o indiferentes en el norte. La voz del Gobierno será expresada por el ministro de Justicia, el abogado Dupont-Moretti, aficionado empedernido (pronunció un pregón muy elocuente en la Feria de Nîmes). Todo hay que decirlo: es muy poco frecuente que una propuesta presentada por la oposición termine siendo aprobada. Además, el tema de los toros será debatido en cuarta posición, en un orden del día ya cargado con cuestiones muy conflictivas. Es probable que, esta vez, ni venga a discusión. En caso de que lo fuera y de que hubiera un voto favorable a la propuesta de Caron, el proyecto de ley debería ser transmitido al Senado para su aprobación, y esta alta cámara, muy representativa de la sensibilidad de las diferentes regiones de Francia, seguramente deliberaría con mucha precaución, y con mucho tiempo.

Sarta de falsedades

Por supuesto, la Francia taurina no se ha quedado con los brazos cruzados y ha cerrado filas. Dentro de la UVTF los 56 alcaldes de las ciudades taurinas, en unión con el Observatorio Nacional de las Culturas Taurinas, amén de un manifiesto firmado por intelectuales y artistas de renombre, han dirigido a todos los diputados un memorándum de defensa de la tauromaquia, más un texto escueto, titulado ‘Veinte razones para no prohibir las corridas’. En estos documentos se denuncia en primer lugar la sarta de falsedades difundidas por el diputado Caron y sus colegas, por ignorancia o mala fe: un toro bravo no puede ser tratado como una mascota y su lidia está basada sobre el respeto y la admiración que le tenemos; como raza excepcional – aniquilada en el momento en que se suprima la tauromaquia-, y en las condiciones de su cría, está en el centro de un ecosistema ecológico, tan excepcional como él mismo. Los daños económicos en las ciudades y pueblos taurinos, y en el entorno rural de su cría, serían irreparables si se concretara tal prohibición. Por otra parte, se trata de un patrimonio cultural de una enorme riqueza, legado por el trasfondo de la civilización mediterránea, un ritual que enfrenta a los hombres con su fragilidad, en la frontera de la vida y de la muerte, realidades sublimadas por el arte y el valor; un ritual que une a las generaciones y mantiene la comunicación del mundo rural con el mundo urbano.

En el campo jurídico y político los defensores de la afición apelan a la Constitución francesa y a la decisión del Consejo constitucional de tomar en cuenta las especificidades culturales de las regiones, a las convenciones de la Unesco para proteger la libertad y la diversidad de las culturas, y a los tratados europeos que promueven la legítima preocupación por el bienestar animal, siempre respetando las tradiciones religiosas y los patrimonios regionales. Por último, se ha advertido que esta propuesta de ley prohibicionista está inspirada por una ideología, animalista, que quiere sacudir las bases de nuestras sociedades marcadas por los valores del humanismo.

MÁS INFORMACIÓN

Yo añadiría, por mi parte, que, con la corrida y con esta iniciativa de un diputado parisino, se prolonga en Francia la multisecular batalla entre el norte y el sur, entre los jacobinos centralistas y los ‘girondinos’ defensores de las libertades y tradiciones regionales. Para los toros, a principios del siglo XX, la movilización del Midi ganó la partida. La llamaron ‘La revuelta de los Tridentes’, alzados por los gardians o vaqueros de Camarga. Esperemos que ‘el espíritu del Sur’ termine otra vez vencedor en esta contienda.

Editorial de Mundotoro sobre el archivo en la Càmara del proyecto prohibicionista

Lo han intentado cinco veces y cinco veces han salido derrotados. Los animalistas colombianos no han logrado la prohibición de las corridas de toros en el Congreso. El pasado día 1 vieron de nuevo hundirse sus deseos en la Cámara de Representantes. Juan Carlos Losada, el congresista del Partido Liberal, es el gran perdedor del debate, junto con Natalia Goyeneche (verdes) y Andrea Padilla. Siete congresistas que deberían haber votado a favor de la prohibición, no lo hicieron por razones diversos y/o desconocidas. Es un asalto más ganado a los puntos que ha de refrendarse con la mejor de las respuestas de público a la Feria de Cali, que ha de servir para refrendar el apoyo popular al toreo en Colombia.

Que se haya archivado el proyecto prohibicionista, no significa que no se vuelva a proponer y votar la prohibición, que no salió adelante por un margen de 3 votos, siendo 7 los representantes de la bancada del Gobierno los ausentes en la votación.  ¿Por qué 7 Congresistas del Pacto Histórico no votaron? ¿Qué está pasando en el legislativo?”.

Que se haya archivado el proyecto prohibicionista, no significa que no se vuelva a proponer y votar la prohibición

Fuentes de la propia Cámara, han asegurado a mundotoro que puede ser por dos razones. Una, por la relajación de tener mayoría y la ausencia de coordinación ante un hecho que es muy importante para el grupo animalista, pero quizá no tanto para el resto del pacto gobernante. Otra causa es que los discursos que defendieron en la Cámara al toreo, calaron en las bancadas por su acierto de mensaje humano. César Rincón, soberbioSoberbio el del alumno de la escuela taurina de Choachí. Y muy relevante por su significado racial, indigenista, femenino y cultural de Ana Rogelia Monsalve Álvarez, lideresa social de Valledupar, representante de las comunidades afrocolombianas.

Un discurso humano y cálido, capaz de unir indigenismo, libertad, raíces y derechos humanos pudo ser una de las causas de la ausencia de alguno de estos miembros de la coalición que debieron estar presentes y votar la prohibición. Jorge Hernández Bastidas y Hermes Evelio Pete del Cauca; José Alberto Tejada del Valle del Cauca y quien es reconocido por ser periodista del Canal; Pedro Suárez Bacca de Boyacá; Mary Anne Perdomo de Santander; Gabriel Parrado de Meta; David Alejandro Toro por Antioquia y Alirio Uribe, representante por Bogotá.

Los discursos que defendieron en la Cámara al toreo calaron en las bancadas por su acierto de mensaje humano

Todos ellos han la, mentado en sus redes sociales el suceso y todos han prometido que seguirán adelante en una nueva propuesta que prohíba, bajo el mantra del mal trato animal, desde las corralejas a los toros, pasando por toda convivencia animal/humano que ellos consideren mal trato.  Se ha ganado tiempo, en una especie de patada a seguir, pero el trabajo ahora es lograr que los hechos respalden al toreo en la sociedad colombiana. La feria que Tauroemoción tiene anunciada en Cali para los días del 25 al 30 de diciembre, cobra ahora una importancia fundamental. No caben, medias tintas.

El toreo como rito y Ceremonia

( Edgardo «El Pollo» Pallares,socio de la cincuentenaria peña «El Clarín» de Cartagena )

Dentro de mi obligatorio recogimiento, ocasionado por un mal que me aqueja desde los primeros días de la pandemia, quiero expresarles mi pensamiento sobre sobre el toreo, al cual consideramos aparte de indefinible, que se acerca más a un ritual sacrificial.     En efecto, dentro de ese coctel de actividades si miramos bien las definiciones que nos dan expertos antropólogos como Turner por ejemplo, nos dicen que el ritual son un.conjunto de actos, acciones, palabras que tienen un valor simbólico y que se realizan según una secuencia establecida por un ejecutor y son compartidos con la comunidad. 

 Los ritos comprenden un puñado de actividades que incluyen desde los actos de adoración pasando por la celebración de matrimonios y funerales, hasta las tomas de juramento y posesiones, que utilizan todas las sociedades desde el comienzo de los tiempos,, tal como ocurrió en Colombia recientemente con el ritual político de posesión del presidente Gustavo Petro.    Pero, y aquí viene el pero, hay un elemento del ritual que no puede perderse de vista y es la comunidad, que no es la totalidad de la sociedad sino un sector de ella, que establece con el actor del rito un proceso de comunicación tácita que en opinión del filósofo surcoreano Han, constituye una respuesta a la sociedad consumista e individualista del momento actual que más procura satisfacer los intereses personales, descuidando los valores y creencias de la sociedad en que vivimos.

El toreo es por eso un rito sacrificial, porque no solo reúne los elementos que la actividad requiere, sino porque en la corrida se propone de forma dinámica algo que compone una sociedad ancestral y vertebra una tradición cultural.   El toreo es por eso un rito sacrificial que en la propia corrida se desarrolla: la salida del toro, la suerte de varas, el toreo de capa, las banderillas y la muerte, que está implícita, para toro o el torero.    Allí se hace ostensible la comunicación y valores del contexto social en el que se desenvuelve el valor, la ética, la gallardia que se retribuye con el aplauso o con la desaprobación.de la comunidad, que somos nosotros los aficionados que asistimos al festejo y que reconocemos en la tauromaquia un arte visualmente efímero pero permanente en nuestros sentimientos.
Ese es el toreo que nos quieren acabar.!

Belmonte, Joselito, Gaona, España y América en la pluma de Alcalino.

Cuando se pone al siglo como parámetro de la historia se da por sentada cierta liberalidad en el uso del concepto, sin buscar un ajuste a cien años exactos sino tan solo su aproximación. Baste recordar que, para la historiografía, el siglo XVI comienza en 1492, con la llegada de Cristóbal Colón a lo que se conocería después como continente americano; o que, bajo parecido criterio, el siglo XX no habría comenzado sino cuando estalló la I Guerra Mundial, en 1914, para concluir prematuramente con la caída del Muro de Berlín. 


Y hay un Siglo de Oro de la literatura en castellano –fechado entre 1550 y 1650– y también, a propósito de la Grecia clásica, un Siglo de Pericles, relacionado con el esplendor político y social del estado ateniense durante el s. V previo a nuestra era. Por citar algunos casos.


El Siglo de Oro del Toreo}


Se habla mucho en España de la edad de oro del toreo, y México tuvo también su propia época de oro. Pero si extendemos la vista a un horizonte más vasto, es perfectamente verificable la existencia de un Siglo de Oro en versión taurina. Digamos que rompe con la aparición en los ruedos de Juan Belmonte García (Sevilla, 1892–1962), potenciada su buena nueva al converger con la hegemonía de José Gómez Ortega «Gallito» (Gelves, Sevilla, 1895 – Talavera de la Reina, 1920), su pareja en el arte, y con la peculiar estética de Rodolfo Gaona (León de los Aldama, 1888 – Ciudad de México, 1975), tributaria esta última del tempo lento propio de la cultura mexicana, en contraste con la mayor vivacidad y apresuramiento de la española, constable incluso en la expresión verbal.


El punto de arranque simbólico de esta propuesta me he permitido situarlo en la tercera semana de octubre de 1913, en Madrid, cuando dos sucesos emblemáticos quedaron enlazados para siempre: la alternativa de Juan Belmonte (16-10-13) y la despedida de Ricardo Torres “Bombita” (19-10-13). Dos corridas –una fallida y otra esplendorosa– que hicieron de bisagra entre dos épocas e ilustran ese pasaje de un mundo antiguo a otro en el que, artística y evolutivamente hablando, ya nada sería como antes. Con apenas tres días de diferencia, son dos efemérides dignas de la mayor atención.


Madrid, jueves 16 de octubre de 1913
A pesar de que se incrementó abusivamente el precio de las localidades hay un gran lleno y mucha expectación, no en balde Juanito Belmonte, cuya alternativa está anunciada, llega a esta tarde cargada de futuro con prestigios de «Fenómeno»,  «Pasmo» o «Terremoto», que de esas y otras hiperbólicas maneras le llamaron, con tal de ilustrar la sensación sin precedentes causada por su sorprendente concepción del toreo. El cartel: Rafael González «Machaquito» como padrino (Córdoba, 1880 – 1955), y Rafael Gómez «El Gallo» de segundo espada.


El primero había dominado el decenio anterior con Ricardo Torres «Bombita» (Sevilla, 1879 – 1936), aunque  nada nuevo agregaron a la tauromaquia del ochocientos; además, ambos quedaron menoscabados por el famoso pleito de los miuras que hacia 1909 emprendieron. Paradójicamente, durante la hegemonía del Bomba Machaco, el mayor valimiento artístico caerá del lado de Antonio Fuentes, primero, y más tarde en Rafael Gómez «El Gallo», cuando formaba ya, con el recio madrileño Vicente Pastor, el dúo opositor a la pareja dominante.


La deslumbrante aparición de Belmonte –Pepe Alameda habla de aparición en sentido casi religioso–, encuentra a Joselito, al hermano chico de El Gallo, convertido en el amo del tinglado a favor de un genio torero tan extraordinario como su indómito celo profesional. José tiene en la mira precisamente a Bombita, a quien acusa de interferir con argucias de baja ley en la carrera de su hermano Rafael. Cierto o no (la realidad es que El Gallo es un artista sumamente desigual, de tan etéreo y fino), es factor que le añade picante a un final de temporada de por sí cargado de dinamita. Como decía, El Gallo será segundo espada –no existe aún de la figura del testigo– de la alternativa de Juan Belmonte.
Escándalo
Con ese trasfondo, una densa multitud ocupa el graderío de la plaza de la carretera de Aragón. Va a encontrarse con el acaso mayor escándalo jamás suscitado en el viejo coso. A última hora, el anunciado encierro de Guadalest fue rechazado por los veterinarios y en su reemplazo se sorteó un hato de Bañuelos, tan manso y mal presentado que fueron once las veces que se tuvo que abrir la puerta de chiqueros porque las devoluciones se sucedían una tras otra, entre reses protestadas por su falta de trapío, animales de invalidez manifiesta o mansos fogueados y finalmente devueltos al corral para evitar que la enardecida protesta degenera en desórdenes incontrolables.


Por algo parecido a un milagro no llegó a ocurrir una desgracia mayor cuando una masa de aficionados invadió de pronto la arena estando aun en ella el indigno choto que ocupaba el tercer lugar –era el sexto que salía– y Machaquito se aprestaba a despacharlo. Alguien abrió la puerta de toriles y quiso la fortuna que el torillo la tomara presto sin atender a la turba de valientes, civiles procedentes del tendido que compartían el ruedo con el torete y los desesperados intentos de las cuadrillas por mantenerlo alejado de los invasores. Al día siguiente, una fotografía de tan insólita escena fue portada del ABC.


Antes, para que Machaquito pudiera ceder muleta y estoque al trianero, tuvieron que abandonar el toril y desandar enseguida la misma ruta nada menos que tres esmirriados ejemplares. «Larguito» –si es así como se llamaba el del doctorado y era de Bañuelos, lo cual nadie estuvo seguro– resultó tan manso que bastante hizo Juan, ataviado de rosa y oro, con quitárselo pronto de delante. En su descargo debe señalarse que con el sexto –u onceavo, según se cuente y considere–, consiguió acallar la bronca fajándose bravamente con otro bicho cuya presencia también se protestó, sin demasiado ardor ya porque los madrileños estaban medio afónicos como resultado de sucesivas griterías previas.


De tan aciaga tarde apenas merece destacarse, además de la alternativa de Belmonte, que fue la última en la vida torera de Machaquito, quien sin haber anunciado formalmente su retirada se hizo cortar en silencio la coleta, delante de su esposa y en la intimidad.


Domingo 19 de octubre de 1913
En cambio, para esta tarde sí estaba anunciado el adiós definitivo de Ricardo Torres «Bombita», el antiguo rival y compañero de Machaquito. Y nada menos que encartelado con los dos Gallos –Rafael y José–, además del madrileño Antonio Boto «Regaterín», pues fue corrida de ocho toros, cuatro de Concha y Sierra y cuatro de García Lama. Regaterín entró aleatoriamente en el cartel porque Belmonte, que estaba anunciado, se lesionó una mano el día de su alternativa y envió el parte médico correspondiente. La corrida era a beneficio del Montepío de Toreros, obra debida a la iniciativa y altruismo del propio Ricardo Torres, quien al final sería paseado en andas por una nube de toreros, retirados unos y otros en activo, en emocionado reconocimiento a su condición de fundador de tan benemérita institución.


Pero, gratitudes gremiales al margen, Bombita, de celeste y oro, hizo méritos suficientes para salir en hombros. Lidió por delante a «Calderero» de Concha y Sierra –faena breve y ovación al terminar–, y como último de su vida al llamado «Cigarrón», de García Lama. Tomó éste cinco varas, a cargo todas de Ángel Sánchez «Arriero», a quien su matador quiso reconocer de esa manera, y en quites rivalizaron entre ovaciones Ricardo y Joselito. No fue fácil el toro sino receloso, probón y con tendencia a la huida, lo que le deslució al Bomba un voluntarioso tercio de banderillas: pero tras brindar al público se creció el de Tomares, metiéndose en los terrenos del manso para dominar la situación y adornarse con pases de pie y de rodillas, molinetes, cambios de mano y algún desplante que puso al público de pie mientras la música, por única vez en Madrid, sonaba en su honor. De media estocada y un descabello se quitó de enfrente a «Cigarrón», con cuya oreja en alto recorrió el anillo entre ovaciones sin cuento y cataratas de canotiers, puros y bastones.


Además de los parabienes de sus alternantes y la plantilla completa de picadores y banderilleros que actuaron esa tarde, numerosos socios del Montepío pasearon en hombros al homenajeado, mostrando una pancarta con la leyenda «Los socios agradecidos, a su presidente».


Luego subiría al palco real, donde Alfonso XIII lo felicitó y le hizo entrega de un presente personal. Eso sí, entre la prensa gallista –con Don Pío a la cabeza– prevaleció la consigna, difícil de rebatir, de que había sido Joselito, con su ímpetu reivindicador, quien forzó el adiós de Ricardo Torres, con 34 años de edad (Tomares, Sevilla, 1879 – 1936) y catorce de alternativa (Sevilla, 29-09-99). Había dominado la primera década del siglo con un poderío sobre los astados convincente pero claramente decimonónico, pues se basaba en torear sobre piernas a contrapelo con los nuevos tiempos anunciados por Gaona, reafirmados por el magisterio de Joselito y que Belmonte se aprestaba a coronar, así lo hayamos visto doctorarse de manera tan desairada.


Gallito, imponente. Pese a los desbordes de sincero afecto que suscitó la retirada de Bombita –diestro caballeroso donde los haya—, la tarde, mientras Rafael y Regaterín simplemente cumplían, fue sin duda del menor de los Gallos, que estaba por culminar una impresionante campaña, primera suya como matador. De entrada contendió José con un astado de García Lama y desde en el tercio inicial se esmeró  en superar a Bombita, con quien le tocaba alternar en quites; puso cátedra en el segundo tercio, que cubrió con banderillas de lujo, y su faena no tuvo desperdicio, incluidos cuatro naturales ligados y varios pases rodilla en tierra en los que exhibió su completo dominio de la situación. Estocada trasera que fue suficiente y gran ovación.


Y con el octavo y último del festejo –»Relojero», de Concha y Sierra, cárdeno salpicado y levantado de velas– José llevó la tarde al pináculo. Empeñado en retar a Bombita, estuvo desbordante en los quites y, aun contra la expresa voluntad de Ricardo, lo invitó a banderillear para darse el gusto de superarlo, si bien las ovaciones fueron para ambos. Brindó al homenajeado –aunque sin entregarle la montera, que lanzó a la arena– y dominó al cárdeno en un santiamén, haciéndolo pasar rodilla en tierra y prodigando desplantes y alegrías antes de citarlo a recibir. Se produjo un pinchazo y, finalmente, el volapié definitivo. Y mientras Bombita era objeto de los homenajes propios de la ocasión, los gallistas más entusiastas se lanzaron al ruedo para pasear sobre sus hombros al nuevo ídolo, el mismo que había obligado a retirarse a Ricardo Torres. Y con él, al siglo XIX.

En defensa de la tauromaquia

( Luis Guillermo Echeverry )

Nadie protege, ama y cuida quiere más una vaca, un toro o una cría, que el ganadero, el vaquero, el ordeñador o el veterinario que le dedica su vida a estos animales. 

Nadie protege, ama y cuida más in caballo, una mula o un burro que quien lo cría, quien lo doma, quien lo maneja, que su jinete, su entrenador, que el herrero, el veterinario o el nutricionista que los atienden.

Nadie protege, ama, quiere y cuida, mas un Canino que quien se juega la vida con el a diario, que quien depende de él para ver, que quien duerme tranquilo bajo su protección o quien maneja un rebaño con su ayuda.

En la actualidad, sin duda alguna, quienes menos protegen los animales domésticos son los legisladores, para quienes no bastan las reglas establecidas en los códigos de policía, sino que quieren eliminar todas las interacciones culturales y tradicionales del hombre con estos animales y como consecuencia ponen en riesgo su propia existencia como especies.

Hablemos del gran poder destructivo de la ignorancia cuando se trata de legislar sin hacer estudios ni comprender los factores culturales sociológicos y económicos que determinan nuestra vida con los Equinos, los bovinos y los caninos.

Sin duda dentro del reino animal al cual pertenecemos, dentro de los animales domésticos, los equinos, los bovinos y los caninos, han sido y siguen siendo, los más nobles, útiles y los mejores compañeros del hombre, y han sido absolutamente instrumentales en el desarrollo de la humanidad y de la civilización. A ellos les debemos mucho, y los vamos a seguir necesitando.

Como un acto que solo se puede calificar de ser tan ignorante, sensacionalista como ególatra, siguiendo una línea política populista de burgomaestres y legisladores a quienes el electorado le confió ciegamente la representatividad integral de sus intereses, un representante al cámara por el Huila envió con fecha agosto 16 de 2022 una carta dirigida a la secretaria de la Comisión Primera de ese órgano legislativo una proposición que dice así:

1. Adiciónese al artículo 3º del Proyecto de Ley 007 de 2022 Cámara, por medio del cual se eliminan las prácticas taurinas en el territorio nacional y se dictan otras disposiciones, el cual quedará así:

“Artículo 3º. Prohibición. Se prohíbe el desarrollo de actividades de corridas de toros, rejoneo, novilladas, becerradas y tientas, coleo, corralejas, encierros y suelta de vaquillas, festivales cómicos taurinos y aficionados prácticos, así como los procedimientos utilizados en estos espectáculos, tanto en el ámbito público como en el privado.

De igual forma se prohíben las siguientes actividades de explotación económica de animales: peleas de gallos, equitación, concursos caninos, cabalgatas, uso de perros en labores de seguridad privada, exposición de peces en acuarios y zoológicos.”

Empecemos por la prohibición de las corridas de toros. Se reconoce que en muchos países donde la tauromaquia no ha estado atada a la cultura del pueblo está prohibida la lidia y muerte de toros bravos.

Desde antes de las eras griega y romana, en la cultura Ibérica y mediterránea, a la cual estamos necesariamente atados y desde las culturas autóctonas desde la colonia hasta la actualidad, en Colombia, Venezuela, Ecuador, México, Perú, Texas, California y en algunos lugares de Centro América, las corridas y la lidia de ganado bravo ha formado parte tradicional y esencial de todas las manifestaciones culturales y feriales de nuestras comunidades a través de los años y a lo largo y ancho de toda nuestra geografía.

 Es importante que los órganos legislativos se pregunten si: ¿Son las propuestas prohibicionistas algo que realmente que concierne a toda la sociedad, o es una nueva bandera politiquera de un solo grupo en procura de votos y con el fin de ganar protagonismo como representante de algunas audiencias o segmentos de la población que con todo derecho no están de acuerdo con las corridas de toros?

La respuesta es clara. Este es un tema politizado a cuenta del caso del marketing político adelantado en Barcelona, Bogotá y la Ciudad de México, orientado a ganar soporte político entre movimientos animalistas citadinos y en redes sociales que se declaran anti-taurinos, y reclaman la eliminación de la fiesta, sin consideración ni respeto alguno de los derechos y libertades de los demás, y en muchos casos manifestándose violentamente contra los aficionados y contra las personas y las familias que viven de las actividades taurinas.

A lo largo de la historia de la humanidad las corridas de toros y la tauromaquia como manifestación artística, cultural y actividad económica, han hecho parte milenaria del desarrollo cultural de las civilizaciones. 

Han sido y siguen siendo una representación viva de las realidades de la vida, de las interacciones entre el hombre y los animales en el campo, y han sido fuente de empleo y sustento de cientos de miles de personas y de pequeñas empresas, además de generar ingresos para las localidades o municipalidades a lo largo de muchos siglos.

Negar la tradición y el valor cultural, sociológico y económico de la tauromaquia es simplemente un acto de ignorancia crasa. 

No en vano grandes artistas, hombres y mujeres cultos, han plasmado en las letras poéticas y narrativas, en la música, la pintura, la escultura, el cine, el baile y toda suerte de actividades culturales, su admiración y profunda comprensión de la manifestación artística que encarna la tauromaquia, como algo que está arraigado en muchas de las manifestaciones socioculturales de un sin numero de naciones y comunidades con una misma herencia cultural.

Las corridas de toros, como representación de muchas faenas de campo llevadas a anfiteatros populares, si bien contienen elementos de riesgo para los artistas frente a una fuerza bruta, se centran mucho más en la conjunción plástica de la necesaria destreza mediante la cual el hombre logra sobrevivir en una lucha desigual con una fiera agresiva por naturaleza genética.

Una propuesta como esta que cursa actualmente en la cámara de representantes colombiana, solo demuestra que tan grave es el problema de una gran falta de cultura general de quienes nos representan en la formación de las leyes, y es prueba de su carencia absoluta de civilización, educación básica y sentido común, practicidad, realismo y conocimientos sobre el funcionamiento social y económico de las tradiciones y los comportamientos de los pueblo y de la importancia que tienen las diferencias en la historia universal y colombiana, está última atada al origen migratorio peninsular desde la colonia.

Son tan respetables las costumbres que forman cultura en todas las comunidades, es tan respetable la tauromaquia como las costumbres en casos violentas de los indígenas y las de todas las minorías.

Es ignorante por parte de un legislador, humanizar los animales domésticos o salvajes, en perjuicio de otros seres humanos. Es incoherente no ocuparse de la violencia entre seres humanos en muchas otras actividades sociales y eventos deportivos como las barras bravas, etc., y atacar las actividades taurinas sin tener idea de su valor cultural.

Durante toda mi existencia he sido parte del mundo del toro, en el campo, en las plazas como profesional y aficionado, y en el medio social en que los taurinos y los artistas de las diversas manifestaciones nos relacionamos, y nunca he visto violencia entre seres humanos ni en el ruedo ni en las graderías, nunca he visto entre el mundo de la tauromaquia más que seres humanos extraordinarios, tan nobles, honestos y transparentes en su conducta como lo es el hermoso ganado bravo, una especie que ha existido milenariamente gracias a las fiestas de toros que hoy se quieren prohibir.

Lo único que van a lograr con este tipo de medidas es dejar en la calle miles de familias y terminar con una hermosa especie bovina que por miles de años ha sido criada y cuidada con mucho amor por el hombre pues el Toro bravo es el elemento esencial y necesario sin el cual se extermina toda una cultura milenaria. 

Pasemos a analizar ahora la irracional y estúpida propuesta de prohibición de la equitación. 

Es increíble que en Colombia quienes hagan las leyes desconozcan que la Equitación es un Arte al igual que lo es la tauromaquia, o la doma y entrenamiento de cualquier especie animal.

Nuestra civilización se relaciona con los equinos, bovinos y caninos desde mucho antes de los recuentos que ya se documentaron en Mesopotamia, pasando por Creta y Grecia a lo largo de toda la historia de la humanidad en todo el mediterráneo y en partes del Asia.

Con toda seguridad ignora el proponente que entre los primeros tratados de equitación y doma está el Jenofonte 430 a 355 A.C., ignora testimonios como los de los dibujos de las cuevas de Altamira o de la utilización del caballo por parte de persas, mongoles, Iberos, Galos, y en el desarrollo de las Américas, de Australia, Nueva Zelanda, y de muchas naciones africanas.

Se ignora que desde entonces está documentado en la historia universal que el caballo, y la equitación como sistema o lenguaje de comunicación con los humanos, han sido el más poderoso compañero del hombre en todas sus actividades desde los inicios de la agricultura, en las conquistas y en guerra, en las comunicaciones, el comercio y en general en todo aquello que el hombre construyó por miles de años y hasta principios del siglo pasado.

Es ignorancia y falta absoluta de cultura general no tener en cuenta cuanto aportan la cría comercial de la ganadería equina, bovina y canina, y de todo tipo de especies animales al PIB agrícola mundial y nacional, al sistema alimentario y a la necesidad de proteína, a las actividades industriales de derivados a nivel global.

Ignora el ignorante e indolente proponente, que el caballo y el hombre han sido los principales protagonistas del desarrollo de decenas de civilizaciones incluida la contemporánea.

Ignora el proponente que fue el caballo el animal que nos sacó de las cavernas y las montañas a las planicies y nos hizo nómadas, nos enseño a buscar las orillas de los ríos y nos facilitó por medio de la Equitación que quiere abolir, el poder recorrer mayores distancias con lo cual obtuvimos la capacidad de haber desarrollado múltiples civilizaciones hasta la invención del motor, cuyo poder, también en honor a los equinos se mide en caballos de fuerza.

Es ignorante y fato de cultura general, pasar por alto que la equitación, que hoy se quiere prohibir en Colombia, representa la forma como se desarrolló nuestra nación desde el descubrimiento hasta la necesidad de seguir trabajando con equinos, mulares y asnales en gran parte del difícil y accidentado territorio nacional.

Es inconcebible que, en función de los votos de algunos rebeldes incultos, se desconozca que la equitación es un arte que empieza por la educación de caballo y del jinete, en los fundamentos de una cultura comunicacional de mutuo entendimiento, que se ha desarrollado a lo largo de varios milenios.

Ignora el legislador, que la industria del caballo es la primera industria empleadora en Francia y en el Estado de Texas, y la segunda industria empleadora en Estados Unidos de América y el Reino Unido, y sin duda una de las industrias que más empleos genera en Colombia también.

Ignora el proponente que la cultura ecuestre y la equitación van de la mano en el deporte o en el trabajo de campo con ganados, y que toda la actividad ecuestre está dentro de las primeras industrias de Australia, Nueva Zelanda, Argentina, Alemania, España y Portugal y decenas más de países en todo el mundo, incluidas China, Rusia, Japón, y docenas de naciones más.

Ignora que el caballo es hoy el animal más cuidado y querido por el hombre como su amigo y compañero en el deporte y en el trabajo de campo, e ignora cuanto significa esto para una economía y para el bienestar de muchas familias y muchas personas.

El ignorante, inculto y bárbaro ponente, en procura populista de protagonismos ante audiencias novatas y de votos, pasa por alto que su propuesta al eliminar las actividades ecuestres y la tauromaquia condena a desaparición de dos especies milenarias, e ignora totalmente que el caballo como especie doméstica sin la equitación y sin el trabajo en equipo con el hombre, estaría condenado a sucumbir en las peores condiciones imaginables.

¿Sabe el parvo representante, el valor que agregan los caballos a la economía y el poder redistributivo de riqueza de la actividad ecuestre en Colombia y en todo el mundo? 

Desconoce por completo que la industria del caballo no solo es talvez el factor más eficiente de redistribución de riqueza concentrada a toda la cadena económica y de las clases más favorecidas a personas que gracias al caballo llevan una vida digna y prospera.

Ignora el atrevido representante que la actividad ecuestre o equitación, está presente en todos los países del mundo en materia de deportes ecuestres y de utilización de los equinos en toda suerte de labores y trabajos en el campo y en muchas ciudades.

Según la filosofía moderna de oportunismo político propio de los populismos actuales, lo que se pretende es evitar toda utilización de los animales por parte del hombre, en este caso bovinos, equinos, mulares y asnales al igual que de los caninos y ridículamente se prohíbe la exhibición de peces en acuarios y zoológicos que es donde los niños aprenden directamente sobre la belleza y la importancia de todas las especies que componen el reino animal.

Muchos ciudadanos de igual derecho le pedimos al Representante explíqueme entonces; ¿si un ganadero compra un toro o un semental equino, no es el ganadero o propietario, sino el propio toro o el padrillo, el que define si puede cumplir con funciones reproductivas?

Como puedo entonces preguntarle al toro, a la vaca, al caballo o a la yegua, al burro o a la mula, si está de acuerdo o no con reproducirse, y donde le consigno por ejemplo los réditos del semen o los embriones que se le congele o que se vendan, para pagar su manutención.

La humanización de los animales tiene un costo muy alto en materia del perjuicio que se le causa a los mismos animales y los seres humanos que trabajamos con animales.

Hablemos de la gran función que tiene el entrenamiento y trabajo de los caninos en nuestra sociedad.

De las labores importantes de los caninos con las personas invidentes y minusválidos tampoco se entera el ignorante proponente.

Ignora, además, que vivimos en una era llena de narcotráfico y terrorismo en la cual los Caninos le ayudan al hombre en rescates, prevención y combate de la violencia y los delitos de forma inconmensurable.

Ignora el legislador cuando ayudan los Perros en el campo, con el ganado, en la vigilancia, en la llamada de atención ante el peligro al humano, en el cariño que se forma entre el vaquero, el pastor, el vigilante y su perro.

Su agudeza de olfato, auditiva y sensorial nos supera. La educación de perros y guardias es algo que la propuesta también ignora de plano como las destrezas de los artes y deportes ecuestres, y la dificultad y las enseñanzas de vida que se envuelven tras la plasticidad de la tauromaquia.

La proposición denota la gran insensibilidad de quienes con la propuesta quieren pasar por seres sensibles, y como todo lo de la retorica demagógica populista que se vale de la dialéctica inversa para engañar a la gente frente al deber ser y la realidad de las cosas en la vida real.

Con tristeza hoy en día con estas teorías inventadas con fines de obtener resultados mercaderístas en la política, no se logra nada positivo, nada diferente a ejercer los humanos otra forma de violencia sobre otros seres humanos y sobre las especies animales con las cuales interactuamos, en el arte, el deporte o el trabajo.


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