El inefable Alberto Borda
Por Edgardo Pallares Bossa
Cuan difícil es describir el punto y seguido de la vida. Porque ese punto y seguido es la muerte. Esa a la que indefectiblemente estaremos sometidos y que el 24 de julio retroproximo en el umbral de las tres de la madrugada se asomó a la vida del inefable Alberto Borda Martelo, mi amigo del alma, con quién, así como nos enfrentabamos en pensamientos y conceptos coincidíamos en otras, pues la verdad hay que decirla, no podíamos estar separados.
Y digo inefable, porque Borda transitaba en diversos pensamientos del sí y del no, como la tauromaquia, dónde lo que puede ser sí, también puede ser no.
Con él, bajo el abrazo de nuestra afición taurina, viajamos en diferentes ocasiones por diferentes países, los cuales comulgan con el planeta de Tauro, como España, Ecuador, Venezuela, siendo a su vez protagonistas como aficionados o como periodistas de todas las ferias del país, fijando una regularización de quien supo diversificarse a través de esos escenarios que componen la tauromaquia, como corridas de toros, visitas ganaderas, conferencias y coloquios, pues supo mantener la afición con las transmisiones radiales y televisivas.
Pero como el toreo es ritual y Alberto siempre inefable, no partió a las cuatro de la tarde, cuando suenan clarines y timbales, sino a las tres de la madrugada, cuando todos dormíamos, para que nadie le viera partir. Con todo y ello, nos da tranquilidad porque sabemos que estás gozando del Altísimo vestido de nazareno y oro.