Hoy se recordó a Joselito El Gallo . En Madrid, Rufo estuvo bien, cortó oreja y se llevó un susto

Hoy se recordó a Joselito El Gallo . En Madrid, Rufo estuvo bien, cortó oreja y se llevó un susto

El luto es tal en el mundo del toro que el 16 de mayo cuando hay toros en Madrid siempre se guarda un minuto de silencio.

Al terminar el paseíllo ,  Sebastián Castella, Manzanares y Tomás Rufo que lidiaron los toros de Victoriano del Río y de Cortés, los toreros y las cuadrillas se destocaron de sus monteras, el capote de paseo sobre el hombro y los aficionados en pie para rendir el tributo de esta fiesta singular a uno de sus íconos más emblemáticos, el torero- nacido en Gelves mientras se oye el estremecedor toque de silencio.

EL RESUMEN DEL FESTEJO EN LAS VENTAS ( Plaza1 )

Tomás Rufo ha paseado una oreja en la sexta cita de la Feria de San Isidro lidiada esta tarde en Las Ventas. Manzanares y Castella han saludado ovación tras estoquear al segundo y al cuarto, respectivamente. Se lidiaron toros de Victoriano del Río y Toros de Cortés en cita de ‘No hay billetes’

El tercero, primero del lote de Tomás Rufo, fue un toro con ritmo y clase aunque pecó de falta de poder para redondear aún más una buena actuación. Lo inició de muleta rodillas en tierra en el tercio. Los momentos de más calado llegaron por el pitón derecho. Encajado y poderoso consiguió ligar Rufo y conectar con los tendidos. Al natural, fue prendido sin consecuencias. Tras media estocada efectiva en el sitio, el público pidió el trofeo y fue concedido. Al sexto, lo inició de muleta por estatuarios y ayudados por bajo. Mandó en la embestida por la diestra y lo llevó largo, cosido y con la mano muy baja. Dejó grandes derechazos. Por el izquierdo le costó más y hubo que robarle los muletazos. Se aburrió pronto y todo fue a menos. Esta vez la espada no entró. 

Empaque tuvo la faena de Manzanares al segundo. Un toro que embistió con clase y ritmo, sobre todo por el derecho, un pitón por el que llegaron los momentos más lucidos, cargados de profundidad y ligazón. Tras media estocada en la suerte de recibir saludó ovación. El quinto se apagó pronto en la muleta del alicantino y no hubo opciones. 

Castella dejó sus mejores pasajes ante el cuarto. Sin probaturas, de muleta, dejó un vibrante inicio. De largo lo citó y alegre se arrancó el de Victoriano. Una embestida noble y con clase que ligó en redondo por la diestra. Al natural, obedeció el toro en los inicios a un muletazo largo y templado. Se apagó el toro y tuvo que tirar de cercanías. Una buena labor, bien construida, en la que saludó ovación. 

JOSELITO IN MEMORIAM

Joselito murió el 16 de mayo de 1920 en la plaza de toros de Talavera de la Reina a los pocos días de cumplir 25 años. Ese día, para congraciarse con el crítico de ABC Gregorio Corrochano, que era de la localidad toledana y su familia organizaba el festejo, el espada de Gelves toreaba un mano a mano con su cuñado Ignacio Sánchez Mejías.

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Un desplante de Joselito El Gallo.

Cuenta José María de Cossío en su monumental obra Los Toros que «el quinto toro, Bailaor, negro y pequeño resultó bronco y con poder, y muy certero hiriendo. Joselito lo vio y ordenó a su hermano Fernando (…) que se retirara del ruedo por estar el toro peligroso». Prosigue el enciclopedista taurino relatando que el toro de la viuda de Ortega, pariente de Corrochano, estaba «burriciego de la especie de los que ven de lejos, pero no de cerca» y que Joselito «no calibró esta condición del toro y empezó a trastearle obedeciendo el toro más a la voz que a la muleta que apenas veía».

El torero después de rematar un muletazo «se alejó de su terreno», dice Cossío. El escritor explica con detalle como fue la cogida mortal de Joselito: «al distanciarse de él entró en la zona en la que el toro percibía los objetos, y se arrancó rapidísimamente sobre el espada. Este marcó la salida con la muleta pero el toro, fijo en el objeto, al llegar al diestro no podía, por su defecto visual, percibir el movimiento de la muleta, y enganchó a Joselito, volteándole. Le levantó del suelo por la pierna izquierda, en la que le infirió un puntazo corrido; pero el cuerpo en el aire cayó sobre el otro pitón en el momento en el que el toro tiraba un derrote, metiéndole toda el asta en el vientre asestándole una cornada mortal».

En el libro Historia de los matadores de toros Don Ventura (Ventura Bagüés) dice que «cuando se produjo el fatal suceso nadie quería creer en él. ¿Era posible que Joselito, el dominador, el invencible, el que muchos consideraban invulnerable (…) hubiera muerto herido por un toro?». Esa sensación de incredulidad se fue tornando en certeza y cuando su cadáver fue llevado a Madrid para trasladarlo a Sevilla la multitud se echó a la calle para acompañarlo.

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