Un 8 de abril de 1962…

Un 8 de abril de 1962…

ABC responde la inquietante pregunta de por qué se

Belmonte desde su época de novillero llevaba siempre consigo un revólver y al cambiarse de ropa lo colocaba en un bolsillo de su bata.

Una vez terminó la solitaria comida pidió un bolígrafo, un papel y un sobre.

Y escribe la carta al juez de guardia : Que no se culpe de mi muerte a nadie.

Como el médico le desaconsejaba la siesta, montó de nuevo a caballo.

Vuelve al sillón de nuevo y apoya el cañón del revólver sobre el cuello y se dispara un tiro.

La gobernanta cumpliendo las órdenes de la cocinera intenta despertarle pero cree verle tan profundamente dormido sin advertir el hilo de sangre oculto bajo su cabeza ni el revólver que descansa en su regazo.

Después de otra hora les extraña se inquietan y se lo dicen a uno de los gañanes. El mismo acude y dice don Juan está muerto.

Esto es lo fehaciente, se dijeron tantas cosas entonces, pero lo cierto es que murió a pocos días de cumplir los sesenta años, con una mirada de ojos oscuros, resignados, nostálgicos, penetrantes, como le vió Zuloaga al Belmonte eternamente vestido de luces.

Murió debajo del citado cuadro y quizás envuelto en la soledad de sus atardeceres.

Juan Belmonte tenía una vida pacífica, por tanto sin motivo aparente para tomar tal decisión

Nunca se sabrá la razón de tal resolución.

Se habló con insistencia que estaba enamorado de una joven rejoneadora colombiana Amina Assis, tenía fama de enamoradizo, pero sin nada de certeza en ello. Hace 61 años se pegó un tiro uno de los pilares de la tauromaquia, don Juan Belmonte

¿Por qué murió Juan Belmonte?

Hoy se cumplen 61 años de la muerte del sevillano que revolucionó el arte del toreo

¿Por qué murió Juan Belmonte?

Fue el 8 de abril de 1962. Juan Belmonte había fallecido en su finca «Gómez Cardeña», en Utrera . Pronto, a pesar de la estrechez informativa de la época, trascendieron las verdaderas circunstancias de la muerte de una leyenda que revolucionó el mundo del toreo . Belmonte se había quitado la vida con un pequeño revólver que había llevado siempre consigo sin que, hasta ahora, hayan trascendido las verdaderas causas que le llevaron a tomar tan drástica decisión.

El cardenal Pedro Segura exigió a la familia del torero una declaración jurada de muerte natural para poder enterrarlo en tierra santa que estaba vedada a los suicidas por la Iglesia preconciliar, y su entierro se convirtió en una impresionante manifestación de duelo que conmovió a toda la ciudad.

Pero, ¿por qué se quitó la vida Juan Belmonte? Se llegó a hablar de amores imposibles para un hombre de su edad, versiones que nadie ha puesto en pie. César Jalón , el crítico taurino que firmaba sus crónicas como ‘ Clarito ‘, apunta en sus memorias otras hipótesis mucho más realistas: «La angustiosa enfermedad de Julio Camba y del marqués de Villabrágima le parecía inhumana. Y él vivía preocupado por un amago de parálisis facial».

Hijo de quincallero , sus principios tendrían el halo trágico y romántico de las noches de la dehesa de Tablada . Descubierto por el banderillero Calderón , y tras sonados fracasos, un sorprendente triunfo en Castellón le lleva a Sevilla y le pone a las puertas de la alternativa, celebrada en la plaza de Madrid la misma tarde en que se retiró « Machaquito «.

Es, junto a « Joselito «, una de las más anchas y nobles ramas del tronco del toreo sevillano , cuya evolución posterior no se puede entender sin el estudio de su figura. Aporta al toreo una considerable reducción de los terrenos , una invasión de las trayectorias naturales de los astados que, unida a un estético patetismo condicionado por la personal apostura de su figura, cambiará para siempre los fines del toreo.

Sin embargo, en contra de lo que pueda creerse, no se puede entender la figura de Juan sin la de José. El temple, quietud y estética esbozados por Belmonte necesitarán de la magistral influencia del torero de Gelves para profesionalizarse, para poder ser impuesto progresivamente a un mayor número de toros.

Juan sería cada vez más José y viceversa, pudiendo afirmar que la progresiva brillantez, el futuro toreo ligado, nace de la fusión del tradicional estilo gallista y la renovación belmontina.

Nada fue igual después del genial trianero , no sólo en la lidia sino en las formas tradicionales. Suprime la coleta y la aflamencada indumentaria de calle de los lidiadores. Se rodea de intelectuales , y, sobre todo, es el más firme impulsor de la fiesta entendida como un espectáculo estético, emprendiendo una rápida evolución que alcanza nuestros días.

Retirado, ganadero de reses bravas , figura inconfundible del paisaje sevillano, decidió acabar con todo aquella tarde abrileña en su campo de Utrera. «Sólo te faltaría morir en la plaza», le había espetado en sus comienzos don Ramón María del Valle Inclán , a la cabeza de ese grupo de intelectuales del 98, enamorados de la leyenda del quincallero de Triana que se había curtido en el oficio echando la capa a las reses encerradas en la dehesa de Tablada.

Pero la muerte no tenía prisa y estaba esperando en los campos de Utrera a ese labrador rico, prematuramente envejecido y encerrado en sí mismo aquella tarde primaveral de 1962.

El investigador, don Mariano Cifuentes, agrega :

Belmonte desde su época de novillero llevaba siempre consigo un revólver y al cambiarse de ropa lo colocaba en un bolsillo de su bata.

Una vez terminó la solitaria comida pidió un bolígrafo, un papel y un sobre.

Y escribe la carta al juez de guardia : Que no se culpe de mi muerte a nadie.

Como el médico le desaconsejaba la siesta, montó de nuevo a caballo.

Vuelve al sillón de nuevo y apoya el cañón del revólver sobre el cuello y se dispara un tiro.

La gobernanta cumpliendo las órdenes de la cocinera intenta despertarle pero cree verle tan profundamente dormido sin advertir el hilo de sangre oculto bajo su cabeza ni el revólver que descansa en su regazo.

Después de otra hora les extraña se inquietan y se lo dicen a uno de los gañanes. El mismo acude y dice don Juan está muerto.

Esto es lo fehaciente, se dijeron tantas cosas entonces, pero lo cierto es que murió a pocos días de cumplir los sesenta años, con una mirada de ojos oscuros, resignados, nostálgicos, penetrantes, como le vió Zuloaga al Belmonte eternamente vestido de luces.

Murió debajo del citado cuadro y quizás envuelto en la soledad de sus atardeceres.

Juan Belmonte tenía una vida pacífica, por tanto sin motivo aparente para tomar tal decisión

Nunca se sabrá la razón de tal resolución.

Se habló con insistencia que estaba enamorado de una joven rejoneadora colombiana Amina Assis, tenía fama de enamoradizo, pero sin nada de certeza en ello.

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