TAUROMAQUIA. ALCALINO.- ? Y los toros , cuándo ?
Estando en la preparación de la Historia del cartel aquel de la mítica faena de Antoñete al toro “blanco” de Osborne me entero que la ciudad de México ingresó en semáforo amarillo y los estadios de futbol abrirán sus puertas hasta un 25 por ciento de su aforo. Y que van a hacerlo esta misma semana, sin más demora. Me pregunto, ¿y la Plaza México, cuándo? ¿Qué tan preparada estaba la empresa para cuando se produjera el anhelado anuncio de la liberación sanitaria? Y más allá de la circunstancia de tal o cuál ciudad donde exista plaza de toros y tradición taurina, ¿qué providencias tienen previstas las fuerzas vivas de nuestra mortecina fiesta para aprovechar la oportunidad, que por cierto se ha abierto ya en otros estados del país sin encontrar una respuesta pronta y apropiada por
parte del estamento taurino? Lo ignoro, y seguramente lo mismo le pasa a usted. Y es que no ha habido pronunciamientos claros, planes conjuntos, diálogo organizado en busca de una ruta coherente hacia la reanudación de los festejos taurinos. Y si algunos hubo, fundamentalmente en cosos de Tlaxcala y Zacatecas, y últimamente en Aguascalientes y Cinco Villas, se trató de corridas aisladas, al margen de un proyecto de continuidad y con escaso eco mediático. Fruto más de buenas intenciones aisladas que de un proyecto conjunto y bien planteado.
Ya sé que hablar de unión y trabajo asociado tratándose de la gente del toro es invocar un milagro, pero si alguna circunstancia demandaba desoír por una vez la voz de las malas costumbres era precisamente ésta que durante más de un año hemos vivido. Mas no hay reacción: para empresarios, apoderados, toreros, ganaderos, y la mayoría de los críticos y
opinantes es como si nada sucediera. Por lo que ellos respecta –habrá excepciones—sólo queda sentarse a esperar. Esperar a qué, ésa es la incógnita.
No hay peor bicho que la pasividad. Desde que el mundo es mundo no se sabe de crisis alguna, ni aún las peores, que no haya aconsejado, en razón misma del derrumbe, cambios de fondo. Lo que llaman hacer de la necesidad virtud. No existe mayor enemigo que la inacción, la experiencia indica que resignarse a la fatalidad equivale al suicidio. Por eso estas líneas.
Por eso la apresurada propuesta que a continuación formulo.
Algunas ideas. Me concentraré en la Plaza México porque es la que, de manera natural,,tendría que tomar la batuta con vistas al reposicionamiento de la tauromaquia en el país.
Y pienso que, si el 25 por ciento de asistencia que acaba de autorizarse resulta una limitante muy seria para otros espectáculos, trasladada al coso capitalino representa entre diez y once mil espectadores: prácticamente un entradón, si nos atenemos a los raquíticos patrones de asistencia a la Monumental a lo largo de este malhadado siglo XXI. Hay aquí una oportunidad de oro y sería tonto no aprovecharla.
Abruma el encierro, sobran encierros. Llevamos 15 meses sin toros en la capital y la gente abomina ya del confinamiento y sus restricciones, qué mejor ocasión para ir en corto y por derecho a ese toro que escarba retador con los once mil boletos enredados en la cornamenta. Que toros, precisamente, es lo que más debe abundar hoy en las ganaderías
del país, y sus criadores estarán desesperados por lidiar en vez de enviarlos a la muerte ignominiosa del rastro. De lo perdido bueno será lo que aparezca.
Es hora, pues, de volver al toro. Al toro auténtico, no a su cansino sucedáneo, ese post toro de lidia mexicano gustosamente impuesto por los ases foráneos al mismo tiempo que repudiado, con su alejamiento de la taquilla, por la afición. Como la temporada de reinicio sería necesariamente corta, acudir en busca del toro de verdad a los potreros de La Joya,
Santa María Xalpa, Los Encinos, Jaral de Peñas o Piedras Negras sería un paso obligado.
Con espadas nuestros. No creo que los matadores mexicanos y sus emolumentos fueran a ser obstáculo. Estarán rezando porque llegue a su fin el prolongado, angustiante, impredecible paro al que han sido sometidos, y rabiarán por volverse a calzar el terno de luces. Desde luego, como cabezas d ecartel habría que contar con Joselito y Luis David
Adame, El Zapata, Leo Valadez, Sergio Flores, los Arturos Macías y Saldívar y El Payo.
¿Reforzar los carteles con españoles? ¿Para qué? Que se sepa, en el presente siglo solamente uno de tales figurones fue capaz de llenar a su capacidad máxima el coso Monumental –no hablo de Roger Federer, obviamente–. Para efectos de esta temporada de relanzamiento y remozamiento de la fiesta, obligadamente brece –media docena de corridas alcanza perfectamente– no estaría nada mal prescindir de ellos por completo.
Tampoco me parece que los aficionados –ávidos de toros y de romper con la pesadilla de la cuarentena más larga de la historia—pusieran remilgos a carteles a base exclusivamente de diestros mexicanos. Que los hay, los hubo siempre, capaces de suscitar interés e incluso polémicas. Y de triunfar y hacerse repetir reiteradamente. Siempre, claro está, que la organización sepa impulsar el reposicionamiento de la fiesta en los medios masivos,
fundamentalmente los audiovisuales.
La cuestión económica. Por supuesto, los tiempos no son propicios para el regateo sino para la solidaridad. Se impone como llamado a la conciencia de todos los factores del espectáculo. Del primero al último. Hablamos, claro está, de una solidaridad equilibrada.
De ceder proporcionalmente de acuerdo a la posición de cada quien, sin cargarle la mano al débil ni intentar sacar raja de la coyuntura.
Las empresas, por su parte, deben pensar por ahora más en la recuperación de su mercado que en la ganancia inmediata. Calcular que los aficionados no van a regatear su asistencia –la estarán deseando, luego de tan prolongado ayuno— pero tampoco disponen de fondos ilimitados. Y echar mano d ela imaginación pensando en el presente pero también en el futuro: nada mal estaría que algunos cientos de esos once mil boletos autorizados se destinen, gratuitamente, a jóvenes y niños. E incluso agente de la tercera
edad, aficionados viejos que fueron siempre mentores de los nuevos en el tendido. E insistiré en carteles realmente atractivos, para lo cual habrá que volver a la buena costumbre de repetir a los triunfadores y, por lo mismo, romper con la insana costumbre de tener todo cocinado de antemano en programaciones tipo feria, olvidando que lo de México fueron siempre temporadas cuyos resultados iban dictando su natural desarrollo.
Se requiere, eso sí, del toro de verdad y toreros de casta para enfrentarlo.
Tras un proyecto bien diseñado. El llamado no es solamente para la Plaza México, motivo y referente de estas reflexiones. Puesto que la misma empresa tiene bajo su control los cosos de Guadalajara, Aguascalientes y la injustamente olvidada Monterrey, entre otros, eso posibilitaría un plan extensivo al resto del país. Aprovechar tal coyuntura, llamar a un proyecto conjunto a empresas más modestas, indispensables para la celebración de corridas y ferias provincianas, pareciera lo indicado. Lo otro, la inacción y la espera sin fin lo único que puede acarrear es el descarte definitivo de la tauromaquia del patrimonio cultural de este país, envuelto de por sí en prácticas, discursos y campañas ominosas.
Claro que para llevarlo a cabo se requiere sentido de la oportunidad, sensibilidad para encarar situaciones como la presente, ganas de hacer negocio, fértil imaginación y, por encima de todo, verdadero amor por la fiesta.
En México, hoy, el toreo necesita apretarse bien los machos y, entre todos, tirar pa´lante.