Tauromaquia. Alcalino.- El toreo, rito y poesía
El toreo, rito y poesía. “¡No hemos aprendido nada!”, exclamó Pablo Picasso al verse por vez primera en La Sala de los Toros de la cueva de Lascaux, pintura cuya antigüedad se remonta a 13 mil quinientos años a. C.
La misma asombrosa visión que inspiró esta reflexión de Jean Clottes, contenida en su documental “La Cueva de los Sueños Olvidados”:
“No somos Homo Sapiens sino Homo Espiritualis… porque Sapiens significa “el que sabe”, y en realidad no sabemos gran cosa… pero, en cambio, tenemos el arte, que es pura manifestación espiritual.”
Desde los tiempos sin tiempo, la relación arte-toro ha estado presente en el devenir de la humanidad.
Se trata de dos referencias entre muchas, develadas por Alfonso López Monreal durante su charla-conferencia de la semana pasada a la pudimos asistir gracias a la Peña Taurina El Toreo.
Tiene su sede en Monterrey e invitó al eminente pintor zacatecano a compartir una parte sustanciosa de su experiencia, sensibilidad y sabiduría con un nutrido auditorio reunido en torno al inevitable zoom.
Una noche memorable.
Sin abandonar el tono de amistosa sencillez que lo caracteriza, López Monreal fue exponiendo detalles de su oficio y práctica profesionales, entreverados con anécdotas de sus pintores-fetiche y vivencias personales, para terminar mostrando algo de su obra taurina.
Que aúna tradición con originalidad y refleja una pasión desbordante por la fiesta de toros.
Al mismo tiempo que el rigor intelectual y el trasfondo espiritual y poético que distingue a todo creador genuino.
El toreo, rito y poesía.
Nacido en 1953 en la capital zacatecana y artista de vocación muy temprana, Alfonso López Monreal cumplió la mayor parte de su aprendizaje en Europa.
Sin abandonar ni por un momento su afición a los toros, reflejada en sus trabajos de manera muy personal.
“Nuestro toro es la tela en blanco a la que nos enfrentamos los pintores… y nuestro compromiso, como el del torero, consiste en poner y exponer sobre el lienzo el misterio de nuestra verdad más íntima…
Los autores de los históricos frescos de Lascaux y Altamira seguramente los pintaron vestidos de luces.
Es decir, con el cuerpo cubierto con las mismas sustancias colorantes y motivos semejantes a los que dejaron plasmados allí, para asombro de las generaciones futuras.”
Más cercanas a nuestro tiempo están las tauromaquias de Francisco de Goya, Pablo Ruiz Picasso e Ignacio Zuloaga, destacadas por el zacatecano sobre las de tantos creadores más, pues es bien sabida la atracción ejercida por la tauromaquia sobre las más diversas sensibilidades artísticas.
Si el genio de Goya introdujo en las escenas de sus cuadros al populacho en el Siglo de las Luces, y Picasso representa la irrupción de las vanguardias del XX, del bilbaíno Zuloaga dijo Juan Belmonte que “no pintaba figuras, pintaba almas”.
Quizá por eso entre los cuadros principales que se exponen en el museo de La Habana esté el retrato más logrado del Pasmo de Triana, descubierto ahí por López Monreal a su paso por la isla junto con otro.
No menos asombroso, del “Buñolero”, el viejo torilero de la plaza de Madrid que fue amigo personal de Curro “Cúchares” y seguía en su puesto a principios del siglo XX.
Cuadro éste al que el gobierno cubano dedicó un timbre postal.
Zuloaga pintaba sobre todo al óleo, Goya produjo su célebre Tauromaquia sobre láminas procesadas al aguafuerte y Picasso la suya (1957), no menos conocida, en planchas de cobre al azúcar.
El toreo, rito y poesía; refirió el zacatecano su asistencia a un ritual huichol en algún lugar impreciso de la frontera entre Durango y su estado natal, en el cual el oficiante de la ceremonia.
Lo bautizó con sangre de un bovino que había sido sacrificado para el efecto de acuerdo con antiguo ceremonial.
También nos habló de un mito local sobre Ramón López Velarde, el centenario de cuya muerte se conmemora este año.
El cual el poeta de Jerez, cuando componía un nuevo poema, lo memorizaba bien para poner a prueba la efectividad de su ritmo.
Recitándolo en voz alta durante solitarios paseos por calles solitarias y veredas cercanas.
Procedimiento que le permitía corregirlo, pulirlo o de plano desecharlo, de acuerdo con el resultado de dicha práctica.
López Monreal compara la andadura poética de su paisano López Velarde con la de Morante de la Puebla “andándole al toro” del tercio a los medios en su inicio de faena a “Peregrino” de Teófilo Gómez (11.12.2016).
En una muestra de que el toreo, en sus momentos grandes, también puede ser poesía.
Tauromaquias.
La Tauromaquia de Goya la integran 33 láminas al aguafuerte.
Por cierto, uno de los pocos museos que, fuera de España, tienen completa esa obra crucial del aragonés es el Pedro Coronel de Zacatecas.
Como homenaje al maestro de Fuendetodos, López Monreal produjo a su vez una Tauromaquia de 33 cuadros divididos en tres tercios: Infancia, madurez y senectud.
Editado en abril de 2016 bajo la forma de un muy hermoso libro, del cual me permito presentar tres muestras para deleite del lector de esta columna.
Aunque pudiera decirse que dicho volumen representa la culminación de la obra taurina del zacatecano.
Incluye ésta diversas manifestaciones que son otras tantas muestras de un estilo en permanente evolución.
Fiel al compromiso de expresar invariablemente “su verdad” sobre un ruedo que puede ser lienzo, muro o vitral.