TAUROMAQUIA. Alcalino.- “Mondeño”: buen torero y personaje singular
La noche de Reyes falleció en Sanlúcar la Mayor Juan García Jiménez (Puerto Real, Cádiz; 06.01.34), anunciado en los carteles como “Mondeño”, apodo heredado de un abuelo suyo nacido en Monda. Su iniciación en el toreo fue algo tardía, pues cuando tomó la alternativa en Sevilla de manos de Antonio Ordóñez (23.03.59, toros de Carlos Núñez) contaba ya 25 años y empezaba a encanecer (prematuramente).
Fue precisamente la Real Maestranza la que más pronto se dejó tocar por el estilo vertical y solemne del torero de Puerto Real, y la plaza donde Mondeño alcanzó más alta nombradía; en cambio, en Madrid nunca tuvo suerte, aparte la contra que siempre ha perseguido en la capital a diestros cocinados al arrullo del Guadalquivir. Lo cierto es que Ordóñez se preciaba de no ungir nunca matador a quien no le satisficiera como torero, y se arrogaba asimismo la potestad de apadrinar su confirmación madrileña. La de Mondeño ocurrió el 17 de mayo de 1960 con el toro “Bilbainito” de Atanasio Fernández y de testigo Manolo Vázquez. Exactamente el mismo cartel de su alternativa.
Juan García “Mondeño” tuvo por coetáneos a las grandes figuras emergentes de los años 60, los Camino, Puerta, El Viti, Curro Romero… y Manuel Benítez “El Cordobés”. Con todos ellos alternó en pie de igualdad hasta que, mediada la temporada de 1963, anunció su ida de los ruedos para tomar el hábito de los padres dominicos. Su investidura como novicio de dicha orden causó en toda España enorme revuelo social pero fue de corta duración. Antes de dos años, el diestro de Puerto Real reaparecía en Marbella acartelado con Paco Camino y El Cordobés (03.04.66). Como antes, sus mayores triunfos los presenció Sevilla. Y también su más grave cornada, una tarde en que les cortó tres orejas a sus dos toros de Herraiz (16.04.67). Sus corridas, que habían llegado a superar los 50 contratos en las temporadas de 1960, 62 y 66, descendieron a 18 en 1969, año de su definitivo adiós a la profesión una vez cumplidos sus compromisos de ese otoño en plazas mexicanas, donde siempre se le vio con agrado.
Atinado administrador de los ingresos obtenidos cuando figura –Paco Camino lo reputa como el más valiente de los toreros con quienes alternó, hecha la salvedad de su indómito compadre Diego Puerta–, Mondeño se apartó radicalmente de todo lo que oliera a toreo, estableciéndose en el extranjero, preferentemente en países sin tradición taurina; aunque vivió algunos años en México terminó recalando en París, dedicado a satisfacer sus gustos personales, como coleccionar automóviles clásicos o perfeccionar las sutilezas del arte culinario como espléndido gourmet. En los últimos años, trascurridos con la mayor discreción, pues ni concedía entrevistas no volvió a dejarse ver en las plazas de toros y los corrillos taurinos, alternaba su lugar residencia entre París y Sanlúcar la Mayor.
Sus nexos con México. Aún recuerdo el revuelo que causó Mondeño al presentarse en El Toreo de Cuatro Caminos durante la temporada de 1961-62, primera en contar con la participación de españoles tras la ruptura de relaciones del año 57. Alternaba con Alfredo Leal –que acababa de alcanzar allí mismo un triunfo grande al cortarle el rabo a “Tejón”, precioso cárdeno de Mariano Ramírez (21.01.62)—y Jaime Rangel. En cuanto el de Puerto Real se abrió de capa para saludar con una serie de hieráticos lances a “Gitano” de Las Huertas, y luego al quitar por fregolinas, la plaza entera entró en ebullición. Que no cesó hasta que el debutante se vio obligado a saludar primero desde el tercio, para en seguida verse materialmente empujado a recorrer entre aclamaciones el anillo, ya que, pese a que tardó en liquidar a su noble adversario, había cuajado una faena de tal calidad e impacto que la gente se pasó la semana preguntándose cómo es que semejante artista –con mucho el más personal y fino de cuantos se habían presentado hasta entonces… y cuidado que ya lo había hecho Paco Camino—no gozaba de suficiente nombradía, ni era anunciado con mayor prosopopeya. Alfonso de Icaza “Ojo” lo explicó de la siguiente manera: “Lo primero que nos vino a la mente, tras haberlo visto torear, fue la consideración de por qué en España no le daban un sitio aparte, siendo que posee más personalidad que todos los demás toreros juntos. Después de su segundo toro, sin embargo, nos explicamos en parte la cuestión: tal parece que no es Mondeño un torero lo suficientemente esforzado para hacerles faena a la mayoría de los toros.” (El Redondel, 11 de febrero de 1962)
Mondeño toreó esa tarde con un reposo, una verticalidad, un aguante y un temple que desquiciaron a la afición capitalina. Por desgracia, el embrujo de aquella presentación suya no volvió a reproducirse ni en el propio Toreo, cuando por dos veces lo repitieron, ni en la Plaza México, donde confirmó su alternativa de manos de Jesús Córdoba, José Huerta de testigo y con “Rociero” de Mimiahuápam (23.12.62). Las plazas del país donde mayor cartel tuvo fueron sin duda las de Guadalajara, Monterrey y Mérida.
Su segunda época. Mondeño, después de su paso por el monasterio de la orden de Santo Domingo y la subsecuente reaparición en traje de luces, volvería a la Monumental México para armar otro buen alboroto con el primer bicho que le soltaron, “Currito” de Torrecilla, al que habría desorejado si llega a matar bien. Esa vuelta al ruedo fue la última suya en la capital, pues a pesar del buen sabor que había dejado dicha tarde y también, incluso sin triunfar, el 13 de febrero siguiente, no volvimos a verlo anunciado en esa ni en ninguna temporada grande más. Aquella tarde del segundo mes de 1967 le cupo en suerte –o en desgracia— apadrinar la confirmación de alternativa de Manolo Martínez, que no tardaría en convertirse en la sensación de la temporada, opacando a figuras del renombre de Alfredo Leal, Diego Puerta, Manuel Capetillo, el propio Mondeño o Raúl Contreras “Finito” –de fama fugaz pero vigorosa–. Con todo, debe señalarse que tal año, y también a finales de 1969, cuando toreó en los estados mexicanos las últimas corridas de su vida, Juan García, sin perder la solemnidad y el reposo, exhibió un estilo bastante más expresivo y cálido que el de su primera época, que de tan impasible solía comunicar sensaciones de abulia, desinterés, apatía. “Ha renunciado a todo, hasta a triunfar”, escribió Juan de Marchena (Pellicer Cámara) al censurar su desgana en una de sus actuaciones postreras previas a su retiro en busca de la paz conventual (Esto, 16 de diciembre de 1963).
Tauromaquia y estilo. Aunque al principio impresionó a los mexicanos la suavidad de su capote, es indudable que el fuerte de Mondeño fue la muleta. Tenía cierta tendencia al codilleo –traducido en pérdida de mando y por consiguiente de ligazón y emotividad–, pero cuando se acomodaba con un toro el efecto podía ser deslumbrante. Fue muletero preferentemente derechista, muy impactante al adornarse por alto a grado tal que su peculiar versión de la manoletina –radicalmente perfilera, muy ceñida y de girar lento y acompasado—llegó a ser denominada mondeñina por algunos cronistas y muchos aficionados. Poco seguro con la espada, la originalidad de su estilo, tanto más expuesto por la economía de movimientos y la cercanía a los pitones que lo caracterizó, fue causa de numerosas cogidas, algunas de ellas graves.
Carácter muy especial. Original en todos los órdenes, por completo indiferente a la marcha de la Fiesta una vez retirado, el año de su reaparición sería el primer matador de la historia apoderado por una dama, Lola Casado de nombre. Tuvo un hermano novillero, José García “Mondeño II”, al que se dice donó sus cuentas bancarias y bienes adquiridos antes de su ingreso al convento con la encomienda de que viera por la familia; y resulta que cuando abandonó los hábitos y quiso recuperar aunque fuese una parte de los recursos donados se encontró con la negativa del beneficiario. Lo cual, en todo caso, habla de la buena administración personal que, una vez ido de los toros, le permitió continuar su vida rico y feliz, tal como declaró en la única entrevista conocida después de su retirada (2008). Juan García Jiménez murió el pasado jueves 5, un día antes de cumplir 89 años.
MONDEÑO nunca tuvo suerte en Madrid (vemos a ANTONIO ORDÓÑEZ confirmándole la alternativa), pero se labró un gran cartel en Sevilla (ceñida manoletina y triunfo de dos orejas en la Maestranza)