En silencio , como vivió, nos dejó el poeta y caricaturista Elkin Obregón

En silencio , como vivió, nos dejó el poeta y caricaturista Elkin Obregón

El artista antioqueño, Elkin Obregón Sanín, murió a sus 80 años. Familiares y amigos allegados confirmaron la noticia con la que un grande de la pintura, la poesía y las caricaturas se despide del mundo., nos cuenta el diario Colombiano.

Obregón gozaba de un reconocimiento internacional gracias a su talento con varios artes y a su trabajo publicado en diarios colombianos como EL COLOMBIANO y El Mundo, en las décadas de los setenta y los ochenta.

Múltiples personalidades del departamento y el país lamentaron su muerte y rememoraron sus obras.

“Él tenía ya sus achaques de vejez. Al parecer fue un paro cardio-respiratorio, todo fue muy rápido, ocurrió esta mañana”, le dijo a EL COLOMBIANO Viviana Restrepo, una de las mujeres más cercanas al maestro.

Otro de sus amigos también confirmó que el artista falleció en su casa, ubicada en la ciudad de Medellín, en compañía de su familia.

Un homenaje en vida

Para el 26 de noviembre del año pasado, fecha en que cumplió sus 80 años, este diario preparó un informe especial honrando su vida.

“Dibujé desde que tengo memoria. Cuando aún no me levantaba del suelo. Toda la vida”, dijo Sanín en ese entonces en un texto titulado “El caricaturista Elkin Obregón cumple 80 años”.

Dentro de los detalles revelados en el texto, se cuenta que a Sanín le gustaba dibujar más en el día, pues la luz eléctrica le dificultaba un poco las cosas.

No tenía horarios ni metología y se la pasaba dibujando y escribiendo la mayor parte de su vida. De marzo a noviembre, durante la pandemia, el maestro había hecho 24 pinturas y caricaturas, según narró el texto.

No cabe duda de que Elkin Obregón también era bueno con las letras.

Gran parte su talento lo dedicó a la crónica.

Hasta el final de sus días escribió su columna Caído del Zarzo para el periódico mensual Universo Centro.

“Le gusta tomar café, y aún disfruta su aguardiente en la noche, con mesura. Está contento por la producción de este año, por retomar los rayones y seguir haciendo lo que siempre hizo: “Nací con un lápiz en la mano y parece que voy a morir así”, concluyó el maestro Elkin Obregón en aquella entrevista.

CAIDO DEL ZARZO EN UNIVERSO CENTRO.

Recojo una de sus columnas en Universo Centro justamente dedicada a la libertad…

… y Dantés ascendió a la superficie del mar, completamente libre…
Alejandro Dumas, El conde de Montecristo.

Siguiendo con los géneros o subgéneros fílmicos, llega al tapete el de las fugas.

Cautivos que quieren fugarse, porque eso es, claro, lo que les pide la naturaleza.

Gracias a los oficios de una amiga, tengo en mi escritorio una lista casi abrumadora; comprueba esta la persistencia del género, y, por decirlo de algún modo, la urgencia vital de esas historias. Van aquí unas pocas.

(Tres o cuatro versiones en el cine dan cabida a Edmundo Dantés, cuya insólita evasión de la inexpugnable fortaleza de If le permite convertirse —Dumas dixit— en el poderoso conde de Montecristo. Su increíble peripecia nos invita, ahora sí, a alzar el telón).

El agujero (Jacques Becker, 1959), cuyo escenario es una cárcel francesa, cuenta un minucioso plan de fuga.

Varios reclusos excavan durante meses un túnel que será su vía de escape. La víspera del día señalado, uno de los presos ensaya la eficacia del plan; llega al final del túnel, desliza una tapa de alcantarilla, asoma la cabeza, respira (y nosotros con él) el aire de la noche parisina.

Regresa a la celda, da el parte de triunfo. Pero hay un traidor entre ellos, y todo termina.

No obstante, hubo y habrá mejores aires: Stalag 17 (Wilder, 1953) sucede en un campo alemán de prisioneros.

Un grupo de soldados norteamericanos planea y lleva a cabo con brillantez una fuga; también hay un espía en sus filas, pero, descubierto a tiempo, se le aplica la Ley del Talión (por cierto, Billy Wilder renueva aquí uno de sus temas claves, las falsas identidades. Pero eso hoy no es asunto nuestro).

Un mal cálculo de espacio me ordena pasar a vuelo de pájaro sobre varios favoritos:

El gran escape (John Sturges, 1963). Cincuenta oficiales aliados logran escaparse de una prisión nazi.

Una vez afuera, en plena campiña alemana, están tan expuestos como bichos a la luz. Sin embargo, tres afortunados logran cruzar la frontera y darnos la ilusión del triunfo. 

Escape de Alcatraz (Don Siegel, 1979). El episodio fue real, no los pormenores: Clint Eastwood y dos compinches logran burlar los muros de Alcatraz, hasta entonces tenidos por inexpugnables.

Un año después la prisión fue destinada a mejores usos. Sueños de fuga (Frank Darabont, 1994). Morgan Freeman y Tim Robbins se alían para fugarse, y lo logran, cada uno a su modo, con lujo de recursos.

Pero antes Robbins se las ingenia para dejar en flagrante delación al alcaide, un corrupto de mucho cuidado. Además, los evadidos, al mejor estilo Edmundo Dantés, desentierran un tesoro.

Cierra esta crónica un broche de oro: Un condenado a muerte se escapa (Robert Bresson, 1956).

En una cárcel del París ocupado, un joven miembro de la Resistencia espera su ejecución. Mientras tanto, con talento y paciencia de relojero, va elaborando un plan de escape (horarios, rutinas, instrumentos, cuerdas) que Bresson relata con minucia rigurosa.

Por fin, una noche ya cercana al alba, el joven elude los reflectores nazis, se descuelga por un muro y se aleja en silencio por una solitaria calle de París.
Escena memorable, gran final.

Nuestra Teresita Gómez en la mirada del poeta Elkin Restrepo

Deja un comentario


  Utilizamos cookies para mejorar tu experiencia en nuestro sitio web. Al seguir navegando, aceptas el uso de cookies. Más información en nuestra política de privacidad.    Más información
Privacidad