TAUROMAQUIA. Alcalino.- Historia de un cartel
cartel El 5 de junio de 1932, en el cierre de una tarde lluviosa, Fermín Espinosa “Armillita Chico” va a cuajar en Madrid su inmortal faena a “Centello” de Aleas. Hasta el Cossío, tan poco hospitalario con el toreo y los toreros de México, destaca que “fue para Armillita Chico una tarde apoteósica, pues en ella realizó una hazaña inolvidable, de las que quedarán grabadas para solaz de los aficionados presentes, testigos de ellas, y enseñanza y avidez de los aficionados venideros… Armillita quedó superiormente con su primero, mansote y bronco. A su segundo lo toreó de capa y lo banderilleó estupendamente, y le hizo una de las faenas cumbres que se han realizado en nuestra plaza. Fue toda ella a base de pases naturales y de pecho. Algo extraordinario, asombroso. La emoción del público fue intensísima. Las ovaciones, en relación con la faena, en la que Armillita derrochó maestría, valor, quietud, clasicismo, arte estilizado, y hasta una alegría insospechada en él…” (Cossío, José Ma. de. Los Toros. Tratado técnico e histórico. Tomo III, p. 264)
Crítica sesgada vs crítica veraz. Las diversas reacciones de la prensa vienen de maravilla para ilustrar la distancia que va de la crítica interesadamente falaz a la imparcial y sincera, ilustrada la primera por Federico M. Alcázar, quien tuerce abiertamente las cosas para hacer prevalecer su adhesión a Domingo Ortega, y la segunda por “Don Quijote”, que le enmendó la plana con argumentos irrefutables y puso los puntos sobre las íes. El meollo de la discusión gira en torno al pase natural, al que Fermín levantó esa tarde un auténtico monumento. Para el lector que busca una crónica honesta y veraz, reflejo genuino de los hechos, la diferencia entre ambas versiones despeja dudas sobre lo realmente ocurrido.
Federico M. Alcázar: “Estuve con Ortega en Salamanca. Después de verle torear magistralmente a una vaca, cuando el animal estaba completamente agotado… un amigo le dijo: “Déjala que se refresque, échale de nuevo la muleta al hocico y verás que todavía se puede torear”. Y la toreó como Ortega torea. Y a partir de entonces no tropieza con un toro quedado que no le eche las bambas, lo enganche y provoque el entusiasmo del público… El domingo empleó ese recurso Armillita innecesariamente, pues el toro era bravísimo, de bandera, y en cuanto le pisaban el terreno se arrancaba veloz. Pero el público se entusiasmó más por el detalle imitativo que por los naturales en sí. La gente no reparó que el toro no necesitaba ese recurso para torearle reposadamente al natural… Y esto no es restarle mérito a sus cuatro naturales, que fueron colosales. Los muletazos con la mano derecha me gustaron menos. Pases sueltos… Una faena monumental, que desbordó el entusiasmo, pero un poco sosota, desangelada. Ya conoce usted a Armillita. Pinchó cuatro veces y le dieron la oreja” (El Imparcial, 7 de junio de 1932)
“Don Quijote” (José Díaz de Quijano): “No estoy conforme con Alcázar en quitar mérito a Armillita por hacer uso del recurso que tanto pondera en Ortega. Los cinco naturales que ligó Fermín prodigiosamente al principio de la faena, después de un pase por alto con la derecha, los dio normalmente, sin adelantar la muleta. No lo necesitaba el toro, y Armillita no empleó el recurso. Si Alcázar cree recordar otra cosa, está trascordado. Si achaca el entusiasmo del público a ese recurso (no empleado por el mexicano), “más que a los naturales en sí”, nuevamente se equivoca. Fueron cinco naturales en redondo atrozmente ceñidos, limpios, perfectísimos, en los que Fermín se enroscó al toro completamente a la cintura. Luego sí, cuando volvió a “Centello” después de interrumpir la faena para recoger la estruendosa ovación, y porque quiso dejar refrescar al toro, que después del quinto natural se quedó castigado e inmóvil; con la muleta otra vez en la zurda, la meció y provocó la arrancada para engendrar y completar otro natural maravilloso, que ligó al pase de pecho… Y lo hizo más sobriamente, menos teatralmente (que Ortega), más natural la figura y sin moverse después del mecimiento, toreando y despidiendo ceñida y elegantemente… El modo de echar la muleta al hocico fue, en Ortega (alusión a la corrida del jueves anterior), tan exagerado, que primero echó el brazo y la muleta, cuanto dieron de sí, hacia atrás, quedándose enteramente al descubierto (alarde de valor muy teatral, adelantada la pierna, exageradamente torcido el busto, el brazo derecho en arco) para adelantarla luego pausadamente hasta tocar con la tela el hocico del toro que, al arrancarse, lo obligó a enmendar la postura. Armillita, por el contrario, la adelantó naturalmente, compuesta la figura, y sin perder la línea engendró y consumó el pase con absoluta quietud. Que ahí está el mérito: en el pase, no en el cite… Antes hizo Armillita un quite primoroso con el capote a la espalda, dando así un lance de frente, o gaonera, y otro de espaldas, o aragonesa… difícil es reflejar con palabras la grandiosidad de la faena cumbre de Armillita, el entusiasmo que produjo y la cualidad de cosa genial que tuvo… Sin el broche de tal faenón, hubiera sido más resonante el brillante éxito que tuvo Bejarano en esta corrida.” (La Fiesta Brava, semanario. 17 de junio de 1932).
Zanjada la discusión, pasemos a otras crónicas sobre la memorable faena de Fermín.
“Clarito” (César Jalón): “Después de un pase por alto, Armillita Chico deja su mano izquierda no correr ni andar siquiera, sino mandar poquito a poco el paso de “Centello” en cinco estupendos pases naturales… apretados y sin embargo con holgura, limpios, tersos… Sigue la gran faena cuando pasa a la mano derecha. Pases enteros, muy largos, la figura estatuaria, inconmovible. Después de unos pases por alto se queda, por azar acaso, con el engaño en la izquierda; y sobreviene, inesperadamente, un pase natural que recaba para mí todas las cualidades de la faena: quietud, templanza, desenvoltura. Y sigue el bordado, hermanándose la tenacidad y la finura como en todo trabajo primoroso de los indios. Pincha cuatro veces Armillita Chico y le dan una oreja y lo sacan en hombros. Si acierta a la primera, el toro hubiera sido poco.” (El Liberal, 7 de junio de 1932).
“Corinto y Oro” (Maximiliano Calvo): “Armillita ofrece a todo el público, desde el centro del ruedo, “lo que va a venir”. Y lo que viene es una faena de muleta que deja un sabor torero de los que no se borran, de los que nunca podrán borrarse… Una faena de muleta que es todo un asombro, porque es todo un poema taurino. Al primer muletazo por alto, arrogante y perfecto, le siguen cinco naturales grandiosos por lo impecables, grandiosos por lo sencillo del ademán, grandiosos por la lentitud al correr la mano, grandiosos por la estética inmaculada que les supo impregnar el ejecutor de la bellísima suerte. Cuando en el gentío se ha producido una mudez, hija de la emoción, liga un natural más, espejo de naturalidad, con el de pecho… Cinco pases por alto, sacando la muleta por la cola, y la faena sigue, con sus adornos de buen gusto, con sus variaciones, con sus alegrías… Armillita es derribado por poner demasiada seriedad a la alegría del afarolado. Se incorpora y exprime la codicia del hermoso animal, ya agotado, tornando a torear por naturales ¡Qué faena tan grande!… el público ha llegado al delirio cuando el diestro marca el primer pinchazo y luego dos más, entrando muy recto pero sin coger los blandos. Al fin, media estocada en su sitio… Y el público sale de éxtasis para pedir la oreja, antes de morir el toro, para el torero grande de la gran naturalidad, y de sacarlo en hombros… ¡Con qué orgullo va a recibir esta noticia el México de los toreros!… ¿Pero es que antes de ponerse el cartel de esta octava corrida de abono no sabíamos los que tenemos el deber de saberlo quién es Fermín Espinosa “Armillita Chico”? ¿Pero es que hay quien crea en conciencia que hay un torero mejor? ¿Por qué este torero no firma tantas corridas como el que más firme, y no cobra como el que más cobre? Si he dicho alguna insensatez que me busquen a mí, antes que a nadie, un médico alienista.” (La Voz, 7 de junio de 1932)
Otro cronista, Federico Morena, de El Heraldo de Madrid, encabezó su texto de esta manera: “El ilustre naturalista azteca”. Lo mismo pudo referirse a su prodigiosa manera de engarzar los naturales que a la sencillez y naturalidad con que envolvió su obra inmortal.
Apunte final. Repasar el último párrafo de “Corinto y Oro” –tan lleno de vitalidad y convicción— equivale a topar con algo realmente inquietante: por un lado, confirma un trato injusto hacia el mexicano, tanto de las empresas como del periodismo que más o menos veladamente les hacía el juego. Asombra saber que ésta del 5 de junio era apenas la sexta corrida de Armillita durante su temporada de 1932. Y en un cartel de segundones –Fortuna y Fuentes Bejarano, quien según apunta Don Quijote tuvo una tarde bastante afortunada. Como no era ya posible tapar el sol con un dedo, y menos después de semejante hazaña, a partir de ahí, Fermín empezó a ser tomado en cuenta. Pero tan tardía y tibiamente que ese año no pasaron de 22 las corridas que toreó, 7 de ellas en Francia y otra en Portugal. Mas sus triunfos en Bilbao y Sevilla fueron tan concluyentes, superando en ambas plazas a las figuras principales, que para 1933 participó ya en 52 festejos, todos en carteles estelares; y en lo sucesivo no hubo poder empresarial ni mediático que frenara su marcha hacia la cumbre (63 corridas el año 34, 65 en 35 como líder del escalafón). Para 1936 tenía firmadas cerca de 100 corridas, lo cual movió a sus “colegas” hispanos a urdir el famoso boicot del miedo que expulsó de España a toda la torería mexicana, pues Fermín no estaba solo en la preferencia de aquellos públicos, con el cartel de Garza y El Soldado en plena escalada. Encabezó el movimiento Marcial Lalanda, contando siempre con la rencorosa satisfacción de sus demás paisanos toreros empezando por Domingo Ortega y Manolo Bienvenida, ases mayores de la baraja.