La cacerina es el origen de «la gallosina»…Por equivocación

La cacerina es el origen de «la gallosina»…Por equivocación

La primera imagen es la gallosina y la segunda la cacerina

Pues la gallosina fue inventada por José Luis Galloso y como ocurre en la ciencia o en el arte, por un azar , en este caso una equivocación, salió la gallosina de José Luis Galloso torero portuense que acaba de celebrar 50 años de alternativa y quien ha revelado que ese lance salió al imitar uno del maestro colombiano Pepe Cáceres pero le salió mal y lo que resultó por ese casual lleva el sello del torero andaluz : la gallosina.

Tal vz en el capote es donde mejor se expresa el barroquismo del toreo con innumerables lances que dicho sea de paso se los debemos a los mexicanos.

Galloso vino a Colombia en los setentas y ochentas , fue un torero muy querido en nuestro país y por primera vez revela ese detalle en el que el nombre del maestro de Honda aparece pues sin proponerselo fue el causante de ese otro lance , la gallosina. Es el hermanamiento del toreo. El maestro Cáceres interpretaba ese lance, muy suyo, impecablemente y muchas veces en su honor sonaba un toque de un pasodoble o acordes del Bunde Tolimense.

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 GALLOSINA:
Lance más barroco que la FREGOLINA, cuya aportación se debe al mexicano “El Charro” y que popularizó en España José Luis Galloso, del que toma el nombre consistente en que, en el cambio del capote de mano por la espalda, incorpora un giro completo en redondo del engaño. El lance original se llama “CRINOLINA”.
En México le llaman CHARRINA.

Matador de toros español, nacido en El Puerto de Santa María (Cádiz) el 27 de agosto de 1953. En el planeta de los toros es conocido por su sobrenombre artístico de «Galloso».

El hecho de haber nacido en la bella localidad gaditana de tan honda raigambre taurina contribuyó poderosamente a forjar en él, desde su temprana infancia, una encendida afición que le impulso, como a tantos otros muchachos de su pueblo, a probar suerte en el duro oficio de torero.

Así, tras foguearse durante su mocedad en tientas y capeas, logró estrenar su primer terno de alamares el día 5 de junio de 1969, cuando aún no había cumplido los dieciséis años de edad, en la pequeña plaza de Puerto Real (Cádiz). Dio inicio, a partir de entonces, a una intensa actividad novilleril que le permitió intervenir con gran lucimiento en varias novilladas sin picadores celebradas por su entorno meridional, hasta que el día 22 de marzo de 1970 consiguió debutar, en las arenas de la Ciudad Condal, en un festejo asistido por el concurso de los varilargueros. En dicha ocasión, compartió carteles con los jóvenes aprendices Francisco Gabriel Pericás y Fernando Gracia, para enfrentarse con un lote procedente de la ganadería de Los Campillones.

La expectación despertada en tierras andaluzas por los éxitos iniciales del joven novillero gaditano le condujo, el día 5 de abril de aquella temporada de 1970, hasta el bello coso de Puerto Real (Cádiz), en donde anduvo tan fino e inspirado en la lidia de dos pupilos de la vacada de don José Luis Osborne, que salió a hombros de sus paisanos después de haber cortado tres orejas y un rabo. Unos días después (concretamente, el 26 de abril de 1970), esta triunfal irrupción en el escalafón novilleril le llevó directamente hasta el albero de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, donde, debido a las buenas maneras apuntadas, volvió a hacer el paseíllo el siguiente 3 de mayo. Por aquel entonces, se hicieron célebres sus duelos sostenidos con otros novilleros punteros que, como el colombiano Jaime González Sandoval («El Puno») o el alicantino José María Dols Abellán («José Mari Manzanares»), aspiraban también a convertirse pronto en grandes figuras del Arte de Cúchares; y tan requerido llegó a ser «Galloso» en todas las plazas de la Península, que puso fin a aquella temporada de 1970 después de haber tomado parte en sesenta y una novilladas picadas.

LA CASUALIDAD EN EL INVENTO DE LA PENICILINA…..EL AZAR

 El azar , dijimos, también está en a ciencia como en el toreo…Y por eso lo relato.Fleming olvida una placa de cultivo bacteriano donde por casualidad crece un hongo, regresa de sus vacaciones estivales en Suffolk y ¡eureka!, se topa con el hallazgo científico del siglo. El episodio es también el ejemplo más citado de serendipia o descubrimiento accidental.

La historia de Alexander Fleming (6 de agosto de 1881 – 11 de marzo de 1955) y la penicilina se ha contado una y mil veces, hasta tal extremo que en 1985 el especialista en enfermedades infecciosas Harold Neu se preguntaba en la revista JAMA: “¿realmente necesitamos otro libro más sobre Alexander Fleming?”. Sin embargo, el libro al que Neu hacía referencia daba un giro a la visión clásica, ya que en Alexander Fleming: The Man and the Myth (Hogarth Press, 1984), el hematólogo Robert Gwyn Macfarlane ofrecía una versión revisionista que en buena medida rebajaba el mérito de Fleming.

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