Día: 7 de septiembre de 2020

Alcalino toca el tema mas dramático: El toro y la pandemia

El toro. La belleza incomparable del toro. Su historia mítica, totémica, ancestral. Señor del campo y de cuanto le rodea. Animal capaz, con su sola presencia, de modelar un hábitat natural propio, sea la dehesa reverdecida o la reseca tierra de nuestro altiplano.

Trópico ardiente o gélida sabana de los inviernos manchegos. 

El toro, siempre el toro. Alerta o calmo. Solo o acompañado. Fuerza en reposo o tensión alerta. El toro, siempre el toro. ¿Habrá espectáculo más hermoso que el del toro en el campo, el toro en la plaza, el toro en la memoria perennemente fresca del ganadero, el torero, el aficionado?.

Hoy, ese toro y el santuario particular que lo rodea no son más promesa de casta en la pelea ni de arte en los ruedos del mundo, abiertos a lo inconmensurable, estación obligada de su rito sacrificial.

Con la pandemia activa y las corridas en suspenso –largo, incierto suspenso– se toro y ese hábitat tan exclusivamente suyo han caído en el limbo. 

Dicen los vaqueros, con su hálito de ruda sinceridad, que los toros reburdean hoy más de lo habitual. Que las peleas entre ellos son más frecuentes. Que tanta pasividad les sienta mal. Pienso en el toro de antes –más asilvestrado, peor atendido sanitariamente–, y lo comparo con el toro de hoy –casi mimado en su vida de príncipe heredero–.

Y pienso en los ganaderos y las cuentas que no les salen.

No es sólo que no haya corridas, y por lo tanto estén cancelados unos ingresos calculados de antemano, aunque en nuestro México ese cálculo lleve años convertido en ilusión.

Está lo que cuesta mantener en pie una cabeza de ganado –macho o hembra, añojo o semental–, sin contar lo que supone “poner” una corrida. La famosa «saca» quedó en el aire. Y el futuro de muchas ganaderías, en suspenso. 

Pero si la perspectiva es calamitosa para el ganadero –por ahí tendrían que empezar unos apoyos gubernamentales, tan hipotéticos como improbables–, si se cierne sobre cada uno de ellos la ominosa posibilidad de enviar docenas de cuatreños al matadero, y si nos encontramos ahora mismo bajo el riesgo, absolutamente real, de que muchas ganaderías desaparezcan, esta columna quiere rendir hoy contristado homenaje a cada ejemplar de la hermosísima familia toro de lidia.

El mítico animal cuya casta brava le ha ganado por siglos el privilegio de hollar la arena de las plazas de toros y pelear hasta la muerte porque en ello estriba su dignidad como individuo y su razón de ser como especie.

Y su exclusiva y libérrima forma de vida, diseñada no para el dolor sino para el esplendor de su lucha y sacrificio finales.

Esos quince minutos sagrados, incrustados entre dos eternidades.

También creo, con Carlos Fuentes, que «la fiesta de toros representa el conflicto entre la naturaleza y la voluntad humana, en el que la muerte siempre es vida… y en el que, al final, el que en verdad perece es el torero, porque el toro siempre sobrevive».

(«Ofensa y defensa de la tauromaquia», p. 195)

Que el toro es lo permanente y el torero lo transitorio. Que en esa extraña, hermosa y aleccionadora cara de la vida que es la fiesta de toros la presencia poderosa del toro es clave fundamental, puesto que sin toro no hay fiesta, sin su bravura no hay emoción, sin su nobleza no hay arte.

Puede que, efectivamente, este mundo insólito de confinados, embozados, acosados y mediatizados seres humanos, el toreo no tenga ya cabida.

A ese respecto, me atengo a las sabias palabras del inolvidable Raúl Dorra en su prólogo de la obra citada:

«… justamente porque no soy aficionado, estoy convencido, tanto como tú, de que sería triste que nuestra cultura, ya bastante entristecida, se quede sin los toros»

(íbid, p. 14).

De nosotros depende, circunstancias de por medio, que el oportunismo de politicastros y el fanatismo de los taurófobos se quede sin respuesta. Y que nuestra Fiesta –empezando por el toro de lidia– se salve.

¿Por qué nos discriminan?, preguntan los toreros al director del Servicio de Empleo de Sevilla

¿Por qué nos discriminan?, preguntan los toreros al director del Servicio de Empleo de Sevilla. El mundo del toro es civilizado, sí. Pero a veces cansa el ninguneo y los toreros en Sevilla optaron por ir a la oficina del responsable del Servicio de Empleo, que ¡¡ni caso!! a las peticiones de los profesionales.

Que han cubierto sus mesadas y que esta hora tan critica pasan, muchos, física hambre y requieren no el auxilio sino lo que les corresponde… Y fueron a dar la cara y a preguntarle ¿por qué?, ¿por qué nos discriminan?

Alvaro del Moral lo cuenta así :

Un grupo de entre 20 y 25 profesionales taurinos –picadores, banderilleros y mozos de espada- han irrumpido en la mañana de este lunes en las oficinas del Servivio de Empleo Público Estatal de Sevilla (SEPE).

Acorralando a su director, Enrique González, al que demandan las ayudas negadas al sector taurino por el cese de actividad forzado por el covid-19.

En este escrache, grabado en vídeo por los propios interesados, se han vivido momentos de gran tensión.

Los toreros de plata han irrumpido en el despacho de González gritando que “el toreo es cultura”.

En medio de los gritos se escucha hablar de “cotizaciones”, “discriminación” o “hambre”.

La protesta ha transcurrido en un clima violento en el que González ha invitado a los autores de la protesta a esperar el veredicto de los juzgados.

Hay que recordar que la Fundación Toro de Lidia (FTL), junto con la Unión Nacional de Picadores y Banderilleros Españoles (UNPBE), ya había interpuesto una querella criminal contra Enrique González tras denegar de manera reiterada a los profesionales del toreo las solicitudes de prestación extraordinaria presentadas.

Los profesionales taurinos, advertía entonces la Fundación,

“están recogidos como artistas en espectáculos públicos desde 1.985 y hasta ahora no han podido acceder a las prestaciones extraordinarias aprobadas en el Real Decreto Ley 17/2020 en Sevilla por la sistemática discriminación de la delegación”.

Dicho decreto, aprobado el pasado 5 de mayo, recogía unas prestaciones extraordinarias al desempleo dirigidas al colectivo de artistas en espectáculos públicos.

Entre los que se encuentran los profesionales taurinos, incluidos en la categoría de artista en espectáculo público desde el Real Decreto 1435/1985, de 1 de agosto.

El alcalde de Cali que sabe no puede prohibir las corridas, señala ahora «no quisiera»

El alcalde de Cali que sabe no puede prohibir las corridas, señala ahora que «no quisiera». La controversia no cesa con el alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina que pasó de «no más toreo» en Cañaveralejo a responderle a Guerrita Chico: «no quisiera que en nuestra ciudad siga esa práctica…»

Bueno, yo también quisiera que Cali, (soy bogotano pero eso nada tiene que ver con mi amor por esa capital, por sus gentes, por sus valores literarios, por sus pintores, por su arquitectura, por su gastronomía, por sus iglesias, sus paisajes, por esos cafecitos donde degusto un tinto y de unas largas y amables tertulias) tuviera una administración dedicada a aliviar las tensiones sociales, porque no sigan muriendo ciudadanos a merced de la delincuencia, porque haya mas escuelas, menos pobreza en sus barrios marginados, un manejo adecuado de la movilidad.

Y repito con Gercy Marmolejo unos bellos versos a Cali :

«…Mañana verde que canta esperanzas,

sol que nos da vida

e incita a devorarnos el día

Grito rojo, pasión verde en el Pascual,

noches en San Antonio  vestidas de amor,

cholao dulce, frutal

como labios de mujer que ama,

Brisa de media tarde que viene del mar,…»

No somos maltratadores, señor Alcalde, no somos asesinos y como usted bien dice aunque lo matiza, pues arte sí es el toreo (Ay, médico ilustre, si usted pudiera emocionarse con un natural de Antoñete, una media verónica de Emilio de Justo, un arabesco de Curro Romero, un pase colocando la muleta planchada y dejando venir a toreo de lejos de César Rincón para «vaciar» el muletazo detrás de la cadera… ¡¡¡Ay, señor alcalde!!!.

¡Cómo lamento que usted no vea ARTE en esa fantasía efímera y eterna!

Nosotros los taurino defenderemos nuestro ceremonial. Que a usted no le guste, es otra cosa. Y ahí no entro a juzgarlo…

Sin espada, Emilio de Justo deja «el toreo» en Priego de Córdoba

Sin espada, Emilio de Justo deja «el toreo» en Priego de Córdoba. A veces el titular se lo lleva el torero (a), rejoneador (a), que corta las orejas y «se olvida», lo bueno que ha quedado en el ruedo como el aroma de esos perfumes finos.

Pues cuentan quienes estuvieron en Priego de Córdoba que el toreo de capa, esas medias y el toreo al natural fueron de escándalo.

Pero claro, hay que cumplir con el último tercio y eso no se produjo.

Lea Vicens (numericamente) triunfó, pero Emilio de Justo sembró ese toreo etilístico, el clásico, el de siempre, ese que enamora.

En el Diario de Córdoba se apunta:

Emilio de Justo dejó los mejores pasajes de la noche, particularmente con el capote, con el que ofreció todo un recitar en su primero, con unas acompasadas verónicas de recibo y un posterior galleo por chicuelinas con el que colocó el toro ante el caballo.

Con la muleta, faena a media altura en la que tras las probaturas iniciales destacaron dos tantas por la derecha en las que crujieron los tendidos, cambiando al pitón contrario sin la rotundidad alcanzada en los pasajes anteriores.

Lo volvió a intentar de Justo con la derecha, aunque ya prácticamente sin toro, perdiendo con los aceros y particularmente con el sainete que ofreció con el descabello, los máximos trofeos.

En el que cerraba plaza, al que recibió con unas verónicas genuflexas de bella factura, lo intentó por ambos pitones, destacando dos tantas por la derecha que hacían presagiar lo mejor, aunque como le ocurrió en su primero, el toro fue perdiendo fuelle y con él la intensidad de la faena.

Ajustadísimas manoletinas para terminar su actuación y nuevamente el mal uso de los aceros volvía a quitarle de las manos unos trofeos más que merecidos en una noche en la que, pese al coronavirus y otros no pocos obstáculos, los festejos taurinos se mantuvieron en Priego como es tradicional. 

Sin espada, Emilio de Justo deja «el toreo» en Priego de Córdoba.

RESUMEN

Lea Vicens: pinchazo y rejón (oreja); y rejón (dos orejas).

Enrique Ponce: estocada (oreja); y metisca, pinchazo, estocada y dos descabellos (ovación).

Emilio de Justo: Estocada y seis descabellos (ovación); y dos pinchazos y media estocada (ovación).


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