Sin duda, nuestra afición a los toros nació en el toreo cómico que tiene sus antecedentes en las mojigangas del siglo XVIII , y fue Llapicera en los primeros años del siglo XX ( por allá en 1916 ) quien eleva esta expresión maravillosa del arte torero al cenit.
De pequeños, nuestros padres nos llevaban a balcón en La Santamaría en Bogotá para admirar al Bombero Torero, al Empastre, al Chino Torero, al «Terrible Pinilla», un actor y torero de campanillas que hoy es un gran fotógrafo, a los Valencia y su desternillante espectáculo de Superlandia y Kalimán en el que a propósito toreó en una de sus funciones en el Coso de la calle 26 lidiando un becerro en una tarde maravillosa para él , como antes, lo hizo el maestro Manolete en Barcelona en una función de toreo Cómico.
Pues en esas funciones en Bogotá crecimos amando al toro, a los toreros y sus graciosas piruetas.
El también conocido como toreo bufo surgió en el litoral mediterráneo, en Cataluña y Valencia, y enseguida encontró una triunfal acogida en las plazas de toros del resto de España, de Hispanoamérica e incluso del norte de África.
El creador de esta nueva versión cómica del toreo fue el valenciano Rafael Dutrús, apodado ‘Llapisera’ porque se presentó en el ruedo vestido con frac y sombrero de copa, totalmente de negro. Como era un tipo alto y delgado, dijeron que parecía un lapicero, cuya traducción al valenciano le iba a convertir en un personaje enormemente popular.
Su éxito sirvió para que afloraran imitadores, como el catalán Carmelo Tusquellas, apodado ‘Charlot’ por la desternillante versión taurina de la gran estrella del cine mudo, o Jaime Colomer, caracterizado como ‘El Botones’. Pronto se unieron los tres en un espectáculo de enorme éxito, novedoso, divertido y barato, sobre todo barato, que iba a hacerse un hueco en los carteles de feria.
Esas diabluras de los toreros cómicos ( que es por cierto el mas serio del mundo pues se requiere talento, agilidad, destreza y conocimientos taurinos para burlar las embestidas de las vacas y los novillos ) han hecho parte de nuestro ser sentimental y creo que apoyar a los toreros cómicos es pertinente y necesario. Primero, por el público de 8 a 90 años ( los mayores de 90 deben ir con sus padres ) que goza con ese toreo y por los artistas que están pasando fatigas en estos tiempos de crisis.
Morante de la Puebla observa una espada innovada junto al fabricante de útiles Manuel Salas (derecha) y al veterinario Julio Fernández (izquierda).
Castilla y León estudia nuevos utensilios taurinos, según el Norte de Castilla
México se adelanta hace un par de años probando varas de picar, banderillas y estoques para procurar adecuar la fiesta a estos tiempos en los que un sector de la sociedad no acusa de maltratadores y asesinos sin conocer el ritual, su razón de ser, su esencia.
Un día de 1928 se optó por el peto para cubrir al caballo de picar , a fines de los cincuentas, la segunda raya por iniciativa del maestro Domingo Ortega. La verdad es que estos ceremoniales tiene sus reglas, su procedimientos para sin deformar el espíritu de la corrida se puede adecuar, reglamentar, o morigerar como nos pidió la Corte Constitucional hace 10 años.
Y en Castilla la Mancha se prueban otros utensilios que estuvo escudriñando el maestro Morante.
Cualquier reforma la haremos los taurinos no nuestros contradictores.
La llamada televisión generalista poco o nada se ocupa del mundo del toro salvo que haya un escándalo, un suceso, por ejemplo, que intentaron cerrar Cañaveralejo porque un funcionario mindundi del mintrabajo quiso abusivamente sellar la plaza porque un menor con permiso de los padres , salvoconductos y visa iba a torear un becerro y no lo permitieron. Cuando don Alberto García, el vocero de Tauroemoción empresa que dio los festejos en Cali convocó a los periodistas especializados en el tema taurino aparecieron colegas que jamás habían ingresado siquiera al coso de la carrera quinta.. . Pero había escándalo y se prendieron los focos.
Bueno, para mis compañeros de profesión de T.V solo vale una tragedia. Pero una tarde formidable de Luis Bolívar, o una faena de Emilio de Justo, o la embestida con clase y encastada de un toro, o una media verónica no interesa, no está en su agenda . Y me responderán : Good news , no news ( buenas noticias no son noticia ).
Por cierto, añoro esos programas de Pacheco, el maestro Espinosa y Bárcenas, Santiago Pimentel que dedicaban su talento al mundo del toro. Ya no están en la parrilla de programación.
Total, que rompiendo esquemas, un gran entrevistador de RCN invitó a un ser único e irrepetible : Gitanillo de América, buen conversador, pleno de anécdotas, de gracia y salero y quien no vacila en argumentar en favor del toreo. La charla por el invitado y el entrevistador fue todo un éxito.
Otro invitado por estos días en varios espacios de la televisión es Sebastián Eslava, el hijo del maestro Pepe Cáceres quien ha hecho una película formidable que es el mejor homenaje al gran torero de Honda, a su progenitor , cinta que va más allá del toreo aunque éste le sirva de pretexto para narrar una hermosa historia, bien construida, narrada y actuada por el director-actor. Si un antitaurino la va a ver, si va de buena fe, encontrará muchos valores en esos 94 minutos. Me temo que no irá. Por prevención, por descuido o por «malaje «.
En una sociedad libre debería ser absolutamente normal que el toreo sea incluido en muchos espacios de nuestra televisión pero la arbitrariedad vestida de silencio , de negación intenta desprestigiar un ritual lleno de arte, belleza, de valor, de temeridad, de caballerosidad si me permiten.
Los cinéfilos llenaron una de las salas en Manizales , me cuenta n alborozados mis amigos de Taurojoven
Armillita en un adorno. Oleo de Ruano Llopis. La primera imagen, la segunda , la de su rival en el ruedo, Alberto Balderas.
Alberto Balderas
Se ha dicho que El Toreo fue la plaza de los manos a mano. También que el más apasionante de todos, tanto que llenó una época y se repitió más veces que ningún otro, lo protagonizaron Fermín Espinosa “Armillita” y Lorenzo Garza, a tono con Alberto Balderasel permanente debate entablado por sus incontables y enconados partidarios. Pero si ambos tuvieron un tercer alternante especialmente combativo e incómodo, ése fue Alberto Balderas. Sin importar que las más de las veces Fermín y Lorenzo resultaran vencedores, Balderas siempre volvía a retarlos, empujado por su Porra, tan numerosa y brava como capaz de recurrir a todo –despliegue publicitario, octavillas agresivas que repartían en el tendido, cronistas condicionados a favor– con tal de mantener a su torero en el candelero.
¿Cómo correspondía Alberto al activismo incesante de aquel aparato tan bien aceitado? Arrimándose al toro sin tregua ni reposo. Había sido un novillero fino, orientado hacia el clasicismo por su mentor Samuel Solís, contemporáneo de Rodolfo Gaona. Hasta se atrevieron a considerarlo posible sucesor del Califa de León, cuyo suntuoso toreo de capa y elegantes segundos tercios hacía recordar. Pero sus primeros pasos como matador no fueron auspiciosos en México y menos aún en España, donde su nombre apenas contó luego de que tomara allá la alternativa (Morón de la Frontera, 10.09.30, de manos de Manolo Bienvenida). Hasta que un despertar inesperado, en el invierno capitalino de 1932-33, lo colocó definitivamente en figura. Afanoso por conquistar un sitio entre los ases, había cambiado de estilo hasta transformar sus faenas en un combate abierto, algo descuidado de las formas pero de gran impacto popular. Incluso le favoreció que la empresa Dominguín-Margeli lo excluyera de dos temporadas grandes consecutivas, pues sus partidarios reaccionaron volcándose en contra de Domingo Ortega, poderdante de su tocayo Dominguín y el verdadero poder tras la sillón empresarial. En realidad, lo único que de momento consiguieron fue, en corrida ajena a la empresa constituida, un mano a mano con Garza que encumbraría definitivamente al de Monterrey, porque a Alberto lo hirió de gravedad el primer toro dejándole a Lorenzo los seis de San Mateo con los que iba a escribir una de las páginas más brillantes de su ejecutoria (03.02.35). Pero hasta de esa adversidad supieron sacar raja los balderistas, que no tardarían en nombrar Torero de México a su ídolo pese a que dicho título, puesto en juego en otro par de trepidantes encuentros directos con Lorenzo (23.02 y 15.03.36), lo había ganado en buena lid el de Monterrey, al que no pareció preocuparle que su rival se apoderara del sobrenombre.
Balderas mano a mano con Armillita. Ocho veces, a lo largo de la década del treinta, se repitió ese cartel en el coso de la Condesa. Y aunque en el recuento sale mejor parado el Maestro de Saltillo (cortó 11 orejas y 4 rabos por 9 y 3 de su oponente), hubo una tarde en la que Alberto lo arrolló sin consideración ni reparos, alcanzando uno de los triunfos más sonoros que registran los anales de El Toreo. A esa corrida, celebrada el domingo 22 de enero de 1939, se referirá la presente Historia de un cartel. Ya no era Balderas el consentido de don Antonio Llaguno, el amo de San Mateo, que tanto lo había impulsado y que ahora reservaba sus ejemplares de mejor nota para Lorenzo Garza y Luis Castro “El Soldado”. La temporada de 1938-39 se venía dando sin especial lucimiento cuando Garza protagonizó una de sus apoteósicas encerronas con ganado sanmateíno (15.01.39); así las cosas, se anunció para el domingo siguiente la presentación de Alberto Balderas, con toros de Piedras Negras y Fermín Espinosa como alternante. Armillita llevaba ese invierno una campaña bastante floja y los balderistas recibieron a su torero con tal entusiasmo que tuvo Alberto que dar una vuelta al ruedo en agradecimiento por la calurosa acogida.
La prensa, tanto la de información general como la especializada en toros, sabía tender oportunos puentes entre pasado y presente, y para calentar el ambiente no dejó de remitirse a aquel otro mano a mano, también con astados de la divisa rojo y negro del campo tlaxcalteca, cuando Balderas arrojó la oreja todavía caliente de “Carrocero” a la cara de Carlos Quirós “Monosabio”, factótum de la crónica taurina desde su tribuna de La Afición, donde le negaba todo mérito y acostumbraba zaherir con saña a sus seguidores. Llevaba Alberto la ropa destrozada y una herida de cierta consideración que lo recluyó en la enfermería dejándole el resto del encierro a Fermín Armilla, que no tardaría en cortar el rabo del cierraplaza “Algarrobo” (22.01.33). De hecho, antes de ésta de enero del 39, que sería la sexta confrontación directa entre ambos en el coso de la Condesa, el “Chato” Balderas las había perdido todas con Fermín. Pero el tipo tenía tanta casta que ese dato adverso seguramente obró como un revulsivo para su sed de venganza.
Mucha romana. En una época en que las pugnas más duras no sólo involucraban a las figuras sino también a los ganaderos de tronío, don Wiliulfo González eligió para la ocasión una señora corrida de toros, pendiente de establecer claro contraste con el apañado encierro que don Antonio Llaguno acababa de servirle a Lorenzo Garza para que redondeara un triunfo de escándalo. Nada que impresionara mayormente a un Armilla forjado con los tremendos encierros españoles de antes de la guerra, pero tampoco a un Balderas con ánimo de saltar la raya allí donde se la pintaran a pura decisión y coraje.
Naturalmente, el lleno fue de los que agotan el boletaje.
Fermín, borroso. El saltillense, que se había estrenado cortándole el rabo al sanmateíno que abrió la temporada –“Pandereto” de nombre—, tuvo luego un terceto de actuaciones más bien grises, la primera de ellas como padrino de confirmación de Silverio Pérez (11.12.38). No era lo habitual en Fermín y sus partidarios esperaban la revancha. Pero lo que llegó fue una nueva decepción; es decir, tres lidias simplemente correctas, con una segunda faena de estructura sin duda más templada y fluidamente moderna que las de Balderas, malograda al demorar la muerte de “Tendero”.Y eso enfrió a la gente, como fría en general fue la actuación del menor de los Armilla.
Alberto bate todas las marcas. Tuvo la tarde más feliz de su vida, sin resquicios para el desaliento, haciendo de las tres lidias a su cargo un continuum triunfal que mantuvo a la plaza en tensión y a su numeroso y entusiasta partido en un grito aclamatorio que parecía no terminar nunca. Le correspondieron, en ese orden, “Gallareto”, “Lucerito” y “Marinero”, noble el primero, duro y encastado el segundo y con mucho que torear el bravo cierraplaza. A los tres les hizo horrores. Se prodigó en quites: variado, corajudo, emotivo siempre; rayó a la altura de su fama de gran banderillero, y muleta en mano los toreó de pie y de rodillas, por alto y por bajo, sentado en el estribo o golpeándoles la jeta con la rodilla para provocar la remisa arrancada en la fase final de sus faenas. Y con la espada –su punto débil de otras veces— se mostró resuelto, seguro y eficaz. Las orejas y el rabo, galardón máximo que el reglamento permite, se reprodujeron en las tres ocasiones. Algo que no había conseguido nadie en El Toreo, ni volvió a darse después.
Crónica de “El Duque de Veragua”. Armando de Maria y Campos, que lo mismo firmaba crónica taurina que teatral, daría profesión de fe balderista, con sugestivos toques de antiarmillismo, en el relato celebratorio de la apoteosis del Chato Balderas, según demuestra este breve extracto: “El Torero de México por excelencia, no sólo de nombre, sino porque el sabor de su arte se ajusta al buen gusto de la mayoría del público de México, tuvo una tarde triunfal (…) mató tres toros y cortó seis orejas y tres rabos ¿Hay alguien que pueda decir con menos palabras lo que significó para todos el triunfo del gran torero mexicano? (…) Sus tres toros de Piedras Negras salieron a pelear, y Balderas, cuando de pelear se trata, es siempre el primero (…) Extraordinariamente valiente, su valor empaña a veces su buen estilo(…) Podía, si así lo deseara, torear más tranquilo y asentado, y brillaría más su gran estilo de artista que siente y hace sentir el toreo. Aun así, qué sabor, qué color y que olor tienen los lances con el capote de este gran estilista (…) Inició su apoteósica actuación con un gran quite a la mariposa al primer toro. Y se quedó solo oyendo palmas durante toda la tarde porque asustó a su alternante, al que le dio un baño morrocotudo. (…) Toreó con la derecha ligando y mandando, con la izquierda cuajó magníficos naturales, se adornó temerario (…) Y aquí viene otra revelación: Balderas se encuentra convertido en un gran matador de toros (…) Tarde triunfal, de torero que además de tener arte sale siempre con el deseo de hacerse aplaudir, no podía tener como colofón otra cosa que la inevitable salida en hombros y el paseo triunfal por las calles de la ciudad.” (”El Eco Taurino”, semanario. 26 de enero de 1939)
A Alberto Balderas Reyes (México DF, 7 de abril de 1910-29 de diciembre de 1940), le quedaban exactamente un año, once meses y siete días de vida. La perdería un día aciago sobre la misma arena que aquel 22 de enero alfombró su paso con sombreros, puros y prendas, arrancadas del graderío de la Condesa por el poder de su entrega y su carisma.
Se ha dicho que El Toreo fue la plaza de los manos a mano. También que el más apasionante de todos, tanto que llenó una época y se repitió más veces que ningún otro, lo protagonizaron Fermín Espinosa “Armillita” y Lorenzo Garza, a tono con el permanente debate entablado por sus incontables y enconados partidarios. Pero si ambos tuvieron un tercer alternante especialmente combativo e incómodo, ése fue Alberto Balderas. Sin importar que las más de las veces Fermín y Lorenzo resultaran vencedores, Balderas siempre volvía a retarlos, empujado por su Porra, tan numerosa y brava como capaz de recurrir a todo –despliegue publicitario, octavillas agresivas que repartían en el tendido, cronistas condicionados a favor– con tal de mantener a su torero en el candelero.
¿Cómo correspondía Alberto al activismo incesante de aquel aparato tan bien aceitado? Arrimándose al toro sin tregua ni reposo. Había sido un novillero fino, orientado hacia el clasicismo por su mentor Samuel Solís, contemporáneo de Rodolfo Gaona. Hasta se atrevieron a considerarlo posible sucesor del Califa de León, cuyo suntuoso toreo de capa y elegantes segundos tercios hacía recordar. Pero sus primeros pasos como matador no fueron auspiciosos en México y menos aún en España, donde su nombre apenas contó luego de que tomara allá la alternativa (Morón de la Frontera, 10.09.30, de manos de Manolo Bienvenida). Hasta que un despertar inesperado, en el invierno capitalino de 1932-33, lo colocó definitivamente en figura. Afanoso por conquistar un sitio entre los ases, había cambiado de estilo hasta transformar sus faenas en un combate abierto, algo descuidado de las formas pero de gran impacto popular. Incluso le favoreció que la empresa Dominguín-Margeli lo excluyera de dos temporadas grandes consecutivas, pues sus partidarios reaccionaron volcándose en contra de Domingo Ortega, poderdante de su tocayo Dominguín y el verdadero poder tras la sillón empresarial. En realidad, lo único que de momento consiguieron fue, en corrida ajena a la empresa constituida, un mano a mano con Garza que encumbraría definitivamente al de Monterrey, porque a Alberto lo hirió de gravedad el primer toro dejándole a Lorenzo los seis de San Mateo con los que iba a escribir una de las páginas más brillantes de su ejecutoria (03.02.35). Pero hasta de esa adversidad supieron sacar raja los balderistas, que no tardarían en nombrar Torero de México a su ídolo pese a que dicho título, puesto en juego en otro par de trepidantes encuentros directos con Lorenzo (23.02 y 15.03.36), lo había ganado en buena lid el de Monterrey, al que no pareció preocuparle que su rival se apoderara del sobrenombre.
Balderas mano a mano con Armillita. Ocho veces, a lo largo de la década del treinta, se repitió ese cartel en el coso de la Condesa. Y aunque en el recuento sale mejor parado el Maestro de Saltillo (cortó 11 orejas y 4 rabos por 9 y 3 de su oponente), hubo una tarde en la que Alberto lo arrolló sin consideración ni reparos, alcanzando uno de los triunfos más sonoros que registran los anales de El Toreo. A esa corrida, celebrada el domingo 22 de enero de 1939, se referirá la presente Historia de un cartel. Ya no era Balderas el consentido de don Antonio Llaguno, el amo de San Mateo, que tanto lo había impulsado y que ahora reservaba sus ejemplares de mejor nota para Lorenzo Garza y Luis Castro “El Soldado”. La temporada de 1938-39 se venía dando sin especial lucimiento cuando Garza protagonizó una de sus apoteósicas encerronas con ganado sanmateíno (15.01.39); así las cosas, se anunció para el domingo siguiente la presentación de Alberto Balderas, con toros de Piedras Negras y Fermín Espinosa como alternante. Armillita llevaba ese invierno una campaña bastante floja y los balderistas recibieron a su torero con tal entusiasmo que tuvo Alberto que dar una vuelta al ruedo en agradecimiento por la calurosa acogida.
La prensa, tanto la de información general como la especializada en toros, sabía tender oportunos puentes entre pasado y presente, y para calentar el ambiente no dejó de remitirse a aquel otro mano a mano, también con astados de la divisa rojo y negro del campo tlaxcalteca, cuando Balderas arrojó la oreja todavía caliente de “Carrocero” a la cara de Carlos Quirós “Monosabio”, factótum de la crónica taurina desde su tribuna de La Afición, donde le negaba todo mérito y acostumbraba zaherir con saña a sus seguidores. Llevaba Alberto la ropa destrozada y una herida de cierta consideración que lo recluyó en la enfermería dejándole el resto del encierro a Fermín Armilla, que no tardaría en cortar el rabo del cierraplaza “Algarrobo” (22.01.33). De hecho, antes de ésta de enero del 39, que sería la sexta confrontación directa entre ambos en el coso de la Condesa, el “Chato” Balderas las había perdido todas con Fermín. Pero el tipo tenía tanta casta que ese dato adverso seguramente obró como un revulsivo para su sed de venganza.
Mucha romana. En una época en que las pugnas más duras no sólo involucraban a las figuras sino también a los ganaderos de tronío, don Wiliulfo González eligió para la ocasión una señora corrida de toros, pendiente de establecer claro contraste con el apañado encierro que don Antonio Llaguno acababa de servirle a Lorenzo Garza para que redondeara un triunfo de escándalo. Nada que impresionara mayormente a un Armilla forjado con los tremendos encierros españoles de antes de la guerra, pero tampoco a un Balderas con ánimo de saltar la raya allí donde se la pintaran a pura decisión y coraje.
Naturalmente, el lleno fue de los que agotan el boletaje.
Fermín, borroso. El saltillense, que se había estrenado cortándole el rabo al sanmateíno que abrió la temporada –“Pandereto” de nombre—, tuvo luego un terceto de actuaciones más bien grises, la primera de ellas como padrino de confirmación de Silverio Pérez (11.12.38). No era lo habitual en Fermín y sus partidarios esperaban la revancha. Pero lo que llegó fue una nueva decepción; es decir, tres lidias simplemente correctas, con una segunda faena de estructura sin duda más templada y fluidamente moderna que las de Balderas, malograda al demorar la muerte de “Tendero”.Y eso enfrió a la gente, como fría en general fue la actuación del menor de los Armilla.
Alberto bate todas las marcas. Tuvo la tarde más feliz de su vida, sin resquicios para el desaliento, haciendo de las tres lidias a su cargo un continuum triunfal que mantuvo a la plaza en tensión y a su numeroso y entusiasta partido en un grito aclamatorio que parecía no terminar nunca. Le correspondieron, en ese orden, “Gallareto”, “Lucerito” y “Marinero”, noble el primero, duro y encastado el segundo y con mucho que torear el bravo cierraplaza. A los tres les hizo horrores. Se prodigó en quites: variado, corajudo, emotivo siempre; rayó a la altura de su fama de gran banderillero, y muleta en mano los toreó de pie y de rodillas, por alto y por bajo, sentado en el estribo o golpeándoles la jeta con la rodilla para provocar la remisa arrancada en la fase final de sus faenas. Y con la espada –su punto débil de otras veces— se mostró resuelto, seguro y eficaz. Las orejas y el rabo, galardón máximo que el reglamento permite, se reprodujeron en las tres ocasiones. Algo que no había conseguido nadie en El Toreo, ni volvió a darse después.
Crónica de “El Duque de Veragua”. Armando de Maria y Campos, que lo mismo firmaba crónica taurina que teatral, daría profesión de fe balderista, con sugestivos toques de antiarmillismo, en el relato celebratorio de la apoteosis del Chato Balderas, según demuestra este breve extracto: “El Torero de México por excelencia, no sólo de nombre, sino porque el sabor de su arte se ajusta al buen gusto de la mayoría del público de México, tuvo una tarde triunfal (…) mató tres toros y cortó seis orejas y tres rabos ¿Hay alguien que pueda decir con menos palabras lo que significó para todos el triunfo del gran torero mexicano? (…) Sus tres toros de Piedras Negras salieron a pelear, y Balderas, cuando de pelear se trata, es siempre el primero (…) Extraordinariamente valiente, su valor empaña a veces su buen estilo(…) Podía, si así lo deseara, torear más tranquilo y asentado, y brillaría más su gran estilo de artista que siente y hace sentir el toreo. Aun así, qué sabor, qué color y que olor tienen los lances con el capote de este gran estilista (…) Inició su apoteósica actuación con un gran quite a la mariposa al primer toro. Y se quedó solo oyendo palmas durante toda la tarde porque asustó a su alternante, al que le dio un baño morrocotudo. (…) Toreó con la derecha ligando y mandando, con la izquierda cuajó magníficos naturales, se adornó temerario (…) Y aquí viene otra revelación: Balderas se encuentra convertido en un gran matador de toros (…) Tarde triunfal, de torero que además de tener arte sale siempre con el deseo de hacerse aplaudir, no podía tener como colofón otra cosa que la inevitable salida en hombros y el paseo triunfal por las calles de la ciudad.” (”El Eco Taurino”, semanario. 26 de enero de 1939)
A Alberto Balderas Reyes (México DF, 7 de abril de 1910-29 de diciembre de 1940), le quedaban exactamente un año, once meses y siete días de vida. La perdería un día aciago sobre la misma arena que aquel 22 de enero alfombró su paso con sombreros, puros y prendas, arrancadas del graderío de la Condesa por el poder de su entrega y su carisma.
En mi condición de director de este portal me permití , mediante tutela, elevar ante el Instituto de Recreación y Deportes la petición de respuesta ante la negligencia para acatar una sentencia de la Corte Constitucional que obliga al Distrito a reabrir la plaza de Santamaría , convocar la licitación para que el operador que reúna las condiciones de la temporada taurina del año 2023.
La alcaldesa, persona sabida en materias de esta índole sabe qué dijo la Corte pero ella en su leal saber y entender para poner palos en la rueda pidió explicaciones de la sentencia. Si bien tiene el derecho a formularlas, el fallo es claro, contundente y no se presta a interpretaciones leguleyas.
Por qué ha demorado la apertura del proceso que en ese enrevesado lenguaje burocrático llaman » de aprovechamiento económico» de un inmueble ( la plaza de toros de Santamaría es más que eso tipificado en el Código Civil , pues es un bien cultural de Bogotá ).
Es verdad que van a alegar que ya abrieron la licitación el año pasado para el 2023 y que nadie se presentó y que por tanto no abrirán proceso para este año?. Ustedes saben que el Concejo aprobó en una sesión virtual en plena pandemia deformar la estructura de la corrida que está reglamentada por la Ley 916 y que por eso no hubo ofertas. Y que el Concejo no podía aprobar un Acuerdo saltándose » a la torera » la Ley que en el ordenamiento jurídico en Colombia es superior a una decisión de un Concejo.
Si abren la licitación ( ya sabemos que es aprovechamiento económico pero para entendernos ), cuántas corridas se podrán dar y en qué fechas ?
Se abre también el proceso de oferta para lo que se llama el festival de verano en agosto con ocasión de la efemérides de la fundación de la ciudad ?
Es verdad que por razones que no entro a calificar un número apreciable de contratos con funcionarios del Instituto no se han renovado y por tanto no hay que cumpla las funciones ?
Mucho sabré agradecer a la brevedad, respuestas no tanto para mi en lo personal sino para los aficionados que esperan ustedes cumplan con lo estipulado en la sentencia.
Tendido7 ha querido honrar una trayectoria, un compromiso con la tauromaquia, un hacedor de emociones, un torero genial : Julio César Rincón Ramírez.
Por eso nos reunimos en La Lupita para entregarle un trofeo, una preciosa ( la cabeza de un toro ) del maestro Juan Torres Posada.
César Rincón, torero y ganadero, en los años 90″s del siglo pasado nos puso en el cenit del planeta taurino con 6 puertas grandes por Las Ventas nuestro vaticano taurino. Este oficiante de milagros le dio lustre a esta nación tan atormentada, vilipendiada en el exterior por ese desconocimiento a sus valores más profundos . El maestro de la pintura, Fernando Botero, al Nobel, Gabriel García Márquez, el poeta piedracelista Eduardo Carranza, el jugador «El Pibe Valderrama», el científico Rodolfo LLinás, el poeta Cobo-Borda, al estudioso social, Alfredo Molano, la cocinera Leonor Espinosa, Salomón Hakim, inventor de la válvula usada para tratar la hidrocefalia….
Por eso honramos al maestro Rincón, amante de los animales, criador y respetuoso del toro bravo.
Ese niño que jugaba al toro con su perrito Príncipe se hizo mayor y le dio gloria a Colombia.
Gracias, señor.
Y gracias también al maestro Juan Torres que elaboró para él la cabeza de un toro, imagen icónica de este animal misterioso que deviene del Uro, que se asentó en las profundidades entre Europa y Asia y que tras migraciones de miles de años se cobijó en el mediterráneo y esa fiesta, y ese toro y ese rito nos llegó a América sin imposiciones de ninguna índole. Gracias maestro por su noble condición de artista y de mecenas para poder brindarle un pedazo de nuestro cariño a este otro grande de Colombia : César Rincón.
Carlos Rondero es mexicano, torero, y gastrónomo. En tal condición nos alojó unas horas en su querencia del restaurante La Lupita.
Carlos se quedó a vivir en Colombia, tiene una preciosa hija nacida en nuestro terruño y ama a este país como al suyo de nacimiento.
Y es de una enorme generosidad. Nos brindó su casa, hicimos la premiación de tendido7 y honramos a toreros, ganaderos, picadores, banderilleros y novilleros.
Luis Miguel Londoño, rejoneador, ganadero, empresario, copropietario de la plaza de Puente Piedra entregó el diploma como un pequeño homenaje pero hecho con el corazón desde tendido7 al anfitrión, don Carlos. Gracias a los dos, tan taurinos como generosos.
El primer tercio ha ido desapareciendo como parte esencial de la corrida. La casta se mide en el caballo aunque haya opiniones encontradas y muy valiosas pero que un mal entendido buenismo ha terminado por denostar la grandeza de ese encuentro del toro con el caballo .Uno se remonta atrás en la historia y se topa con Badila, con carteles donde aparecían en letra grandes , primero, los picadores y abajo, los toreadores. Es tal la naturaleza enorme de la suerte de varas que los varilargueros son los únicos en la cuadrilla que , con el matador, pueden vestir esa chaquetilla bordada en oro.
Edgar Arandia pertenece a es estirpe de grandes picadores : Melanio Murillo, Paco Mena,Silvio Castro, Diego Ochoa, Luisin, Anderson Murillo, Rafael Torres…
Es un premio a un integrante de una familia dedicada al toro : ganaderos, empresarios, toreros de primer y segunda generación.
Nada nos complace mas en tendido7 que haber entregado el premio a Edgar Arandia, hermano de ese noble caballero, Ricardo, ganadero y empresario. Gracias familia Arandia Segura.
La 0bra del maestro Manuel Riveros , médico y escultor la entregó la aficionada y abogada, Diana Carolina a mas del diploma en recuerdo de una entrañable velada taurina en La Lupita, en Bogotá.
Maestro Riveros, mil gracias por su generosidad y por contribuir a honrar a estos hombres de oro, nuestros picadores.
( En la imagen de don Gabriel Pinilla, el galardonado Héctor Fabio Giraldo, don Farley Betancourt, jefe de fotografía del portal, el maestro Rincón el presidente de la Barra5, Hernán Arciniegas)
Tiene este joven hombre de plata esa condición de los de su estirpe caldense : Discreción, talento, bien hacer, educadas formas.
Tendido7 , en un conjunto de muy buenos hombres de plata, escogió a Héctor Fabio Giraldo por esa , para nosotros, especial condición : saber estar en la plaza, al servicio de » su » matador, eficaz, oportuno, no solo en banderillas sino con el capote, en la brega y cumple con esa verdad : Cuál es el mejor capotazo? El que no se da.
Muchos de sus colegas merecen este premio pero nos parece que Héctor Fabio prolonga esa saga de los Rafael Gómez «El Pollo», «El Puno Viejo», Pinocho, García , Balanta , «El Monaguillo», «El Piña», que le han dado a la tauromaquia colombiana un sitio.
El premio, un capote de brega elaborado por el artesano Humberto Martínez y que es una generosísima donación de esos aficionados que no tienen copia : René Borda, que ha sido presidente de la Porra Taurina de Bogotá y que reside hace un par de años en Cali. Gracias, René
Las polémicas siempre son bienvenidas ( desde el respeto a la discrepancia, claro ) pero hay momentos en la tauromaquia que se produce el milagro del consenso. Es lo que acaba de ocurrir con el torero Luis Bolívar que nadie pone en duda ha tenido una campaña impecable y que sus triunfos en la campaña taurina han sido incuestionables más allá de orejas, salidas en hombros.
Lo reconocieron los jurados del trofeo oficial y del diario La Patria en Manizales, las peñas taurinas, los profesionales y los medios especializados.
El hijo del expresidente Turbay, Julio César, entregó el galardón un formidable cuadro del maestro manizaleño Mario Jiménez que es administrador deportivo de profesión pero pintor por vocación. Es maravilloso destacar que a mas de profesor en la Universidad Autónoma de Manizales es alumno de pintura pues como los grandes está convencido de que ese don de pintar se intuye, se practica pero también cada día se sabe que nada se sabe.
El tiene una hermosa frase : Mientras el sol y la luna salgan, Manizales será eternamente taurina. Que ese deseo se cumpla y a fe que es viable en la ciudad que tiene más solera y fundadas razones para mantener la fiesta.
Bolívar , este joven maduro con mas de dos décadas en el toreo, con surcos de plata que cruzan sus cabellos, es hoy un torero macizo, que habita en el territorio de la esperanza de que está fiesta no será borrada por el ciclón del fanatismo.
En Villapinzón, en Cali, , en Manizales la esencia del toreo fue dibujada por usted, con solera, con majeza, con hondura…
No olvido esa tarde en Cañaverallejo en su mano a mano con De Justo con los victorinos y aquel toro de Palha en Madrid que la esquiva y variable afición de Madrid no cató por capricho en la dimensión que tuvo usted.
Está en la plenitud de su carrera. Como los profetas,de este rito taurico está mas entendido en estas materias liturgicas del toreo que nunca, más pleno.Justamente en la tarde en la que compartió cartel con Emilio en Manizales , en su segundo toro.
Se arranca de largo y es fijo. Dobla las manos pero la medicina del temple le permite hacer faena. El pitón izquierdo es una fantasía: Blandea el toro y se suceden los naturales a media alturita. Le da espacios y tiempos. Cuida todos los detalles. Estocada!!! Rodó y otras dos orejas.
Y su faena al toro de don Juan Bernardo. Perdon que me auto cite :Luis Bolívar encendió las pasiones con un toreo profundo, desgarrado, emotivo, furioso, arrebatado ,de aromas de otro tiempo en tandas conjuntadas
El toreo es de instantes, de momentos únicos , a veces efímeros y por esa contradicción, eternos como eternos fueron esos muletazos de una tanda maravillosa por la pitón izquierdo.
Bolívar citaba de lejos, a la media distancia, con suavidad de terciopelo .
Vinieron más naturales, acompañando , qué digo con el cuerpo, con el corazón las enclasadas embestidas de «Legionario». Y en esa embriaguez de toreo, tras el «Gato Montés» irrumpe el «Feria de Manizales » que es el honor del palco al toreo de dimensiones grandiosas de un torero y la plaza se levanta, y vienen los olés mas profundos.
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