Dos grandes toros con entipado encierro de Barbero. Rivera, sólido, Román, inspirado y en hombros , ilusión de futuro de Hernández en Manizales
La corrida del capitán Barbero muy bien presentada. Vario pinta de capa y juego. Dos toros con facetas distintas, de nota alta, ese primero con cuajo , con la complejidad de la casta por resolver y que encontró a un Ricardo Rivera firme, sólido, bravío que se impuso con mucha toreria pero que al fallar con los aceros mancha una faena brillante que el público le premia pese a los dos avisos con una larga ovación que él recibió desde los medios. Otra sobresaliente actuación del torero de Pradera.
Con coraje y asumiendo su responsabilidad dijo al final que » no se me puede ir este triunfo».
Gran toro » Incognito»…
Y cómo pelea en varas. Esta puyazo, metiendo riñones y Cayetano Romero, sembrado. La suerte de varas no puede desaparecer como esencia de la fiesta y para medir la casta del toro.
Su segundo no se empleó. Mano por delante, sembrado, firme , sin dubitaciones. De pronto lo levanta del suelo porque el toro venía por los adentros.
No tiene prontitud. El toro quiere y no puede pero la técnica de la faena supera las dificultades.
Se va con el reconocimiento de la afición y sabemos que hay un torero con el que debemos contar. Es uno de esos imprescindibles.
Román al final se fue en hombros por cortar las dos orejas de su primero donde todo lo puso él.
El castaño chorreado, bajo, bien hecho, tuvo bondad y pudo ligar varias tandas con la satisfacción de los tendidos que lo acompañaron.
El toro tiene clase y eso ayuda al final. Metió la mano y las dos orejas pues los dos pañuelos caen del antepecho del palco sin dilación.
Su segundo, castaño claro, va caminando, incómodo, mansón, no prende galope. No coge los vuelos del capote y él lo conduce por abajo. Poca fuerza y calamochea para defenderse.
Dije al principio de dos grandes toros. Pues el primero de Juan Sebastián Hernandez, poco placeado fue un gran toro. El sogamoseño le pone ganas. El toro acomete hasta el final, tiene nobleza y es pronto.
Logra tandas que llegan al espectador y con la espada se le premia con una oreja. Al toro le conceden la vuelta al ruedo.
Su segundo, un castaño oscuro listón pega arreones, es mirón, le falta fijeza, y camina de manera desesperante. El torero le planta cara, saca la garra. En un momento resbala, cae, pero el toro pasa sin hacerle daño.
Pudo haber cortado la oreja pero la espada se lo niega.
Torero para esperar. Tiene ambición y maneja con ductilidad las telas pero torea poco y eso es evidente.
Una luna llena acaricia un cielo límpido, salimos con la seguridad de que la corrida ha tenido varios matices, que el bien presentado encierro del capitán merece el aplauso y los toreros el reconocimiento.
En los tendidos, gentes de altísimo valor sentimental para los taurinos : El ex senador Luis Emilio Sierra un defensor de la fiesta de los que no tienen copia