Recuerdos de E. Ponce del laureado bioquímico Santiago Grisolia ,cercano al mundo de los toros
Santiago Grisolía quería celebrar su centenario, pero no ha podido ser, por unos meses. El presidente del Consell Valencià de Cultura nacido el Día de Reyes de 1923 e impulsor de los premios Jaume I, Santiago Grisolía, ha fallecido esta madrugada a los 99 años en el Hospital Clínico de València, donde se encontraba ingresado tras un empeoramiento de su estado de salud en los últimos días tras contraer el covid, según informa El Mercantil Valenciano
El científico ha fallecido a las 6:30 horas, según ha informado fuentes de su entorno y de la Generalitat Valenciana.
Hasta hace unos días acudía a su despacho del céntrico Palacio de Forcalló, sede del Consell de Cultura. Hacía tiempo que temía por su salud, pero algunos miembros del organismo ya estaban preparando la celebración de su 100 años. No podrá ser.
Nada más conocerse la noticia de su fallecimiento se han sucedido las muestras de condolencias. Instituciones, personalidades, intelectuales y el mundo de la cultura y la ciencia está de luto por uno de los científicos valencianos más importantes del siglo XX.
ENTRAÑABLE RECUERDO DEL MAESTRO PONCE
“Acabo de recibir, con mucha consternación, el fallecimiento de don Santiago Grisolía.
Tengo entrañables recuerdos de su amable trato y su firmeza de carácter, recuerdo una conferencia que dimos juntos en Valencia, en el vigésimo aniversario de mi alternativa. Su convicción taurina venía de los tiempos en que viajando en barco hacia América hizo amistad con Manolete a base de conversaciones sobre la realidad de la Fiesta. Fue don Santiago alumno de otro insigne aficionado, don Severo Ochoa, Premio Nobel de Medicina.
EL LAUREADO BIOQUIMICO Y SU AFICIÓN A LOS TOROS
Santiago Grisolía García vivió la fiesta de los toros sobre la que se decían versos a golpe de esquilón y se pedía dinero a golpe de hucha de barro. Esa época donde la gente se quedaba largas horas conversando en cafés de viejos novios y periódicos humeantes de literatura sobre las faenas vistas durante la tarde en la plaza de toros.
El laureado bioquímico se enamoró de los toros en los «Bous a la mar» de Dénia, donde incluso se puso delante de un animal de más de 300 kilos para arrojarse al Mediterráneo. Una experiencia difícil de olvidar.
Sus ojos presidieron, casi sin sin quererlo, medio siglo de bohemia torera y literaria a pesar de la desamortización artística que había hecho concienzudamente la guerra. Tanto es así que el presidente del Consell Valencià de Cultura conoció a una de las grandes figuras que ha parido la historia del toreo: Manuel Rodríguez, «Manolete». Según contó él en más de una ocasión, fue en noviembre de 1945, fecha en la que viajó en barco para ir a Estados Unidos por primera vez. Precisamente, ese año, Manolete cortó la primera oreja de la temporada valenciana en el primer festejo de la Feria de Fallas a un Albaserrada.
En aquella travesía que duró un mes, compartida con su amigo Mariano Yecla, coincidió con el Monstruo cordobés y comprobó cómo desplegaba ese magnetismo eléctrico en la corta distancia que se desbocaba en cada faena delante del toro y permitía la fabulación y el adorno: «Me pareció un hombre elegante, con el pelo engominado siempre peinado hacia atrás y un olor intenso a tabaco», escribió en un artículo publicado en la Revista Quites de la Diputación de València.