Veta taurina de Elkin Obregón y obituario anticipado

Veta taurina de Elkin Obregón y obituario anticipado

Elkin Obregón tuvo su veta taurina como aficionado, cartelista y divulgador de la fiesta y ahora que se ha ido tan silenciosamente como prefirió vivir en Medellín en su cuarto repleto de libros.

Es decir de vida, de imágenes, de fantasías, de sueños, de viajes a mundos maravillosos, de poemas, de escritos hermosos y de miles de caricaturas que nacieron entre esas paredes.

Mi amigo Alberto Lopera ha tenido la gentileza de hacerme llegar la descripción de ese grupo de cronistas antioqueños que le dieron y dan lustre a la pluma y al verbo taurinos, conocidos como «los cornígrafos».

En ese tiempo tras la presencia y muerte de Manolete Medellín vivió momentos muy taurinos con muy buenos aficionados que tenían un concepto taurino con raíces muy hondas y solidas.

En la imagen que ilustra esta nota, son «los cornígrafos», aparecen Velezefe, Antonio Henao Gaviria, Hernán Restrepo, Ramón Ospina, Jorge Vega y Alberto Lopera a quienes (a los vivos) sigo leyendo y escuchando y a quienes partieron gocé de su buena parla, de su ingenio, de su manera de entender el mundo y especialmente la tauromaquia que es una permanente lección de vida.

Velezefe era un grandísimo caricaturista, un escritor esplendido; don Antonio Henao Gaviria era un narrador cumbre y oírlo en el lobby del hotel «Nutibara» la mañana de los sábados mientras esperábamos el inicio de la corrida.

Y parte de nuestro ser sentimental de las vueltas a Colombia en bicicleta se lo debemos a él y obviamente a Alberto Piedrahita, Carlos Arturo Rueda, a Arrastia Brica, a Armando Moncada Campuzano a Pastor Londoño Pasos.

Don Hernán Restrepo era un sabio en materia de musica popular y especialmente en tangos (era consultado desde la Argentina) y bambucos y pasillos.

Cuando participé en ese formidable equipo de Caracol escucharle las anécdotas sobre los pasodobles era una gozada.

Don Ramón Ospina fue nuestro maestro, sin duda, y su manera y modo de narrar una corrida era un viaje a paraísos desconocidos.

Jorge Vega, escritor pulcro desarrollaba de una manera límpida las crónicas para El Colombiano y aquellas reuniones en el hotel e Manizales con don Jaime Arango y tantos amigos era toda una delicia.

Alberto Lopera ha escritor el mejor libro sobre la historia de la tauromaquia en Colombia, sigue dirigiendo su programa radial taurino en RCN y es infaltable en el equipo «amarillo» con el maestro Rincón y Julián Parra pues Iván partió hace unas semanas dejándonos un gran vacío.

En este abigarrado conjunto del maestro Obregón aparecen, entre otros, Gabriel García Márquez, Alejandro Obregón, León de Greiff, Manuel Mejía Vallejo, Alberto y Carlos Lleras Restrepo, Arenas Betancourt, «piel roja » y su creador Ricardo Rendón, Belisario Betancourt, Gonzalo Arango

OBITURAIO ANTICIPADO publicado en Universo Centro donde el maestro escribía habituamente

Aquí yace por fin Elkin Obregón, después de tantos años de dar lora. Su vida fue muy absurda, y creyó haber aprendido a fingir sosiego.

Pero aprendió mal, y muy pocos se lo creyeron. Hizo unas pocas caricaturas buenas, otras muy mediocres, o malas sin remedio, y jamás pudo con el autorretrato. Y así en todo, qué le vamos a hacer.

Escribió para él (en vida, por supuesto), dos epitafios.

Uno dice: «Su vida se quedó en obra negra».

El otro se le olvidó, aunque era un poco mejor. Se suicidó varias veces, pero murió de almorranas mal tratadas.

No odió a nadie, creo, pero algunas personas le cayeron gordas. ¿A quién no? Fumó mucho, bebió mucho. Amó mucho (con un amor del todo incomprendido y solitario) los bambucos y pasillos viejos, flores que de una vez nacieron mustias.

Hubo en su velorio una docena de plañideras. No me parece bastante para llorar a un hombre tan grande que no cabía en su propio esqueleto.

La osamenta lo superaba, y no soy la única persona que puede dar fe de eso: muchos vimos sus caídas, una tras otra, y nos sorprendimos porque jamás se le rompió un hueso.

En fin, una vida más. No se pudre en el Infierno. Está en el lugar que siempre fue suyo: el Limbo. Dos paladitas de tierra y salud, maestro.

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